viernes, 23 de mayo de 2025

SUEÑO CON MONICA BELLUCI


 

  Anoche soñé con Mónica Bellucci; se veía venir. Total, que coincidía que estábamos en pleno Festival de Donosti (lo de Donostia a mi me suena como de estirados y así..) por lo de un premio, homenaje o yo qué sé que le iban a dar los muy pelotas. Yo estaba de traductor de italiano; se ve que tanto escuchar a Celentano y a Mina acaba pasando factura. Y eso porque la Mónica el francés y el inglés todo lo que quieras, pero el español dice que se le resiste. "Será por lo diferente que es del italiano, ¿no?", le suelto yo, digamos que utilizando mi vieja táctica para encandilar a las féminas de cabrearlas con indirectas más o menos ofensivas a ver si así me prestaban algo de atención; ya adelanto que casi nunca causaba efecto, o más bien sí, el contrario.

El caso es que falta mucho para la entrega del premio en el Velódromo y la Mónica me dice que la lleve a dar una vuelta por la ciudad. Yo le digo que la mejor manera de empaparse del ambiente de Donosti es ir de pinchos como coartada para meterse entre pecho y espalda la preceptiva ingesta de alcohol, digamos que en este caso con el único propósito de poder así extasiarse luego admirando el "marcoincomparable" de los cojones en todo su esplendor. Supongo que asiente porque me sonríe y hace un ligero cabeceo como queriendo decir: "Vai avanti, caro, andiamo". La verdad es que la señora no es mucho de hablar, cualquiera diría que le da apuro abrir la boca; me digo que no será tanto por diva como por miedo a que le estalle el botox, yo qué sé.
De cualquier modo, ya estoy viendo que no va a ver mucha conversación con la italiana, que ésta es más de mirar mucho por encima al género humano y hacer como que no se da cuenta que todo quisque la está mirando; coquetona. De hecho, cuando le dices algo siempre está mirando hacia otro lado, lo cual a veces crea situaciones bastante comprometidas porque hay momentos que está tan erguida, tan de diva, que vas a decirle algo y te encuentras hablándole a la altura de sus pechos: "Sì, sì, quello che dici; Cornice incomparabile..."
Así que me digo, mejor llamo a un nativo como mi amigo Etxaniz para que nos lleve de bares por lo viejo, que él conoce mejor la zona y así nos evitamos la Fermín Calbetón porque de un tiempo a esta parte está intransitable con tanto gabacho en sandalias y facineroso detrás de la barras, que te ponen un trozo de txistorra sobre un plato y te cobran como si fuera un plato en el Arzak.
De modo que quedamos a la media hora en el Paco Bueno de la Calle Mayor, que es uno de los pocos baretos todavía verdaderamente jatorras, castas, que quedan por lo viejo, adonde van los donostiarras de pro sin miedo a que un camarero les ponga un plato delante de las narices y les espete eso tan humillante, indignante, miserable, de: "Take the pintxos and put them on the plate."
Entretanto, yo me voy con la Mónica a tomar algo al Gandarias, que no es que me guste especialmente porque allí las rabas, para qué andarnos con remilgos, suelen ser de potarro y eso es algo que me saca verdaderamente de quicio; pero, como la barra de pinchos da el pego por bien surtida y el local hace siglos que no ha sufrido una reforma, sino más bien una contrarreforma como la que protagonizó el de Loyola, pues oye, en plan "authentic, typical", "vero sansebastianense..."
Una vez allí conmino a la Mónica a que se tome un pincho. Pues oye, que sí, que muy bonito todo; "very tipical spanish" me suelta la pava. Momento en el casi tenemos un roce porque a nuestro cicerone le da por lo de "Basque, that´s the Basque Country, jodida chochona, que todo lo que tienes de buena lo tienes de estrella de cine".
Entonces, como entre los aspavientos del Etxaniz, que por lo que se ve se le ha subido de repente la "abertzalina", y el careto estupefacto de la Belucci me entra miedo de que la cosa acabe con una estrella internacional denunciando haber sido objeto de un ataque terrorista o algo por el estilo, me apresuro a llevarle a la boca un pincho de chatka para que lo pruebe. Ella lo coge con una mano, casi como si estuviera cogiendo un órgano vital recién extraído de un ser vivo, y pregunta: "Che cazzo è questo?"
