viernes, 14 de mayo de 2021

AZKEN EGUNOTAKOA



Zer darabilkidan gogoan galdetzen didazu zuk FB maite-gorrotogarriak. Begira ba, Palestinakoak izugarri atsekabetzen nauela, sekula ez bezala gainera, batez ere gure garaiotako paradigma gisara, Palestinakoa gero eta garbiago dudalako nahita usteldutako gatazka bat dela boteretsuen laguna edo morroia den borreroaren interesen alde. Esan nahi dut, ez dagoela konponbiderik inork benetan konpondu nahi ez duelako konponbidea oso agerikoa izanda ere. Denok dakigu ondo baino hobeto zein den biktima, Palestina, eta zein borreroa, Israel, denok dakigu zein den gatazkaren funtsa, eta, etsiak etsi, denok dakigu ere ez dagoela inoren aldetik inolako egiazko asmorik gatazka eragindako bidegabekeriari errotik aurre egiteko. Are okerrago, gero eta nabarmenagoa da gure hedabideek biktima egiazko borreroa dela sinestarazi nahi digutela bidegabekeriaren gainean eraikitako bake faltsua nolabait kolokan jartzeagatik, borreoaren estatus quoaren alde egiten dutela argi eta garbi gero eta atzerakoiagoa, norberekoiagoa eta batik bat insolidarioagoa den gizarte baten laguntzaz: la cañita...
Egungoak bai direla garai likidoak, eta betiere egiazko borreroen alde, Palestinan zein Mendebaldeko Saharan, edonon.


- Bidalidazu berriz lantxo hori lehenbailehen; bost minutu barru eskura, prest, izan behat dugu eta.
-Lasai, oraintxe bertan ordenagailua hartu eta lantxoa zuzen-zuzen bidaliko dizut .
Orduan, ordenagailua zabaldu eta pantaila piztu orduko mezu bat agertzen da ezustean; "Sistema gaurkotzen ari gara; itxoin 20 minutu, mesedez: barka itzazu erazgopenak".
Ba hori, sarri askotan susmoa izaten dut dena nire inguruan gaurkotzen ari dela nire bizitza izan ezik...


- Ondo ba. Nik Urkulluren neurriak bertan behera utziko nituzke zu Bilbotik Castroko etxera joan ahal izan zaitezen aspaldiko partez. Baina, zuk ere mesedetxo bat egin behar zenidake.
- Zein ba?
- Ximó Puigenak, aldiz, ontzat emango zenituzke Torreviejan bizi den nire amaginarreba gurera etorri ahal izan ez dadin.
- Ados!


- Orduan, datorren hilean bai, ezta? Datorren hilabetean beste eskualde batean bizi diren gure senitarteko zein adiskideak ikustera joan ahal izango gara?
- Ez dakit ba. Noiz jarri zuten hesia inor eskualde batetik bestera alda ez zedin?
- Nik uste "estado de alarma" delakoa kendu zutenean.
- Egia da, bai, pandemia bukatzekotan zegoela aldarrikatu zutenean.
- Udaroa bukatu baino lehen denok txertatuta egongo ginela agindu zigutenean.
- Bai, baina noizko uda izan zen hori?
- Auskalo! Ni haur-eskolan nengoen!
- Zuk uste gure aitonamonak noizbaiten ikusiko ditugula?
- Beranduegi omen...



 
Noizbaiten zerbait esan, idatzi edo auskalo zelan adierazi nuelako utzi ninduten bazter.

Norbaitekin auskako zeren kontura errieta egin nuelako sailkatu ninduten betiko liskarzale.
Nolabait maite dudanaren alde gogotik borrokatu nahi izan dudalako hartzen naute ergel.
Norabait ekinaren ekinez, eta beti zintzo, heldu nahi dudalako begiratzen didate dohakabe.
Nonbait honaino ekarritako bide malkartsutik behingoz aldenduko naizelako ametsak ditut bidaide.

Galdetzen didatenean noiz hasi nintzen denboraren joanaz jabetzen, pelotariak ni baino gazteago ematen hasi zirenean erantzuten dut, txikitan, nerabetan ere bai, denak oso jende nagusia begitantzen zitzaizkidalako halabeharrez. Hala ere, pelotarien zuribeltzeko argazki zaharrak ikusten ditudanean duda-mudatan hasten naiz..

miércoles, 5 de mayo de 2021

SALÓN DE BELLEZA DE MARIO BELLATIN

 


Publicada en 1994, la novela “Salón de belleza”, del peruano-mexicano Mario Bellatin, deja la mayor parte de la historia a la imaginación del lector, como nos recuerda @TxemaArinas: https://letralia.com/lecturas/2021/05/05/salon-de-belleza-de-mario-bellatin/?fbclid=IwAR2d8mdqWdj1K2ZpyZRDK8ADvpu1kH73pLSLZFCxrLoJvEO7VBtYCIlNKhU

Mario Bellatin
Novela
Alfaguara
Madrid (España), 2016
(Primera edición: Jaime Campodónico Editor, Lima, 1994)
ISBN: 9788420431444
96 páginas


Algunas veces, muchachos jóvenes y vigorosos tocaron las puertas. Aseguraban que estaban enfermos, e incluso algunos llevaban consigo los resultados de los análisis que lo certificaban. Viéndoles en aquellas condiciones, era fácil imaginárselos realizando trabajos pesados. Nadie podría pensar que la muerte ya los había elegido. Pero aunque sus cuerpos parecían intactos, sus mentes daban la impresión de haber aceptado ya la pronta desaparición. Querían a toda costa ser huéspedes del Moridero. Se ofrecían, incluso, para ayudarme en la regencia. Yo tenía que sacar entonces la misma fuerza mostrada delante de las mujeres que pedían hospedaje y decirles que regresaran meses después. Que no volvieran a tocar puertas sino hasta cuando sus cuerpos fueran irreconocibles. Con los achaques y la enfermedad desarrollada.

