martes, 30 de enero de 2018

HAU ZERRENDA AMAIGABEA!


Gaur goizean, eta nire txikerraren txantaia emozionalari men egin eta gero, gurasoak gure seme-alaben maisuek eskolako patioan antolatzen duten Bakearen Aldeko Jaia ekitaldira ikusle joan gara. Esan dezakedan arinena zera da, denbora alperrik, eta batez ere ezin aspergarriagorik, galtzeko oso modu eraginkorra izan dela, totala. Eskolako haurrak kantetan hasi aurretik hainbat ikaslek ozta-ozta ordubeteko hitzaldia eman digute gaur egun munduan zehar pil-pilean dauden gerrei buruz; Sirian, Afganistanen, Yemenen, Nigerian, Congon... Hau zerrenda amaigabea! Niri, zer esanik ez, hain gogait eginda nengoen eta, berehala gogora etorri zait Hertzainaken "No Time For Love" kantua: "Bostonen, Chicagon, Saigonen; Santiagon, Varsovian, Gasteizen eta Belfasten, eta beste hainbat lekutan hau zerrenda amaigabea..." Haur hizlariak, jakina, hunkituak bezain dibertituak nola edo hala irakurtzen ari ziren textu luze eta hiperkontzientatuez; espero dezagun, zinez, haietako inor atseginaren atseginez politikan ez sartzea. Gainerako haur gehienak euren artean marmarrean eta guraso gehienak ere erlojura zein zerura begira ea behingoan astean zehar ikasitako kantuari ekiten zioten nor bere betebeharretara bueltatzearren. Izan bada aspaldidanik sufritu behar izan dudan ekitaldirik zentzugabekoena, eta gogoan darabilt ea gerraren kontrako diskurtsoa mekartzeko, gutxiesteko, biderik laburrena ez ote den.

DEFENDERÉ LA CASA DE MI PADRE... O NO.

Otro articulito para la revista cultural Zubyah de la asociación Punica Granatum. Sobre la pamema de las hidalguías, universales o no, y defender la casa del padre así como que por decreto divino y a cuenta del prójimo, vamos, de no haber entendido a Aresti, no saber de poesía: https://punica.es/de/

Txema Arinas |
Dentro del saco sin fondo que contiene todos los mitos, tradiciones y puros atavismos que, según entendidos, conforman la identidad vasca, probablemente hay uno que destaca sobre todos los demás por su vigencia en lo que viene a ser el subconsciente colectivo de los vascos. Ahora bien, que lo sea de un modo más o menos inducido eso ya es harina de otro costal. Me refiero al mito de la casa del padre, lo que viene a ser el apego por el solar, el oinetxe, la casa no ya del pueblo donde nacieron tus padres y abuelos, donde se supone que nacieron casi todos los tuyos desde hace generaciones, allí donde los tuyos fueron “hijos de algo”, miembros de pleno derecho del llamado con no poca sorna Paraíso Foral. Se trata nada más y nada menos que la vieja querencia hidalga por el origen del linaje, la casa solariega, generalmente blasonada, el manoir francés. Ahora bien, lo que en las sociedades estamentales de nuestros vecinos era precisamente la manifestación genuina de éstas, la preeminencia de unos pocos sobre el resto, en el País Vasco del antiguo régimen, que allí es sinónimo de foral, era precisamente todo lo contrario; la manifestación del mito igualitario vasco en sus dos vertientes, la cantábrica con el concepto de hidalguía universal como principal característica de las sociedades guipuzcoana, vizcaína y determinados valles cantábricos de Álava y Navarra, esto es, todos los genuinos de aquellas tierras eran hidalgos de nacimiento, o de la vertiente alavesa y navarra mediterránea, aquella por la que, aun existiendo hidalgos y plebeyos de nacimiento, a efectos prácticos apenas tenía trascendencia dado que, muy al contrario de lo que ocurría en Castilla o Francia del Antiguo Régimen donde la clase lo era todo, el fuero determinaba que todos los naturales eran iguales ante las leyes y costumbres de la Provincia.
Esa particular organización legal, antes que social, de la sociedad tan estudiada y a la vez poco explicada, siquiera fuera de Euskal Herria, es sin lugar a dudas la particularidad más destacable y sobre todo determinante de toda la Historia vasca,  la que explica la especial concepción pasada y presente de su sociedad y sobre todo cómo se han visto y se ven los vascos a sí mismos a lo largo de la Historia. No lo digo yo, que casi nunca digo nada que no hayan dicho o escrito antes otros, en este caso, y por elegir entre tantos trabajos o estudios el más reciente y excelente de ellos, remito a quien quiera el libro El espíritu emprendedor de los vascos (2008), de los muy reputados profesores José Ramón Díaz de Durana y Alfonso Otazu. El libro, así a grandes rasgos, explica cómo frente al hidalgo castellano que despreciaba el trabajo manual y el plebeyo que, faltaría más, soñaba con poder hacerlo algún día, él o sus descendientes, como muestra de su ascenso social, el antiguo “vizcaíno” o “navarro” no solía tener problema alguno en dedicarse a cualquiera de las actividades manuales a su alcance, tal es así que si hubo en la España del Siglo de Oro dos grupos sociales especialmente industriosos, endogámicos y enfrentados entre sí según las circunstancias, concretamente en la lucha por copar cuantos más puestos como secretarios o leguleyos mucho mejor dentro de la administración del Imperio Español, esos fueron los de los conversos y los llamados “vizcaínos”, nombre genérico por aquel entonces de los naturales de las provincias llamadas exentas.
Claro que para justificar esa hidalguía universal de facto, la inteligencia vascongada de la época tuvo que aplicarse también a la creación del mito que la justificara de derecho, de iure. Así nació la idea del pueblo más viejo del mundo y por ello también el más puro, libre de cualquier mácula de sangre mora, judía o hereje, el pueblo que incluso ya era cristiano antes de Cristo, el pueblo en el que nadie estaba por encima del otro porque no era una sociedad de señores y siervos sino una “gens”, descendientes todos del mismo antepasado, para eso se inventaron a un tal Aitor, y por lo tanto todos parientes entre sí en mayor o menor grado.
Una pamema de cuidado que funcionó y cómo. De ahí la importancia del solar, no como en Castilla u otros lugares de Europa para demostrar que siendo de tal o cual solar se era más que el resto, noble, sino para demostrar tan sólo que se era de allí mismo, de la tierra, y por lo tanto miembro de la gran familia, hidalgo por principio o acaso nunca menos que éste, a la par de cualquier Grande de España aunque luego en la práctica su oficio fuera de pisaviñas o cabrero; no se rió poco ni nada Cervantes del mito del hidalgo vizcaíno en su Quijote.
Con todo ahí ha quedado en nuestro subconsciente, la importancia de ser de aquí o de allí, de remontarse, de saber hacerlo hasta este o ese otro antepasado, de saber de dónde venimos, qué casa, calle, aldea o villa de mierda habitaron los nuestros, demostrar que no nos movimos del solar o que si lo hicimos siempre fue para volver aunque solo lo fuera en espíritu, hablar del solar de la familia en el pueblo aunque sean ya varias generaciones de los nuestros que han nacido en la ciudad, reconocernos por el apellido, creer atisbar parentescos en los rasgos faciales de los que lo comparten, la tribu, el clan, siquiera la cuadrilla de los piensen como yo y punto, el mundo como en la Edad de Piedra o casi. Son cosas, por supuesto, que en la práctica ya sólo se toman en serio los necios. Otra cosa es la cantidad tan llamativa de los que en principio no son tan necios que, con dos copas de más y casi siempre en la intimidad, se pirran por glosar los árboles genealógicos propios y ajenos. Nadie en sus cabales le puede dar importancia a tales melonadas puesto que a poco que escarbes en ellas descubres que son falsas de necesidad, puro mito, puro cuento, y ya no sólo en general, simple carnaza jurídica para justificar lo injustificable, el privilegio, unos derechos que no basta con decir que son nuestros porque sí, también hay que asegurar que poco más o menos bajó Dios a la tierra a concedérnoslos por guapos, sino también por lo que atañe a tu familia, tu clan, como si alguna vez hubieran sido algo más que simples y orgullosos destripaterrones.
Siendo así no es de extrañar la repercusión en su momento del famoso poema de Gabriel Aresti, La Casa de mi Padre/Nire Aitaren Etxea. Ya fuera por el tono entre lo paródico y lo puramente sentimental, el poema de Aresti marcó a su generación como símbolo de lo que algunos, quizás muchos, demasiados para el daño que han hecho, y como siempre los más duros de mollera para los que las metáforas o los símbolos acaban dando en verdades como puños, interpretaron la razón de su lucha particular contra lo establecido, contra el Estado, esa mala madrastra llamada España, la lucha armada para no andarnos por las ramas, que me quitan los fueros, la lengua, la casa.
Por eso la noticia de que el ex-etarra Luís María Lizarralde, condenado por el asesinato del teniente coronel del Ejército José Luis de la Parra y por el atentado en el que murió el guardia civil Luís Miranda, ha ofrecido su herencia, esto es, la casa solariega de su familia en Azkoitia, la casa Idiakez-Ederra, para satisfacer las indemnizaciones civiles que debe pagar a las víctimas de sus delitos, tiene no un algo, sino un mucho de alegórico de acuerdo con el poema de Aresti. Lizarralde que mató por defender la casa de su padre, la patria, ha acabado dándola en compensación por sus crímenes; imposible encontrar una alegoría más certera y a la vez esperanzadora del drama que hemos vivido en aquella tierra. Todavía más, porque si seguimos leyendo la noticia descubrimos que: no será fácil vender la casa. Es antigua, está estropeada, tiene varios propietarios y necesita que una constructora disponga del dinero suficiente para rehabilitarla de forma adecuada. Como es un edificio protegido, la ley obliga, entre otras cosas, a que la fachada se mantenga.
La alegoría continúa; mataste por ella, Lizarralde, por una casa que ha acabado en ruinas, y puede que así haya sido porque no estuviste precisamente para cuidarla, estuviste a otras cosas, defendiste la casa equivocada, no entendiste a Aresti, querías salvar la casa de tu padre, ser su digno heredero, el premu, y acabaste de etxekalte, que en euskera significa, no la oveja negra de la familia, de la casa, sino aquel que por sus actos, su mala cabeza, la arruina.
Si es que la realidad a veces parece una continua alegoría.
Defenderé
la casa de mi padre.
Contra los lobos,
contra la sequía,
contra la usura,
contra la justicia,
defenderé
la casa
de mi padre. 
Perderé
los ganados,
los huertos,
 los  pinares;
perderé
los intereses,
las rentas,
los dividendos,
pero defenderé la casa de mi padre.
Me quitarán las armas
y con las manos defenderé
la casa de mi padre;
me cortarán las manos
y con los brazos defenderé
la casa de mi padre;
me dejarán
sin brazos,
sin hombros
y sin pechos,
y con el alma defenderé
la casa de mi padre.
Me moriré,
se perderá mi alma,
se perderá mi prole,
pero la casa de mi padre
seguirá
en pie.
Traducción: Gabriel Aresti
Versión original: NIRE AITAREN ETXEA

