viernes, 18 de junio de 2021

LAS TIJERETAS (RELATO)

 


Un relato sobre mujeres que van por ahí cortando penes... https://www.solonovelanegra.es/las-tijeretas-por-txema-arinas/?fbclid=IwAR1DZ19AgTkgmvo-IRXYkvpyI6nL_VkTv4nMhStLe-Bl_JbDRFxLc9dlypI


  • Entonces, inspector, ¿cómo y cuándo empezaron a atar cabos en el asunto de… las Tijeretas?

  • Pues, confieso, señoría, que por pura casualidad. A decir verdad, en la brigada para delitos sexuales andábamos más que perdidos con el tema de las mujeres que amputaban el pene a presuntos agresores.

  • ¿Cuándo empezaron a establecer una relación entre los seis casos de varones a los que sus supuestas víctimas habían seccionado el pene?

  • La verdad es que todos seguían un mismo patrón: la víctima era atacada por una o varias mujeres que, primero la inmovilizaban con cloroformo, y luego, cuando esta yacía en el suelo, le seccionaban el miembro con unas tijeras de podar. Ese fue el procedimiento en todos los casos de amputaciones de pene sucedidos en los últimos siete meses con la excepción del primer ataque ocurrido en Barcelona.

  • ¿Se refiere al de la camarera que cortó el pene al dueño del bar donde trabajaba para evitar que éste la agrediera sexualmente y que tras su detención declaró haber sido violada con anterioridad en repetidas ocasiones por el mismo sujeto?

  • Ese mismo, señoría. Aquel fue un ataque en defensa propia. El resto, sin embargo, fueron todos premeditados.

  • ¿Cómo de premeditados?

  • Pues mire usted, señoría, con la excepción del caso del hostelero al que me acabo de referir, en los de las demás víctimas la amputación sucedió varios días después, incluso semanas, de que las víctimas perpetraran, o intentaran perpetrar, una supuesta agresión sexual. No obstante, todas las mujeres supuestamente agredidas tenían una coartada que demostraba que el día del crimen estaban lejos del lugar donde su supuesto agresor había sido asaltado y capa… amputado.

  • Sin olvidar el método de inmovilizar a la víctima con un pañuelo empapado en una solución de tricloruro de metilo(CHCl3) o cloroformo, el cual era aplicado sobre el rostro de las víctimas durante cuatro o cinco minutos hasta que estas perdían la consciencia, momento en el que el agresor… la agresora, procedía a amputar el miembro viril de la víctima con unas…

  • Tijeras de podar.

  • Eso, unas tijeras de podar de jardinería.

  • En cualquier caso, ninguna de las víctimas conocía a su agresora.

  • Tiene razón: agresora o agresoras. Por otro lado, ninguno de los retratos robots proporcionados por las víctimas coincidían entre sí.

  • A lo que hay que añadir el hecho de que todas las agresiones se dieron en diferentes puntos del territorio nacional.

  • Exacto, sitios tan distantes como Getafe, Málaga, Vigo, Mérida o Calahorra.

  • ¿Ninguna conexión entre las víctimas?

  • ¿Y qué sabemos sobre las capado… agresoras?

  • Ni rastro después de la agresión. En ninguno de los casos se pudo establecer una relación entre el retrato robot aportado por las víctimas y cualquiera de las personas del entorno de las mujeres supuestamente agredidas por estas.

  • ¿Entonces?

  • Entonces se me encendió la bombilla justo cuando más desesperados estábamos en la brigada, casi a punto de tirar la toalla.

  • ¿La bombilla?

  • Sí, señoría, como se lo digo: la bombilla. Para qué disfrazarlo de otra cosa. El desmantelamiento de la red criminal que organizaba los ataques a supuestos agresores sexuales para caparlos a lo largo y ancho del territorio nacional no fue fruto de una exhaustiva y sesuda indagación por nuestra parte, sino de una simple corazonada.

  • ¿Una corazonada?

  • El bloqueo en el que nos encontrábamos era tal que empecé a obsesionarme con el caso hasta que me di cuenta de que me refería inconscientemente a él como “el caso de las cortapichas”.

  • ¿Las cortapichas?

  • Sí, ya sabe, por…

  • Ya sé, sí, ya…

  • Así hasta que un día, revisando la documentación, de repente me vino a la cabeza una asociación de ideas entre las tijeras de podar y el nombre como me refería al caso.

  • Disculpe, inspector, pero no le sigo.

  • ¿Sabe lo que es una tijereta?

  • Un tipo de insecto. ¿No?

  • Unos dermápteros (del griego derma, piel, y pteron, ala) pertenecientes al orden de los insectos neópteros vulgarmente conocidos como cortapicos, tijeretas, tijerillas o cortatijeras, todos los cuales aluden a la impresión que producen los cercos en forma de pinza, tenaza o tijera que estos insectos tienen en el extremo posterior del cuerpo.

  • Mucha wiki veo ahí…

  • Toda la que estaba a mi alcance, señoría. Bueno, pues el caso es que entonces me acordé de que en mi pueblo a las tijeretas les dicen “cortapichas”, con lo que enseguida establecí una conexión puramente instintiva que me animó a pedir a nuestros informáticos que indagaran en la Dark Web. Ya sabe, usted, señoría, el lado oscuro de internet al que hay que acceder mediante el uso de ciertas herramientas y que es donde se encuentra la práctica totalidad del contenido ilegal que los criminales pretenden ocultar.

  • ¿Es allí donde descubrieron la página de las… Tijeretas?

  • En realidad, señoría, se trataba de un chat creado a las pocas semanas de la primera amputación de pene ocurrida en Barcelona. Una página con el logotipo de una tijereta o… cortapichas, en el que los participantes, mujeres en su mayoría, hablaban de tomarse la justicia por su mano contra todo tipo de agresores sexuales.

  • ¿Y cuál es la relación de esa página con los casos que nos ocupan?

  • Toda, señoría, toda. Nuestros informáticos lograron desencriptar la mayoría de las conversaciones en las que los miembros del chat se ponían de acuerdo para organizar los ataques a las victimas que previamente habían sido denunciadas como agresores sexuales por las propias mujeres agredidas o gente de su entorno. De ese modo, varios de los miembros del chat viajaban hasta el lugar donde residía la víctima de la amputación con el fin de que nadie pudiera establecer un vínculo con ellas. Una vez allí vigilaban a la víctima durante varios días hasta determinar el momento propicio para el ataque. Entonces, y tras asegurarse de que la denunciante podía demostrar su coartada, procedían a la agresión reduciendo a la víctima según el método antes descrito y con el resultado conocido.