Yo, qué remedio, le explico lo de la chatka, el surimi, el abadejo y toda la hostia. En realidad le hago una descripción detallada de todos los pinchos que hay sobre la barra. No obstante, enseguida me doy cuenta de que la italiana no me hace ni puto caso, que está ahí con el pincho en alto cogido entre dos dedos y con la mirada perdida en un punto indeterminado del bar, vamos, dejándose ver: "Sono la Belucci, premio non so che cazzo del Festival di Donostia"; se ve que la italiana tiene todo el rato el "cazzo" en la boca.
Así que la arranco del Gandarías aduciendo una norma foral que prohíbe quedarse en un bar más de cinco minutos. Etxaniz nos conduce hasta el Paco Bueno a probar no sé qué pintxo de fritos. Allí me percato de que a la moza de Città di Castello se le cambia completamente el semblante porque el Bueno está a rebosar de varones y ha sido entrar ella en el establecimiento y hacerse el silencio al tiempo que ella templaba pechamen como con De Niro en aquella película italiana "horribile", Manual di Amore, creo que se llamaba. Vamos, que se le nota que está en su salsa, es decir, en plan diva modo esfinge mientras el personal babea hasta rellenar sus vasos.
Yo, todo hay que decirlo, ya empiezo a estar un poquito harto de tanto divismo. Como que en una de esas casi le pregunto por su última película, a ver qué tipo de mierda ha rodado últimamente. Porque mucho premio y mucha hostia pero como actriz eres bastante flojita, de lucir palmito y poco más, no te lo tomes a mal, Monica, que ya llevamos unos cuantos potes encima y como si nos conociéramos de toda la vida. Como se lo digo en castellano ella apenas me dedica una mirada desde su altura de diva, lo justo también para sorprenderse por el careto que me ha puesto el camarero cuando le he pedido un txakoli de Álava y me ha contestado que de eso no sólo no tienen, sino que tampoco sabían que existiera, por lo que, si quiero uno, tendrá que ser de Getaria, comme il faut. Empero, como ya ando encabronado, vamos, que ya sólo por joder, y un poco también por los nervios y tal, reúno fuerzas y le pido al camarero un txakolí de Bakio. "Tu seí, cara, solo per rompere le palle a questti fotute ñoñostiarri...", le explico a la Belucci, me temo que ya sólo para que pueda confirmar de una vez por todas que le han puesto un idiota de acompañante.
Y en eso que llega de descargar la vejiga el Etxaniz con su vitalismo galopante -al de antes al de empezar de médicos y tal, me refiero- y le espeta a la italiana: "¡Oye, maja! ¿Qué tal si en el próximo nos apretamos un chuletón ahora que ya he hemos abierto apetito?" No sé cómo coño, o "cazzo", he debido traducir lo de "apretar" al italiano que va la Monica, profiere una tremenda carcajada, le acaricia la calva al Etxaniz y le susurra a la oreja, si bien lo suficientemente alto para que yo pueda oirla: "Tu sei molto divertente, mio caro basco pericoloso..."
Así que ya me veo una vez más de sujetavelas. ¡Pero qué les dará el Etxaniz a las tías! Así que me digo que por mis cojones treintaitrés, que en cuanto tenga la menor ocasión me despido con la escusa de que tengo que regresar precipitadamente a Vitoria porque me ha surgido un no sé qué no sé cuántos.
Pero mira si será hijo de puta el Etxaniz que al cabo de una hora o así me manda un selfi al whassapp donde aparece la parejita subida, no sé si a la Montaña Suiza, a una barca del Estanque o puede que a los autos de choque, del parque de atracciones de Igeldo. Eso y él haciendo una de sus habituales muecas de tarado recién escapado del manicomio. Por no hablar de la Belucci, con la cabellera al aire partiéndose la caja y un canuto entre los dedos. Anda que no va a llegar la italiana a la entrega del premio en el Velódromo poco contenta ni nada.
Pues eso, otro mito por los suelos. Gracias subconsciente, gracias.

CLARA SCHUMMAN ETA ENPARATUAK


 

     Atzo arratsaldean, nire eguneroko ibilalditik etxera bueltan nenbilela, musika klasikoa etengabe ematen duen irrati kate bati adi-adi nengoen Clara Schummanen pieza bat adituz, bere senar Robertentzat propio sortutako "bariazioak". Orduantxe gogora ekarri nituen Clarak bere egutegian idatzitako hitz famatu batzuk, etxera iritsi orduko apaletegietan bilatu nituenak.