lunes, 29 de enero de 2018

LOROAK BEZALA NAHI DITUZTELA


Nire txikerra gaurko azterketarako ikasgaia buruz, memoriaz hau da, lorito baten modura, eta batik bat jakin eta erabiltzen ez dituen hitzak etengabe errepikatuz, ikasten dakusadala hezkuntza sistemaren erabateko eta etengabeko porrota gogora etorri zait, alafede. Baina ez jo, ezta pentsatu ere, irakaslearengana kontu eske, memoriaren garrantzia goraipatzen duten ikasketa asko daudela hizpidera aterako dizulako. Eta hobe dugu ez gogoratzea irakasle horri zer nolako aurpegiera ipini zitzaion Francoren garaiko hezkuntza ere oso ona, punta puntakoa, zela dioten ikasketak egon badaudela hor nonbait esan zenionean, denetarako ikasketak daude eta.

REFLEXIONES DESDE EL SOFÁ DONDE HE DORMIDO LA MONA


La edad no perdona y aquel chaval que cuando antaño escuchaba decir a su alrededor, "¿otra?", solía contestar al instante "¡y dos si hacen falta!", prácticamente sigue haciendo lo mismo cuando sale a la noche con sus amigos, si bien que con resultados ya más funestos que nefastos para la salud por la mañana; ay, ay, ay, hasta he echado sangre por la nariz cuando he ido a vomitar la producción de este año de patxarán La Navarra...

Por lo demás que conste que estoy hasta los huevos de que me lleven a comer a locales de moda para treintañeros tirando a pijoteros donde a innovar en la cocina le dicen a echarle sirope por encima a unas costillas que llaman de euskal txerri, se supone que para que quede la hostia de vernáculo y por ello ya se sabe que siempre mejor que lo del resto del planeta tierra y otros tantos vecinos. Así de zumbado anda el personal por estos pagos mirándose siempre al ombligo; como que donde esté la ETB para lobotomizar al pueblo trabajador vasco, que se decía hasta hace dos días, con programas de cocina a todas horas, que se quite TV3 y Putximón, y esto según cuentan los sicarios mediáticos de turno desde los Madriles y la periferia española y muy española. Vamos, que por mí como si el txarri, que decimos en Patatalandia, gocho, chacho, gorrin o su puta madre, es de Cascajales de la Bureba o de Alcalá de las Puñetas; joder qué morro tienen algunos, unos engañabobos de cuidado, empezando por toda la peña presente anoche. Las alcachofas tostadas sobre crema de almendras me gustaron mucho. Con todo, para la próxima ya quedamos que de vuelta a lo seguro, tradición en vena, que innoven si quieren los hipsterpollas treinta y tantos, nosotros de cabeza a la tortilla de bacalao con pimientos verdes, chuletón de kilo de vaca vieja para cada uno, queso con nueces y los litros que hagan falta de sidra de kupela; ya improvisaremos cómo volvemos a casa desde el recóndito caserío a tomar por culo donde probablemente recalaremos, y mejor no pensar cómo; madurar es lo que tiene.

