jueves, 31 de enero de 2019

RIPIOS DEL FARSANTE




Ripios para hacer puñetas.

La cagaste, Savater
¡qué risa, (tía) Felisa! 
¡qué listo, Calisto!
¡qué monada, limonada!
¡qué nivel, Maribel!


Los nacionalismos todos muy malos.
el cáncer de España,
no como en Francia,
allí a los vascos y catalanes 
apenas se les oye,
sobre todo hablar en su lengua
apenas reivindican nada.
Las identidades son todas asesinas,
menos si las pones en souvenirs
para llevar de vuelta a París.


Los nacionalistas son siempre los otros,
el resto ciudadanos del mundo.
Y así y todo, dice en su (enésima) diatriba,
los españoles deberían ser más nacionalistas,
que se quieren poco, pena penita pena.
Oh, maestro de la impúdica contradicción,
de la impostura desde el EGIN al ABC.
Porque aquí se vive como en ninguna otra parte,
y se come de puta madre,
y se folla cuando se puede,
y se cambia de chaqueta que da gusto.
¡Vivan los toros y la paella!
¡Viva la Consti y la pandereta!
¡Viva todo alrededor de mi ombligo!


Cinco millones de idiotas,
ahí es nada en boca del gran filósofo.
¡qué agudeza, maestro de la sutileza!
¡qué galanura, el muy caradura!
¡qué prepotencia, su eminencia! 
¡qué verbo, el de la Ética para Amador!


Menudo plan, olvidaste a Ciorán:
"En España nunca hubo verdaderos filósofos,
los españoles están tan obsesionados por sí mismos
que se erigen en el único problema."
Por eso Baltasar Gracían fue un jesuita moralista,
Ortega y Gasset un sociólogo reaccionario,
y tú un pergeñador de libros de autoayuda.

OTSOAREN IPUINA

HITZEN UBERANeko Komunitatea sailean argitaratua: http://www.uberan.eus/?komunitatea/Txema/item/otsoaren-ipuina


Gezurra badirudi ere, hau ezta nik propio asmaturiko ezer, hau da atzo nire seme nagusiarekin izandako elkarrizketa eskolako hizkuntza ariketaren harira; badago apurtxo bat eramoldatua, jakina.
 
-Aita, ipuin bat idatzi behar dut otsoari buruz.

-Ondo ba.

-Laguntzeko esan dizut, ez dakit nondik hasi.

-Idatzi nahi duzuna; baina,  ez egin, arren, Otsoa eta Txanogorritxuaren enegarren bertsioa.

-Ez, otso zintzoari buruz idatzi nahi nuke.

-Zein?

-Kantuko otso zintzoa, “había una vez un lobito bueno al que maltrataban todos los corderos…”

-Ederto, zergatik ez, atsegin dut, bada garaia otsoak goraipatzeko ere.

-Hau da gaiztoa izan nahi ez zuen otsakume baten istorioa.

-Nork edo zerk behartzen zuen gaiztoa izaten?

-Bere aitak.

-Nola?

-Otsakumearen aitak ehizan egiteko agintzen/bultzatzen zuen, bestela goseak hilko zela estakuru.

-Eta aita otso hori ez zegoen zuzen ala; otsoek jateko ehizan egin behar dute ezinbestez.

-Baina nire otsakumeak ez zuen gogoko gainerako animaliak akabatzea.

-Laztana, otsoak haragijaleak dira, ezin dira barazkijaleak izan.

-Orduan nire otsakumea ezin da zintzoa izan ala?

-Haragilea baldin bada beste animalia batzuk ehizatu behar ditu elikatu ahal izateko derrigorrez. Horrenbestez zure otsokumea ezin da gaiztoa izan, bere izaeraren ajea da eta.

-Orduan otsoak ezin dira gaiztoak izan?

-Otsoak gaiztoak izan daitezkee denok bezala, hau da, egiten dutena gaizki eginda baldin badago.

-Eta nola egiten dute gaizki?

-Gauza gaiztoak egiten baldin badituzte.

-Adierazi nahi didazu otsoak gaiztoak izan daitezkeena premiarik gabe norbait hiltzen baldin badute?

-Ehhh, bai, horixe!

-Baia otsoek ez dute sekula premiarik gabe inor hiltzen.

-Baaaaa…. Nola ezetz, behin baino gehiagotan artalde bati eraso egin ohi diote eta jateko gai direna baino ardi gehiago garbitzen dute.

-Eta hori ez al da izango gizakumeek behartzen dituztelako?

-Aizu, motel, idatzi nahi baldin baduzu otso zintzoaren ipuina, egizu Otsoa eta Txanogorritxoaren beste bertsio bat.

-Benetan ahal dut?

-Bai, baina bertsio berri horretan Txanogorritxoak otsakumea jan dezala burruntzian ondo erreta.

-Aita, faborez, hori ergelkeria galanta da: neskatoek ez dute otsakumerik jaten…

Txema Arinas
Berroztin, 2019/01/25

lunes, 21 de enero de 2019

EL DELATOR ORGÁNICO

Un relatico distópico y así que me publican en Solo Novela Negra:https://punica.es/el-delator-organico-relato-esencial/?fbclid=IwAR1ppFGwGjNdmCJnGhcpLi727kl60QL7sBgzu0PzRSwOKmblGXRCCcVFsfo