"Behin edo uste izan nuen sortzeko talentua nuena, baina uko egin nion uste horri, emakumezko batek ez du konposatu behar. Gutako inor ez da egiteko gauza izan, zer dela eta nik besterik espero behar nuen".
Eta bai, amore eman zion Clarak bere berebiziko talentua jendaurrean ezagutarazteari. Egia esan, berak nahi edo agindu baino gehiago konposatu egin zuen. Hala ere, bere senar Rober Schumman musikagile famatua izan zen Clararen lan asko eta ikaragarri ederrak jendaurrean interpretatu egin zituena, gehienetan harenak bailiran.
Orduan ere, Clararen istorioa behin gogora ekarrita, eta honekin batera bera bezalako beste emakume konposatzaile batzuena ere bai, Fanny Mendelsshon, Alma Mahler, Nannerl Mozart, besteak beste, eta Robert Schumman pianoaren aurrean eserita eta ezin maisuagorik joka ari zen bere emaztearen atzean irudikatutakoan zera asmatu nuen: bizkarroi hitzaren errotiko esanahia.

 

PESADILLAS DE QUIOSQUERO


 

 Sueño que estoy al cargo de un quiosco, Goyena, en una calle apócrifa de mi ciudad que llaman Toloño. Estoy hasta el gorro de mi trabajo. De hecho, no hay día que no se me pase por la cabeza bajar la persiana y enrolarme en un atunero para irme de campaña al Gran Sol, lo que viene a ser como un crucero para pobres por el Atlántico con todo pagado a cambio de unas pocas horas de curro y así.

No es para menos, todas las mañanas y tardes la misma monserga con los críos que de camino al cole entran en el quiosco a por chuches sometiéndome al suplicio de contar las monedas que me arrojan sobre el mostrador para comprobar que se ajustan al precio de las gominolas, regalices, jamones -eso que fuera de mi ciudad llaman "nubes", cosa más tonta...-, pastillas de sabores y los encurtidos de cebolletas, pepinillos y no sé qué otras mierdas. Claro que para mierdas los asquerosos "maices" con los que algunos compañeros de clase conseguían hacer todavía más asqueroso su aliento. Ni qué decir respecto a los que tiraban más del apestoso regaliz de palo.
En fin, una jodienda porque se me acumula el trabajo haciendo malabares contables para el precio de los chuches que me reclama cada crío coincidan con las monedas sueltas de sus bolsillos. Todo ello en pesetas, porque este es un sueño de esos que te remiten a la infancia aunque te coloquen de protagonista en un papel que no te correspondía entonces.
Claro que si los críos son uno pesados con sus chuches, qué decir de los adultos cuando acuden a comprar la prensa y se empeñan en que les esconda el periódico entre las revistas especializadas de coches, caza y pesca, viajes o por el estilo; "Que no se entere la peña que soy yo el que compra el único ejemplar del ABC que se vende en el barrio..." En realidad me provoca una tremenda ternura y también una profunda reflexión sobre la época en la que crecimos y en la que, dicho en plata, el sectarismo ideológico y el miedo a desentonar de la opinión, no ya mayoritaria, sino sobre todo intimidatoria, y aquí huelga apuntar a la de quiénes me refiero, eran sin lugar a duda las características más ostensibles.
Con todo, si hablamos de ocultar publicaciones para que los cotillas de turno no pudiesen disfrutar del único placer que parece dar sentido a su existencia, esto es, colocar sambenitos al prójimo, en el sueño, y al igual que entonces, la palma se la llevan los que se empeñan en ocultar las revistas porno de la época. También es verdad que se trata de una de las pocas cosas que dan sentido a mi trabajo como quiosquero, dado que presiento que saber qué vecino tal o cual consume pornografía ilustrada me confiere un poder sobre la vida de los demás que me resulta realmente gratificante: "Mira tú el meapilas ese del AMPA, la que montó porque en el cine del cole de curas de su hijo echaron Novecento y salía una prostituta haciéndole una paja a dos manos al De Niro y el Depardieu".
Pero bueno, como esto es una de esas pesadillas que juegan con nuestros recuerdos de la infancia y en la que me toca ser el responsable de un quiosco muy parecido a la que había en la calle por la que pasaba todas las tardes de camino al cole para aprovisionarme de chuches, tampoco faltan los golfillos que me despistan con preguntan sobre el último número del Mortadelo, puede que por el de El Jueves, Víbora, Cimoc o cualquier otra revista de comics de entonces, ya que se trata de chavales ya con más pelos en los huevos que los que tengo yo ahora. Digo golfillos porque lo hacen con la intención de que uno de ellos aproveche mi despiste para sustraerme varias revistas porno. Ahora bien, en el sueño de anoche me percato de la jugada y no dudo en salir corriendo detrás de ellos a la caza. No tengo nada que hacer frente a unos chavales en la flor de la vida. Lo sé, pero también que uno de ellos se parece mucho a mí. Tanto que a ver si voy a ser yo mismo por una de esas jugarretas oníricas al uso. Así pues, y como sé dónde vivo y además de qué va la cosa, me planto justo en la puerta del trastero donde adivino que se encuentra la pandilla de pajeros que acaban de tomarme el pelo; el montante de las revistas es lo de menos. El escándalo que monto aporreando la puerta es tal que a los chavales no les queda otra que abrirme a riesgo de ser pillados in fraganti en plena carrera masturbatoria, ya no sólo por mí, sino por todo el vecindario.
- ¿En serio? ¿También en este sueño el primero en correrse tiene que ser el punto Jtx?
- No te que quejes, que yo todavía estoy con... -le oigo decir al amigo A, otro que tampoco cambia ni en sueños...
Pues eso, gajes de volver al barrio y tal.