Y nada más, me temo que voy a tener la cabeza todo el día, y encima me toca cocinar en casa de mi madre, como el famoso monumento que aparece en la foto y cuya grosera denominación me ahorro porque las personas serias como yo no van por ahí repitiendo como loros las procacidades del populacho al que pertenece... ¿A que no sabéis por qué le llaman en homenaje al... ? Vamos, lo que me faltaba para que la Zuru y compañía acaben colgándome por los huevos del palo mayor de un ballenero guipuzcoano o así. A quedarse con las ganas, corrección ante todo. El viaje de vuelta a Oviedo va a ser glorioso.

ENCUENTROS EN EL AMBULATORIO



De vuelta del ambulatorio en Abendaño ya no me acuerdo si el médico le ha recetado a mi madre un antibiótico o que rezara varios padrenuestros. Un tipo muy majo, sí, pero de unos modos tan curiles que me han recordado ipso facto a más de un servidor de Dios que andaban por ahí merodeando durante mi juventud. Y no, no eran del Opus, no jodamos.

Antes, en la sala de espera, oigo que llaman a consulta a un fantasma del pasado, del insti y tal: "¡Alvaro López de Sabando!"

-Hostia Alvaro, ya pensaba que te habías muerto.

-En eso andamos, en eso.

-Tú siempre tan meticuloso.

--Venga, que me llaman...

TAIMADOS O TARADOS


El Opus Dei, la Obra, sus numerarios, no he conocido ninguno que no fuera un taimado o un tarado, por lo general ambas cosas. Y mucho me temo que la peor parte se la llevaban los hijos que no comulgaban con la fe militante de sus padres. Si a los demás la rebelión generacional famosa nos supuso más de un quebradero de cabeza que no viene al caso, a algunos con progenitores de la Obra se les fue la cabeza tal cual. Estoy pensando en un tal Urbieta, bien majo, buen colega, o lo que era lo mismo para los suyos, un bala perdida. Rebelarse contra la mandanga lobotomizadora de los suyos lo llevaba a entrar en su casa mamado a las tantas de la mañana y ponerse delante de la virgen que había en el descansillo de su casa a cascársela mientras recitaba el Ave María en latín, el Mater Regina o algo así, yo qué sé. Y entre esas y otras en las que también le pillaron un vía crucis de loqueros de la Obra y pastillas por un tubo. Las últimas veces que lo vi por la calle estaba siempre ido, no exagero si añado que en una de ellas hasta se le caía la baba por la comisura de los labios. Hace siglos que no lo he vuelto a ver, ya entonces se me antojó una vida que su propia familia había tirado por el sumidero, a saber dónde parará ahora y cómo.

A otros en cambio les ha ido de perlas con la Obra, para eso se apuntaron. La mayoría de los que conozco andaban muy justicos de fe, pero de ambiciones y falta de escrúpulos no tanto, eso ya era otra cosa. Se me haría eterno explicar los motivos y tampoco voy a poner ejemplos que quedan para mí.

Y ahora, dale, a pedir, exigir, respeto para los opusitas, que viene a ser una forma como otra cualquiera de intentar coartar la libertad del prójimo para que opine de lo que le venga en gana, y sobre todo de lo que sabes de antemano que no va a ser nada bueno.

viernes, 26 de enero de 2018

CIBERVERBORREA


si despotricar por escrito de la actualidad tampoco está bien visto, que das en sobas como te repitas con los temas, y eso cuando no eres tú quien se repite sino la actualidad, "¿otra de corruptelas peperas?, paso", y no digamos ya enzarzarte en disputas más que trilladas con gente que sin conocerte de nada te va a colocar de inmediato un sambenito de ser esto o aquello sólo por no sumarte de buena gana a su credo o tribu, cuando no ya sólo por haber cuestionado una "miajica" sus verdades como muchos, y eso porque lo más fácil para no darle al coco es colocar a cada cual en su trinchera y así no tener que molestarse en debatir nada en serio y menos aun a fondo, pues va a ser que al final no nos va a quedar otra cosa de la que escribir que la broma más o menos chusca o ingeniosa, la gracieta otro tanto, y, como mucho, del tiempo como si las redes fueran un inmenso ascensor, los comistrajos que perpetramos a diario contra nuestra salud o contar las peripecias más o menos divertidas, patéticas las más, del trato con el prójimo. Porque escribir de las interioridades de uno, los vaivenes del ánimo, los nubarrones de a diario, es decir, quejarse todo el puto rato porque nos van mal las cosas, no nos salen como quisiéramos, o así lo creemos, quejarse en suma, resulta muy feo y sobre todo aburrido. Y como lo peor que se puede hacer una vez que te pones a las teclas para echar letras sobre las redes es aburrir al respetable, o al despreciable, no sé, a gustos, según el día, pues que a lo mejor toca ya, esto es, de una puta vez, tratarse la grafomanía esa de la que hablaba Kundera como el alcohólico que de repente es consciente de que hace ya tiempo que empezó a beberse el Nenuco porque era lo único que le ponía ya a tono en un pispás; "Hola, me llamo Txema, y soy grafómano..." Eso o preguntarse qué sentido puede tener de verdad aprovechar los ratos más o menos sueltos, desperdigados, que robas a tus quehaceres diarios para saturar todavía un poco más la red con tus chorradas, tu enfermiza ciberverborrea. Pues en eso estamos, de nubarrones de enero, para variar. 

jueves, 25 de enero de 2018

BERE BURUA ZELTIARTU ZUEN MUTIKO EUSKALDUNA


Zeltatasunaren kontura egunotan gogora etorri zait behiala argiratatu zidaten liburu bat non mutiko euskaldun batek bere burua "zeltiartu" gura zuen, nolabait esatearren. Edo bestela esanda, aitak txistulari nahi baina bera gaitajole bilakatu ei zen semearen istorioa. Euskal gatazkari buruzko parodia zorrotz bat izan nahi zuen funsgabeko istorio bat, oso gazterik baino idazten ez zirenetarikoa, hogei urte inguru, betiko lez inori gustatu ez zitzaiona txorakeria sorta bat baizik ez zelako. Zorte txarra, nik Günter Grassen "Die Blechtrommel" nobelaren euskal bertsioa egin nahi nuen eta, antza denez, Asterixen pasarte baten parodia lotsagarria suertatu zitzaidan edo.