No me voy a andar con medias tintas; recojo lleno de emoción y orgullo la medalla al mérito ciudadano como una atención personal hacia mi persona de parte de nuestro gran líder. Una más, siquiera la más importante de todas las que me ha dedicado desde que ensalzó por primera vez en público el valor de mi obra literaria, y con toda probabilidad la que de verdad me consagra como la máxima figura de las letras patrias. Desde entonces hasta hoy todos han sido halagos cada vez que un libro mío ha visto la luz. Soy, según parece y no se cansa de afirmar nuestro gran líder cada vez que tiene la oportunidad, el escritor que mejor ha sabido captar y presentar al mundo los profundos y definitivos cambios que ha conocido nuestro país desde el triunfo de la Revolución que derrocó a los antiguos amos y estableció el poder del pueblo para el pueblo. No lo niego, soy sincero, nunca he vacilado en mi apoyo al proceso revolucionario que arrasó con todo lo que habíamos conocido hasta el día que llegó nuestro gran líder y mandó parar. La revolución se impuso desde el primer momento crear un modelo del nuevo ciudadano que fuera el compendio de todas las virtudes inexcusables para que el triunfo fuera imperecedero. Yo creé ese modelo de nuevo ciudadano con mi pluma. “La Hija” es la novela que consagra ese prototipo de ciudadanos nacidos tras el triunfo de la Revolución y que crecieron bajo su égida. No lo digo yo, lo ha dicho el gran líder en numerosas ocasiones: “La Hija” es la gran novela de la Revolución, ella nos explica y justifica.
Por eso me dolieron siempre tanto los ataques gratuitos que recibió, no sólo “La Hija”, sino la mayoría de mi producción literaria, por parte de muchos colegas escritores y críticos del ramo, los cuales, o no llegaron a entender el mensaje que quise transmitir al lector, al mundo en suma, acerca de la profunda transformación que había experimentado nuestro país desde el triunfo de la Revolución, o es que se movieron en exclusiva por la envidia que tan frecuentemente anida entre los de nuestro gremio, cuando no por la simple y pura inquina hacia mi persona. Así se lo hice saber a nuestro gran líder con no pocas reservas y siempre en respuesta a sus interrogantes, cuando, siendo como es él un apasionado de las letras como no podía ser de otra manera en una persona de su talla intelectual, reclamaba mi opinión acerca de tal o cual autor del que se decía que cuestionaba en sus escritos los logros de la Revolución, los cuales en mi gran novela “La Hija” y otras se muestran como verdaderos axiomas. Llegados a ese punto yo sólo podía hacerle partícipe al gran líder de mi perplejidad por las infamias y falsedades vertidas en los textos de buena parte, si no la mayoría, de los escritores de nuestro país, los cuales eran, son, todo hay que decirlo, jóvenes que no han conocido el viejo mundo de los amos que la Revolución borró de la faz de la tierra. Calumnias a una revolución, y en particular al papel de nuestro gran líder como principal garante de ésta, con el único fin, o al menos esa era mi opinión, de adquirir una notoriedad a través de la crítica infundada, insidiosa como pocas, la cual les era negada a la inmensa mayoría de ellos por carecer de verdadero talento literario.
Ese fue siempre mi juicio sincero hacia aquellos que se empeñaban en mancillar los logros de una Revolución gracias a la cual ellos habían podido recibir una educación, exactamente la misma que en la mayoría de los casos les había sido negada a sus mayores con los antiguos amos. Pues, para qué engañarnos, de todos los escritores de mi generación, y algunos pocos de las que me precedieron, que habían apoyado el proceso revolucionario encabezado por nuestro gran líder, yo era el único que todavía permanecía fiel a sus principios fundacionales. La inmensa mayoría, o había abandonado el país hacía ya tiempo, o había abandonado este mundo de alguna u otra manera, y aquí prefiero no entrar en detalles. Sólo quedaba yo como representante de aquella generación de intelectuales que se había opuesto a los antiguos amos cuando hacerlo representaba un verdadero peligro. Por eso me sentía una especie de institución de las letras, puede que hasta un ejemplo a seguir, y sobre todo alguien al que no se le podía poner en tela de juicio solo por querer hacerse notar, por mera ambición, que es lo que me temo que muchos tienen en mente cuando arremeten contra mí o mi obra pretendiendo disimular que en realidad lo hacen en contra la Revolución y nuestro amado líder. De ese modo, y consciente de que no era mi persona a la que se atacaba sino lo que representaba, nunca me tembló el pulso para denunciar a aquellos escritores, o aspirantes a serlo, cuyo trabajo consideré una amenaza, no sólo a la consistencia de mi obra, sino a todo lo que habíamos construido bajo la batuta de nuestro gran líder. No me extraña entonces que éste tomara nota de lo que le decía acerca de tal o cual autor que no era de mi agrado, que tomara las medidas pertinentes como era de esperar en un líder cuya principal tarea no es otra que velar por la salvaguardia de una Revolución que todavía era cuestionada, ya no sólo desde fuera por algunos colegas escritores que nunca supieron reconocer mis méritos y prefirieron tomar el camino del exilio antes que vivir a la sombra de mi éxito, sino incluso por los escritores llamados emergentes del interior. Ambos actuábamos única y exclusivamente en defensa de la Revolución que tanto bien ha hecho al país y contra la que algunos de entre los más jóvenes arremeten con apenas disimulada ingratitud a pesar de la inmensa deuda contraída con ella.
Así que era de esperar que se desencadenara contra mi persona una campaña de calumnias orquestada sobre todo desde el exilio. Y lo peor de todo, lo que ya da una idea de la inquina de la que eran capaces algunos con tal de excusar su fracaso como literatos y hacerse perdonar su traición al país que les había visto nacer y cuya Revolución les había proporcionado una educación y la oportunidad de revertir el dispendio que ésta había hecho en tiempo y dinero, en sus diatribas no sólo me tildaban de esbirro del poder, la gran vaca sagrada de las letras de la Revolución, el ojito derecho de nuestro gran líder. Algo que desde mi punto de vista no deja de ser un honor, no voy a negarlo. También me acusaban de haberme valido de mi situación privilegiada como escritor oficial del régimen, y en especial de mi relación personal con el gran líder, para deshacerme de todos aquellos autores, ya fueran todos los de mi misma generación o aquellos otros más jóvenes que pudieron haberme hecho sombra en algún momento. Para ello decían que llevaba décadas emitiendo todo tipo de juicios negativos, insidiosos a más no poder, cuando no verdaderas denuncias de activismo antirrevolucionario e incluso de colaboracionismo con los enemigos externos, sobre la práctica totalidad de aquellos que por lo que fuera parecían haber sido destinados a sucederme en el podio de la literatura patria. Todavía peor, toda esa jauría de envidiosos y resentidos del exilio me hacía responsable de la caída en desgracia de muchos de ellos, la mayoría obligados a abandonar sus puestos de trabajo en la enseñanza o en la administración, desde luego que de volver a publicar nada de nada, al menos sobre el suelo del país que les vio nacer. Y lo que ya no tiene nombre, lo que ya es una ignominia en todo regla que atenta, no sólo contra mi honor, sino que no tiene otro propósito que destruirme como persona, son las acusaciones de haber alentado la desaparición física de no pocos de esos escritores, y en concreto los más talentosos en opinión de la canalla contrarrevolucionaria que nos ocupa. De ese modo citan una larga lista de autores que habían conseguido destacar al inicio de sus carreras, y ello a pesar de todos los baremos de calidad literaria y vigilancia ideológica a los que el sistema sometía a los aspirantes a escritores, echando mano de un ingenuo inaudito, por no decirle mala fe tal cual, al objeto de poder así burlar la censura y de ese modo poder deslizar entre las líneas de sus obras más de una crítica mejor o peor velada al régimen encarnado por nuestro amado líder. Pues bien, esas hienas al servicio de las potencias enemigas de nuestra Revolución no tienen empacho en afirmar que yo era la persona que había señalado con el dedo a todas esas promesas de la literatura que de repente, como quien dice de la noche a la mañana, habían desaparecido sin dejar rastro, ya no sólo de la atención de los medios nacionales, sino incluso de la vista de sus familiares, amigos, vecinos y todo tipo de conocidos. Hasta se permiten el lujo de verter bulos acerca de las supuestas torturas a las que los supuestamente desaparecidos debieron ser sometidos. Afirman que abundan los testimonios de presos comunes que compartieron con ellos celda y en algunos casos también castigo. Por no hablar ya de las  ejecuciones sumarias de los presos sacados de sus celdas en mitad de la noche para formar en el patio de las cárceles que la morralla revisionista denuncian repletas de disidentes desde hace ya décadas. De hecho, no tienen reparo en asegurar a todo aquel que les quiera escuchar con no poca ingenuidad, que son mis manos las que están manchadas de sangre, según ellos lo único con lo que he escrito desde hace mucho tiempo, en concreto el capítulo más negro de la Historia de nuestro país.
Comprenderán entonces que esta medalla al mérito ciudadano que ahora me otorga nuestro gran líder sea una especie de desagravio por todos los ataques de los que he sido víctima desde hace ya tiempo por la única razón de ser el escritor más leído y encomiado de nuestro país. No es mi culpa haber carecido de sucesores a la altura de mi obra, siquiera una nueva hornada de escritores capaces de superar con creces ese hito de nuestra literatura que fue “La hija”. Juro que los he buscado entre aquellos que destacaban en las revistas literarias y las primeras obras publicadas al amparo de nuestro ministerio de la Cultura. Pero no he encontrado a nadie digno de ser mi sucesor en el puesto al que fui encumbrado por el pueblo con nuestro gran líder a la cabeza. Todo lo que he descubierto han sido generaciones de autores noveles dispuestos a echar por tierra todo aquello que sus mayores habíamos levantado con no poco sacrificio tras siglos de tiranía a mayor gloria de los antiguos amos. ¿Cómo no denunciar entonces el revisionismo de aquellos a los que les dimos todos y que en pago pretenden destruirnos? ¿Acaso soy un criminal por defender aquello en lo que siempre he creído? ¿Incluso un sicópata sediento de sangre como me califican nuestros eternos enemigos? ¿El delator orgánico del régimen? En realidad poco o nada me importa mientras siga teniendo el cariño de mi pueblo y la amistad sincera e inquebrantable de nuestro gran líder. Por eso recibo emocionado como pocas veces antes esta medalla al mérito ciudadano con la que se reconoce por enésima vez el valor de mi obra y con la que sobre todo creo recompensada toda una vida al servicio de la Revolución que lo cambió todo, empezando por mí mismo.  
Texto: ©Txema Arinas, 2019.