  • ¿Ha dicho que viajaban varios miembros del chat?

  • Sí, por lo general dos individuos, los cuales, por cierto, nunca reincidían, pues cada una de las agresiones fueron perpetradas por distintos individuos, razón por la que nos resultaba practicaba imposible establecer relación alguna entre los agresores.

  • Sin embargo, y a pesar de la encomiable labor de pesquisa para descubrir la identidad de cada uno de los miembros del chat, todavía no hemos conseguido identificar a todos los miembros del chat… a todas las tijeretas.

  • No, todavía no. Nuestra prioridad era detener a las responsables de las cinco amputaciones gracias al rastro que dejaron en las fechas que ocurrieron los hechos. El resto de las “tijeretas” están siendo investigadas por organización criminal.

  • Impresionante, inspector, impresionante.

  • Gracias, señoría.

  • ¿Señoría? Todavía no se ha percatado de un pequeño detalle.

  • ¿Cuál, señoría?

  • Que el nombre del juez que consta en la puerta de la entrada del despacho no corresponde a una mujer.

  • No me había fijado. ¿Qué quiere decirme con eso?

  • Que se encuentra a solas en este despacho de los juzgados con dos desconocidas. Una falsa juez y una secretaria judicial auténtica, la cual es la que concertó la cita con usted a sabiendas de que el verdadero juez estaría ausente de su despacho toda la mañana.

  • ¿Qué demonios está usted insinuando? ¿Qué ustedes también son “tijeretas”?

  • Tijeretas o cortapichas, como usted prefiera llamarnos, inspector.

  • No irán ustedes a…

  • ¿Para qué coño cree que tengo aquí estas tijeras?

  • No se atrev…

©Relato: Txema Arinas, 2021.

jueves, 17 de junio de 2021

BLOOMSDAY ANTICRISIS


LETRALIA, la revista literaria hispanoamericana, me publica este artículo sobre el Bloomday que se celebra hoy: https://letralia.com/articulos-y-reportajes/2021/06/16/bloomsday-anticrisis/?fbclid=IwAR3t-1j6J5b8D45UQ1JVe4IHpcvFK9gZn5pwF7UacKPshXYW8Vg0nGlhItc

El 16 de junio se celebrará un año más en Dublín el Bloomsday, el día de Leopold Bloom, el personaje central del Ulysses de Joyce. Se trata de un evento, fiesta o juerga de reminiscencias literarias que los declarados fanáticos del famoso libro del escritor irlandés celebran comiendo y bebiendo, sobre todo esto último, emulando a los protagonistas de la obra, eso o realizar distintos actos que tengan su paralelismo en la novela. Hablamos, por lo tanto, al menos en apariencia, de una fiesta para iniciados, para exquisitos incluso, gente de letras o que usan de ellas, puede que sólo inveterados parranderos y para de contar. Pero no tanto, no, siendo como es el Ulysses de Joyce el libro más importante del siglo XX, para la mayoría de los entendidos el antes y después de la literatura contemporánea, aquella en la que su autor puso patas arriba, a fuerza de ingenio y mucho delirio alcohólico, todos los esquemas de la novela tradicional, la fama del evento trasciende el siempre reducido grupo de los letraheridos —versión extendida y a estas alturas ya añeja de los actuales gafapastas— para convertirse en un referente estrictamente dublinés, quiero decir, dejando a un lado el innegable reclamo turístico de la conmemoración, también una ocasión como cualquier otra para cogerse una buena manga a la salud de uno de los ilustres del país. De ese modo, no sólo los dublineses con ínfulas intelectuales, gentedelmundodelacultura según la síncopa habitual de un conocido escritor navarro, sino también mucho guiri con las mismas ínfulas (a destacar la expedición anual española de literatos, plumillas de suplementos literarios, chupatintas del mundo editorial y demás comediantes, entre los que destaca el joyciano confeso Enrique Vila-Matas) acuden como moscas a la fábrica de Guinness en esta fecha. Vale que el evento —palabro tan horrible e incorrecto como asentado para estas cosas— quiera reivindicar su carácter literario, serio e incluso pomposo, con cierta ceremonia entre los miembros de los diferentes clubes de lectura del Ulysses que existen (cosa muy común en el mundo anglosajón que consiste en reunirse con un grupo de amigos a leer párrafos de una obra entre copas y tapas, si bien siempre más de lo primero que de lo segundo), pero la cruda realidad es que la fiesta ha alcanzado tanta repercusión que ya apenas es otra cosa —insisto que dejando a un lado los cuatro letraheridos que se la toman en serio, oh, oh—, que una excusa como otra cualquiera para ponerse tibios con cerveza negra y “whiskey” a imagen y semejanza de lo que hacían los personajes del Ulysses a lo largo de la jornada durante la que transcurría toda la historia del libro en sus casi setecientas hojas. Que luego la mayoría de participantes de tan peculiar craic (término gaélico de uso habitual en el inglés de la isla esmeralda para la juerga y que, por lo que se ve, utilizan los irlandeses una media docena de veces al día, ya sea para recordar la que se van a pegar esa misma noche o para jurar que no volverán a celebrar ninguna más después de la de la noche anterior) apenas se limiten a cumplir con el rito del papeo de los riñones al oporto, es de lo más normal, están los tiempos, en la vieja Eire como en cualquier otra parte del mundo, como para darle al frasco con ganas cualquiera que sea el motivo. Y mira que los hay de sobra, ya sea ahora con la pandemia o cuando les intervinieron el país porque, de repente, se les acabó el cachondeo financiero, la sensación de haber salido del furgón de cola tradicional, donde habían estado hasta hacía cuatro días con sus pintas y sus patatas, para ponerse a la cabeza en plan dejen paso al tigre celta, ¡ojo!, que arraso con industrias informáticas y farmacéuticas, como si le hubiera tocado la Loto en versión inversión norteamericana y buenas dosis de alquimia financiera para hacer la competencia desleal a las haciendas del resto del mundo. Como que hubo un momento en que uno temió la desaparición de Irlanda y los irlandeses tal como los conocíamos, como mandaba el canon de los tópicos de rigor asentados durante décadas a través de la literatura, el cine o la música. Me refiero, claro está, a ese irónico sentido de la supervivencia, la rebeldía irónica y etílica frente a la adversidad, ese afrontar el día a día de la penuria entre una pinta y otra. Con la prosperidad como recién caída del cielo temíamos la pérdida definitiva del ingenio creativo y sobre todo humorístico que provoca la realidad sin otro horizonte que el seguir vivo y poco más. Porque llegaron a creérselo, vaya que sí, que ya eran ricos, de golpe en primera línea y hasta dando la espalda a sus vecinos británicos e incluso a los alemanes; que “semos” ricos, “semos” ricos, me pido una chacha polaca para que me limpie la casa por primera vez desde que entré en ella, y me voy de vacatas a Ibiza un par de meses como hacían los amos ingleses que aparecían por la campiña irlandesa en verano durante los tiempos de la colonia, los landlors que se quedaron con el país cuando prohibieron a los católicos la propiedad de la tierra. Pues mira tú por dónde, no es que no fuera para tanto, es que en su conjunto pareció un cuento chino, si casi no se lo creía nadie, pero durante un tiempo dio el pego, parecía que se habían hecho alemanes, y luego ibas allí y el lunes no aparecía ni Dios por el curro porque seguían siendo irlandeses y el craic del Domingo a la tarde es sagrado, si eso ya me pido libre la mañana del día siguiente, total, paga cualquiera de las multinacionales que se han adueñado de la isla, las que meten el dinero para que los demás se crean que nos hemos hecho ricos. Exacto, seguían siendo irlandeses en precario como los que pululan por el Ulysses de Joyce, jóvenes suficientemente preparados como inadaptados a la vida adulta a imagen y semejanza de Stephen Dedalus tirando con trabajos de chichinabo porque no hay otra cosa. Y como él también sus amigos soñando con una nueva y próspera vida fuera de la isla. O ese judío errante, por alrededor de Dublín, claro está, llamado Leopold Bloom, el Ulysses que sabe que Penélope nunca le espera en casa y por eso dilata el regreso a su Ítaca de mierda deambulando por las calles de la ciudad con las consabidas paradas de posta en pubes convertidos hoy en templos más turísticos que literarios. En cualquier caso, la vida ya no como un proyecto sino como un fracaso, ya no más sueños que aquellos que hacen olvidar este sufrimiento cotidiano, el rechazo medio velado de sus semejantes por ser medio judío como ahora lo sufren allí el polaco o el checo también por el sólo y siempre anecdótico hecho de ser extranjeros. Esto por lo que respecta a los dos protagonistas del Ulysses pues, si miramos a los que aparecen y desaparecen durante aquella larga jornada del 16 de junio de 1904, encontraremos de todo y con todo, he ahí la grandeza de esta novela, como de lo pequeño, lo local y hasta aparentemente intrascendente, vemos desfilar toda la grandeza y miseria de nuestro mundo y, más en concreto, de la especie humana. Anda que no hay, pues, motivos de sobra para celebrar el Bloomsday todos los años, que corran las pintas a cuenta de Angy Merkel, del FMI, la OMS o de quien sea. Y que suenen las gaitas y flautas por doquier; pero, sobre todo, que luzcan bien alto y claro las pancartas como las que suelen lucir durante el Bloomsday, siempre fiel a esa actitud tan irlandesa de sacar punta hasta de las situaciones más dramáticas de su historia, el sarcasmo del rebelde embotijado proclama a los cuatro vientos que “la señora Bloom dice sí a la justicia económica y el señor Bloom dice no al FMI y al rescate capitalista”. Al fin y al cabo, ya se lo decía un camarero a un anónimo reportero español comentando la cosa esta de la crisis financiera, facinerosa más bien, de entonces, también la sanitaria de ahora: “Los irlandeses no somos como otros europeos: nosotros ponemos cara de preocupación y luego pedimos otra copa”.