GORROTOA PATU


 

 Aurreneko Nakbaz eta gero

Gorrotatu gintuzten
Euren herrietatik bota genituelako
Euren lurrak lapurtu genizkielako
Euren gainean gure aberria eraiki genuelako.
Hamasen erasoaz eta gero
Gorrotatzen gaituzte
Geure jendea erruki barik askatu nahi dugulako
Geure herria etsaietatik libre nahi dugulako
Geure mendekua gogotik bete nahi dugulako.
Gaza erabat suntsitu eta gero
Gorrotatuko gaituzte
Zeuen itxurakeria agerian utziko dugulako
Zeuen itxaropena zeharo zapuztuko dizugulako
Zeuen ezaxola ere genozida bihurtuko dugulako.


CASA DE PUTAS


 

 Como desde hace ya varias jamadas y un par de borracheras de las de espanto ando con la tensión por las nubes y no hay pastilla que me la baje, llamo para concertar una cita con mi médico de cabecera.

- Tiene que escoger un número par o impar.
-¿Cómo que un número par o impar? -pregunto sorprendido a la operadora que me atiende al otro lado del hilo telefónico.
- Sí, para colocarle en la lista de un sorteo, si sale par será atendido presencialmente y si es impar por vía telemática.
- ¿Y no podría colocarme directamente en la telemática, que supongo que será la más rápida?
- No sé, las normas...., venga, por ser hoy viernes y ser usted; ¿elija un número de uno al diez?
- El cuatro,
- ¡Bingo! ¿Cómo lo ha adivinado?
- Es la nota media de la mayoría de los españoles en todo.
- Bueno, pues ha tenido una suerte increíble. Tome nota y en breve le atendará el doctor o la doctora por vía skype.
Estoy que no quepo de gozo, voy a ser atendido por un médico sin tener que esperar semanas para una cita, o ser regañado por vía telefónica una enfermera borde con voz cazallera. ¡Y luego dicen que están desmontando la sanidad pública! ¡Comunistas! En fin, que voy a conectarme por skype con mi médico.
- Hola, doctor.
-...
- Doctor, ¿me "se" escucha? Oiga, eso que tengo delante es una foto de un médico...
-...
- De acuerdo, espero un poco a que aparezca el doctor.
-...
- ¿Doctor? En serio, no le entiendo nada. ¿Habla usted español? No sé, parece de fuera...
- ...
- Mire -le comento a la persona que me atiende al otro lado del Skype ese- a mi no me engañan. La persona que tengo al otro lado de la pantalla es un mono disfrazado de médico.
-...
- No me hable de falta de médicos, acuerdos de colaboración con universidades africanas u hostias en vinagre. ¡Quiero que me atienda un médico en condiciones!
Tengo un cabreo del copón, así que lo único que se me ocurre es bajar la tapa del ordenador de golpe.
- A mí no me toma el pelo nadie -le comento a mi señora en plan macho alfa de los de toda la vida-. Ahora mismo me presento en el ambulatorio a que me atienda mi médico. Total, si está aquí al lado.
Cuando llego al ambulatorio apenas reconozco la entrada, como si lo hubieran reformado de arriba abajo. De hecho, me llama la atención que el interior esté medio a oscuras, apenas iluminado por una mortecina luz roja y la sala de espera con todas las persianas bajadas.
- Hola, guapo. ¿Tienes cita? -me pregunta una auxiliar en falda de cuero negro por encima de las rodillas, medias de rejilla hasta por encima de las rodillas y una bata corta con los botones abiertos desde el cuello hasta el ombligo que dejan ver un escotado body de encaje rojo. Sí, así en principio un atavío bastante alegre y sugerente para atender un ambulatorio; pero, como sé que las chicas de ahora no se cortan nada exhibiendo ombligo y pantorrilla todo lo que pueden, que ya era hora y además hoy es viernes, tampoco digo nada, no me vayan a tachar otra vez de señoro.
- Dice Madame Isabel que puede pasar cuando quiera; pero que tiene que pagar por adelantado.
- ¿Cómo, qué es lo que tengo que pagar?
- ¡Ah! Eso ya lo que usted vaya a pedir.
- Yo he venido por lo de la tensión...
- Pues tranquilo que en cuanto abra la boca la Madame se le va a poner por las nubes...
- Bueno, vale, habrá que pasar, sí, a ver qué me dice la Mada..., la doctora.
En eso que me despierta mi mujer de un codazo alarmada porque dice que me estoy frotando contra su trasero como un jabalí en celo, que a ver qué horas me creo que son para buscar jarana de esa, que es viernes por la mañana y que además, cómo no, le duele la cabeza.
- Pues cuídate, no vaya a ser que tengas que acercarte hasta el centro de Salud.
- ¿Y eso?
- Cosas mías...