domingo, 20 de enero de 2019

SOLENOIDE - MIRCEA CÂRTÂRESCU



"Pero, así como todo éxito en la vida esconde un fracaso y todo fracaso camufla un éxito, tal vez sea siempre necesario tener dos manos para escribir un texto que no pretenda ser solo distracción, consuelo o hipnosis. Una es la del que escribe inclinado sobre el manuscrito, proyectando su sombra y dominándolo con su autoridad; la otra es la del tenebroso, la del viudo, la del inconsolable anónimo que, instalado en el manuscrito bajo la página que escribe el primero, la llena, por debajo, con sus propios signos, la salpica con imágenes, encogido debajo del techo, como Miguel Ángel encaramado al alto andamio de tablones, con la pintura goteando en sus ojos y su rostro mientras pintaba personajes extraños en el cielo interior de una capilla."

Mircea Cārtārescu (Bucarest, 1954)
Solenoide (Impedimenta, 2017); traductor/a: Marian Ochoa de Eribe

Por fin, creo que me he tirado un año para acabar Solenoide de Mircea Cartarescu, leyéndolo a trompicones, que me da que es la única manera como se puede leer este mamotreto de casi ochocientas páginas, evitando a toda costa el atracón para poder así digerirlo por concienzuda y pacientemente. Porque se trata de un edificio literario al que hay que subir piso a piso, deteniéndote a disfrutar en cada uno de ellos según el o los inquilinos que lo ocupen, abriendo puertas para cerrarlas al instante porque no todos los pisos son lo habitables que uno esperaría, y sobre todo, insisto, parándose en cada rellano a descansar porque son demasiados escaleras y ya no somos unos chavales, hay edificios que te los subías de chaval de una tacada y ahora no es que no puedas, es que has aprendido a dosificar el esfuerzo. Y así te encuentras ante una obra que contiene muchas novelas, que deslumbra tanto como aburre, páginas de un excelso que ya creías imposibles de encontrar en texto alguno, y otras, muchas, demasiadas, que llenarían los pajares de media Rumanía. Impera un pulso lírico sobre las cosas del día a día, en especial sobre esa decadencia ya casi idiosincrásica de Bucarest y en especial sus alrededores, casi que hasta de muchos de sus habitantes. Y deslumbra la maestría del trazo realista, en especial el relato de las cosas del instituto del prota y las relaciones entre los profes y sus alumnos, también el halo kafkiano que envuelve todo lo relacionado con la casa en forma de barco que adquiere éste, la historia familiar, sus cuitas delante del espejo. Pero, insisto, hay demasiadas hojas de por medio y uno tiene la impresión durante buena parte del libro que el autor llena páginas al buen tuntún, entre una cosa y otra de verdadera sustancia, llevado en exclusiva por su grafomanía, por el pujo de querer sacar a toda costa poesía entre las líneas. Así pues, uno no sabe en realidad si está ante una obra maestra con mucho lastre o ante un ejercicio fallido de aglutinarlo todo a ver qué sale. Empero, merece la pena cuando lo que echas de menos es esa ambición literaria sin límites de los autores de antes. Luego ya, una vez recorrido el edificio de arriba abajo y gozado tanto como sufrido, la verdad es que salir a la calle, dejadlo atrás, cambiar de calle, resulta un verdadero alivio.

FAKIRRAREN AHOTSA - HARKAITZ CANO

Hitzen Uberan.eko Komunitatea sailean Harkaitz Canoren FAKIRRAREN AHOTSAZ ari naiz