 

domingo, 13 de junio de 2021

GOGOAN DUT - ARITZ GALARRAGA

 


Hitzen Uberan webhorriko Komunitate sailean argitaratua: http://www.uberan.eus/?komunitatea/Txema/item/gogoan-dut-aritz-galarraga


Gogoko ditut anbizio literario garbia erakusten duten liburuak, arriskatzen diren liburuak, areago euskaraz baldin bada ere, izugarri gogobetetzen nau.

Gogoan dut hauek direla nire oroitzapenak: baina ez badituzue gustuko, baditut beste batzuk.

Gogoko dut poema luze, eder, ia amaigabea, begitantzen zaidan oroitzapen, aitorpen zein keinu hurrenkera hau.

Gogoan dut liburu hau beste uneren batean idatzi izan banu, erabat diferentea izango zela.

Gogoko dut oroimena iradokitze ariketa hartzea hain modu original eta batik bat xelebrean.

Gogoan ditut memorizatzea merezi ez duten gauzak.

Gogoko dut idazleak nolatan tartekatzen dituen bizitzako pasadizo eta zertzelada onak zein txarrak, hutsalak zein mamitsuak, arinak zein astunak, goxoak zein mingotsak, pertsonalak zein orokorrak, gertukoak zein kanpokoak, alaiak zein tristeak, zintzoak zein auskalo.

Gogoan dut aukera aprobetxatu behar zela.

Gogoko ditut liburuan agertzen diren dikotomia guztiak.

Gogoan dut harreman gazi-gozoa izan dudala drogekin, ez nautela sekula gehiegi jarri, inertziagarik hartzen nituela.

Gogoko dut nostalgiari begira gurearen berri emateko aukera ederra, hau da, 80ko hamarkadan jaiotakook gozatu, nozitu edota alde batera utzi genituen filmak, liburuak, diskoak, zaporeak eta hainbat pasarte historiko ere gogora ekartzekoa.

Gogoan dut Kuert Cobain hiz zen eguna. Nirvanako abeslariak MTVko “unplugged” kontzertu hartan zeraman jertsea eskatu nion amaren aldetiko amonari. Emaitzak ez zeukan batere antzik, baina zein puztuta ibili nintzen hura jantzita hurrengo egunetan.

Gogoko dut literaturarekin zerekisurik duen oro.

Gogoan dut Johatan Littell: “Ez ditut bereizten ametsak, errealitatea, ez dago hierarkiarik esperientzia propioen eta fikzioaren artea.

Gogoko ditut Euskal Literaturari buruzko aipamen guztiak.

Gogoan dut Saizarbitoriak nola esan zidan behin, batzuetan zozoak dirudigula.

Gogoko ditut ere euskalgintzaren kontura agertzen diren esames gisakoak.