"Aurkikuntza ederra, ezustekoa baina ederra, inolako gogo eta etorkizun barik txistuaz jo eta ke ekin ostean musikatik bizi ahal izateko asmotan, eta aurkitu berri nian instrumentu zoragarri hura, sekulan entzundako doinurik ederrena, zuzenena, harrigarriena, Munchen garrasiaren antzeko zirrara bat eragiten zidana, nire bizitza iraultzekotan zegoan. Popatik hartzera euskal tutu alu horrekin! Gora zeltiar tutuak! Harrezkero, nik neuk hain liluragarria zen doinu hura zahagitik ateratzeko neure hatzak gaitaren hiru tutuei helduta eta ezpainak pitan jarriak ikusten nitian. Hasieran Liam O´Flym-en doinua bera erauzi nahi nioan, geroxeago, horrek trebezia handiegia eskatzen zidala konturatu orduko, halamoduzko doinuren bat edo ateratzearekin moldatzen ninduan. Hain garbi eta ederra ez zen doinu bat, baina bai irlandarrarena bezain hunkigarria. Nola nahi ere, gaita ezagutu orduko nirekin batera beti izango zela berehala asmatu nian. Asmatu ere egin nian aurrerantzean ezinbestekoak izango zitzaidala jendearekin hitz egiteko, nire egonezina uxatzeko, alaitasunaz blai egiteko, porrotak ahazteko edo zorionak oroitzeko, hots, inoiz izan ez dudanaren minaz gozatzeko. Ziur nengoan gaita jotzen hasi bezain laster nire ordura arteko animua erabat aldatuko zela, baita inguratzen nindutenek nitaz zuten iritzia ere, alfer zein ganorabako hutsa, ezertarako kemenik ez zuena, erronka guztietan porrot egiten zuena, bere bizi osorako erretilu bat esku batean eta bestean garbitzeko trapu bat izango zituena, nintzelakoan edo. Ametsetan hasten ninduan gaita jotzen hasi eta suertatuko zitzaizkidan zorioneko aldaketa guziez, Ametsak amets, aita nire gaitatik ateratako The Rocks of Bawn ala Foliada de Elviña bezalako doinu batek liluratuta begitantzen zitzaidaan, orduan nik bizitzari aurre egiteko nian ezgaitasunari buruz egindako iruzkin zitalak irentsi behar izango zitian, erdeinuzko hainbat eta hainbat berba. Erakutsiko nioke nire aitari leporatzen zidan alferkeriaren eta ikasketak, euskaltegia, dantza taldea, mendigoizale taldea eta txistulari taldea bertan behera lagatzeko nuen benetako zioa: hori guztia inposatuta izan zitzaidala, nik ezetz esateko inolako aukerarik izan ez nuela, zeren eta aitak agindutako guztiari men egin baldin banioan bera pozik egon zedin bakarrik izan zuan, berarekin errieta ez egiteko bere aiurri bihurria ez pairatzearren, eta Sabandotarren omenezko helburuak, egitasmoak, asetzeko kapaz ez nintzenez gero, ezin nian beregandik inolako maitasun keinurik espero, beraz beragandik nahi nuen gauza bakarra bakean uztea zuan."
GAITAJOLEA - Txema Arinas

DEL SANTO OFICIO DE OVIEDO


Al final ya verás como quitan la estatua de Woody Allen que hay en el centro de Oviedo tal y como piden diversos colectivos feministas y sin necesidad alguna de confirmar la veracidad o no de las terribles acusaciones que se le hacen. Como que ayer le leía en facebook al escritor Xandru Fernández un comentario que me dejó de hielo. Eso si es que no era una muestra de la fina ironía asturiana que a mí, por lo general más bestia que un arado y a pesar de los, creo, más de quince años que llevo aquí, se me sigue escapando; el sarcasmo sin tacos o juramentos de por medio es para mí un verdadero arcano:

"Sin ánimo de discutir sobre Woody Allen ni sobre su estatua, sí que me pregunto de dónde sale ese prejuicio según el cual no hay nada reprochable si no hay condena judicial. ¿Quién razona así en su vida diaria? ¿Os sentís obligados a salir de copas con ese compañero de trabajo que es un gilipollas pero al que ningún juez ha condenado a arresto domiciliario? ¿Le haríais un homenaje al vecino del tercero que pone Radio Medea a todo volumen pero la quita en cuanto se huele que alguien ha llamado a la policía? ¿Os casaríais con esa vecina que lleva tatuada una esvástica en el hombro pero que, parece ser, no ha cometido jamás un delito? ¿Pues entonces?"

Pues eso, qué necesidad hay de demostrar culpabilidad alguna si basta con una denuncia más o menos vehemente para ser creíble.  ¿Y los veredictos de inocencia por parte de los tribunales en su momento, o ya directamente desestimada la denuncia por falta de pruebas? Bagatelas, o ya directamente pijadas, cosas de pijos que se la cogen siempre con papel de fumar, que prefieren reírle las gracias a un neurótico poco agraciado tan rematadamente burgués y gafapastas como ellos antes que escandalizarse por los abusos sexuales a un menor; ya se sabe, esa burguesía intelectualoide con sus gustos tan decadentes o ya directamente depravados a lo Nabokov;. ¿Exagero? Sólo hay que leer a algunos para ver cómo asoman entre líneas viejos rencores de clase y por el estilo. 

Y en todo caso, toda una reivindicación del derecho al juicio de los prejuicios, el de la plaza pública con la plebe pidiendo carnaza a la menor sospecha y con las convicciones de cada cual como único argumento. ¿Confiar en la justicia? ¿Para qué habiendo FB o Twitter?

Dan miedo alguno de esos portavoces de asociaciones feministas, o de cualquier otro tipo, al estilo de la Irazu de la de Oviedo. Piden, exigen, que se haga justicia al más viejo estilo del Santo Oficio, con acto de fe de por medio en forma de deshonrosa retirada de la estatua del cineasta neoyorquino de la vía pública. Lo hacen con una vehemencia, una urgencia, que levanta más de una sospecha sobre sus verdaderas intenciones. A saber en qué medida no les están echando un pulso a las instituciones, a la clase política en teoría por todos elegida, para que se sometan a sus mandados previo chantaje mediático. A mi la Irazu y todos los que son como ella me recuerdan -y esto por mucho que vaya a despertar, una vez más, el recelo de algunos por nombrar a unas señoras en concreto; ya sólo faltaría tener que andar con pies de plomo para tratar de no ofender al creyente de turno, como que siempre hay uno de guardia deseoso de ofenderse por cualquier memez, en el ejercicio de mi libertad de expresión- a las señoras de la Liga Anti-alcohol de los años veinte en EE.UU; acabaron imponiéndose por pesadas antes que nada, su activismo era tan fogoso y constante que al final los políticos del momento temieron, o más bien sobre valoraron, la influencia que podían tener entre el electorado, y pasó lo que pasó, es historia demasiado conocida.

Luego está el debate de si hay que separar la obra de un autor de su comportamiento privado. Cuántas estatuas y nombres de calles, plazas y demás espacios públicos no están dedicados a personajes relevantes en su momento por sus virtudes como hombres públicos, entre los que, a poco que rasques en su privacidad, te encuentras verdaderos monstruos, sobre todo vistos de la óptica contemporánea, que parece ser la única con la que la mayoría de nuestros coetáneos son capaces de ver las cosas del mundo. 

El caso es que nos hemos pasado toda la vida luchando contra la caterva de prejuicios de campanario y escuela nacional-católica de nuestros mayores, combatiendo, por lo general con humor de brocha gorda o ya directamente con la blasfemia, a los meapilas de ceño permanentemente fruncido para todo, y parece que ahora nos toca a hacerlo con estos puritanos de nuevo cuño para los que estado de Derecho está de sobra si éste no se pliega a sus demandas, individuos de una moral tan severa, intransigente, a los que ya no les vale uno de los principales fundamentos del contrato social porque el que se rigen las sociedades civilizadas y que establece que la justicia la imparten los profesionales del Derecho y no el iluminado de turno por muy voceras que sea.