PESADILLA ANTES DEL CÓNCLAVE


 

  He soñado que estaba de vuelta en la capilla del cole adonde nos llevaban los jueves por la tarde para confesar los pecadillos de la semana. A mí, que, aunque me mandaban a estudiar con aquellos frailones que iban muy de modernos, II Concilio Vaticano a tope, y hasta de vasquitos, toda la cosa aquella de la religión me la sudaba y mucho porque en mi casa no eran precisamente practicantes, me gustaba aprovechar el momento para dar rienda suelta a la imaginación cuando entraba en el confesionario -en realidad cualquier momento o lugar suele ser propicio para ello para los que vivimos aquejados del síndrome que nos hace vivir más en las nubes que con los pies en la tierra- y no paraba de soltar una trola tras otra, la mayoría de las veces con el único propósito de escandalizar al cura al otro lado de la celosía.

Otros, todo hay que decirlo, gustaban más de confesarse con los curas que los esperaban apartados en los bancos de la capilla. Y digo que les gustaban porque todos sabíamos de buena tinta que a aquellos curones ya entrados en arrugas y achaques se les iba la mano a la rodilla nada más sentarte a su lado, y de ahí para arriba, o para abajo, eso ya a gusto del cura sobón de turno. De hecho, la mayoría se sentaba a sabiendas de que sería más o menos manoseado mientras confesaba erecciones que no habían tenido viendo a sus hermanas cambiarse de ropa en casa, o con la dependienta de la frutería, pescadería, huevería o lo que fuera, con la que todos en aquellas edades empezábamos a darle gusto al manubrio.
Yo, a decir verdad, era más de entrar al confesionario, tanto por echar la tarde allí para no volver a clase, y también siquiera por mera higiene mental. Eso y, sobre todo, porque la cosa solía ser más rápida: tres pajas cada día durante la semana pensando en las vecinas del portal de al lado, una por cada, y algún que otro juramento cubriendo a Dios de purines cada vez que alguien me metía un gol jugando al futbolín, acaso también algún que otro exabrupto dedicado a mi madre por esa manía suya de ponerme sesos de cordero rebozados para cenar, y para de contar. Todo ello solía salirme al cambio en un par de padrenuestros, el propósito de enmienda de rigor y no me acuerdo ya qué otra monserga.
Sin embargo, en el sueño el compañero que había entrado antes al confesionario no acababa de contar sus pecados, como que estoy seguro de que debía tratarse de Abaurrea, el cual acostumbraba a eternizarse allí dentro contándole al cura la pena de Murcia o vete a saber qué. Eso y que, encima, al salir solía dejarte dentro el aroma de sus pedos; como que sólo había que fijarse el la sonrisa de lado a lado que se dibujaba en su cara para adivinar que ésta no era tanto de felicidad por haber sido absuelto de todos sus pecados, como por el placer que le provocaba saber que a los que íbamos por detrás no nos quedaba otra que disfrutar de los efluvios flatulentos de su trasero.
Entonces oigo que el profe nos ordena ponernos con los curas de los bancos para que no se haga tarde y le toque hacer horas extras en la capilla por nuestra culpa. Para mí es la primera vez que me siento en los bancos y reconozco que siento verdadera aprensión a ponerme al lado de aquellos curas ya jubilados que parecen dedicarse a esos menesteres en exclusiva sin poder borrar de su cara una sonrisa que más que beatífica se me antoja terrorífica. Tal es así que, cuando al final llega mi turno y me siento al lado del cura, enseguida descubro que se trata de un viejales del que todo el mundo cuenta que acostumbra a ir por los pasillos del cole sacándole la lengua a los alumnos que más le llaman la atención sin venir al cuento. Creo que se me cierra el culo de golpe; pero, entonces va el tipo y me pone la mano en la rodilla mientras me pregunta: "¿Tienes de lo que arrepentirte, hijo?" En ese momento pego un brinco para levantarme del banco y dejo al cura plantado con el cuento de que el colega del confesionario acaba de salir justo en ese momento. Así que me meto de cabeza en el cubículo oscuro aquel de las confesiones, más que nada confiando en ponerme a salvo de la mirada, la cual ya solo puedo imaginar libidinosa, del cura que me acaba de poner la mano en la rodillla. Al rato oigo una voz, que evidentemente sólo puede ser cavernosa, desde el otro lado de la celosía
- ¿Tiernes argo que arrepentirrrrte, lieber Mein Sohn?
- Sí, sí, padre, he pecado y mucho. De hecho, llevo toda la semana pelándomela sin parar pensando en las vecinas, la frutera, la pescatera, la churrera del barrio, la Paloma Gómez Borrego...
- Was sagst du zu mir, Sünder? Ich werde auf deinen Schniedel schauen müssen, um zu wissen, wie du ihn hast, um zu sehen, wie sehr du gesündigt hast (¿Qué me dices, pecador? Voy a tener que mirarte la pilila a ver cómo la tienes para saber cuánto has pecado).
- Pero, ¿por qué me habla en alemán? ¿Quién es usted?
Momento en el que derribo de un manotazo la celosía y descubro que el cura que está al otro lado no es otro que Ratzinger, vamos, el anterior papa al argentino, Benedicto no sé cuántos. Con todo, tampoco lo puedo calificar de susto, porque para tal el que he tenido cuando sentía que alguien me ponía la mano el la cabeza y me he despertado de sopetón tras arrearle a mi señora un manotazo en todos los morros. Y eso que todavía no ha empezado el Cónclave...