Gogoan dut behin Markos Zapiainek Bartzelonako Sarrian agurtu ninduela, eta ez niola kasu putarik egin.

Gogoko ditut nagusien nondik norakoak hain gordin gogoratzea.

Gogoan dut ez dakidala bananduta egon zien bitartean nire gurasoek beste harreman afektiborik izan ote zuten. Espero dut baietz.

Gogoko dut orduko giro soziopolitiko nahasi edo ustela mistifikazio barik iragaitzaz aipatu izana.

Gogoan dut Atochako atentatuen goiza, oraindik ETA izan zela uste zenean; jendeak kaletik nolako begiradak botatzen zizkidan.

Gogoko dut egunerokotasunari atxikitako arintasun xehe eta goxoa.

Gogoan dut semea Queneau etengabe errepikatzen hasi zen garaia.

Gogoko ditut haurtzaroko oroitzapen gazi-gozoak, alafede.

Gogoan dut bi Judas Arrieta dauzkagula egongelan.

Gogoko ditut amodioaren gomutari egindako keinu eztiak

Gogoan dut nola egin zenuen lo, nola aditu nuen zure arnasa, nota sentitu nuen zure gorputza, hain gertu neuretik.

Gogoko ditut ustekabean luzaten diren pasarteak narrazio itxura hartzear.

Gogoan dut atseden eremu batean kanpatu gintela. Su txiki bat piztu genuen, berotzeko. Guardia zibil bikote bat agertu zen handik gutxira, argi kontra. Ez genituen 18 urte. Sua itzaltzeko esan, eta joan egin ziren. Batzuek beldurra pasa genuela aitortu genuen. Beste batzuek ezetz, lasai egoteko, segurtasun indarrak izanik gu zaintzeko zeudela.

Gogoko dut nola koskortu garen hain okarkabean asmatzea.

Gogoan dut geroa.

Gogoko dut anaforari tinko eusteko idazlearen ausardi handia.

Gogoan dut gerri zurruna.

Gogoko dut idazlea memoriarekin jolasean dagoela itxurak itxura susmo izatea.

Gogoan dut “viva la gente, la hay donde quiera que vayas”.

Gogoko dut idazleak “gogoan dut” hauetan bere burua biluzteko erakusten duen gaitasuna.

Gogoan dut insomnioa desioa izana.

Gogoko dut iraganarekiko zintzotasuna erabatekoa ez dela susmatzea, memoria beti iruzurtia delako.

Gogoan dut mahai-inguru batean ondoen aritu zena izan nintzela. Eta arrunt gaizki aritu nintzen, pentsa.

Gogoko dut iraganaren idealizazioak eragiten duen nahitaezko lirismoa.

Gogoan ditut komunikatuak.

Gogoko dut memoriaren jolas orotan dagoen garraztasuna.

Gogoan ditut zauriak, buru-barneko zauriak, ezin itxi direnak.

Gogoko dut liburu honen eiteari esker irakurketa di-da batean egin izana.

Gogoan dut bekaizkeria.

Gogoko dut hain bizkor irakurrita ere hainbat unibertsotan murgildu izanaren sentsazioa.

Gogoan ditut gaztainak.

Gogoko ditut liburuan agertzen diren umore printza guztiak.

Gogoan dut Kataluniako errepublika independentek hiritar izan nintzela, 56 segundoz.

Gogoko dut apaitazeke utzi dudan oro.

………………………………………………………

Gogoko dut idazlearen nondik norako guztiekin identifikatu edo gutxienez sinpatizatu ez izana.

Gogoan dut koskabiloak gozamen handiz hazkatzen dituen jendea, ze nazka.

Gogoko dut liburu honi buruz “sendan eginiko gogoeta eroak” egiteko parada.

Gogoko dut Orangina.

Gogoko dut edonori, beti, edonon irakurri izana:

 Gogoan dut onena iristear dagoela

 

 

Txema Arinas

Oviedo, 2021/06/11


sábado, 12 de junio de 2021

LO DE ESTOS DÍAS


TODO ESTÁ PERDONADO
Las elites madrileñas que copan el Teatro Real aplauden fervorosamente -como lo harían todas esas otras de provincia que fantasean ser como ellas- durante ocho minutos a uno de los suyos porque lo consideran la víctima y no el verdugo. Da igual que reconociera públicamente que se sí abusó durante años de su posición para acceder sexualmente a todas las mujeres que se le pusieron a tiro. Da igual porque para ellos su ídolo tenía derecho a eso y a más, es un intocable como lo son ellos, alguien al que se le debe perdonar todo porque está por encima de todos. Da igual porque las mujeres a las que acosó abusando de su posición son las culpables, pelanduscas por definición, por sacarlo a la luz con el único propósito de hacer daño al ídolo; "¿Es que un caballero español no va a poder ejercer de tal?" Es uno de los suyos, un español que se viste por los pies, el cual se ha visto expuesto inmerecidamente al escarnio de la prensa internacional y al aplaudirle demuestran una vez más que el gregarismo de clase y el patrioterismo tribal son la expresión más genuina de los canallas y/o los imbéciles.
Le aplauden sí, porque todo lo demás es la ideología del enemigo, ese que les cuestiona sus privilegios, esa que habla de cosas que no van con ellos, que ni entienden ni quieren entender: "¿Machismo?" Eso cosa de pobres. Ellos a lo suyo, a lucir estatus y la pulserita rojigualda. ¡Arriba, arriba! Allí donde los demás piden justicia, ellos ven resentimiento. Por eso tienen toda la razón del mundo: el resto somos el enemigo.



 No sé si estaré muy estresado con el tema de la cita para la vacuna del Covid y las cuitas médicas de mi madre, que tela entre una cosa y otra. Eso o las cosas que hablábamos el otro día sobre el trato a los pacientes por parte, no ya de los médicos e incluso de la mayoría de los enfermeros, sino sobre todo de la peña que atienden en recepción o al teléfono y para la que cualquier cosa que se salga de lo corriente parece provocarles un cortocircuito porque no están programados para resolver nada que no sea estrictamente rutinario.