Contra la moral de nuestros mayores y también la que quisieron imponernos en su momento los comisarios de la verdad revelada del turno en su versión más a la izquierda que nadie, pues bien es sabido que la moralina es la gran enfermedad de la izquierda, esto es, la convicción de que el resto de la humanidad está equivocada, vive en el pecado, porque no comulga con tus ideas y además no está dispuesta a hacerlo así los mandes a un Gulag en los Monegros. Me refiero al consabido complejo de superioridad de cierta izquierda incapaz de aceptar que el prójimo puede pensar por sí mismos sin necesidad de marcar el paso a las órdenes del gran timonel de tercera regional que te toca en suerte al lado dándote el coñazo con lo políticamente correcto y lo que no.

Uno se imagina que sería de nuestro mundo si, como ocurrió ya el EE.UU durante la famosa y funesta Ley Seca, los puritanos acaban imponiéndose. De acuerdo con la lógica de la petición de la retirada de la estatua de Woody Allen, habría que eliminar también sus obras y con ellas las de todos aquellos que, tanto en el presente como en el pasado, fueron sospechosos de algún crimen, puede que bastase incluso con haber ido a contracorriente de lo considerado políticamente corriente. Imagino, pues, pilas con libros de Celine, Ezra, Pound, Nabokov, Cela... Y ya puestos, y para evitar males mayores, incapaces de separar la obra de un autor de su vida privada por qué no exigir un certificado de penales a todo aquel que pretenda dedicarse a la creación. 

En fin, si no hace falta condena judicial para dar un veredicto, si todos somos jueces del prójimo y por lo tanto nos arrogamos el derecho a exponerlo al escarnio y la humillación de la plebe de la que formamos parte, pues oye, ya se sabe, bienvenidos de vuelta a la Edad Media, qué coño, a la época de Antiguo o Nuevo Testamento. ¿Quien esté libre de culpa que tire la primera piedra? Ya nos podemos poner a cubierto de los puros todos los que ni lo somos, ni lo hemos sido, ni ganas de serlo nunca. 

*En la foto un acto de fe en toda regla celebrado hace unos días en Oviedo; faltaba, claro está, el capirote. 






ETSIAK HARRAPATURIK


Etsiak ezustean harrapatzen zaituenekoa. Geldiarazten zaitu. Zure burua biziaren ispiluan ikustera bultzatzen zaitu eta bertan topatzen duzuna ez zaizu inoiz eta inondik ere atsegin. Hauskorregia sentitzen zara, batez ere gainerakoen aurrean, ia biluzik, elbarri. Ispilua puskatu gura duzu. Ispiluko isladak errealitatearekin talka egiten duebean bada garaia zure bizitza goitik behera aldatzeko, iraultzeko. Halere, erabateko zein betiereko bizi aldaketa baterako planak eta egiten dituzunean, badakizu ezer berririk egiteko adorerik, kemenik ez duzula. Agortuta zaude, lur jota, asper eginda, bentzuturik; horrexegatik ere etsimenduaren gatibu zara, zure gezurretan bizi izateak eragiten dizun nekea sarri askotan eramangaitzegia bilakatzen baita. Etsipena omen da zure buruarekin egindako inbentarioaren ondorio zintzoegia, zure begiratua iruzurrez betetako ispitutik baztertzearen emaitza zitala, iruzurra ezinbestekoa baita etsiak harrapa ez zaitzan.

LA PELIRROJA


No es que sea un fanático de la cosa céltica, de hecho no creo serlo de nada, dime diletante con su carga más peyorativa y aceptarás; pero, reconozco que como amante de la Historia cuanto más lejana más me interesa. Y de los celtas y su mundo he leído un rato y en serio, clásicos historiográficos como Los celtas y la civilización" de Henry Hubert y en ese plan. Vamos, nada que ver con eso subgénero a medio camino entre el mito y la fantasía pura y dura, cuando no ridícula con ganas, simpática si pensamos en Asterix y compañía, que, partiendo esencialmente del mito artúrico y puede que alguna que otra saga irlandesa, da origen a multitud de bodrios en forma de novela histórica con mucho guerrero pelirrojo medio en pelotas y druidas merlinescos de por medio.

En cualquier caso, lo céltico es en esencia una recreación romántica de finales del XVIII en el que a los historiadores, escritores, músicos ye incluso celebrados historietistas como Hugo Pratt se les dispara la imaginación a falta de fuentes documentales de peso, quitando las sagas irlandesas al estilo de la epopeya de Cúchulainn y el ya mencionado ciclo artúrico, apenas tenemos otros testimonios sobre los celtas que el famoso Bellum Gallicum por Julio Cesar y otros autores grecolatinos en su descripción de una gente a la que tenían esencialmente por bárbaros y cuyas costumbres les horrorizaban tanto como atraían, ya se sabe, la mirada del invasor o colonizador.

De ese modo, podemos establecer que todo lo céltico viene envuelto en las brumas que le son tan propias al paisaje de los países tenidos como de cultura celta, término espinoso en lo que se refiere a la consideración de algunos de ellos como tales, como el caso de Asturias o Galicia, (si lo son a pesar de siglos de profunda romanización a partir de un sustrato aparentemente céltico, por qué no también Castilla-León si sus raíces son claramente celtibéricas, la mayoría de Francia o la antigua Galatia en Turquía?), siquiera ya sólo en aquellos donde todavía se conserva mal que bien una lengua céltica.

Así pues, no otra cosa se puede esperar de una ficción en la que lo céltica tenga algún protagonismo; la bruma que resulta de la mezcla de la interpretación arqueológica o histórica del legado céltico con el mito transmitido durante décadas a través de todo tipo de leyendas o ficciones más o menos populares.

Y es eso mismo lo que uno esperaba de Britannia, una recreación más o menos similar a la que hace esa otra serie histórica, Vikingos, y en la que el rigor histórico parece ser tenido en cuenta siempre y cuando no entorpezca el relato, esto es, el espectáculo, que si hay que poner un ejército de nórdicas guerreras repartiendo sablazos para contentar a cierto público, pues se pone y ya está, poco importa que los argumentos para hacerlo sean, no ya pseudohistóricos, sino directamente falsos; the show must go on.

Y conste que no me parece mal, una cosa es un sesudo reportaje -a ser posible no del actual canal de Historia, por favor- y otra una serie de televisión mejor o peor documentada, pero cuyo fin esencial no es otro que entretener.

Pero ojalá hubiera sido ese el caso de Britannia, una ficción que, por muy descabellada o anacrónica que se nos presentara, hubiera cumplido su objetivo de mantener en vilo al espectador con su trama y personajes al estilo de Juego de Tronos.

No lo es porque Britannia es el zurullo más grande que he visto en mucho tiempo en esto de las series, el último refugio de lo que acaso alguna vez fue un aspirante a cinéfilo. Una gran decepción porque aburre y abochorna por igual. El guión es una conjunto de tramas mal hilvanadas, como si las hubieran echando a rodar a ver si funcionaban por sí solas, la trama principal un engrudo historicista, sin rigor alguno, y mitológico que cae directamente en lo psicodélico, y esto tanto visual como musicalmente, unos diálogos y situaciones que se repiten y se alargan tanto que acaban convirtiendo a la serie en el somnífero más eficaz que he probado en mucho tiempo, los diálogos con su procacidad sin venir al cuento o de un erotismo como de vídeo porno con pretensiones artísticas, y unas escenas que dan tanta pena como grima porque se nota que no había dinero suficiente para un espectáculo en condiciones y han tenido que decantarse por el simulacro de batallas con efectos visuales que no engañan a nadie, no después de la espectacularidad a la que nos han acostumbrado ya Juego de Tronos o Vikingos. Y por si no fuera poco, y aquí mejor no hablar de los capítulos de relleno en los que no pasa nada y además parece que querían rentabilizar un escenario concentrando varias tramas diferentes en un mismo espacio como el que no quiere la cosa, el licenciado en Historia que hay en mí tuvo que oír comentar a una de las reinas britanas que asedia junto con sus aliados romanos -y mejor no hablar de la caracterización de estos, que es acordarme del castro que montan y venirme a la cabeza un campamento de verano de los boy scouts o algo por el estilo- la fortaleza de su enemigos, que estos no tardarán en rendirse porque apenas les debe quedar ya....¡maíz!