EL APAGÓN Y LOS OSOS POLARES


 

   Al día siguiente del apagón sueño que llevo toda la mañana recibiendo memes absurdos y sin gracia en los que, faltaría más, la peña procura volcar toda su bilis contra el gobierno y los políticos en general porque, aunque todavía no se sepa nada de las verdaderas causas del caos energético del día anterior, no hay español que se precie que no aproveche la ocasión para tirarse a degüello contra los que ellos denominan “los de arriba” en la convicción de que siendo siempre ellos de “los de abajo” todo aquel que les sobresalga en lo más mínimo es un hijo de puta en potencia que sólo está en este mundo para joderles la existencia, hacerse rico a su costa y todo en ese plan populista a más no poder.

Y no digo, por supuesto, que no haya que criticar a “los de arriba”, al Gobierno de Pedro Sánchez al fin y al cabo, basta de eufemismos, cuando lo hace mal, como que hay veces que parece que no desaprovecha una para meter la pata hasta el fondo y provocar un buen pifostio mediático a su alrededor. Claro que sí, faltaría; pero, siempre y cuando esa crítica esté fundada y sea sensata, vamos, sustentada con datos y pruebas, no la mera voluntad de cada cual de que la realidad se ajuste a sus prejuicios ideológicos y no al revés.
Ahora, ya sabemos que lo que impera entre nosotros es criticar por criticar. Poco más que la excusa perfecta para verter las dosis ingentes de bilis sectaria, resentimiento social y analfabetismo funcional con las que sentirnos satisfechos de lo listos que somos porque sabemos de todo sin tener idea de nada. Y todo esto además yendo bastante escasitos de la mínima instrucción requerida, esa que se adquiere en los primeros años de escuela a poco que atiendas a la pizarra, siquiera para poder abrir la boca y no parecer idiotas. Vamos, tal y como suele quedar patente con la ortografía que gasta la mayoría de la peña que más y peor berrea por escrito en las redes. En todo caso, ni más ni menos que el percal del que está hecho el ciudadano medio español como resultado de generaciones enteras de culto a la ignorancia satisfecha, igualitarismo a la baja -todos cortados por el mismo patrón y así- y el recurrente guerracivilismo en vena que nos caracteriza.
En cualquier caso, decido pasar del móvil y encender la radio a ver qué cuentan sobre lo ocurrido, y es entonces cuando, tras escuchar a hablar a una tal Isabel Díaz Ayuso, opto por mandarlo todo a tomar por culo antes de que me dé una embolia y salir a la calle a tomar el fresco a ver si así me tranquilizo un poco. Claro que en el ascensor coincido con el vecino del cuarto, antiguo benemérito y tal, el cual lo primero que me suelta es lo de: “¿Has visto el vídeo de cuando Sánchez dijo que en España nunca habría cortes de…” Con todo, hago de tripas corazón aguantándome sin replicarle nada hasta llegar al portal. Bueno, en general yo a este señor nunca le replico nada porque un día hizo un comentario sobre el País Vasco y ya entonces pude deducir que si extrapolaba su conocimiento sobre las cosas de mi paisito a todo aquello acerca de lo que siempre tenía una opinión de esas que algunos parecen obtener por ciencia infusa y para de contar, mejor me valía perder el tiempo discutiendo con los conejos del parque de al lado de casa antes que con un cerril bocachanclas y rojigualdo como él.
Ya bajando la calle para dirigirme al parque de los conejos en cuestión, me encuentro con una vecina que lo primero que me suelta es que ella ya lo había visto venir cuando el Sánchez anuló el pedido de balas a Israel hace una semana: “Es que el Mossad es mucho Mossad…” Luego al pasar delante de la frutería del barrio oigo a unos clientes que hacen cola en la acera cosas como:
- Pues si no ha sido Putin, ya me dirás…
- Te digo yo que la culpa es las renovables; se empeña Sánchez en que coloquemos un panel solar en cada casa y…
- Para el Broncano sí que hay dinero; pero…
- ¡Que no, joder, que no tenéis ni puta idea! Esto han sido los moros para que además de las naranjas y el pulpo les compremos también la electricidad.
- ¿La Begoña esa no se reunió con un directivo de Iberdrola? ¿O era de Endesa?
Buuf, procuro acelerar el paso.
-¡Cinco horas sin informar de nada! -me espeta el de la ONCE desde el quiosco que tiene al lado del paso de cebra.
No lo soporto más. Una vez más como cuando la pandemia y así, tomo conciencia de vivir rodeado de ciudadanos basura, pues sólo así es como se puede definir a aquellos que sólo abren la boca para crispar a su alrededor a todo bicho viviente con una retahíla insoportable e indecente de bulos, infamias y medias verdades; pero jamás de los jamases para aportar nada constructivo que ayude a sobrellevar mejor que bien las crisis, alarmas, emergencias o lo que sea. ¿Callarse? No, amigos, no, eso en España nunca es una opción.