No lo sé, pero a tenor de lo que oigo tampoco exagero demasiado porque la queja por el trato parece estar más extendida de lo que, en todo caso, debería. Así que luego cómo extrañarme si sueño que voy paseando, como todas las tardes con mi mujer, por el parque de al lado de casa, esperando encontrarme con los conejos de todos los colores y tamaños que lo pueblan, de repente me encuentro con un conejo en medio del camino vestido de sanitario. Entonces veo que el conejo en bata hace el gesto de dirigirse a mí para lo que de inmediato imagino que será ponerme alguna pega, y no me lo pienso dos veces, le suelto tal patada que lo mando volando hasta el otro extremo del parque.
Creo que es una de las pocas veces que, en lugar de sufrir en un sueño, disfruto como un enano. Sin embargo, mi gozo en un pozo porque enseguida empieza la pesadilla. En concreto la de aguantar la bronca que mi señora me echa al instante toda escandalizada por lo que acabo de hacer. No se lo cree, sobre todo viniendo de alguien que soltaría antes mil patadas a cualquier bípedo de nuestra misma especie que a un animal cualquiera, alguien que presume siempre de seguir al pie de la letra las palabras de Arthur Schopenhauer cuando afirmaba que “la conmiseración con los animales está íntimamente unida con la bondad del carácter" y que "quien es cruel con los animales, no puede ser buena persona.” Yo intento justificarme diciéndole que pensaba que el conejo venía a reprocharme por enésima vez que mi madre no constaba en servicio de salud asturiano y no me he podido contener. Ni caso, me está cayendo la del pulpo y menos mal que despierto a tiempo porque, por lo que puedo recordar, en el sueño también estaba considerando la posibilidad de soltarle a ella una buena patada en el culo. Pues eso, como escribió Calderón de la Barca:
"¿Qué es la vida? Una ilusión,
una sombra, una ficción,
y el mayor bien es pequeño:
que toda la vida es sueño,
y los sueños, sueños son.”




Al final de la pandemia el retrato que quedará de sociedades como la nuestra, esa en la que la que, a pesar de los errores, carencias o improvisaciones, casi todos ellos consustanciales a la condición humana frente a cualquier calamidad, se ha podido atender a la gente en lugar de dejarla morir en sus casas o en la calle como en tantos y tantos países del llamado tercer mundo, tan de individuos incapaces de mirar más allá de su ombligo y convencidos de que el resto del mundo no tiene otra cosa que hacer que complacerlos a ellos en todo porque sus caprichos, convertidos en necesidades, son eso que ellos llaman libertad, no será muy diferente de este de Víctor Solana Espinosa (No os preocupéis por nosotros, solo somos locos). Ahora, eso sí, todos vacunados como por arte de magia.

AZKEN EGUNOTAKOA


Bada hilabete eskas edo nire ama gurekin Oviedon dagoela Txagon bisikulako ebakuntza egin ziotenetik. Gaur gure auzoko anbulatoriora joan gara ebakuntzako grapak ken ziezazkioten. Atzo telefonotik hitzordua eskatu genuenean ez ziguten inolako eragozpenik jarri gure ama kanpokoa izateagatik. Gaur artatu duen erizainari aldiz dena eragozpen edo zitzaion. Ez dakit zenbat aldiz esan digun: "pero yo no la tengo en mi sistema porque viene de otra comunidad, no sé de qué se ha operado, quién o cómo, no me situo, todo se sale de lo habitual, todo lo nuevo me supera..." Ez dakit nik ere zenbatgarrenez erantzun behar izan diodan atzo inork ez zigula inolako bainarik jarri, ez zigula ezer apartekorik eskatu, DNI zein Osakidetzako txartela alde batera lagata, nire amari grapak kendu besterik egin behar ez baitzioten. Izan ere, grapak behin kendu eta gero, kontsultatik bagindoazela, erizainak hitz eta pitz jarraitu du etengabe. Hartara, kalean geundela, amak galdetu dit benetan harriturik, baita azken egunotako eskarmenduari erreparatuz ere.
- Hemen ez al dute larregi berba egiten, ez al dira berritsuegiak?
- Ez al dizut askotan esan?
- Bai, baina ez nizun sinesten zu ere berritsu samarra zarelako.
- Lasai, datorren astean zureki igogailura sartzerakoan agurrik ere esaten ez dizuten xomorroen herrira bueltan egongo gara eta.




Entzun dut irratitik Arabako herri batean aspaldi harraskan arropa garbitzen zuten emakumezkoen omenezko oroitarri bat jarriko dutela. Behingoan akordura etorri zait nire aitamaginarrebek Asturias barreneko herrixka batean duten etxearen ondoan ez dakit nik zer eraikitzea agindu zuen alkate ohi baten omenezko beste oroitarri benetan ziztrin zein barregarri bat, besteak beste nire emaztearen gurasoen ondoko txokoa "plaza" izendatu baitzuten delako oroitarriaren ingurukoa nolabait duintzearren.
Halere, hori ez da gakoa, denok oroitarri bat merezi dugun baino. Edo bestela esanda, jende xeheak gauza xeheak -arropa harraskan garbitu- egiteagatik oroitarri bat merezi baldin badu, zer merezi dute taxuzko gauzak egiten dituztenek, hau da, hala nola egiazko maisulanak edo aurkikuntzak egiten dituzten artistek edo ikerlariek?
Edo baliteke gakoa izatea dena parekatzea, arrunta zein bikaina, egunerokoa zein ohiz kanpokoa, gizajende osoaren aldekoa edo lau katu batzuena?
Ez al da joera hau masen egiazko errebolta igualitarioa, baina beti azpitik, inor sumin ez dadin ahaztu dutelako, atzean utzi dutelakoan? Denok ezpal berekoak, denok berezi zein oroigarriak,?
Baina, jakina, hau ez esan, ez arbuiatu, ez dator bat garai berriotako hutsalkeria herrikoiarekin, komeni ez dizu eta.


Nolako egurra, halako ezpala

- Zer moduz hire txikitako adiskide horrekin, seme?

- Potroetaraino. Haren aitaren modukoa duk eta, kalko hutsa.

- Esan gura duk beti bere buruaz baino berba egiten ez duela, bere lan zein mirariez harrotzen dela etengabean, betiere gainerakook esaterik ez balute bezala?

- Horixe, bai.

- Ene! Nik ez niake esan nahi, baina...

- Tira ba, noiz edo noiz esango didak berdin-berdin.

- Hire lagunaren aitaren modukoek euren burua baino ez zaukatek gogoan; horrexegatik ere adiskideak baino entzuleak nahiago ditiztek, euren harrokeriaren morroiak, ez lagunak.

- Eta hik nola egin huen hire bizi osoko lagunekin gaur arte segitzeko hain desberdinak izanda?