Salón de belleza, de Mario Bellatin

Durante los primeros meses de la pandemia de Covid-19 a partir de marzo del año pasado, 2020, el que subscribe estas líneas emprendió la (re)lectura de los libros más representativos de lo que podíamos llamar literatura de pandemias o epidemias a secas. Se trataba de cuatro obras conspicuas de la literatura universal de muy diferente índole: La peste (1947), de Albert Camus; Ensayo sobre la ceguera (1988), de José Saramago; Diario del año de la peste (1722), de Daniel Dafoe, y Los novios (1827), de Alessandro Manzoni. Como acabo de decir, en el artículo trababa de cuatro libros muy diferentes entre sí y separados cronológicamente. De ese modo, el más antiguo de los cuatro, Diario del año de la peste, seguido de Los novios, escritas en el siglo XVIII y XIX, respectivamente, son antes que nada la crónica de los hechos presenciados, como es el caso de Dafoe con la peste que afectó al Londres de su época, o documentados, como es el libro de Manzoni que recrea la epidemia ocurrida en Milán en 1630, casi cien años antes de la redacción de su novela, lugares donde la peste arrasó con todo lo que pudo. Con todo, ambos autores no se limitan a trasladar los datos de la peste o a recoger los testimonios de testigos o protagonistas, sino que además aprovechan la ocasión para reflexionar acerca del comportamiento, e incluso la responsabilidad, de los seres humanos frente a la desgracia que los atenaza, si bien es cierto que más en el caso de Dafoe desde un punto de vista moralista cristiano que en el de Manzoni, el cual, además, sólo dedica al tema dos capítulos, XXXIII y XXXIV, de su libro. Sin embargo, por lo que respecta a los otros dos libros escritos a lo largo del pasado siglo XX, nos encontramos con dos obras de verdadera ficción, y ello a pesar de que Camus se inspirara para La peste en una epidemia real de cólera, puede que varias, que había sucedido muchos años antes del período en el que él sitúa la suya. En el caso de Ensayo para la ceguera, de Saramago, sin embargo, se trata de una entelequia de principio a fin en la que el autor imagina una epidemia que vuelve ciegas a las personas, esto es, primero físicamente y luego mentalmente, por lo que la carga alegórica es más que evidente desde el primer momento o, dicho de otra manera, sabemos que el autor nos va a meter con calzador sus lecciones ontológicas sobre el ser humano nos guste o no, pues no va de otra cosa, y así ha ido siempre la literatura del escritor portugués. En cualquier caso, del resultado de esas (re)lecturas, y en concreto de las tres primeras con el fin de sistematizar y no alargar demasiado el texto —la parte dedicada a los estragos de la peste en Milán de la obra de Manzoni es tan breve como intensa pero, al mismo tiempo, tan similar a la de Dafoe, tanto cronológica como estilísticamente, como para tener que decidir por una de las dos—, escribí “Literatura para una pandemia: Defoe, Camus y Saramago”, un artículo o breve ensayo en el que comparaba las tres obras desde la perspectiva de la pandemia de Covid-19 que padecíamos en aquel momento y seguimos padeciendo. Un largo artículo, en todo caso, que fue publicado en Papeles de la pandemia (2020), una recopilación de 78 textos de diferentes autores que la revista literaria Letralia publicó en su vigesimocuarto aniversario en un intento por hacer una fotografía escrita del momento histórico que estábamos viviendo. Se trata de un documento en forma de libro recopilatorio que está disponible para su lectura en la página de la revista.

La literatura tiene una dimensión intelectual que va más allá de la mera aportación de información o la simple constatación de la realidad que el autor tiene delante de sus ojos o aquella que se imagina.

Sea como fuere, la (re)lectura de aquellas cuatro grandes obras de la literatura universal, algunas leídas no una sino dos e incluso tres veces, como fue el caso de La peste, de Camus, fue tan esclarecedora de las diversas maneras a través de las cuales un autor se puede enfrentar al hecho epidémico, esto es, los diferentes enfoques no sólo literarios, sino también filosóficos que podemos encontrar en esos cuatro libros, como fatigosa, y a ratos hasta estremecedora, por lo que tenía de cotejar a diario lo que uno iba (re)descubriendo en aquellas líneas con la tragedia que ocurría en la vida real a poco que asomara la cabeza fuera, es decir, tanto a nuestro entorno más inmediato como a los medios que nos informaban de la calamidad que se ha llevado por delante miles de vidas humanas y destrozado la economía, y con ella el presente y futuro, de millones de personas en todo el mundo. De ese modo, decidí alejarme durante un tiempo de este tipo de literatura con el único fin de recuperar ese espacio íntimo e intelectual que acostumbro a dedicar a la lectura, siquiera ya sólo a la literatura como mera actividad placentera. Aunque, por supuesto, he seguido leyendo a diario todo lo referente a la pandemia de Covid-19 con el fin de mantenerme convenientemente informado, así como casi toda la historiografía a mi alcance relacionada con la pandemia de la gripe de principios del siglo XX con el único fin de seguir ahondando en los paralelismos o no entre ambas pandemias.

Sé que así escrito puede parecer una contradicción afirmar que uno intenta alejarse de la pandemia, siquiera durante el tiempo que dedica a la lectura, y sin embargo seguir leyendo la prensa a diario e incluso libros de historia sobre el tema; pero no, no la hay desde el momento en que considero esto último casi una obligación, ya sea para estar al tanto de lo que ocurre a mi alrededor como para intentar ampliar el campo de conocimiento sobre el tema con el único fin de obtener elementos comparativos. De lo que de verdad he procurado alejarme durante muchos meses ha sido de la literatura que me hablaba de lo mismo que me hablaban las cuatro grandes obras antes citadas, de los rigores de las epidemias de peste, cólera, viruela, de cualquier tipo y, sobre todo, no sólo de sus consecuencias directas, la muerte de miles de seres humanos con sus respectivos dramas en torno al vacío que dejaban, sino también de esas otras consecuencias que derivaban de las primeras, en concreto de cómo enfrentan los seres humanos este tipo de desgracias revelando tanto lo mejor como lo peor de sí mismos. Lo he hecho porque en literatura los fríos datos sobre contagios, muertes, vacunas e incluso protestas o motines como consecuencia de las restricciones tomadas por las autoridades para intentar atajar los estragos de la pandemia, son lo de menos. La literatura tiene una dimensión intelectual que va más allá de la mera aportación de información o la simple constatación de la realidad que el autor tiene delante de sus ojos o aquella que se imagina. La literatura es el terreno de todo lo posible y por lo tanto el terreno minado en el que el lector se enfrenta en toda su intensidad a las preguntas que el autor le plantea directa o indirectamente. La literatura es tramposa y por eso embauca al lector con la historia que tiene delante, obligándole a adentrarse en una realidad donde no hay lugar para la distancia que todavía se puede mantener con el periódico o en la no-ficción. La literatura son emociones, sentimientos, arrobamientos, enfados, perplejidades o, lo que es lo mismo, estados de ánimo provocados por la inmersión del lector en la historia que, a poco que sea hábil el libro que tiene entre manos, le obligaran a cuestionarse multitud de cosas que ocurren en esa historia de la que ya es parte lo quiera o no. Así pues, de la literatura, al menos de la de verdad, no de la que se vende como tal, aunque luego sea otra cosa, nunca se sale indemne.

Ese ha sido, por supuesto, el caso de los cuatro libros citados al comienzo. Empero, también lo ha sido del libro cuyo título encabeza este texto: Salón de belleza (1994), de Mario Bellatin. Un libro que llegó a mis manos un año después de la lectura de esos otros cuatro ya mencionados hasta la saciedad, digamos que siguiendo la estela literaria del escritor peruano-mexicano Mario Bellatin, autor de una extensa obra, más de cuarenta títulos, entre la que destacan tanto la novela que nos ocupa como Mujeres de sal (1986), Canon perpetuo (1993) Damas chinas (1995), Perros héroes (2003), Gallinas de madera (2013) o El palacio (2020). Con todo, Salón de belleza parece ser la novela más celebrada de su autor hasta la fecha según una selección de los cien mejores libros en lengua castellana publicados en los últimos veinticinco años que elaboró en 2007 un grupo selecto de ochenta y un escritores y críticos latinoamericanos y españoles, el cual la colocó en el puesto decimonoveno de dicha lista.