De modo que decido echarme a correr en dirección hacia la estación del tren, donde pido un billete para el Transiberiano para llegar a un punto del planeta lo suficientemente alejado de esta cosa llamada España con el único propósito de poder ponerme así a salvo del cretinismo carpetovetónico de la mayoría de mis paisanos. No hay billete porque con la cosa de la guerra de Ucrania se han suspendido los viajes. De modo que pido otro hasta el rincón más al norte de Europa en tren –no tengo chines para un vuelo y hace ya tiempo que le he cogido una tirria espantosa a los aeropuertos-. Así pues, atravieso Francia, Alemania, Dinamarca, con los dedos cruzados para no encontrarme con españoles durante todo el trayecto. Ya en Noruega, y tras coger el ferry desde Hirtshals a Larvik, 3 horas y 51 minutos exactos, puntualidad vikinga, decido no quedarme en el sur del país por si me cruzo con uno de esos españoles jóvenes pero lo suficientemente preparados que decidieron hacer las Noruegas durante la crisis de 2008. Vamos, que no me meto en un bar ni por asomo, no vaya a dar con un camarero de Murcia o por el estilo. Mi meta es subir más al norte para embarcarme hacia Svalbard, la isla ya al límite con el Polo Norte donde viven más osos polares que personas. Creo que allí estaré a buen resguardo del cretinismo carpetovetónico antes mencionado y del que huyo como de la peste. Como mucho tropezaré con algún noruego con el que me haré pasar por argentino por lo del acento al hablar en inglés, y acaso también con algún ruso despistado de la base que Putin tiene en la isla como consecuencia de no sé qué extraño tratado.
De modo que, a falta de residentes españoles, lo único que tengo que temer es encontrarme con un oso polar de los que se suelen comer anualmente un número más o menos determinado de humanos de esos que salen a dar una vuelta por los alrededores de la capital, Longyarbyen, se despistan y... Por desgracia, y también como suele ser habitual en mi caso, que voy todo el rato y a todas partes con mis comeduras de coco y no miro por dónde voy, en este caso el despistado soy yo.
Vaya por Dios, entre una cosa y otra me he alejado tanto de la última cabaña habitada por un humano que todo lo que hay a mi alrededor es una inmensa planicie blanca a través de la cual veo llegar a toda pastilla, yo diría que hasta esquiando, a un imponente oso polar al que creo observar relamiéndose la boca ante la expectativa de una suculenta presa como sólo puede ser un servidor dado lo bien nutrido que estoy y las horas que echo en la cocina para sorprender a los míos con exquisiteces culinarias.
Pues mira, ni tal mal, si hay que morir prefiero hacerlo entre las fauces de un oso polar que aguantando los bulos, insidias e insultos de gente como la Ida y compañía.
- Perdona que te moleste; ¿tú no serás español? –me pregunta el oso al llegar a mi altura y sin que yo manifieste sorpresa alguna porque ya sabemos que en los sueños todo es posible, hasta un apagón a cero en la que se supone la novena, décima o la que sea potencia económica del mundo-. Es que te he escuchado cagarte en Dios desde el otro extremo de la isla y me he dicho; “Coño, voy a practicar un poco el español que aprendí con unos marineros de Vigo. Por cierto, ¿no trabajarás en un atunero?
- Pues no, yo estoy aquí de… ¿vacaciones?
- ¿Aquí en a tomar por culo de todo? Ya entiendo, ya –el oso que sonríe como si creyera haber descubierto la fórmula de la Cocacola y ya estuviera pensando en comprarse un Rioja de esos de fábrica en el economato de la isla para hacerse calimocho-. Después de lo del Covid, el temporal Filomena, la Guerra de Ucrania, la crisis migratoria, el volcán de La Palma, la Dana, sus cosas con Puigdemont, el juez Peinado y ahora lo del Apagón, has decidido venirte hasta aquí convencido de que lo siguiente será el meteorito que viene en dirección a la Tierra y que, con la suerte que tiene el Sánchez, seguro que cae en plena Gran Vía madrileña. ¿No es así?
Bueno pues, que sepáis que si alguien quiere una preciosa piel de oso polar no tardaré en subirla a Wallapop para que podáis pujar por ella. También podría subir las garras o los dientes; pero, he preferido hacerme un par de collares con ellos como recuerdo. Del resto ya informo que no queda nada; de algo tenía que alimentarme hasta despertar de esta pesadilla para volver a la otra.