- Oso gaztetatik elkarrekin, elkarrekiko begirunez eta baita elkarri beti zirika ere mozkortu egin gaituk.

- Esan nahi didak...?

- Esan nahi diat adiskideek elkarri aditzen diotela ala ez dira adiskide.

miércoles, 9 de junio de 2021

MORIREMOS NOSOTROS TAMBIÉN Y MIGUEL SÁNCHEZ- SEGUIRÁ AHÍ

 


Artículo para la revista cultural BABAB: https://www.babab.com/2021/06/09/moriremos-nosotros-tambien-y-miguel-sanchez-ostizseguira-ahi/

Moriremos nosotros también
y Miguel Sánchez-Ostiz
seguirá ahí

Moriremos nosotros también

Murieron nuestros padres y está claro que moriremos nosotros también, cada cual de lo suyo, de rabia, de asco, de no tener dinero para seguir viviendo, de alguna de las viejas siete plagas o de alguna de las miles que bullen en lo profundo de las selvas o en laboratorios criminales de última generación –que sí, que de acuerdo, que también somos conspiranoicos– porque aquí, en esta tierra de Caín, lo que cuenta son mis muertos, tus muertos, esos que están siempre en el aire, haya pasado el tiempo que haya pasado (…).

Moriremos nosotros también – Miguel Sánchez-Ostiz

Miguel Sánchez-Ostiz (Pamplona, Navarra, 14 de octubre de 1950), es, sin lugar a dudas, uno de los escritores españoles en lengua castellana con una de las trayectorias literarias más importante e impresionante desde el último cuarto del siglo XX hasta nuestros días. Su bibliografía demuestra que no hay nada de exageración en los adjetivos utilizados: 22 novelas, 11 poemarios, 18 diarios, dietarios o recopilaciones de artículos, 19 ensayos o crónicas. Por si fuera poca tamaña obra, Miguel Sánchez-Ostiz también ha sido galardonado con varios de los premios literarios más importantes del país: el premio Herralde de novela 1989 con La gran ilusión, el premio Los Papeles de Zabalanda 1996 por su novela Un infierno en el jardín, el Premio Nacional de la Crítica 1998 con la novela No existe tal lugar, el Premio Príncipe de Viana de la Cultura 2000 por el conjunto de su obra literaria y por su trayectoria personal, y en el 2010 el premio Euskadi de Literatura en su modalidad de Ensayo por la obra Sin tiempo que perder (2009). No obstante, si hay un libro por el que Miguel Sánchez-Ostiz alcanzó en su momento la notoria relevancia que hizo que su nombre estuviera en boca de cualquiera que tuviera una mínima sensibilidad por los libros, ese fue las Las Pirañas, 1992, probablemente el retrato más certero y atroz de toda una generación y una época, cuyos coletazos todavía sufrimos todos. Se trata, pues, de un currículo que no deja lugar a dudas de que tratamos de uno de los grandes escritores contemporáneos en lengua española. Entonces, se impone una pregunta, la cual dudo si calificar de capciosa o cómo. Si este, repito, importante e impresionante currículo literario de Miguel Sánchez-Ostiz demuestra que su obra está a la altura de cualquiera de los grandes nombres de la literatura española que se citan al hablar de los escritores en lengua española de su tiempo, y eso sin olvidar que MSO consta en muchas páginas de los libros de Historia de Literatura Española que se estudia en los colegios, y aquí me voy a ahorrar citar ninguno porque, para el caso, vale cualquiera que en este momento pueda tener el lector en mente, por qué, dejando a un lado un nutrido grupo de iniciados en la Literatura con mayúscula, esto es, al margen de las listas de ventas de libros anuales o las campañas promocionales de estos en los suplementos literarios de relumbrón, tú, lector más o menos ocasional pero que dices estar al tanto de lo que se publica y que procuras leer todo lo que te dicen que merece la pena, probablemente no habrás oído hablar de Miguel Sánchez-Ostiz hasta llegar a estas líneas. La respuesta inmediata y de rigor sería porque su nombre parece haber desaparecido de los grandes titulares en la sección de cultura de los medios que se suponen dignos a ser tenidos en cuenta por su tirada, supuesto prestigio o, siquiera ya solo, repercusión en número de likes en las redes y por el estilo. Por eso o porque, confiésalo, eres uno de esos lectores que solo lee los libros que publican las editoriales de los dos o tres grupos empresariales del sector que copan la práctica totalidad del mercado, o lo que es lo mismo, los que, al igual que hacen en los suplementos literarios, copan con sus libros la inmensa mayoría de los escaparates de las librerías del país- Así sería, sobre todo si no tienes la suficiente edad para haber podido acceder a los libros de MSO cuando todavía eran publicados por editoriales como Sex Barral, Anagrama o Espasa, razón por la que ni te suena haber visto publicitado un libro de MSO de no ser que vivas en Navarra o alrededores, es decir, donde la pequeña editorial pamplonesa que publica los libros de MSO -si bien también sigue publicando esporádicamente con otras editoriales de tamaño medio como Alberdania, Limbo Errante, La línea del Horizonte, Espuela de Plata, Renacimiento- consigue colocar sus libros a la vista del lector potencial. De hecho, e insisto, si eres uno de esos lectores que apenas se aparta del escaparate físico o mediático copado por las novedades literarias de los grandes grupos editoriales, se podría pensar que Miguel Sánchez-Ostiz se esfumó de la palestra literaria como tantos otros de su época, que fue condenado al ostracismo del parnaso literario por quién sabe qué motivo, e incluso que dejó de escribir de la noche a la mañana. Sobre lo primero ha sido el propio escritor quien ha dejado bastantes pistas en sus diarios o dietarios, entrevistas y otros escritos. Así pues, pienso que es a él mismo a quien hay que recurrir para que cuente, si es que en realidad habría que contar algo, por qué se esfumó o lo esfumaron del supuesto olimpo de los escritores cuyo cada nuevo libro suele ser recibido casi en olor de multitudes mediáticas, es decir, con los correspondientes grandes titulares a los que me refería antes en la prensa llamada generalista, y que a mí me dan ganas de denominar madrileña y para de contar. Sin embargo, es lugar común entre los que intentan explicar este caso tan particular, pero para nada raro, en la Literatura Española, de escritor de éxito, más o menos mediático o de prestigio, apartado de este mismo en extrañas circunstancias, y aludiendo casi siempre a la feroz independencia del autor, su aversión a comulgar con las ruedas de molino de las modas, esto es, estilos, temáticas o cualquier pijada editorial de cada momento, la incomodidad que provocaba y provoca el ejercicio libre de su conciencia como escritor y ciudadano. Puede que fuera eso, no lo sé, eso ya insisto que lo cuente él, puesto que, sea lo que sea, dudo mucho que se trate de algo tan prosaico como un balance de ventas, un enganche con un mandamás de la cosa editorial, siquiera un adjetivo mal puesto, o, todo lo contrario, o cualquier otra cosa por el estilo. Sobre lo segundo, sin embargo, no cabe ninguna duda de que no es cierto; Miguel Sánchez-Ostiz no solo no ha dejado de escribir y publicar, sino que además lo ha hecho con una frecuencia y una enjundia extraordinaria, puede que incluso apabullante en el mejor sentido del término. Tal es así que su producción literaria posterior a esa supuesta o no defenestración editorial no solamente no ha mermado su calidad, sino que incluso ha ido a más, quién sabe si gracias a la también hipotética independencia que ofrece saberse ya fuera del foco mediático al uso. De ese modo, MSO ha seguido escribiendo, tanto una de las colecciones de diarios, dietarios y libros de viajes más sobresalientes y originales de nuestra época, como novelas de la talla de Cornejas de Bucarest, 2010, Zarabanda, 2011, Perorata del Insensato, 2013 o Diablada boliviana, 2017. Tampoco puedo dejar de mencionar la repercusión obtenida por el ensayo o crónica de la represión franquista en la retaguardia navarra, El Escarmiento, 2013, y El Botín, 2015, a mi juicio uno de los trabajos sobre el tema de la memoria histórica más minuciosos y emotivos que se ha escrito nunca, probablemente porque tiene más de acercamiento a unos hechos tan luctuosos por parte de un escritor, el cual ante todo es un testigo a toro pasado de lo que ocurrió entonces y como tal lo relata sin ahorrarnos sus impresiones y sentimientos, que de mera, por muy rigurosa que pueda ser, labor de campo en manos de un historiador para el que la exposición pormenorizada de unos hechos históricos siempre debe ser lo más objetiva y hasta fría posible. Por si fuera poco, y como ejemplo de lo anteriormente dicho acerca de la fecundidad literaria de MSO, en este año de pandemia, 2021, ya tiene tres novedades en el mercado: una reedición debidamente corregida y ampliada de Pío Baroja a escena, reeditada por Renacimiento, una recopilación de artículos barojianos, Otoñal y barojiana con Chamán Ediciones, con la que se despide de Baroja para siempre, y un “artefacto literario”, o como se le quiera llamar a este delicioso libro donde la ficción y la realidad se mezclan a modo, publicado por Pamiela y llamado Moriremos nosotros también. Es de este último libro del que hablaremos a continuación.