La novela, narrada en primera persona, nos cuenta la historia de cómo el salón de belleza del protagonista se convierte paulatinamente en un asilo para las víctimas de una ignota enfermedad. Así pues, el exitoso salón de belleza en el que el protagonista y sus dos empleados atienden de día a una selecta clientela femenina se convertirá a las noches en un verdadero moridero para los enfermos de la epidemia que asola la ciudad, pues sólo hospedará moribundos a los que no pueden curar, pero sí consolar hasta el desenlace fatal. Entretanto, nuestro protagonista y sus empleados acostumbran a vestirse de mujeres para salir a la búsqueda de hombres con los que mantener relaciones sexuales en las principales avenidas de la ciudad. Al mismo tiempo, el narrador nos contará su pasión por la crianza de peces de acuario: guppys reales, carpas doradas, monjitas, escalares, ajolotes y hasta pirañas amazónicas, los cuales, paradójica y sobre todo muy simbólicamente, gozan de los cuidados que los enfermos carecen más allá de la compañía de sus anfitriones. De ese modo, el autor establece un evidente paralelismo entre la afición por los peces del protagonista y la enfermedad de sus huéspedes, en el que es inevitable preguntarse por la intrascendencia consustancial de la belleza, la fugacidad inconsciente de la vida, la crueldad aleatoria de la enfermedad o la monstruosa y a la vez inevitable certeza de la muerte.

Todas, absolutamente todas las actitudes o situaciones de los personajes que aparecen a lo largo de las noventa y una páginas de Salón de belleza, de Mario Bellatin, resultan de una extraordinaria actualidad.

En Salón de belleza encontramos las dos características más notorias del muy peculiar estilo de Mario Bellatin. Por un lado, y acaso como resultado de su preparación como guionista de cine, su empeño en atrapar la realidad en un pequeño espacio de tiempo indeterminado. Por el otro, una escritura muy concisa, directa, desprovista de datos biográficos que considera innecesarios para que los protagonistas brillen por sí mismos, es decir, nada más que por sus actos y reflexiones. Una escritura compuesta en su gran mayoría por pequeños fragmentos que ofrece los datos imprescindibles para ubicar al lector en la historia, que deja todo lo demás a la imaginación de éste o, dicho de otra manera, que juega de continuo con la indefinición del espacio y el tiempo para que el lector se atenga en todo momento a lo que se narra entre líneas, evitando caer en la tentación innata del lector a encontrar una referencia geográfica o histórica. Se trata, pues, de un estilo en el que Bellatin mezcla todo el rato el realismo con el surrealismo, el drama insoportable de determinadas escenas con situaciones que rozan lo cómico, la belleza inopinada de ciertos momentos con lo sórdido de la calamidad que envuelve el conjunto de la historia.

Salón de belleza, de Mario Bellatin, es una pequeña joya con potencial de clásico de nuestras letras que sigue la estela de otras grandes obras de la literatura universal como La metamorfosis, de Franz Kafka. Sin embargo, recordemos que no la traigo a colación por sí misma, sino por lo que ha tenido de revelación para mí como lectura durante la pandemia. Un verdadero y fortuito descubrimiento que me remitía de continuo a la tragedia que estamos viviendo con el Covid-19. De hecho, y al contrario de La peste, de Camus, o Ensayo sobre la ceguera, de Saramago, novelas que se inspiran en epidemias reales o imaginarias como alegorías sobre la condición humana o la sociedad, la alegoría que Mario Bellatin construye en su Salón de belleza, siendo como parece ser una mera excusa para hablarnos de temas tan elevados como los más arriba citados, la belleza, la enfermedad, la vida, la muerte, parecía estar hablándome todo el rato de la pandemia del Covid-19. ¿Por qué? Pues, ni más ni menos que por el maravilloso poder evocador de la literatura, ese que hace que una pequeña novela de poco más de noventa páginas, escrita hace ya casi tres décadas, cuando nadie podía imaginarse lo que iba a pasar en 2020, al menos no tal y como se han desarrollado los acontecimientos por mucho que ahora surjan por doquier agoreros que aseguran muy ufanos que ya lo habían avisado, te esté, no sólo recordando en cada párrafo todo lo vivido y oído a causa de la maldita pandemia, sino también, y muy en especial, cuáles son las diferentes respuestas que la condición humana da a según qué situaciones extremas como consecuencia de una enfermedad que pone contra las cuerdas no sólo la vida de sus víctimas, sino también a las personas que las rodean e incluso las evitan. Todas, absolutamente todas las actitudes o situaciones de los personajes que aparecen a lo largo de las noventa y una páginas de Salón de belleza, de Mario Bellatin, resultan de una extraordinaria actualidad a la vista de lo que hemos vivido o estamos viviendo como consecuencia de la pandemia de marras. Tampoco podía ser de otra manera, claro está, pues, cuando despojas de todo lo accesorio, sobre todo temporal y local, a una historia en la que la enfermedad y la muerte son los dos ingredientes principales, todo lo demás adquiere una crudeza estremecedoramente universal.

No sé de dónde saqué fuerza para ir, hace poco, a la tienda de peces. Recordé con qué despreocupación solía perderme entre los acuarios, buscando los peces más coloridos, más vivaces, más majestuosos. Pero esta vez sentí remordimiento por encontrarme rodeado de una naturaleza tan llena de vida. Por eso me dirigí nuevamente hacia la pecera de las monjitas. Se trataba del único espacio carente de dolor en aquel lugar.

Salón de belleza, de Mario Bellatin



viernes, 30 de abril de 2021

LOS ÚLTIMOS ROMÁNTICOS DE TXANI RODRÍGUEZ Y LAS NUEVAS VOCES FEMENINAS - TXEMA ARINAS

 


Los últimos románticos, de Txani Rodríguez, y las nuevas voces femeninas - Txema Arinas: https://www.babab.com/2021/04/29/los-ultimos-romanticos-de-txani-rodriguez-y-las-nuevas-voces-femeninas/

“Cuando llegan a la altura del viaducto, se detienen, se apoyan en el quitamiedos, observan el tráfico, parecen medir la posibilidad del éxito del sabotaje. Uno de sus compañeros le echa el brazo por los hombros, para y gira la cabeza para decirle algo, y por primera vez en muchas semanas, de un modo absolutamente inesperado, veo a mi padre sonreír.”

Creo que es innegable que en estos últimos años la excelencia de la literatura española en castellano escrita por mujeres ha dado un paso, si no de gigante, sí al menos considerable, siquiera en comparación con lo que ha sido la tónica general en el pasado donde las autoras que copaban las listas de los mejores libros del año señalados por la crítica, y acaso también la de los más vendidos, solía ser poco más que anecdótica en mitad de la hegemonía masculina y sobre todo continuada en la República de las Letras, con nombres tan destacados como María Zambrano, Ana María Matute, Carmen Martín Gaite, Rosa Chacel, Laura Freixas, Carmen Laforet, Soledad Puertolas, Rosa Regás,Carmen Posadas, Almudena Grandes, Cristina Fernández Cubas, Elvira Lindo; Belén Gopegui y otras que probablemente me faltan por leer, y cuya obra, por lo general, no suele coincidir generacionalmente sino que casi vienen a representar las excepciones femeninas de su generación a lo largo de varias décadas. Así pues, solo tengo que hacer un repaso somero de los libros más significativos que he leído en estos dos o tres últimos años para evocar nombres de escritoras a las que les une tanto su juventud como la simple coincidencia cronológica de su obra: Clara Sánchez, Laura Gallego, Luisa Castro, Marta Sanz, Lolita Boch, Sara Mesa, Cristina Morales, Cristina Fallarás, Olga Merino, Laura Ferrero, por supuesto que la que nos ocupa en esta reseña, o lo tenga a bien ser esto que escribo, Txani Rodríguez, y otras muchas que, reconozco, me dejo en el tintero porque todavía no he tenido el placer de leerlas. Son escritoras cuyas novedades coinciden tanto en las mesas de las librerías como en las listas de los libros mejor considerados por la crítica. Y digo bien, por la crítica, porque la criba personal que he hecho de escritoras españolas de estas dos últimas décadas sigue un criterio exclusivamente literario, no de ventas o de presencia mediática, pues de hacerlo habría tenido que incluir muchos nombres de autoras cuya obra tiene más que ver con el género bestseller que con otra cosa, con géneros como la novela negra, la histórica o romántica, en los que la ambición literaria, por lo general, suele brillar por su ausencia.