De modo que lo único salvable de esta serie es la caracterización de la moza que aparece en la foto. Claro que el motivo no es otro que la pura y dura concupiscencia que me provoca la estampa de la guerrera pelirroja y futura reina de los de su tribu, si es que todavía se me está permitido reconocerme como un ser esencialmente terrenal y no como un cerdo machista que sólo ve a la mujer como un objeto destinado a complacer sus más bajos instintos carnales. Algo que además no puedo evitar porque me recuerda a la hermana de una amiga irlandesa que aterrizaba en casa de ésta en Dublín camino de un trabajo a otro para ducharse y cuya melena pelirroja recién mojada extendida al viento mientras se secaba con una toalla, a lo que había que añadir un agraciado rostro pecoso, unos ojos grises como las nubes que cubren el cielo de la isla esmeralda la mayor parte del año, y una profunda voz gutural en la que el "hi, Sheema, how´re ye?" creo que está entre los hits de mis recuerdos erótico-festivos que conforman ese archivo que todo tío va atesorando a lo largo de su vida para lo de por si acaso un día estás solo, aburrido y no te funciona la wifi.

lunes, 22 de enero de 2018

SAN ESTEBAN DE PRAVIA


Ayer me llevó T a conocer San Esteban de Pravia, en la margen izquierda de la Ría de Pravia, en la desembocadura del río Nalón en el mar Cantábrico. Se trata de una villa que sufrió un gran auge y crecimiento desde finales del siglo XIX hasta mediados del XX ya que fue utilizado como puerto industrial para dar salida al mar al mineral de carbón extraído en los valles mineros de Mieres, Aller, Riosa, Teverga, Quirós, Cangas del Narcea y Tineo, entre otros. Y hoy en día, como en tantos y tantos otros lugares de Asturias, apenas una reliquia del exuberante pasado industrial de la región.

Me encanta que T todavía me lleve a conocer estos sitios y sobre todo en invierno, la mejor época a mi juicio para visitar la costa asturiana ya vacía de las hordas que acuden a ella tras el reclamo del Paraíso Natural. Me encanta conocer estos enclaves que me obligan a imaginármelos en su época dorada, en pleno frenesí extractor del mineral que dio origen a una de las páginas ya periclitadas de la Historia asturiana y que ahora tiene el irresistible encanto de eso que llaman arqueología industrial. La región está repleta de ellos y sus autoridades han procurado sacarle una rentabilidad turística con mayor o menor éxito, sobre todo en las Cuencas donde hay varios museos de la mina que atraen a miles de personas al año.

Luego ya resulta difícil imaginarse como se sostiene la vida de los que todavía viven en estas zonas en apariencia tan apartadas y volcadas ya irremediable y casi que exclusivamente al sector servicios. No lo sé, después de estar en el lugar recopilo toda la información que puedo y escribo estas notas que luego irán al blog y puede que un futuro relea ahí mismo.

En cualquier caso, una mañana de sábado deliciosa caminando en familia, nuclear, donde siempre eres tú y no la versión que otros tienen de ti, o más bien les interesa, sean quien sean, y más que nada porque así suelen ser las relaciones entre al fin y al cabo extraños y no hay que darle más vueltas al asunto.

Como había que celebrar la ocasión de estar juntos y disfrutones, tocó arrimarse al restaurante que hay al final de la ría, Puerto Chico, un local que podría pasar por un chiringuito con pretensiones y la verdad que las cumple con creces. Delicioso el carpaccio de pulpo, las berenjenas rellenas de centollo. El arroz con calamares en su tinta, que decían el plato estrella de la casa, no estaba nada mal. También yo soy de muy conformar, me hago a todo siempre que esté bien hecho, con cariño. Otra cosa es que la tinta del calamar en Asturias la hagan prácticamente tal cual, nada que ver con la que hace mi madre con su cebollica, sus pimiento choricero y un poco de salsa de tomate casera. El sabor de la tinta aquí conserva toda su potencia marina, lo cual, mezclado con el inevitable alioli, da como resultado un pelotazo salado de no te menees. Nada que no arregle, o algo así, la pastilla para la tensión.

Como buena parte del malecón junto al restaurante estaba cubierta de piedras, troncos y ramas que el temporal había depositado ahí en los días anteriores, le preguntamos al camarero, medio en veras, medio en broma, si no habían pasado miedo. Él nos confesó que sí. Sobre todo de ver arrasado el chiringuito porque había habido olas de hasta quince metros y más. ¿Una exageración? Da igual, ojalá lo fuera porque creo firmemente que esa debe ser la obligación de cualquiera al que se le pregunta por estas cosas: exagerar todo lo que pueda. Ayuda a hacer la vida más interesante. Lo contrario, atenerse a la realidad de los hechos es cosa de moñas, gente con mentalidad de notario o de médico de hospital.

Pues eso, que muy bien y muy contento de que mi señora me lleve de excursión. Anda que no hay sitios todavía para descubrir en el paraíso natural e industrial.

domingo, 21 de enero de 2018

MAITE DITUT, MAITE



Maite dut, maite, Asturias barreneko txokoak-eta bisitatzea negu partean batik bat. Izan ere, Asturias errotik eta gogotik ezagutzeko arorik egokiena delakoan nago. Batez ere udaroko turista oldeak euren kubazoloetara buetatutakoan. Nola gozatu bestela Cuideiru bezalako itsas herri eder bat ez baldin badago uda partean jasagaitza egiten duen ibilgaitz egiten duen girotik hutsik, hau da, opor garaian txankleta eta praka motzen indarrez hartzen duen bozkario burrunbatsu trauskiletik libre. Zer esanik es neguko zidarrezko zeruaz Kantauri kostaldean itsasoarekin bat egiten duenean; ezin dut ezer ederragorik asmatu, oztina eta itsas urdina bat egiten direnean.

Maite ditut, maite, itsas herriak (erdi)hutsik euren kale, plaza edota txokoetan barrena gogara ibiltzearren. Kresala beti ere oroimenean, txikitako opor ahaztuezin haiek, Kantauri itsasoa beti nire bihotzean, hainbat kantu goxo, goibel, zirraragarri nire gogoan, malenkolia mintzen ez duen gaitz bakarra.

Maite ditut, maite, urtarrileko olatu harroak, bortitzak, zakarrak ere bai. Maite eta errespetatu ere, noski, bizitzaren joan-etorri zoro zentzubakoa, harkaitzen kontra oldartzen diren Neptunoren zaplasteko apartsuak, edertasuna arriskuarekin nahasten denean, ohiko instinto doilor kaltegarriak baretzen dizkidan neurrigabetasun urtsua.