Ezer baino lehen aitor dut Harkaitz Canoren azken liburua inoiz bukatu nahi ez nituen liburuotariko bat dela, eta hau guztiau oso aintzat hartuta zeinen erraz, arin eta atsegin irakurtzen den Fakirraren ahotsa egileak sobera erakutsitako maisutasunari esker, doi-doia takada batez. Halere, liburu bat bukatu nahi ez duzularik ageri da liburua ona dena halabeharrez. Horrek ez du izan nahi, ordea, irakurtaldi osoan zehar gazigozorik egon ez denik, hau da, liburuak emandako plazerra, bozkarioa ez da etengabekoa izan. Izan ere,Fakirraren Ahotsak irakurri ahala atsegin eman beharrean sano atsekabetu egin nau hainbat pasartetan, maiz aztoratu ere. Zer dela eta? Imanol Larzabalena oso historia ezaguna baino asko eta askorendako oraindio ere pil-pilean dagoen zauri ireki bat delako, berdin dio haragitan maite zuten hurko anitzei zein kantetan maitatu genuen miresleoi minsor zaien.
Dagoeneko gehienok badakigu erabat ezberdindak direla El Cantar del Mío Ciderromantzeko Rodrigo Diaz de Vivar eta, esaterako, Richard Fletcher historiagileak idatzitako Cid historikoa. Harkaitzek ustez sortutako Imanol Lurgain pertsonaia aldiz, eta idazleak berak Donostiko liburuaren aurkezpenean kontrakoa argi eta garbi aldarrikatuagatik, ia ezinezkoa izaten da Larzabalengandik bereiztea. Balekieke bereizketa hori oso nabarmen izatea Larzabalek berak lagunmin izan zutenei, besteak beste Felipe Juaristi idazle ezagunari, beronek Euskal irratitik aitortu baitzuen ezin zuela Harkaitz Canoren nobelan aurkitu berak ezagutu zuen Imanol, liburuan hark bizitako gertaerak daudela, baina bere esanetan bertan agertzen dena ez da bera. Beldur naiz, ordea, gainontzekoak Lurgain eta Larzabal Imanon berbera direlakoan daudela nahitaez. Ezin da besterik izan, gehienok ezagun ditugun Imanol Larzabali buruzko gertaerarik nabarienak bertan agertzen baitira, Juaristik zintzoki nabarmendu bezala. Haatik, egileak gogotik sinestarazi nahi digu bere Imanol Lurgain pertsonai literario soila dela, gehien jota Imanol Larzabalengan oinarrituta; baina, idazle gehienek errealitatetik erauzitako euren fikziozko pertsonaiekin egin ohi duten bezalaxe, eredu zein estakuru fikzio garbia izan nahi duen istorio bat harilkatze aldera. Horrexegatik ere Harkaitzek egiazko pertsonaien izenak mozorrotu ditu, inork ezin diezaion esan beren Imanolen hau edo bestea zuzena ez zenik, oker dabilenik auskalo zertan, gezurretan ari denik. Libre nahi zuen Harkaitzek bere burua XX mendeko idazle ausartenek, saiatuenek greziar tragediako heroiak (Robert Musilen Ulrich edota James Joyceren Leopol Bloom, kasuko ) gogotsu irauli nahi izan zituzten bezala bere Imanolekin berdin egiteko asmotan. Horretarako, bere heroi propioa sortzeko, Canok Imanolen lagun eta ezagun mordoa elkarrizketatu dituela diost, hau da, irakurle gehienok inondik inora ezin jakin ditzakegun pasadizo edota datu saldoa bildu du pertsonaia zein istorioa gorpuzte aldera. Gauzak horrela, Imanol Lurgaini buruzko zenbait pasadizo kontatzen digunean beti susmoa izango dugu Larzabalena benetan propioa zen ala ez. Gauza guztiz arrunta zurea norbait ezagunengan oinarritzen duzula diozunean, nahiz eta etengabe gezurtatu susmoa betiere prest eta present. Horrenbestez, badago liburuan Imanol Lurgaini buruzko pasadizo aski harrigarria, “txanponaren txistearena” esango diot, hau da, egilearen hitzetan Lurgainek edonori eta edonon, doi etengabean, kontatzen zion txiste lizun, txar, oies bat, ez behin, ez eta birritan, hainbat aldiz bizpahiru orrialdetan barrena idazpidera ekartzen duena auskalo zer adierazi nahian Imanol Lurgainen nortasunari buruz. Imanol Lurgain/Larzabal bere garaiko gizonezko gehienen antzera txiste trauskil eta lizunak kontatzen zituela? Aparteko sentiberatasun baten jabe ei zen koblakaria funtsez matxista zikin bat zela, hau da, denen moduko gizonezko bat? Horra hor heroiaren desmitifikazioaren zantzua? Baina, benetan, hain garrantzitsua, premiazkoa, ezinbestekoa al zitzaion H. C.ri auskalo zein Imanolen ohiko zarpailkeria idazpidera ekartzea mitoa gizon dela kosta ahala kosta azpimarratze aldera? Eta horrela izan balitz, zergatik ez da molestatzen Imanolen ohiko zein orduko arrunkeria bere garaian kokatzen, hau da, artean denon artean berezko matxismo ustez xalo hura nagusi zenekoan? Gaur egun gaiaren gainean dagoen iritzi guztiz ezkor eta nagusia kontuan hartuta ez dakit nik oso debaldekoa ote den delako txistea horrenbeste aipatzea, hau da, pasadizoa ia-ia kategoria bihurtzeraino.
Baina bai, beharbada ezinbesteko zuen H. C.k bere heroia kosta ahala kosta artistaren zutoinetik kaleko gizonaren espaloira eraistea ezari-ezarian gauzatzen doan tragediaren nondik norakoen onerako, hau da, laster zerutik jaitsitako aingerua zeinen gizonezkoa zen, menturaz ez zentzurik onenean, betiere gogoratzeko asmoz, edo bestela esanda, taula gainera igo nahi duen tragedia borobiltze aldera. 
Tamalez, eta guztiz kontrakoa dela behin eta berriz akordura ekarriagatik, Lurgain eta Larzabal etengabe gurutzatzen zaizkio idazleari liburua irakurri ahala, fikziozko zein egiazko kantarien bizipenak ez baldin badira berdinak, bai ostera bertsuak.