Tengo para mí -he aquí un guiño explícito para iniciados en MSO- que Moriremos nosotros también, la última obra estrictamente literaria de MSO publicado en 2020, es el culmen de una escritura que, en 1992 con la publicación de la ya mentada Las Pirañas, tomó un giro radical desde unos postulados, digamos que “modianescos”, los cuales parecían caracterizar sus primeros libros, y puede que dicho de un modo muy temerario por mi parte, que supuso una verdadera ruptura con el estilo directo por no decir simplón, melancólico por no decir lánguido, obsesivo por no decir reiterativo, de Patrick Mondiano. A decir verdad, con Las Pirañas parecía que MSO se había quitado de encima ese corsé del preciosismo literario gabacho tan en boga por aquella época, como si hubiera frecuentado las malas compañías de un Joyce o un Celine, y estos le hubieran convencido de que la cosa va de que fluya sobre el papel el demonio que todo escritor que se precie lleva dentro. Eso y escribir con toda la libertad del mundo, según le lleve a uno el pulso de su pluma, o ya más bien el de las yemas de los dedos sobre el teclado del ordenador. De ese modo, si Las Pirañas son un largo monólogo torrencial donde la sombra del Ulysses de Joyce parece estar presente la mayor parte del tiempo, una narración donde MSO demostró un manejo extraordinario del castellano que sorprendía por la riqueza de su léxico culto y coloquial, incluso local o dialectal, un manejo del ritmo capaz de convencer a cualquier lector para que se echara encima, y casi de tirón, más de cuatrocientas páginas en permanente estado de tensión, también tengo la impresión de que, aun habiéndonos regalado magníficas novelas como Un infierno en el Jardín (1995), No existe tal lugar (1997), El corazón de la niebla (2001), Cornejas de Bucarest (2010), una selección de completamente aleatoria entre más de veinte títulos, el autor ha tenido que esperar, consciente o no, quién sabe, hasta sus más recientes novelas, o como él quiera llamar a lo que a veces tilda de artefacto literario, esperpento o simple desbarre, para volver a disfrutar de esa sensación de escribir solo al dictado de su ingenio literario, y no tanto de lo que intuye que puede gustar a nuevos lectores de acuerdo con las modas del momento o cualquier otra consideración extraliteraria porque, para qué engañarnos, esa parece ser la obligación de todo escritor que aspira a seguir siéndolo: tener contento a su editor. Así pues, y tal como ya ha declarado en más de una entrevista el propio autor de alguna u otra manera, llega un momento en el que se hace cuesta arriba empeñarse en que sigan subiéndose al barco pasajeros que ya no están por la labor, da igual la razón, si porque no se llega a ellos con los escasos medios de la pequeña o mediana editorial incapaz de competir con las grandes y su ubicuidad mediática, o porque los gustos literarios han cambiado tanto, y por supuesto que para peor, que todo lo que no sean frases cortas, vocabulario mínimo como para peatones y la santa triada de planteamiento, nudo y desenlace, espanta a unas generaciones que cada vez leen menos y yo diría que hasta mal, mucha trilogía de éxito y así, y en el caso de que todavía alguno frecuente de verdad la literatura, pues eso, lo que mande Anagrama; Busquets, Seix Barral y compañía. De ese modo, mejor seguir remando con los pasajeros que ya están abordo, y si hay suerte de que todavía quiera subirse alguno, porque nunca hay que descartar que, siquiera por influencia de los que ya están o acaso por líneas como estas, pues mucho mejor para él o ella.