Maite dut, maite, nire bakardadea konpartitzea niretarrekin ohiko konpromiso asper/nekagarrietatik libre, maiz inguratzen gaituzten gertuko arrotzen aurreko komedia alde batera lagata, betiere gure burua ezkutatzera behartzen gaituen gizalegeari ordu batzuez muzin eginez.

Maite ditut, maite, nire nahi eta gogoak nire egiten dituzten bazter lanbro guztiak.

viernes, 19 de enero de 2018

Ilustres Olvidados

He aquí un articulico que he escrito para la revista cultural Zubyah, de la asociación Punica Granatum,A.C, sobre los autores olvidados que en su tiempo supusieron un repulsivo, acaso sólo un amago de, en esto de las letras hispánicas: https://punica.es/ilustres-olvidados/



Es ya casi un lugar común que la edición contemporánea de libros de literatura pura y dura, esto es, aquellos que, en lugar de adscribirse a cualquiera de los géneros existentes, pretenderían trascender en el juicio y la memoria del lector por sí mismos, parece ser cada vez más limitada y uniforme. Dicho de otro modo, parecería que la industria editorial ha decidido apostar única y exclusivamente por lo seguro. Nada de experimentos, de apuestas arriesgadas que tanto pueden espantar al lector como cautivarle, nada de romper moldes sino más bien seguir un camino más o menos trillado. Dicho de otro modo, la mayoría de las novedades literarias de hoy en día están muy bien escritas, y sobre todo cumplen a la perfección con una regla que se ha vuelto de oro: no aburrir al lector. En efecto, podrán gustar más o menos por su temática o por su estilo, pero los escritores actuales procuran hacer todo lo posible para retener al lector en su texto, esto es, para no espantarlo con una prosa excesivamente alambicada o puramente conceptual. En resumen, la literatura que vemos hoy entre las novedades de los escaparates es una literatura que se entiende a la primera, que no plantea retos, luego ya allá cada cual con su filias o sus fobias.
¿Cuál es entonces el problema? Pues que algunos tenemos la impresión de que la literatura actual se ha vuelto demasiado conservadora en sus propuestas, tan convencional en su escritura, tan complaciente con el lector, que si uno echa la vista atrás y recuerda a las grandes figuras que han protagonizado la Historia de la Literatura en castellano -y digo en castellano y no universal con el único propósito de limitar el campo de acción de esta reflexión- empieza a tener la sospecha de que incluso autores como Ignacio Aldecoa, Luis Martín-Santos, Juan Rulfo, Juan Benet, Juan Goytisolo, Alejo Carpentier, Ignacio Aldecoa y tantos otros (y no, no he citado escritoras porque las más destacadas de su época como Carmen Martín Gaite, Carmen Laforet o Ana María Matute, Soledad Puertolas, etc, se me antojan tan originales como perfectamente homologables a la tendencia del texto claro, directo y sugestivo que juzgo en boga en la literatura de nuestra época; a saber si porque era denominador común en ellas darle más importancia al contenido que a la forma, esto es, a diferencia de sus coetáneos masculinos y, sobre todo, a riesgo de quedarme atrapado en el prejuicio sexista) hubieran tenido grandes problemas para publicar en estos días sus obras más representativas. Insisto, es una sospecha, un prejuicio incluso; pero, me cuesta imaginar hoy en día un editor lo suficientemente arriesgado, a la par que verdadero amante y defensor de la Literatura en mayúsculas, capaz de publicar, siquiera en una editorial de cierto fuste o grandes tiradas, un libro tan críptico y simbólico como Pedro Páramo o cualquiera de los dedicados a Región por Benet con sus frases interminables, su prosa concienzudamente alambicada, su pujo por dar una vuelta de tuerca en cada página con el único fin de hacer todavía más impenetrable el texto y, por supuesto, su reconocido desprecio, vamos a adjetivarlo que de olímpico, por el lector medio.
Con todo, estamos hablando de las grandes figuras de nuestra literatura contemporánea, aquellos que la blasonan ya para los restos aunque sean pocos ya los que los lean o, lo más lógico, que sigan siendo los mismos, los cuatro gatos escogidos con los que el mismo Benet decía que se conformaba.
Y si esto podría ocurrirles hoy en día a los grandes nombres de nuestra literatura, qué decir de aquellos que en su momento tuvieron cierto predicamento con sus propuestas literarias tan personales, tan contra corriente incluso, y que, sin embargo, no tardaron mucho en pasar al olvido una disipada ya eso que decía Boris Vian de la “espuma de los días”, esto es, la época en la que protagonizaron portadas o cupieron páginas enteras de los suplementos literarios de moda o las revistas de prestigio del ramo, incluso olvidado ya el eco que obtuvieron los premios de relumbre que les concedieron sus editores para proporcionan una obra en la que entonces confiaban poco más que a ciegas y de ahí la insistencias en publicar sus obras a pesar de los escasos réditos económicos que obtenían con ellas. La lista de estos autores sería interminable, por lo que yo he escogido dos de signo muy contrario. Me refiero a los españoles Miguel Espinosa y José María Riera de Leyva, dos escritores de estilos muy diferentes, casi contrapuestos, pero que pertenecen al grupo de los que en su momento tuvieron gran éxito de crítica y una relativa aceptación por el público, puede que en respuesta a los premios que les concedieron con el evidente fin de promocionar su obra o la cobertura mediática que reciben por los medios especializados, pero cuya propuesta literaria es tan original, tan personal, que prácticamente los condenan a la categoría de escritores de culto y casi que también al olvido, pues sólo hay que ver la dificultad a la que se enfrenta el lector curioso para conseguir cualquiera de sus libros.
Miguel Espinosa fue un novelista y ensayista nacido en Caravaca de la Cruz (Murcia) el 4 de octubre de 1926  y muerto en Murcia el 1 de abril de 1982. Muchas de sus obras se publicaron años después de ser escritas; algunas, incluso, de forma póstuma. Sus novelas más significativas fueron La Fea Burguesía (1990) y Escuela de Mandarines  (1974, Premio ciudad de Barcelona). Ambas novelas tienen como tema principal la crítica a la burguesía española del franquismo tardío, un retrato despiadado de una sociedad de trepas y caciques de medio pelo que destacan por su vulgaridad y miseria moral. La narrativa de Espinosa se diría que es la de un “escritor intelectual”, un amante de lo clásico, él hasta se tildó en su primer libro, Asklepios (1084), como “el último griego”, alguien que pretende ver el mundo que le rodea desde una atalaya sobre la extiende su peculiar mirada de hombre nacido a destiempo. De ese modo también, su escritura puede pecar en un primer momento de un exceso de clasicismo que se evidencia en el arcaísmo de buena parte de su lenguaje; pero, puede que también por eso mismo, por ser la mirada de “el último de los griegos”, Espinosa se resiste en todo momento a ofrecernos las cosas tal como las ve sino como prefiere interpretaras de acuerdo con esa mirada para la que casi todo está en los clásicos porque, al fin y al cabo, el drama que nos ofrece ya ha sido escrito mil años antes con otros nombres y otros escenarios. Es por eso que al final Espinosa se decanta por el experimentalismo, tanto en el lenguaje como en la estructura. Crea un estilo muy propio, una voz de