Sin embargo, una vez destacada la existencia de este nutrido grupo de escritoras entre los autores de mayor prestigio literario de la escena literaria actual, escritoras que por lo general publican con las grandes y prestigiosas editoriales que consagran a los escritores de por vida, Alfaguara, Anagrama, Tusquets, Seix Barral, etc., toca preguntarse si se trata de un verdadero fenómeno que apunta a un salto cuantitativo de la presencia femenina en la literatura española, un fenómeno que responde a otro salto, esta vez cualitativo, como consecuencia del avance que la lucha femenina ha experimentado en menos de una década con fenómenos como el movimiento MeToo el éxito de convocatoria y concienciación del 8 de Marzo en respuesta a la urgencia de las reivindicaciones femenina. Empero, toca preguntarse si sería justo atribuir la existencia de esta joven generación de mujeres escritoras única y exclusivamente al éxito, puede que todavía relativo e incluso esencialmente mediático, de las reivindicaciones feministas y de ahí el interés de las grandes editoriales por aprovechar el tirón con fines exclusivamente pecuniarios, o más bien al resultado lógico después de varias décadas del paulatino y definitivo arribo de las féminas a la enseñanza superior, e incluso de la progresiva preeminencia femenina en según qué carreras universitarias, como paso previo a la incorporación natural de la mujer a casi todos los campos laborales de la sociedad. Yo, en un principio, tiendo a inclinarme por lo segundo; pero, claro, sé que hablo sobre todo desde la intuición. De modo que no queda otra que recurrir a las estadísticas con el fin de intentar aproximarse a la realidad. Y las estadísticas, por mucho que creamos que hemos avanzado en cuanto a paridad de género en la literatura, siquiera en comparación con los tiempos en los que María Zambrano, Carmen Martín Gaite o Carmen Laforet eran sin lugar a duda la excepción a la regla de la ya mentada hegemonía masculina en las letras españolas, nos demuestra que, por desgracia, este supuesto fenómeno del que hablo sigue confirmando la regla. Así pues, los datos que el ISBN hizo públicos por primera vez, gracias a la creación del Observatorio de Género del Ministerio de Cultura, indican que las editoriales publican el doble de obras de hombres que de mujeres. En 2018 hubo 34.183 títulos de ellos y 17.801 de ellas. En el desglose por sexo y materias, los números muestran cómo los hombres publicaron 9.370 obras de “creación literaria” (desde novela a poesía) y las mujeres 5.227. En “infantil y juvenil” las mujeres son más: 2.743 frente a 2.304. Pero la diferencia se dispara en el capítulo de “ciencias sociales y humanidades” (ensayo), con 5.652 títulos de ellas y 13.289 títulos de ellos. De hecho, en esto de los libros se da una curiosa paradoja, pues, según el último informe del Observatorio de la Lectura del Ministerio de Cultura, sigue habiendo más lectoras que lectores: la tasa anual de lectura en mujeres alcanza un 66,5%, mientras que en hombres se sitúa en los 57,6%. Es decir, que entre ambos sexos se constata una diferencia cercana a los 9 puntos. Otrosí, existen dos datos que nos demuestran que todavía falta mucho para una verdadera paridad en un sector al que se le debería presuponer una mayor sensibilidad hacia el tema que nos ocupa. Por un lado, en el sector editorial, bastante feminizado, el 80%, de los puestos de dirección siguen copados por hombres, porcentaje que se invierte en los puestos de menor responsabilidad. Por otro lado, un estudio elaborado periódicamente por PlosOne demuestra que el precio de los libros escritos por mujeres es un 45% menor que el de sus compañeros. Pero todavía podemos ponerle la guinda al pastel si consignamos que las mujeres solo ganan el 20% de los premios literarios en España tal y como nos lo demuestran los datos del ObservatoriCulural de Génere catalán del 2018.

Así pues, y a pesar de que el instinto me inclinase a pensar lo contrario en un primer momento, es evidente que ese aparente aumento de la presencia femenina en la literatura actual parece corresponder a la incorporación progresiva pero todavía incompleta de la mujer a casi todos los sectores laborales, sociales, culturales o de cualquier otro tipo de la sociedad española en respuesta a la lógica de los tiempos y poco más. La realidad que exponen los datos antes expuestos me hace sospechar que, en efecto, puede que haya algo de querer aprovechar ciertos fenómenos mediáticos alrededor de la vigencia o impulso de la actual lucha femenina por la igualdad, lo cual tampoco es óbice para que no sea un dato a tener en cuenta el hecho de que los lectores, siquiera los que no reparamos en el género del autor de una obra a la hora de buscar la excelencia literaria, cada vez leemos a más mujeres y con mayor frecuencia en comparación con lo que solía ser lo habitual hasta no hace mucho, sobre todo cuando éramos estudiantes y, tanto los manuales de literatura como la lista de libros de lectura obligatoria estaban copados en su práctica totalidad por autores masculinos.

A decir verdad, estoy convencido de que la excelencia de la mayoría de las escritoras antes citadas como representantes de las nuevas hornadas de jóvenes escritores de la literatura española de nuestros días, es tal que han venido para quedarse, y, sobre todo, para destacar como nunca lo habían hecho con su propia voz, una voz femenina que ya no es una gota en medio del mar sino una referencia imprescindible; los lectores ya no observamos el mundo a través de voces masculinas en exclusiva, ahora nuestra mirada ha cambiado, se ha feminizado en buena parte y eso es maravilloso porque, por fin, nos ayuda a romper muchos esquemas que llevábamos dentro por pura inercia heredada de nuestros mayores.

Ahora bien, ¿existe un verdadero denominador común entre escritoras como Clara Sánchez, Laura Gallego, Luisa Castro, Marta Sanz, Lolita Boch, Sara Mesa, Cristina Morales, Cristina Fallarás, Olga Merino, Laura Ferrero y Txani Rodríguez, algo que nos ayude a justificar el apelativo de generación tal o cual para referirnos a ellas como un conjunto? Pues bien, partiendo, tanto de la innata frivolidad que existe en el intento de sistematizar un grupo humano tan diverso en cuanto a estilo, temática e inquietudes con el único fin de darle sentido al concepto de generación literaria por una mera cuestión de género, así como el hecho de que presienta que todo lo que vaya a decir al respecto rozará indefectiblemente el Perogrullo, sí creo que se pueden apuntar varios denominadores comunes, o cuanto menos uno por encima del resto. El primero de ellos, acaso el más destacado y ya señalado en parte -y esto dejando a un lado esos otros puramente circunstanciales que se refieren a la edad media de la mayoría de la escritoras o a su condición de mujeres de nuestra época en toda su diversidad de origen geográfico y social, estudios y todo lo que sea posible, y no de esa otra de nuestras madres y abuelas en la que sus libertades estaban limitadas ya no solo por la vigencia de la mentalidad heteropatriarcal en todos los aspectos de la vida, sino incluso también por el Código Civil-, es que esa voz femenina, la cual, por supuesto,también existía en mayor o menor medida en todas las escritoras anteriores, siquiera ya solo por defecto -el caso de Nada de C. Laforet es para mí el más paradigmático de una obra feminista en una época en la que ni siquiera se mencionaba el término- unas con más conciencia que otras de la reivindicación que había implícita en su propia voz, ahora ya no se oculta o disimula, ahora no solo es consciente sino también militante, de hecho, más militante que nunca. El modo o el estilo con los que cada autora deja constancia en su obra de esa conciencia feminista a la hora de contarnos una historia difiere mucho de una a otra, esto es, desde el tono decidida y puede que gratuitamente provocador y hasta panfletario de Cristina Morales en su Lectura Fácil (2018) a ese otro muchísimo más sutil, amable y no por ello menos contundente o eficaz a la hora de presentarnos una realidad concreta desde una mirada tan femenina como feminista que encontramos en Los últimos románticos (2020) de Txani Rodríguez.