Akabo hire plazak, bere herriko plazan hil dutenean Arakis. (218 or.)
Gauzak horrela, ezin uko egin egiari, berdin da noraino mozorrotzen dituzun izenak zein pasadizoak, ez gaude fikzio baten aurrean, oso gertukoa zaigun errealitatearenean baizik. Denok dakigu Ainara Irazoki Amaia Zubiria dela (nire ustez liburuko pertsonai haragizkoena), Arakis Yoyes eta Lurgain Larzabal. Ez dago zorigaiztoko artista baten bizitzan oinarritutako istoriorik, historia berbera da, liburuko Imanol dohakabea gure Imanol da zenbait zertzelada edo nahita egindako oker alde batera lagata. 
Lasaitzeko eskatu dio Fakirrak, ez dela horrenbesterako. Deus ez da aldatu, betiko lekuan daude haiek. ETAren alde, La Navaleko langileen alde, institutuko grebalarien alde abestu zuten lehenago, eta, orain, bizitzaren alde eta ETAren kontra abestuko dute, Arakisen alde. Hori delako duintasunak eskatzen duena. (218 or.)
Bada beraz biografia mozorrotu bat ustezko nobela baten aitzakiapean. Biografia bat non protagonista fikziozkoa omen den. Gezurrezko nobela bar edo alegiazko biografia ikaragarri ondo kontatuta Harkaitz Cano idazle aparta baita, benetan iaioa erregistro gehienetan, besteak beste eskura zuen materiala ikaragarri ondo erabili duelako etorkizunean beharbada zerutik jaitsitako aingeru/heroi baten istorioa bezala irakurriko den nobela bikaina. Azken buruan, nobela zerbait baldin bada errealitatearen simulazio askotan hobe bat izan daiteke. 
Ederto jorratu egin ditu H.C.k Imanolen azken urte dohakabeak, hitz gutxitan ezin sotilagorik adieraziz hainbat gauza: Fakirra berehala ohartu da hura ez dela bere publikoa (285 or.) edo Fakirra bakarrik itzuli da Donostiara, autobusez (288 or.). Bestetzuetan, baina hau aitortzen dut nire uste ustela dela soil-soilik, edo subjektibotasunaren ajeak nolabait esanda, Fakirrak bere azken urteotan pairatutakoa oso motz azalduta begitandu zaidala.
“Gorroto dutenek ez diote barkatzen, beharbada, eta isilean egosten dute euren erresumina. Batez ere, ez diote barkatzen goizegi hil izana, barka-damuen sasoi epelaren aurretik. Batez ere, agian, ez diote barkatzen bere ozarkerian baiek baino ausartagoa izan izana: ahotsa altxatu izana Arakis hil zutenean, Troiako aldiaren txanponaren bestaldea erakutsi izana.” (323 or.)
Halere, badiot hori dela nire uste ustela, gustatuko zitzaidakeen Fakirra suminez mehatxatu eta isolatu zuten borreroek zein euren morroiek draman presentzia handiagoa utzi izana, batik bat azken honek pairatutako jazarpenaren ondorioak agerian behar bezala, egileak berak Fakirraren bizitzaren beste alderdi batzuekin, musikalarekin bereziki, egiten duen bezalaxe, lantzean behin Fakirraren patua berak hartutako erabakien ondorio soila edota bere nortasunaren ajeen morroi direla ematen baitu, hau da:
“Ez da inori txarrik opa diogunik, baina ezagutu genuenean zoritxarreko zen laguna, ezagutu genuenean konplexu baten eraginpean bizi zen laguna, ezagutu genuenean malenkoniaren kareletik etortzear zegoen laguna, hura, beti nahi genuke karikatura fosil, desesperazio puntu hartatik gertu disekaturik: haren zoritxarraren edo joera ezkorraren ispiluan ikusten ginen gu abantailan edo enpatiko, haren konplexuaren orbita neurotikoa uxatzea gustuko genuen neurri bateraino, malenkoniaren karelaren arriskuetatik alden zedin gure eskua irmo heltzeko eskaintzeak sentiarazten gintuen zintzo eta baliagarri haren ondoan” (279 or.)
Hau da, Fakirra nolabait beretarrengandik, “gutarikoengandik”, aldendu balitz bezala, bere kabuz, ia kapritxo hutsarengatik, hain tipo berezia zela eta. Edo bestela esanda, ozta-ozta artean ETAk euskal gizarteari inposatzen zion beldurrezko zapalkuntzak inolako eraginik izan ez balu bezala Fakirra bezalako hainbat eta hainbatek garai hartan hartutako erabakietan lehentasun moralak zirela kausa. Jakina, Harkaitz Cano orduko zurrumurrurik zekenenen berri ematera mugatzen da (Bada dioenik berak eginarazi zituela etxe atariko mehatxu pintadak bizi zuen egoera garbiago utzi eta biktima peto bilakatzeko. 293 or.) eta bai, nolabait ere salatzen duFakirraren tribuko asko eta askok izan zuten jarrera fidagaitza edota iraingarria; baina, berrito diot, motz begitandu zaizkit Fakirra biktima egin zuten borreroen  zein euren morroiei buruzko gogoetak.
Baina ez, badakit egileari ezer eskatzeko eskubiderik ez dudala, berak liburua moldatu baitu bere kasa, libre, dotore, eta nire aburuz egiazko zein fikziozko Imanolek besteko argi-itzalak edukita ere ezin dut ukatu hasieran aitortutakoa, bukatu nahi ez nuela, aspaldi ez bezala astindu egin bainau onerako zein txarrerako, baita nire ustetan Fakirraren Ahotsa, ezer baino lehen, eta H.Ck lehen ere Beluna Jazzekin ederto egin bezala, musikari baten biografia txit literarioa delako, edo nolabait esanda ere, Javier Menendez Flores kazetariak Joaquin Sabina, Dani Martin edo Rober Iniestari buruz egindakoak baino milaka aldiz txukun, zintzo eta batez ere ausartagoa. Azken finean, eta asko estimatzen dudan Nerea Arrien idazleak esan zidanez: “musikari onak bezala, partitura larregi aztertzen daudela konturatzean, sentsazioaz geratzen direnak”.