De ese modo llegamos, por fin, a Moriremos nosotros también, libro que el autor califica de desbarre y fuga, lo cual ya nos refiere a La Fuga/Saga de J.B de Gonzalo Torrente Ballester como posible fuente de inspiración para estas páginas donde parece que se habla sin ton ni son de todo, aunque de lo que se habla es en realidad de todo lo que nos rodea, lo que nos ha pasado y está pasando, lo que puede que no quiera hablar nadie porque es demasiado pronto para que deje de ser tan doloroso y por eso es mejor echarle literatura, mucha, disfrazarlo pero no tanto, en realidad nada. De ese modo, la ciudad de todos los demonios que aparece en el libro, Torresmotzas de Baruglio, es un homenaje explícito al Castroforte del Baralla de Torrente Ballester. Y del mismo modo también aparecen personajes como Matías, Lambroa, Paquito Arizcun, Gezurtegi, Basurde, Potzolo y muchos más a los que parecería que solo se les ha cambiado el acento y la época, el paisaje y el paisanaje, porque no son muy distintos de esos otros que aparecen en la obra más rompedora y personal del escritor gallego. Personajes que frecuentan una maravillosa taberna llamada La Huerta de Larequi donde corre el vino con ganas y las conversaciones entre sus parroquianos constituyen las voces vinosas que pueblan el libro, conversaciones que nos remiten a otro gallego, Valle-Inclán, por el tono esperpéntico que adquieren muchas de ellas a tenor, no tanto del vino trasegado, como del recuento de lo vivido y lo que todavía se está viviendo en esta época que nos ocupa. Así pues, los guiñoles borrachos de la Huerta de Larequi nos ofrecen un disparatado ejercicio de memoria bajo un título Moriremos nosotros también tomado del último verso, apócrifo, de la adaptación del Oriamendi compuesta por Ignacio Baleztena, el himno carlista por excelencia, que la costumbre popular sustituye por el Lucharemos nosotros también. Un título que de ese modo nos remite en lo geográfico e ideológico a una gente cuyos padres y ellos mismos acostumbraban a cantarlo en todo tipo de saraos, farras más bien, donde el entusiasmo beodo acostumbraba a desembocar en exaltaciones de fratria rojigualda con aguilucho y sobre todo boina roja, personajes que pueblan también las páginas de los libros que el autor dedicó en su momento a la memoria histórica de su tierra, El Escarmiento y El Botín, dado que son los verdugos y sus descendientes, más o menos camuflados, con los que nos volvemos a encontrar, claro que tratados ahora desde el prisma de las voces deslenguadas de unos personajes literarios. Por eso mismo, más que una fratría, hermandad o partido, se diría que estamos hablando de toda una clase social, la de los vencedores de la Guerra Civil con sus hijos y nietos, los cuales mangonearon y mangonean a su gusto, no solo en esa Torresmotzas del Baruglio que nadie se le escapa que es un trasunto de Pamplona, otra más de las ciudades imaginadas que pueblan el territorio mítico del escritor como aquella de Umbría o el valle de Humberri, sino en toda España, y ya muy en especial en esa Villa y Corte donde los Cayetanos solo son la versión más patética, ridícula y odiosa de la clase en cuestión. Una caterva de personajes repulsivos y fascistoides -perdón aquí por la tautología- a los que se les unen esos otros que en su momento militaron en todos los ismos de la izquierda revolucionaria o el abertzalismo más furioso de la época para, con el paso del tiempo y sobre todo como consecuencia de sus empeños en labrarse un futuro a favor de dónde mejor soplara el viento, acabar engrosando las filas de la reacción más pura y dura que, de alguna u otra manera, también podría entonar, sin que se les caiga la cara de vergüenza porque su trayectoria acredita que no la tienen, el Moriremos nosotros también.

“Lanbroa.- Pero me alegro de que me haga esa pregunta, caballera. Ninguna. No más que mi vecino, no más que el que tiene el poder de mano y pontifica como le viene en gana sobre buenos y malos, no más que el que larga o revienta. Solo soy un memorioso que quiere poner las cosas en claro y soltar lastre, sin más, y dar todo lo vivido por bueno, incluso lo que fue torcido. No acuso recuerdo y, como mucho, me defiendo de todo aquello que considero dañino, sabiendo que es en balde y que estas palabras es más posible que no vayan a ningún lado y sigo con el recuerdo de aquellos felices ochenta…”

En cualquier caso, todos irán a parar a la picota imaginaria que brota del repaso tan implacable como divertido que hacen las voces de los parroquianos de La Huerta de Larequi. No obstante, y como no resulta elegante poner en dicha picota a otros sin hacer otro tanto con uno mismo, el autor también se subirá a ella en lo que es el ejercicio de memoria más emotivo de todo el libro, una autocrítica inusual en estos lances y probablemente también las líneas más crudas de todo el libro, vitriólicas, que es adjetivo que me gusta meter por cojones en las reseñas de MSO.

Todo era ETA y yo no lo sabía, yo a lo mío, a tocarle los cojones a la banda de Oteiza, la del arrebuche de su herencia maliciosa, a la de la mofeta de Estella y su tropa de granujas, a los tribunales madrileños, a los autóctonos, a los rastacueros con mando en plaza, a los chaqueteros y a los ladrones… Bah, unos años después, humo. Imagino que cuando vieran el extracto mensual de su banco se partirían el culo de la risa. Tiempo perdido. Eso es pasado y el presente parece irremediable. Debería haberme alistado en algún banderín de enganche. Bueno, en el único que había auténtico, y a batir palmas y hasta las orejas con todo lo que dijeran Savater y sus cuadrilleros, pero no, hay gente a la que no le darías la mano jamás, porque no podrías, y además tú no aguantarías un minuto en esa tripulación.

De modo que he aquí la última entrega de un escritor harto singular y, sobre todo, extraordinariamente dotado para el oficio por su erudición y su manejo del vocabulario de todo tipo, dueño de lo que debería ser conditio sine qua no para ser tildado de escritor con todas las letras y no un simple pergeñador de libros de mayor o menor éxito para consumo de lectores poco o nada exigentes, siquiera esporádicos como ya parecen ser casi todos. Me refiero, claro a está, a un estilo único y perfectamente reconocible, intransferible que se dice, la razón última para seguir escribiendo, para que merezca la pena hacerlo. Una escritura que, como él mismo reconoce, no está hecha para agradar a todos, pero sí a muchos que se quieran acercar a ella sin prejuicios y puede que también con algo de complicidad. En cualquier caso, un escritor de raza que afortunadamente no ha tirado la toalla a pesar de tenerlo todo en contra, como que es más probable que todos los demás nos muramos antes, también, que él deje de escribir.