A decir verdad, en Los últimos románticos de Txani Rodríguez (Llodio – Álava, 1977), Lo que será de nosotros (2012), Agosto (2013), Si quieres, puedes quedarte aquí (2016) demuestra a la perfección que la literatura actual española escrita por mujeres está completa y definitivamente homologada a esa otra que puedan hacer sus contemporáneos varones, esto es, que no hay necesidad de distingos por motivos de género, y ello sin que se tenga que renunciar a una mirada que ya no solo es exclusivamente femenina sino también inherentemente feminista desde el momento que expone una realidad en las que las mujeres todavía tienen mucho camino que recorrer para poder alcanzar una igualdad real más allá de la exclusivamente formal. La literatura de Txani Rodríguez, por decirlo de algún modo, está hecha desde una periferia que no es solo geográfica sino sobre todo social, porque nos presenta personajes corrientes, paisanos de a pie, fácilmente reconocibles por la mayoría de todos nosotros porque forman parte de nuestro paisaje a poco que nuestro entorno no sea el de una urbanización de lujo desconectada de cualquier otra realidad al otro lado de los muros que la encierran. Son personajes, ya no solo de carne y hueso, sino sobre todo poseedores de una luz interna, yo diría que hasta de linterna, esto es, que no solo iluminan lo que hay a su alrededor, sino que también nos guían a través de un mundo tan cercano como desconocido, por lo general por pura pereza a la hora mirar con detenimiento alrededor de lo que nos rodea a diario, siquiera por un desdén instintivo hacia lo inmediato en beneficio de realidades geográfica, temporal y sobre todo socialmente en principio más atractivas, exóticas, es decir más allá de nuestra amodorrada cotidianidad. De hecho, Los últimos románticos no remite a un entorno de pueblo industrial y fábrica con conflicto laboral del que los literatos parecían haber huido como de la peste una vez pasados los tiempos convulsos de la literatura comprometida o ya solo realista. La literatura de Txani Rodríguez es, por lo tanto, testimonio de nuestra época como lo ha sido siempre la gran literatura contemporánea española -y aquí circunscribo geográficamente la historia de la literatura con el fin de no abrir en exceso el abanico y que se me haga inabarcable- desde que Benito Pérez Galdós o Emilia Pardo Bazán inventariaban las miserias de España, o ya solo las de su entorno más inmediato, hasta llegar a Rafael Chirbes o Marta Sanz como los exponentes más destacados o verdaderos herederos de esa tradición de escritores que prefieren hablar de lo que tienen delante de las narices antes que de realidades paralelas a esas en las que ellos viven.

Con todo, considero que la historia de Los últimos románticos de Txani Rodríguez tiene, en especial, la virtud de lo bien contado y además siempre en su justa medida, esto es, sin excesos narrativos a los que son tan dados los del oficio a poco que se caiga en el vicio de la digresión más o menos pedantesca o panfletaria. Dos virtudes que, sin embargo, para qué engañarnos, no siempre coinciden en la mayoría de los autores con el resultado de que en muchos casos se acaba ahuyentando al lector por puro aburrimiento y puede que hasta por provocar cierta vergüenza ajena. Por el contrario, la historia de Los últimos románticos está trazada con una exquisitez, con la luminosidad que se destaca en la contraportada del libro, en la que enseguida se aprecia una mirada esencial y hasta sorprendentemente tierna para lo que suele ser lo habitual en la narrativa española a poco que le dé por escarbar en la realidad de su época, esto es, siempre más dada al tremendismo, al cuchillo contra todo, a recurrir a una crudeza presente desde el tremendismo de Cela hasta la picaresca de Quevedo, Mateo Alemán y compañía, pasando por Baroja, Valle Inclán y tantos y tantos otros.

En cualquier caso, yo diría que la escritura de Txani Rodríguez posee ante todo una mirada sosegada sobre el presente que pone en escena y que llama mucho la atención por el modo como compagina la ternura de la relación de la protagonista con su vecina y compañeros de trabajo, en contraste con la crudeza de las situaciones que rodean a estos, ya sea la del conflicto en la fábrica o la que se intuye al otro lado de las paredes de su casa. Así pues, siquiera ya solo para intentar transmitir lo mucho que he disfrutado con esta novela, bastaría con decir que se trata de uno de esos textos que te empujan a leer un capítulo tras a otro incluso en contra de tu voluntad -ahí el acierto de la cortedad de estos es palmario-, y no precisamente ansiando la resolución de intriga alguna como suele ser el caso de la novela de género, sino más bien por el inevitable hechizo que provoca el estilo pausado, tierno, y con los suficientes ribetes románticos o no eso ya a gusto de cada cual, y no por ello menos incisivo al que me refiero. Algo así como comer a cachos espaciados el helado que más te gusta procurando alargar el placer que te proporciona en el mayor tiempo posible. En resumidas cuentas, un texto también plagado de referencias, al mundo del papel, al viaje como huida, a la soledad, al amor incondicional pese a lo que pueda pesar, la fábrica como escenario, insisto, tan poco frecuentado ya en literatura, la enfermedad, la asfixia existencial que resulta de una realidad en principio tan poco estimulante. Una relato que demuestra con creces que las nuevas voces femeninas como la de Txani han venido a renovar la narrativa española por derecho propio y, sobre todo, sin ningún tipo de complejos.

Los últimos románticos de Txani Rodríguez


Texto © Txema Arinas
Fotografía © Planeta de libros



HERRIAK EZ DU BARKATUKO - IRATI GOIKOETXEA

 


Irati Goikoetxearen HERRIAK EZ DU BARKATUKO nobelari buruzkoa: http://www.uberan.eus/?komunitatea/Txema/item/herriak-ez-du-barkatuko-irati-goikoetxea


  Minari erreparatuz

   erreparatzen da mina
 
                                                                     
  Ta elkarbizitza zer den
                                                                         
 izan dezagun gogoan

elkarrekin bizitzea
                                                                          
ta ez elkarren ondoan
 
   Ekaitz Goikoetxea

 

 