Txema Arinas
Oviedon, 2019/01/17

CARACAS MUERDE, CRÓNICAS DE UNA GUERRA ANUNCIADA - HÉCTOR TORRES

La revista iberoamericana Letralia me publica esta reseñica de "Caracas muerde; crónica de una guerra no declarada" del escritor venezolano Héctor Torres.




A Caracas no se la habita, se la padece. Para atravesarla de punta a punta del reloj es conveniente sumergirse en cualquiera de las recetas del aturdimiento. La idea, después de todo, es padecerla creyendo que se la disfruta. Está, por ejemplo, extraviarse en el soundtrack del iPod a volumen bestial. Está el monte, la pega, el alcohol. Está la temeridad de la ostentación: una Avalanche tan larga como su inseguridad, una BMW poderosa y veloz, una pistolota, una cara de duro dentro de una chaqueta de cuero. O pincharse en las venas las Líneas del Poseso para colmarse de odio. También se puede subir a la acera con todo y carro, tocar corneta con impaciencia, comerse las luces del semáforo o ejercer cualquier modo de irracionalidad que ayude a andar por el filo perpetuo, con el vacío a un costado y la muerte al otro.
(“¿Cómo se les llama a los que nacen en Chivacoa?”, en Caracas muerde, de Héctor Torres)
Soy un asiduo de la literatura venezolana, ya sea porque me interesa como todo aquello, sin excepción, que se publica en nuestra lengua (yo no distingo entre literaturas nacionales, para mí la literatura en castellano es un todo), como porque mis vínculos familiares con el país caribeño me predisponen a ello. Por eso confieso que no había leído algo que me pusiera tan al tanto con la realidad contemporánea de Venezuela y además con tanto tino literario, esto es, contado de un modo tan crudo como inspirado, donde el terror se mezclara tanto con el lirismo de la palabra exacta o la imagen perfecta, donde la cruda realidad tuviera tantos visos de realismo, ya no mágico, sino de auténtica pesadilla, desde que leí el gran clásico contemporáneo venezolano, País portátil, de Adriano González León, o las novelas tan divertidas como críticas de Alberto Barrera Tyszka. De hecho, y a riesgo de que me colmen de improperios por la comparanza entre un consagrado y otro que lo está haciendo a pasos agigantados (El amor en tres platos, Equinoccio, 2007; El regalo de PandoraFBLibros, 2011; la novela La huella del bisonte, Norma, 2007, y Sudaquia, 2012; una colección de crónicas, Caracas muerde, Punto Cero, 2012, y su más reciente obra conformada por 35 crónicas: Objetos no declarados, Punto Cero, 2014), creo que Caracas muerde es un fresco impagable de la Venezuela de nuestros días así como País portátil, de Adriano González León, lo fue a su vez de la Caracas, y por extensión de todo el país, previa a Chávez, esto es, las décadas ominosas de la desigualdad económica y de clase, una desigualdad heredada, si no enquistada, desde los tiempos de la colonia, y todo ello a pesar del gran desarrollo económico que conoció el país gracias al monocultivo petrolero. Un estado de cosas que dio pie a gobiernos de todo tipo siempre a favor de la élite criolla que ya lo era antes de Bolívar, gobiernos democráticos y de milicos salvapatrias, y que tuvo su punto álgido en las políticas neoliberales del socialdemócrata Carlos Andrés Pérez y la corrupción institucionalizada, todo ello para dar paso a un período no mucho mejor de ineficacia gubernamental y carestías de todo tipo por obra y gracia de ese invento de Chávez llamado socialismo del siglo XXI, el cual, dejando a un lado determinados avances sociales e incluso reparaciones sobre los grupos históricamente desfavorecidos, ha fracturado el país por la mitad hasta extremos que hacen imposible una salida inmediata al atolladero en el que se encuentra hoy en día Venezuela por mor de la intransigencia, cuando no verdadera incapacidad, para llegar a acuerdo alguno con el otro en cada lado de la trinchera.
Los relatos de Caracas muerde se tejen con los hilos del miedo o la angustia de sus personajes al vivir sobre un escenario tan inquietante como impredecible.
Con todo, Caracas muerde, de Héctor Torres, nos habla del día a día de los caraqueños no sólo en el atolladero político de su país, sino también, o sobre todo, en una ciudad que ha dado en monstruo que fagocita a sus habitantes. Ya lo era en buena medida en País portátil, si bien como lo eran más o menos la mayoría de las grandes urbes latinoamericanas en las que las altas concentraciones de bolsas de miseria, que toman la forma de favelas o ranchitos, y la indiferencia o improvisación institucional, propician una delincuencia apenas conocida, por su calibre y ferocidad, en otras latitudes. Sin embargo, la Caracas de nuestros días, y por diversas circunstancias relacionadas en buena parte con las estrategias políticas de cada cual, ostenta el poco honroso título de ser la ciudad más peligrosa del mundo. No es cuestión de poner cifras sobre la mesa, me temo que el dato de unos miles más o menos al año en comparación con los anteriores no significa nada para los caraqueños, esto es, los protagonistas de los treinta breves y magníficos relatos que componen el libro. A mi juicio no hay ni un solo relato desechable o de relleno, todos son piezas imprescindibles para componer el puzle sobre ese monstruo llamado Caracas que Héctor Torres levanta magistralmente dando la sensación de que ha paseado su mirada por todos los aspectos posibles, esto es, todos y cada uno de los personajes, ambientes, circunstancias, sensaciones que singularizan a los habitantes de la capital venezolana. Una mirada que va más allá de lo que sería levantar una mera acta de lo que hay, es decir, apenas una crónica periodística de lo que nos encontramos a diario en la prensa o en las conversaciones con caraqueños. Y va más allá porque es una mirada esencialmente literaria que se cuela entre los fríos datos de los crímenes del día anterior para hablarnos de sus víctimas antes de serlo, y por supuesto que también de sus verdugos. De modo que es así, a lo largo de treinta relatos con todas las vidas que los habitan, que se nos presenta esa Caracas inhabitable, la ciudad del miedo, de vivir fingiendo siempre como si estuviera en otra parte, de hacerlo en permanente estado de alerta porque cuando se baja la guardia, como nos cuenta que les ocurre a algunos de sus protagonistas, ocurre siempre el fatal desenlace. Y también por eso mismo, porque una ciudad es sobre todo sus habitantes por muy inhóspita o cruel que ésta sea con ellos, la vida tiende a imponerse a las fatalidades. No siempre triunfa, claro que no; pero el instinto de supervivencia, a veces en conjunción con la mera suerte, a veces lo consigue; que se lo pregunten si no al taxista de uno de los relatos o a Marielba, la chica embarazada que casi se la juega por querer ser una chica normal que cena y toma con unas amigas queriendo escapar por unas horas de un novio sobreprotector como antes lo fueron sus padres.
Y de ese modo, los relatos de Caracas muerde se tejen con los hilos del miedo o la angustia de sus personajes al vivir sobre un escenario tan inquietante como impredecible, cuando también con el hartazgo, acaso un simple e imprevisible ataque de dignidad, que lleva a otro de los protagonistas a jugarse su correspondiente cuota de cómoda coexistencia con el horror diario y arbitrario, la cual reside básicamente en saber agachar la cabeza o mirar hacia otra parte cuando la situación lo requiere, plantándole cara a la autoridad uniformada y siempre abusiva, siempre presta a morder a su modo. Porque Torres no deja títere con cabeza, no carga las tintas sólo sobre la fría y gratuita crueldad de los malandros, sabe muy bien que no sólo son ellos los que hacen de la ciudad el monstruo sin compasión, ni remedio, que es. Así como tampoco demoniza a unos y a otros sin mirar más allá del cuerpo que empuña una pistola, extiende la mano para cobrar una mordida o mira hacia otra parte porque prefiere ser un cobarde vivo que un valiente muerto.
El gran acierto de Héctor Torres es esa mirada que hiela, emociona, indigna o maravilla según toque en cada renglón, en cada momento.
En resumen, Caracas muerde es un recorrido tan vertiginoso como minucioso a lo largo de lo cotidiano de una realidad que te deja sin aliento. Y lo peor de todo, o acaso lo mejor del libro, es que no puedes sospechar ni por un segundo que Héctor Torres ficcione en exceso, o al menos no del todo. No, porque buena parte de lo que cuenta ya lo has leído u oído mil veces antes, en especial a tu parentela y amigos caraqueños, incluso algo has visto con tus propios ojos, de modo que todo suena demasiado cercano y por ello también estremecedor. Pero el gran acierto de Héctor Torres, y en el fondo lo que sigue haciendo de la literatura una herramienta maravillosa para hurgar en el alma humana más allá de la frialdad de las crónicas periodísticas o las cifras estadísticas, es esa mirada a la que me refería antes, esa mirada que hiela, emociona, indigna o maravilla según toque en cada renglón, en cada momento.

sábado, 12 de enero de 2019

TXINTXIN BELDURRAREN HOTSA


Hitzen Uberaneko Komutitatea sailean argitaratua



Hiru ordu laurdeneko bidaia Luzarotik etxera. Gaur, aldiz, badirudi ordubetetik gora kostatuko zaigula kostaldetik bueltatzea asteburua bukatutakoan. Primeran pasatu egin dut nire aitaren lehengusuen herrian. Ikaragarri alajaina, batik bat portuko igerilekuan. Aurten, hamabi urte bete ditudala, nire burua bota dut moilatik estreinakoz, herriko gaztetxo guzti guztiek egin ohi duten bezala. Berdin zitzaidan nire amak gure senitartekoen etxeko terrazatik ikusiko ote ninduen edo oihuka hasiko ote zen zoro moduan uretara ez botatzeko aginduka. Bazen garaia herriko gainontzeko mutikoen antzera moilan txonbo egiteko. Urtero uda hasi orduko kostalderaino joan ohi dugu asteburuetan, eguzkiak nolabait eskatuta, batez ere itsasoa hain gertu izanda gure hiritik, hiru ordu laurdenera. Maiz ere, ez baldin badago trafikorik, ez baldin badugu errepidean inolako konponketa lanekin topo egiten, ordu erdi doia. Hobe ez esan, beraz, gure aitak noraino zapaltzen duen haren Renault 8ren azeleragailua. Behin batean, Bergara aldean, Osintxu paretik edo pasatzerakoan, ahuntz bat gurutzatu zitzaigun ezustean. Hura bai sustoa! Zorionez, ahuntzaren saltoa ere izugarria izan zen. Ni hegan eta guzti egin zuelakoan nago.