otro tiempo que recurre a cambios de punto de vista y todos esos fuegos de artificio, un vocabulario más o menos arcaizante, nombres de personajes o sus seudónimos, definiciones y complicaciones sin cuento. No se puede leer a Espinosa como un simple testimonio de una época y un lugar, no es un retrato de realidad alguna, es la enésima interpretación completamente subjetiva de alguien para el que la realidad, la historia que supuestamente tiene entre manos, apenas es otra cosa que una escusa para interpretar el mundo a su manera. Una interpretación que puede resultar a ratos excesivamente personal, extravagante incluso, demasiado discursiva y hasta deformada; pero, eso sí, siempre propia, original, una voz que se eleva de entre las demás para relatar una historia que gracias a la escritura de Espinosa trasciende su época y lugar para convertirse tanto en universal como en intemporal. Y eso es lo que hace precisamente que trascienda la obra de Miguel Espinosa, porque puede que no haya tenido todo el eco que merecía y merece, puede incluso que su propia factura tan personal haya impedido que así sea, puede que, como bien he señalado al principio, los tiempos que vivimos no sean precisamente muy propicios para las voces que desentonan del coro en boga, puede que ya no haya lectores sino simples consumidores de novedades; pero, la obra de Espinosa sólo se parece a sí misma y por eso es única e intemporal.
En el caso de José María Riera de Leyva, (Almería, 1934), en 1959 recibe el premio Sésamo de novela, en 1970 publica  la obra  En el otro paísLejos de Marrakech (1991), Premio Herralde de Novela con  Aves de paso (1993) y Una cerveza en Kenia (1995)encontramos ciertos paralelismos en cuanto a la suerte de su obra, ambas son breves, de apenas tres o cuatro libros, ambas fueron alabadas por la crítica en su momento y recibieron premios que les dieron cierta repercusión, ambas también parecen haber caído en el olvido por culpa precisamente de aquello que las hace únicas, son demasiado personales, demasiado a la contra de aquello a lo que el mundo editorial parece haber acostumbrado al lector medio, demasiado imprevisibles y puede que sólo un poco impenetrables para un lector poco o nada acostumbrado al esfuerzo, siquiera ya sólo para el lector acomodaticio que quiere saberlo todo del libro que tiene entre manos antes de ponerse en serio sobre él. Sin embargo, la narrativa de Riera de Leyva no puede ser más distinta de la de Miguel Espinosa, casi antagónica. Todo lo que en Espinosa es búsqueda de la excelencia semántica y vueltas de tuerca de todo tipo, en Riera de Leyva es una apuesta estética por lo exquisito de la sencillez, la brevedad, y sobre todo la confianza en el diálogo conciso.
La escritura de Riera de Leyva es un ejemplo límpido de concreción sintáctica o economía narrativa. Apenas unos pocos trazos descriptivos de personajes y escenarios. Todo lo demás se resuelve a través de diálogos largos pero de frases breves, en escenas resueltas al modo más cinematográfico que uno pueda concebir. Riera de Leyva es un escritor de atmósferas en las que apenas se concreta el lugar donde se desarrollan las historias y el tiempo parece suspendido, los protagonistas están siempre de paso o a punto de levantar el vuelo, los sucesos acontecen de improviso, sin causa aparente, o apenas suceden. En los libros de Riera de Leyva se recrea un mundo de personajes que parecen vivir en los márgenes de la sociedad o a espaldas de ésta, y no precisamente porque se vean condenados a ello por su origen o la mala fortuna, sino más bien por propia convicción, son vagabundos o solitarios por elección. Pero sobre todo son personajes al margen de las convenciones sociales de su época y sociedad, dedicados en exclusiva a vivir el día a día, en algunos casos sin otro quehacer que la pura contemplación y sin que ello implique estar varado en el mismo sitio, Más bien todo lo contrario, los personajes de Riera de Leyva se están moviendo constantemente. O por lo menos cambian de escenario sin que ello les suponga mayor trastorno porque su principal o único apego, las únicas ataduras que tienen, no son como las del resto de sus contemporáneos, no, las decisiones que toman lo son en exclusiva como resultado del ejercicio puro y duro de su voluntad. Los personajes de Riera de Leyva son libres como pocos pueden serlo, nada les ata ni atan a nadie, sólo se dejan llevar por los acontecimientos y además los enfrentan sin excesivos desgarros, da igual que pierdan el amor de su vida o se arruinen de un día para otro, se diría que son verdaderos epicúreos. Por lo demás, el efecto que provocan las novelas o relatos de Riera de Leyva en el lector no puede ser más desasosegador, a veces excesivamente frío o inquietante, y no tanto porque las historias apenas se resuelvan o no lo hagan de modo alguno, porque todo quede como suspenso, sin saber qué fue o será de los protagonistas, como si en realidad todo fuera apenas un mero episodio de la vida de cada uno para el recuerdo, sin que en realidad parezca que haya ocurrido algo susceptible de ser narrado de verdad. En efecto, desasosiego porque la escritura de Riera de Leyva también es una manera harto personal de interpretar la vida, de contarla en lo más imprevisible o intrascendente de ésta, a menudo también en su lado más absurdo. Desasosiego que no es otra cosa que lo que trasmite la atmósfera de verdadera calima existencial que envuelve las historias de Riera de Leyva y de ahí lo muy personal, original, yo diría que hasta iconoclasta, de su obra; también se puede escribir sin contar nada o casi nada, basta con desnudar personajes o atrapar momentos, con poner luz e imágenes a las vidas de otros vistas casi de que de lejos, quizás a través de una cámara en exclusiva.
Con todo, y al igual que ocurría con nuestro anterior escritor, Miguel Espinosa, Riera de Leyva ha sido un escritor con cierta aceptación de crítica y también con la del público que le correspondió en su momento como consecuencia de la cobertura mediática resultante de publicar en una editorial de las tildadas entre las grandes como Anagrama y recibir además el empujón de su principal galardón. Dos escritores, por lo tanto, dueños de sus respectivos mundos literarios, tan únicos y sobre todo perfectamente reconocibles, los cuales, podrán gustar más o menos al lector según le pille su estado de ánimo o lo que busque entre los libros; pero, suficientemente interesantes como para formar ya parte de la Historia de la Literatura, siquiera ya sólo española o en castellano, con todas las de la ley.
Y sin embargo, ahí están los libros de ambos, relegados al olvido de los almacenes de las librerías especializadas por las nuevas tendencias editoriales, ya como mucho resignados a ser preciados objetos de deseo de cazadores de excentricidades literarias o simples lectores aburridos, hastiados, ante lo que les ofrece el mercado editorial actual. Autores que merecerían ser rescatados, y no digo sólo reeditados, sino simplemente puestos a la vista del lector de la manera que se considere oportuno en el gremio, siquiera ya sólo para compensar o saciar ese hartazgo ante tanta inanidad literaria, cuando no simple conformismo, entre las novedades de la librerías.


Texto © Txema Arinas García. Todos los derechos reservados. Publicación © Zubyah. Todos los derechos reservados.