 Ondorengo lerro hauetan Irati Goikoetxeak, idatzitako ETAk, hemeretzi urte zituela, aita hil zion Oihanaren minari buruzko nobela hizpidera dakart. Mirari buruz, bai, nobela hau, ezer baino lehen, hau da, ETAren edo beste edonoren biktimei buruzko nobela bainoago, ETAk eragindako minaren inguruko gogoeta luze eta eder bat baita. Bai, Oihana minduta dago aita hil ziotenetik. Oihanak mina du zama geroztik, edonora daroana biktima gehienen antzera, edozein dela kausa bat-batean oldartzen zaiona, edonorekin dagoela gehienetan nola edo hala zuritu edo mozorrotu behar duena ondotxo baitaki bere mina hain pertsonala izanda aurrekoari aspergarri, adigaitz, epel edo astun suerta dakiokeela, edonoiz ustekabean edo gainezka egin diezaiokeena. Oihanaren mina bada, beraz, animaren minbizia, berarekin bizi beharrean dago eguneroko bizitza ez zapuzteko ahaleginetan, ekinaren ekinez moteldu beharreko mina. Oihanaren istorioa bere minaren kudeaketan datza, batik bat nolatan aurre egiten dion bere ingurukoekin lasai, hau da, minak eragiten dion gorrototik ihesi bizi ahal izateko, dela Euskal Herritik at, bere tragediako paisaiatik urrun eta ezagutuko dituen lagun berrien aurrean, bere seme Lukasen aita kasuko, dela Euskal Herrira bueltan, hau da, nobelako Carmenek dioen bezala: “otsoaren ahora”.

“     -Polita izan da saltsa. Batez ere Lukasengatik.

-          Baina hogeita hamar urte dituzu, hiru urteko semea eta bueltan zoaz otsoaren ahora.

-          Ez dakizu zein ederra den Euskal Herria.

-          Oihana, aita hil dizu Euskal Herriak.

-          ETAk hil dit aita, Carmen. Ni ere banaiz Euskal Herria.”

Euskal Herrira bueltan, noski, berriro aurre egin behar izango dio bertan utzi zien giro ustelari; baina, beharbada ez hainbeste, gauzak ezari-ezarian aldatzen ari baitira, ETAk bortizkeria bertan behera utzitakoan, behin-behineko edo behin betiko bake garaia hasi baita eta honekin batera euskal gaztakaren ajeei zinez aurre egiteko abagunea, hots, biktima guztien mina aitortzekoa. Oihanak lan egingo du elkarbizitzaren alde bere neurri apalean, irakasle bezala zein GALen moduko beste hitzaileek ere eragindako biktimeengana ondoratuz. Kostatuko zaio, jakina, askotxo irauliko baitzaio barrenean, beharko; baina, hala eta guztiz ere, lortuko du, hein handi batean beste aldeko batek egindako keinu edo aurrerapausoei esker, hau da, elkarren mina aitortzeko egindako esfortzuari esker.

 

“-Zerbaitek esan zida: Joan! Eta joan egin nintzen. Kontuak zer diren. Uste dut negar egiten ikasteko beharra dudalako joan nintzela. Ez nengoen gonbidatuta, badakit. Hitzordua lapurtu nizun, badakit. Errespetu falta ere izan zen, badakit, hain zegoen hitzordua landua eta zaindua. Ez zegoen niretzat tokirik. Eta, hala ere, joan egin nintzen. Biktimak elkartzeko espazioa zen hura, badakit. Baina zer naiz ni, Oihana? Ze kaka gara hiltzaileen seme-alabok? Portatu zen Santi. Aulki huts bat zegoen. Zurea. Han ez esertzeko esan zidan. Aulki bat gehitu zion zirkuluari. “Hutsuneak ez ditugu estali behar” esan zuen, “hutsuneak aztertu egin behar dira”. Portatu zen Santi. “Oihana ere hemen dago” esan zuen.

 Segundo bat, bi, hiru.

-Baina ni etxean geratu nintzen.

 

Gauzak horrela, nabarmen da, oso begi bistan egia esanda, liburuan mezu oso argi eta sendo bat dagoela; elkarbizitza posible zein ezinbestekoa dela, asko kostata ere, baina egiatan astiro-astiro, ezari-ezarian, batez ere benetan zintzoa eta behar bezala errotua izan dadin egin-eginean. Alde horretatik, ez dago dudarik mezua guztiz positiboa, aurreragarria, itxaropentsua denik, fede oneko euskal herritar gehienok nola edo hala aditu eta sinetsi nahi duguna ezinbestean, nik inork baino lehen, alegia. Horrenbestez, ez dut duda apurrik ere Herriak ez du barkatuko nobelak oso dokumentu egokia izango dela ETAren osteko elkarbizitza lantzeko asmoz, ikastetxeetan, irakurketa klubetan edo auskalo non, hau da, nobelako Oihana bere arte eskoletan ikasleekin egiten saiatzen den bezala, testuan hamaika gauza benetan interesgarri, mamitsu, baitaude biktimekikoaren kontura gogoeta egiteko. Besteak beste, eta nere ustez aipagarriena ere bai, Oihana Euskal Herrian dagoela, bera eta bere anaia bezalako biktimek euren iritziak edo sentimenduak jendartean, plazan, disimulatzeko edo gutxienez ezkutatzeko duten/zuten jokabidea, gainerakoen iritzien beldur bizi balira bezala etengabean.

“Ez, ez zinen egon. Baina ez nintzen zutaz ari. Lagunak, bizilagunak, irakasleak… Joder, Rubenek ere bizkarra eman zidan, Rubenek, Martin, Rubenek. Gitarra klaseetara gehiago ez joateko esan zida. Mesedez eta eskerrik asko. Eta ni ez nintzen itzuli.

-Zerria! -ukabilak mahaia astindu eta, piririka, ia lurrera erori da garagardo botila dagoeneko hustua. Bestea eskuan du Martinek. Oihanarena-. Zerria! -errepikatu du Martinek, baxuago, gelduago, itsusiago. Etsipen arriskutsua nabari dio Oihanak.

-Martin…. Mesedez -Miguel begira dagoela ohardu da Oiahana. Ez zaio anaiaren erreakzioa gustatu. Zer egin jakin ez eta ordulariari begiratu dio. Eskua jarri dio gero Martini bizkar gainean. Besarkada erdi bat-. Banoa. Kattiren bilda joan behar dut. Etorri etxera nahi duzunean. Esan Soniari.

-Ez haserretu, Oihana.

-Lasai.”

 

Ezta, noski, biktimen jokaera bakarra, euskal gizarterik gehienarena baizik hainbat eta hainbat hamarkadetan zehar, gehienek nola edo hala, beldurrez zein inertziaz, barneratutakoa, badaezpada, zer gerta ere; baina, aldi berean ere gizarte bezala ezin hobeto definitzen gintuena garai haietan; ez ginen libre, ez; gutxi batzuek libertate falta hori pairatzen zuten, gehienok ordea sumatzen genuen; gauza bat esan ohi genuen jendartean, eta beste bat, oso bestelakoa, izaten zen gogoan genuena, hau da, gure buruari zein gure oso hurkoei esan ohi geniena, benetan esatekotan, noski.