-Kontrol bat egon behar du Arrasateko irteeran, bestela ezin da ulertu auto-ilara ikaragarri hau.

Beharko! Bada ordubete geldian zain gaudela alperrik aurreko kotxeak aurrera egin dezan. Laster kotxe barruan ere ilunduko du, gogaikarria, asko gainera.

-Aita, musika entzun nahi dugu!

Gure anaiaren izenez ere eskatu diot. Mikel lotan dago baina. Gure amak, ordea, burua altxatu, guganantz jiratu eta isiltzeko keinua egin dit hatz erakuslea ezpainetan.

-Albisteak, non daude albisteak?

 Gure aitak irratiaren dialarekin gora eta behera, bilaka ari den albistegia harrapatzen, baina bai ordea musikazko irrati kate pila. Haietariko batean behingoan gelditzeko eskatu diot. Aditu berri dut itzel atsegin dudan Itoitzen kanta bat: Lau Teilatu Gainean.

-Ixo, Martin, gaur arratsaldean zer gertatu den asmatu beharrean gaude!

Isilduko naiz, noski, badaezpada, bestela badakit datorrena: eskatutako irrati kateari eusteko berriz eskatzekotan aita suminduko da aurki, (aita suminduko zait aurreko irratia katea berriz sintonizatzeko eskatzen baldin badiot). Baliteke ere bera ere burua niganantz jiratu eta egundoko zaplastako bat ematea ere bai.

-Ilara hau ez da batere normala, berdin dit domeka arratsaldea izatea, sekula ez dut topatu halakorik, kontrol bat egon behar du Arrasate inguruan, alafede.

 Gure aita urduri dago, oso. Ez da harritzekoa, bihar astelehena da, etxera beranduegi iritsi ezkero bihar nekeak hartuta jaikiko da lanera joateko. Honez gain, gure aitak gauez gidatzeari gorroto bizia dio, errepideko markak lauso ikusten ditu eta. Horrenbestez, aita gero eta ernegatuago sumatzen dut aspaldiko partez. Arruntean, eta bolanteari eutsita dagoela, aita beti pozik eta kantari egon ohi da. Baina batez ere kantari, ikaragarri gustatzen baitzaio gaztetako abestiak hurrenez hurren kantatzea. “Gaztetakoak” diot. Gure aita kantetan dagoela bere gaztetako koadrilakoekin irudikatzen baitut jai giroan, sekula santan ez nire amarekin, amarekin beti begitantzen zait paseoan edo sesioan, ez besterik.

-Hara! Ziurrenera atentatu bat – gure aitak oihu eta guzti egin du irratian bila ari dena topatu ezinik-. Zer bestela?

Gure amak, ordea, bederatzietako albistegiaren zain egoteko aholkatu dio, hamar minutu baino falta ez baitira. Ordura arte, berriz, albisterik ez, hobe dugu beraz, eta nik lehen ondo asko eskatu bezala, musika entzutea. Guanteratik kasete bat ateratzeko imintzioa egin du. Ni beldurrak nago hain gustuko duen Jorge Negreterena izango ote den.

-Gainera, kontrol bat baldin badago hor aurrerago, ez dugu zertaz kezkatu behar, bi umerekin goaz eta.

 Ranchera baten aurreneko notak entzun orduko gure aitak irratiko botoi bat sakatu egin du bolumena baxatzearren. Badaezpada dio, baten batek daki hor kanpoan zer gerta litekeen.

-Zer ba? Tiro hotsik edo?

Oraingoan ez dakit gure ama serio ari ote den ala gure aitari adar joka. Maiz ere gure aitaren bat-bateko kasketaldien kontura barre egiten baitu. Oso gizon egoskorra dela leporatu ohi dio.

-Baliteke, zergatik ez? Gogora ezazu bestela orain dela bi aste gertatutakoa gure hirian bertan.

-Zer gogoratu behar dut –erantzun dio gure amak guztiz ezaxola eta adarjole.

-Txakurrek Gamarrako Atean akabatu zituzten Bergarako senar-emazteak.

-Bai, ondo asko gogoratzen dut, egunkariak zioenez buelta-erdi eman zuten kontrolera iritsitakoan, poliziak hainbat bider gelditzeko keinuak-eta egin zizkieten alper-alperrik.

-Eta horregatik garbitu behar al zituzten?

Gure aita asaldatu egin da amaren erantzuna ikaragarri epela delakoan baitago. Ez da lehenengoa, eta ziurrenik ere ez da azkenekoa izango, gero eta maizago hizka-mizka egiten baitiote elkarri; baina, oraingoan badirudi baietz, aita inoiz baino serioago ari dela gure amaren ustezko epelkeriaren aurrean.

-Jakina ezetz, ez izan ergela, Josemari, zuk badakizu ederto nik pentsatzen dudana poliziaren jardueraren kontura – orain ez litzateke harritzekoa bere aitaren karnet komunista hizpidera ateratzea-. Baina, zer dela eta buelta erdi eman behar zuten kontrol batera iritsi eta gero? Ez al zekiten nola jokatzen zuen poliziak? Arriskatu egin ziren, eta antza denez bazuten ere motibo franko ihesi egiteko.

-???

-Bai, Josemari, ez egin ez ulertuarena, egunkariak azaltzen zuen tabako kaxa pila zeramatela ezkutuan. Horrexegatik egin zuten ihes. Eta ez, noski ezetz, horrexegatik ere ez zuten merezi tiroz josita hiltzea. Tamalez, denok badakigu nolakoak diren gauzak herri alu honetan, zer nolako giro petraldua dagoen terrorismoa dela kausa.

-Nortzuen terrorismoa?

Txikerra naiz, bai, eta baliteke helduen gauza asko eta asko behar bezala ez ulertzea, baina azken hori ostera badakit gure amaren gustukoa izango ez dela, gure aitak erronka egin dio eta. Jainkoari esker edo aurreko kotxea mugitu berri da. Gure aitak ere aurrera egin behar du ezari-ezarian, pozarren gainera, ezin ageriago baitzaio aldartean ez duela gure amarekin errietan egiteko inolako gogorik. Gure amak irratiko bolumena igo egin du ustekabean; Jorge Negreteren ahotsa inoiz baino arranditsuagoa begitandu zait, gure kotxe barruko hika-mikak hutsaren hurrengoak balitzaizkio bezala.

-Eta Bergarako senar-emazteok ez dira lehenengoak, ez eta azkenekoak ere – bota egin du gure aitak tupustean, Arrasateko Kataide industrialdera ailegatzen ari garela-. Nik dakidala azken urteotan jende pila hil da txapelokerren kontroletan. Badirudi, beraz, ez dutela inolako erreparorik tiroka hasteko edozein aitzakia hartuta.

