viernes, 20 de noviembre de 2009

Mordeduras de escorpión


Menuda pasada se ha pegado el Forges hoy con la viñeta de arriba, como que apesta a mezquindad por todos los poros. Ya hay que tener tripas para cachondearse de las únicas víctimas de todo este embrollo del escorpión famoso. Pero claro, uy, se me olvidaba, es que según cierta opinión pública los marineros en cuestión no son del todo inocentes. Algunos, a saber si en un arrebato de hiperprogresía supersolidaria que te cagas con los pueblos del tercer mundo o ya directamente con los túnidos, les ha dado por decir poco más o menos que los verdaderos piratas eran los del Alakrana y no los somalíes. Y a estos últimos casi que los tachan de héroes anónimos a lo Robin Hood que sólo se limitan a defender sus aguas de la rapiña de los pisciesquilmadores occidentales. Increible, dejando a un lado el hecho de que los del Alakrana fueron abordados más allá de las doscientas millas de rigor, en este caso de un país que no existe porque sus propios habitantes se han dedicado durante décadas a destruirlo, que nunca, jamás, han sido capaces de dar forma a algo así como un verdadero estado de derecho o por el estilo desde que se independizaron de los italianos (si bien ya es mala suerte que de entre tantas potencias europeas te colonicen precisamente los italianos...). El caso es que parece que cierta "intelectualidad" superpogre española no tiene muy claro quién es el malo de la historia, y una vez más siempre se pone en contra de la libertad de comercio, y más en concreto el derecho a hacer negocio, a pescar allá donde se pueda y como se pueda, bien que siempre de acuerdo a las leyes internacionales y lo que sea. Lo fácil, lo bonito, lo ful, es criticar en plan mira-que-concienciado-soy-con-los-pobres-del-mundo a los armadores y su derecho a hacer negocio y con él el que deriva de toda la industria del atún, a los trabajadores del mar y de las conserveras a ganarse su sustento gracias a una industria tan legítima como que levante la mano el que no ha abierto nunca una lata de atún. Por eso les da por arremeter contra la libertad de comercio, porque resulta que nos aprovechamos de los pobres e inocentes somalies que son incapaces de organizarse entre ellos de otra manera que no sea a golpe de kalasnikov, les robamos las riquezas que nunca han sabido explotar y a las que nunca han hecho caso porque de lo contrario bien podían haber hecho lo que hacen en otros países del continente como Senegal o Namibia: cobrar la cuota que les corresponde a los barcos extranjeros por pescar en sus aguas. Da grima oír o leer a cierta gente y su capacidad empática con los criminales, que casi hacen del pirata somalí un pobre inocente al que la perfidia innata del hombre blanco occidental le ha obligado a delinquir, cómo no se van a poner luego del lado del descerebrado que se carga de bombas y se lanza contra un grupo de personas en nombre de Alá, Dios, Javhe o el puto dios de turno, otro al que poco más que hemos sido los demás los que lo hemos abocado a que se convierta en un asesino.

Claro que luego están los que llevados por una ardor guerrero de sobremesa y carajillo les ha dado por despotricar contra el gobierno por no haber utilizado el ejército todo su potencial armamentístico y tal con el fin de liberar al barco de marras a las bravas, al abordajeeeeee, casi por no haber bombardeado Mogadiscio y alrededores a lo todavía semos un imperio. Y para rizar el rizo ahí estaba el Hermann Tertsch del Valle-Lersundi en Telemadrid poniendo a parir a los de Bermeo porque no salían a la calle a celebrar la liberación de sus vecinos gracias a las gestiones, bien que torpes, de improvisados a lo Zapatero, del gobierno español, con banderitas españolas; tócate los cojones lo enferma que está alguna gente con sus neuras de banderas y demás mierdas, su obsesión porque el prójimo, ya no que piense como él, si no hasta que baile...

En fin, como que lo único discutible de toda esta historia es lo del sainete judicial con los dos piratas y todo lo más que el gobierno haya pagado de su bolsillo cuando el que tenía que apechugar y endeudarse hasta la cegas no era otro que el armador, que para algo ha arriesgado, y ya se sabe que toda inversión tiene sus riesgos...

Con todo, y lo que es más importante, muy por encima del libre comercio, los sueldos de los marineros y las dudas acerca de si el estado ha de correr con los gastos que se generan otros, a ver quién tiene cojones de decirnos que nos aguantemos sin atún para el marmitako, la ensaladilla o a la plancha, a ver...

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