Izan ere, liburuaren aurreneko zatia dut azpimarragarriena, benetan bihoztuna, bipila,  nolabait ere Oihanaren aitaren hilketaren inguruko gogoeta benetan zintzo eta osagarri bat agintzen diguna, hau da, betiere Oihanaren minaren inguruko giroa edo zioak hobeto ulertzeko behar adina argibide emango digulakoan. Alabaina, eta orrialdeak aurrera joan ahala, beldur naiz gogoko bezain ezinbesteko genukeen argibidea gero eta murritzagoa den. Esaterako, ez dakigu ezer Oihanaren aitaren ideologiari buruz edo, gutxienez, zein izan zen ETAren aitzakia bera garbitzeko eta are gutxiago hilketaren aurreko zein osteko inguru-mingurukoei buruz. Beste hainbeste Oihanaren herriko zein garaiko Euskal Herriko giro politikoaren nondik norakoez. Bestela edanda, orrialdeak pasa ahala, Oihanaren aitaren hilketaren inguruko dena oharkabean ostentzen da istorioaren muina Oihanaren mina baita, erabat. Hartara, eta gorago esan bezala, liburuaren orrialde gehienak Oihanak bere minaren kodeaketaren inguruan ardazten dira, maiz oso metafora ederretan, bere ingurukoekiko elkarrizketa benetan mamitsuez jasandako tragediaren kontura. Hau guztiau, gainera, oso euskera ederrean idatzita, irakurketa zalu eta samurra eskaintzen diguna oso. Horrenbestez, ez da batere zaila liburuaren azken zatiraino iristea ia ustekabean hainbeste orrialdetan barrena gai berberaren inguruan jirabiraka ibili eta gero, hau da, beste aldeko biktimen minarekin talka edo topo egiteraino. Edo bestela esanda, mezurako bidean jartzeko moduan. Dena primeran dago antolatua delako mezua uztearren, eta ni minaren inguruko gogoetek beharbada demaseko orrialdeak dituztelakoan egonda ere, baita testuko elkarrizketek zein amaierako gertaerek ezinbesteko egiantzekotasuna izan dezaten ere. Halare, ez dakit nik zenbait pasartetan balizko edo ustezko eztikeria sinesgaitz bat behar bezala saihestuta, betiere idazleak kosta ahala kosta zabaldu nahi digun mezua benetan nabarmen izan dadin, hau da, esplizituegia.

 

“- Aitarengandik hurbildu zen eta atzera begiratzen lagundu dit. Gogorro izan da, baina ondo sentitzen naiz.

-          Baina zertaz, Oihana! Zertaz hitz egin duzue! Aita gurea da, zurea eta niea. Eta ez beste inorena. Ulertzen duzu? Zurea eta nirea.

 Oihanak Migueli begiratu zion eta Martini gero. Edalontzi huts gehiegi barraren gainean.

- Aitak gizartearena izan behar du, Martin.

- Hara, hori erakutsi dizu Santi delakoak Eta nor da gizartea? Hiltzaileei ongietorriak egiten dizkiena? -Martinek sakelakoa hartu eta argazkiak erakutsi zizkion Oihanari, aste horretan bertan zabaldutako bi albiste ziren-. Hriena ere bada gure aita? Ez dizu nazkarik ematen?

- Nazka ez, Martin. Min ematen dit, ikaragarrizko mina.”

 

Edonola ere, badakit idazlearen erabaki guztiz zuzen eta errespetagarria dela, berak ondotxo baitaki noraino eroan guran duen bere istorioa. Eta jakin badakit, beharko, nire iritzia guztiz subjetibokoa dela, beharbada nire irizpide literarioak oso bestelakoak direlako, nik errealitate bat taularatzerakoan gordina nahiago dudalako, baina aldi berean ere hain agerikoa ez dena, testutik ondorioak nik neuk atera baino. Baliteke ere nik  bizitza edo gizakien jokaerari buruzko oso iritzi onik ez izatea, agian giza harremanei dagokien orotan neurez ezkorragoa naizelako, eta ondorioz eta printzipioz mezu eredugarriei muzin egiteko joera garbia dudalako, argilunen estetika auskalo zer dela eta hamiaka aldiz gehiago maite dudalako. Denak ote dira nire akatsak, jakina, inondik inora ez Irati Goikoetxearen nobelaren ajeak, nire subjektibitate petralarenak baino.

 

Halaber, ez dut inolako durarik Herriak ez du barkatuko nobela  euskal gatazkari buruzko istorio oso aproposa dela euskal irakurle asko eta askok eroso ikakur ahal izan ditzaten ETAren biktima baten barne nondik norakoak eta euren kontzientzia aparteko erresuminik eragin gabe, hau da, ETAk eragindako min edo kalteen aurrean iraganean edukitako jarrera edo portaerarengatik oso interpelaturik ez sentitzeko, hau da, non, nortzuekin eta nola egon zen etengabe gogora ekarri behar izan gabe, enegarrenez esan bezala, istorioaren muina biktimen mina baita, ez biktimen minaren aurrean gainerako euskal herritaron erantzukizuna edo, baina ez behintzat hain premiazkoa bezain zintzoa izan behar duen elkarbizitza eta batez ere balizko berradiskidetzearen bidea nolabait eragotzi bezainbeste. Alde horretatik, beraz, ageri da Herriak ez du barkatuko euskal gatazako biktimei buruzko irakurketa kanonikoa bilaka dadin aukera handiak daudela, alafede.

 

 

Txema Arinas

Oviedon, 2021/04/30


lunes, 26 de abril de 2021

El último de la resistencia por Txema Arinas

 


Relato para SOLONOVELANEGRA. También lo podía haber titulado: Los últimos de Bosé... https://www.solonovelanegra.es/el-ultimo-de-la-resistencia-por-txema-arinas/

Nuestro protagonista nunca habría imaginado que acabaría flirteando con delincuentes, quebrantando ya no sabe cuándos artículos del código penal, poniendo en riesgo su vida e incluso la de su familia. Sí, sabe que no debería estar allí, delante de ese pabellón abandonado de uno de los polígonos en declive de la ciudad donde le han citado los hampones que le pasarán la mercancía. Gente poco recomendable con solo leer cómo se expresa en el wasap:

-Amigo, nosotros tenemos de todo, también lo tuyo, sólo tienes que pagar lo que te pedimos-.

“¿Amigo?” ¿Quién se dirige así a un desconocido? Gente chunga de necesidad, él lo tiene claro.

– Cuatro mil euros me parece un precio muy exagerado.

– Amigo, el precio es el que es, nosotros no regateamos, nos jugamos mucho, si no estás de acuerdo fin de la conversación. Ahora, te aseguro que no vas a encontrar lo que buscas en ninguna otra parte.

 Encima se hacen los ofendidos porque nuestro protagonista se queja de lo estratosférico del precio. Pero sabe que no tiene otra opción porque antes de recurrir a ellos ha revuelto Roma con Santiago para encontrar lo que necesita y todos los caminos, tras indagar todo lo posible en la red y, sobre todo, recurrir a conocidos con contactos en el mundo del hampa, lo han conducido hasta ellos.

– Sólo digo que es mucho dinero sin una garantía de que la mercancía es buena.

– Amigo, este negocio se basa en la confianza entre las dos partes.

– Pero ¿por qué debería fiarme de vosotros sin una garantía?.

– ¿Qué futuro tendría nuestro negocio si nos dedicamos a estafar a nuestros clientes?

– Yo solo quiero estar seguro de que lo que voy a comprar es lo que necesito. A ver, ¿de dónde sacáis vuestra mercancía?

– Amigo, la robamos, por supuesto.

– De acuerdo, lo entiendo. ¿Pero a quién?

– Amigo, a otros que todavía son más ladrones que nosotros: los que la fabrican.

– Sí, ya, bueno. ¿Y por qué no podría yo comprársela directamente a ellos?

– Amigo, ellos no venden al por menor.

– Ya, entiendo, vosotros sois unos simples intermediarios.