 Gure amak ez du arraposturik egin. Nabari zaio, oso, berak ere ez duela inolako gogorik auto-ilara bateko hitz aspertu batzuk errieta-gai bilakatzeko. Badaki ere ez duela merezi tutik esatea. gure aita honelako kinketan oso erretxina baita edozein huskeria dela motibo. Gure aita oso urduri jarri ohi da denbora alperrik, hau da, bere desiraren kontra denean, galtzen duenean, ezin baitu pairatu beste inork bere eginbeharrekoa agintzea. Bere libertateari eraso egiten diotela uste du. Gauza benetan larria, berak etengabe esaten duenez. Gure aita ez da inoren morroi izateko jaio. Ez bera, ez eta bere ondorengoetako inor ere.

-Begira, Maite, hor dituzu harroputz nazkante horiek, euren antibala txalekoekin apain-apain jantzita eta metrailetei eta ondo eutsita badaezpada, furgonetako sirenen argiak dir-dir eta zoruan barreiaturiko arantzadun kateaz herriko sarrera oztopatuz. Eta hori guztiori gutxi bailitzan guri begira zorrotz-zorrotz, mehatxuka bezala.

-Eta zelan gura duzu begiratzea –gure amak eztanda egin bide du-. Zuk ere gogoratu behar zenuke duela hilabete edo ETAkoek hiru polizia tirokatu egin zituztela Agurain aldean Espainiako Buelta zaintzen ari zirela. Nik ez ditut zuritzen, are gutxiago onartzen dut inor tirokatzea. Hala ere, onartu behar duzu egundoko presiopean ari direla, metrailetaren katua arinegi dutela beldurrak eraginda.

-Zuk zeuk esan duzu, ETAren beldur ari dira, jakina. Baina, gu bezalako jende arruntak ba al du zerikusirik ETAkoekin? – gure aitak bolantea jo egin du ukabilaz eta honekin batera txirrina ere nahigabean.

-Lasai zaitez, Josemari, begira bestela zer egin duzun, txapelokerren arreta gureganatzea – ohartu dio gure amak berriro adar-jole ere.

-Ikusten? Edozein huskeria dute aitzakia gure gainera oldartzeko – erantzun dio gure aitak, baina ez dakit erdi txantxetan edo, irribarre luze bat ezpainetan baitu.

-Gure gainera oldartzeko?

-Bai, emazte, gu denok gaizkileak gara, terroristak edo hauen lagunak bagina bezala.

-Noski ezetz, baina haiek horrela pentsatzea ez da batere harritzekoa.

-Nola ezetz?

-Josemari, zuk uste al duzu benetan haiek ez dakitela zer nolako gorrotoa diogun.

-Nik ez diot inori gorrotorik.

-Zuk agian ez, baina zure Luzaroko lehengusuei baino ez diezu erreparatu behar sortarazten dieten gorrotoaz jabetzeko.

-Zer duzu zuk nire lehengusuen kontra – gure aita ia bere onetik at-, gogoratzen dizut euren etxean egon berriak garela, gainera zu asko estimatzen zaituzte.

-Badakit, noski baietz – gure amak gero eta atsekabetuagorik-, baina horrek ez du zerikusirik esan nahi dizudanarekin.

-Baina, zer dela eta aitatu duzu nire lehengusuena? – orain bai, gure aitak marru eta guzti egin dio amari.

-Zergatik? Iaz, abuzturo bezala euren etxean geundela oporretan, txanpan botila bat ireki egin zutelako ETAk Luzaroko kuartela granadaz eraso egin eta bi agente akabatu zituela jakin orduko.

-Zer diozu? – gure aita zur eta lur.

-Entzun duzuna. Zure lehengusuok esan zuten bi agente horiek sasikume hutsak zirela, aspalditik euren atzetik zebiltzanak beti izorratu nahian herriko kaleetan eurekin topatu orduko edozein txorakeria zela kausa, bazela ordua norbaitek zerbait egin zezan. Edo bestela esanda, merezi zituztela bizia erauzi egin zieten tiroak.

-Baina, ulertu behar…

-Ez dago ezer ulertzerik, Josemari, gizakume batzuen biziaz ari gara. Eta orain, faborez, isil zaitez, txapeloker bat leihatilaz bestaldean deika dugu eta, zuk egindako bozina-hotsak erakarrita.

 Gure aitak guanteran dokumentazioa bilatzeari ekiten dio arrapaladan. Txapelokerrak, ordea, leihatilaren beira jotzen du berriro bere iskiluaren puntaz. Gure amak agintzen dio aitari leihatila albait arinen eraits dezan. Anartean Mikel kakanarruak lo dirau eta nik gure Luzaroko izeko-osabak gogora ekarri ditut, euren etxetik irten berriak gara eta. Udako ia astebururo bezala, Luzaron ikaragarri ondo pasatu ohi baitugu, batez ere eguraldi ona egitekotan kaialdean lehengusuekin. Izeko-osabak ere oso atseginak dira, barrea oso erraz eragiten baitigute euren etengabeko txantxekin. Beti adar joka ari dira edozein txorakeriaren kontura. Betiere aldarte onean, zirika baina inor zinez zauritzeke. Izan ere, izeko-osabenean giro zoragarria dago gure aitaren herrikoaren aldean, non seriotasuna gizalege dela ematen duen. Luzaron denok beti parrandan ari direla ematen du. Gure amak dio kostaldeko jendea lehorrekoa baino hamaika bider atsegin eta alaiagoa dela, nabarmen zaiela buru eta eskuzabalagoak direla eurenez, itsasoak egiten ditu abegikorragoak. Horrexegatik ere hain gogoko dituzte gure gurasoek Luzaron udako oporrak. Hondartza aitzakia baino ez da, haiek benetan estimatzen dutena gure aitaren lehengusuekin parrandan ibiltzea omen da, hau da, guk azkenon seme-alabekin kaialdean bezainbeste. Gogoratzen ari naiz asteburu honetan erruz goxatu izandakoa, batik bat portuan nire burua moilatik bota egin nuenekoa, itzela. Gogoeta egiten saiatzen naiz nire amak esandakoari buruz. Alperrik, gure aita atzeko gidarien bozina-hotsagatik aiko-maikoan hasi bitartean txapelokerrak kotxe barrurantz luzatu du bere begiratu zorrotza eta nire anaia eta biok ikusi orduko motorra piztu eta aurrera egin dezan agintzen dio. Isilean iritsi gara txapelokerrek errepidean jarritako arantzadun kateraino. Orduan, delako katea gu igaro gaitezen zabaldu bezain laster, gure amak irratiko bolumenari eusten dio atoan eta Jorge Negreteren ahotsa nagusitzen da ozen-ozen kotxe barruan: me cansé de rogarle, me cansé de decirle, que yo sin ella de pena muero…, no quería escucharme, si sus labios se abrieron fue para decirme, ya no te quiero…
Txema Arinas
 ASPERRA ipuin bildumakoa.