– Amigo, no, ellos no tienen intermediarios. Nosotros se la robamos. Si no estás de acuerdo siempre puedes conseguirla a través de los cauces legales.

– No puedo hacerlo, ya no. He perdido mi oportunidad y además está en juego mi prestigio.

– Amigo, nosotros somos tú única opción.

– Sí, lo sé, no me queda otra.

Nuestro protagonista se encuentra en un polígono que en su momento estuvo lleno de empresas de tamaño medio y pequeño y al que él solía acudir a menudo para visitar clientes cuando tenía veintipocos y todavía trabajaba de comercial para la empresa de suministros eléctricos. Desde entonces no había vuelto a pasar por allí y le sorprende lo abandonado que está todo, pabellones vacíos y semiderruidos, patios a rebosar de maleza y aceras levantadas, no pocos cables de la luz desprendidos de sus postes y mugre, mucha mugre.

Por si fuera poco, aunque ya se lo esperaba, ya que piensa que, una vez metido en este mundo, todo es así, el pabellón tampoco anuncia nada nuevo. Se trata de una de esas naves rodeadas de maleza, con todos los cristales de las ventanas rotos, la puerta metálica por donde antaño debían entrar los camiones del reparto completamente oxidada, y, por lo que puede atisbar nuestro protagonista desde fuera, con buena parte del techo caído dejando al aire el esqueleto de lo que en su tiempo debieron ser las instalaciones de una próspera empresa del sector de la construcción tal y como anuncia el letrero corroído y con las letras medio despintadas o borrosas que todavía cuelga de la fachada.

Es justo en ese momento, delante de la puerta de acceso para personas encajada en un extremo de esa otra basculante del garaje, cuando toca tomar la última decisión; todavía está a tiempo de dar media vuelta y marcharse por donde ha venido. Sin embargo, apenas le lleva un par de segundos resolver que no tiene opción; no se trata solo de él, se trata sobre todo de su familia, en especial de su anciana madre y de su hijo de doce años con una enfermedad pulmonar crónica.

– ¡AMIGO! Hace un rato que te estábamos esperando. No deberías hacernos esperar. Un poco más y subimos el precio.

– Ho… la -nuestro protagonista no acierta a responder, tanto al saludo tan ofensivamente efusivo, como al comentario del que ha sido objeto nada más abrir la boca tras su inmensa sonrisa el tipo de edad mediana vestido con una camiseta estampada con dibujos de gatos de colores, cada cual más chillón, y de la que asoma a la altura del cuello un enorme collar con una cruz griega de oro, un individuo poco más alto que el metro setenta y pico de él, pelo castaño ralo y acento indefinido.

Detrás del hampón que lo recibe nuestro protagonista también puede distinguir la presencia de otros dos individuos mucho más jóvenes y altos que el primero, y, sobre todo, las horas de gimnasio que se adivinan bajo sus ceñidas camisetas de tipo militar. En cualquier caso, prefiere no dedicar mucho tiempo a fijarse en ellos para no levantar suspicacias, bastante tiene con bregar con el que parece ser el cabecilla del grupo.

– Pasa, amigo, pasa.

– ¿Tenéis la mercancía?

– ¿Tienes tú el dinero?

– Sí, por supuesto, cuatro mil euros en billetes de cincuenta.

– Pues aquí tienes tus cuatro dosis de AstraZeneca, para tu madre, tu hijo, tu mujer y la tuya.

– ¿AstraZeneca? Habíamos convenido que fuera Moderna.

-Se nos han acabado las de Moderna y también las de Pfizer.

– Yo no voy a pagar quinientos mil euros por cuatro dosis de AstraZeneca.

– ¿Qué problema hay con AstraZeneca? Tiene casi un 80% de eficacia y…

– ¿Y los trombos?

-…y más de la mitad de la población mundial ya está vacunada con AstraZeneca.

– ¿Y los trombos?

– La posibilidad de que se produzca uno por la vacuna de AstraZeneca es de un 0,000…

– ¿Y tú te crees todo lo que dicen las autoridades, los científicos a sueldo de las farmacéuticas, la prensa del sistema? Como que no llevan mintiéndonos poco ni nada desde que empezó la pandemia.

El hampón borra de golpe la sonrisa de su cara. Mira fijamente a la cara de nuestro protagonista. Se toma su tiempo antes de volver a abrir la boca; pero, cuando lo hace es poco después de recuperar de golpe su sonrisa, ahora puede que mucho más amplia y sobro todo justificada que la del principio.

-Amigo, yo te conozco, he visto tu cara en la tele -exclama el hampón al mismo tiempo que pone el paquete con las dosis de AstraZeneca en las manos de nuestro protagonista.

A continuación, dirige a sus compañeros unas palabras en una lengua ininteligible, pero que remiten de inmediato a nuestro protagonista a algún país del Este de Europa que, por supuesto, le es imposible de ubicar. Entonces los dos sicarios echan mano a los bolsillos de sus pantalones a toda velocidad, momento en el que nuestro protagonista cree presagiar sus últimos minutos en este mundo. Pero no, lo que al final aparece entre sus manos no son pistolas sino los iPads con los que empiezan a sacarle fotos sin parar durante un buen rato.

– Te llevarás las dosis de AstraZeneca tal y como habíamos acordado -le espeta el jefe de los hampones con la aspereza que confirma que ya no hay ni el más mínimo atisbo de la sonrisa que antes parecía impresa en su rostro. Lo harás porque nada más verte he reconocido a uno de los rostros que más han aparecido en la tele negando durante estos tres últimos años la existencia del virus y, sobre todo, las eficacias de las vacunas.

– Yo nunca he negado la existencia del virus. Yo decía que las vacunas…

– Ya, ya. Tú decías que las vacunas eran para meternos no sé qué mierda de microchips…

– Yo tampoco he dicho eso.

– ¿Por eso no te gusta AstraZeneca, porque es la que lleva el chip?

– Toma el dinero y dame las dosis.

– El precio ha subido. De hecho, se ha duplicado.

– Necesito esas dosis, mi madre tiene ochenta años y mi hijo…

– Sí, sí, tu hijo tiene una enfermedad crónica. Lo repetías mil veces en todas las entrevistas que concedías para demostrar lo convencido que estabas de la inutilidad de las vacunas. De hecho, has estado negándolo todo hasta hace un par de semanas que vi tu careto en un programa de Tele5 que echan por las tardes.

– Me he equivocado.

– Claro, ahora que todo el mundo se ha puesto la vacuna y que has renunciado a ella para reafirmarte públicamente en tus convicciones, demostrando ser el último de los negacionistas que todavía creen en la ineficacia de las vacunas.

-Me he equivocado, lo reconozco, poniendo en peligro a mi familia.

-Siempre y cuando no se enteren los demás y tu reputación quede por los suelos. ¿No es así?

-Rectificar es de sabios.

-Te daré los otros cuatro mil. Mañana a la misma hora aquí mismo.

-Eso espero, de lo contrario ya sabes dónde acabarán las fotos que te han sacado mis amigos.

-Trato hecho.

-No falles mañana. De hecho, y a no ser que estés dispuesto a reconocer tu error también delante de una cámara, me temo que vas a tener que hacernos unos cuantos pedidos más a lo largo de las próximas semanas.

©Relato: Txema Arinas, 2021.

¡VIVA LA TELE!

    Sueño que me arrastra no sé quién o quiénes a la entrega de los premios de un festival de la tele que se celebra en una ignota, gris y a...