EZEZAGUN HORI


 

   Zuek ez duzue ezagun

munduko gizakumerik ezkorrena.
Nik bai, nire ama da.
Oraintxe bertan sukaldean harekin gosaltzen
Ditxosozko kaxa ergela ixiotuta.
Dena zaio desatsegina
Dena zaio itsusia
Dena zaio etsigarria
Dena zaio samina
Bai berbajario agortezina.
Nekatzen du Aita Santuarenak
Nazkatzen du Euskal Telebistak
(Egia da esanda telekate guztiek)
Nabaritzen du bere inguruan dena
zikina
ustela,
ugerra,
zakarra
Narrasten du bizitzak.
Kexak parrastaka
Kexak etengabean
Kexak goiz-gauean
Kexak antxintxika
Ezer ez du gustuko
Ezer ez du zuzen
Ezer ez du eder
Ezer ez du bideko
Dena du gorroto.
Gauzak horrela
Kafesnea bukatuta, diot,
Egin nahi nuke nire buruaz beste,
Baina beldur naiz,
Suertatzekotan oker,
Leporatuko zidan
Ez dakidala suizidatzea
Behar bezainbeste.
Horrexegatik aukeran
Etxeko atea zabaldu
Eta bi aste barru berriro
Ikusiko ez dudan bistan
Hartzen dut arnas.
Tamalez, sukaldetik heltzen zait
Nire amaren berbaroa:
"Nik ez nuen urtetan gorrotatutako
etxe hau laga nahi pisu ziztrin batera aldatzearren".
Bai, nire buruaz beste egingo det!

BAJEL PIRATA LE LLAMAN...

 


    Sueño que me despierto a media mañana. Bueno, en realidad es mi hijo Mk quien me despierta a gritos.


- Aita, aita. ¡Mira la que has montado!

- ¿Qué, qué hostias he hecho yo ahora? - el canijo imitando a su madre en lo de regañarme todo el día por todo.

- Tú, tu puto Baroja y sus piratas.

- Ya te dije que si no te gustaban "Las Inquietudes de Santi Andia" que lo dejaras y te pusieras con "La estrella del capitán Chimista".

- Si me gusta y mucho, en serio. El problema es que por eso mismo nos encontramos ahora en este barco.

- ¿Qué barco?

¡Hostia tú! Me encuentro en un barco de vela del XVIII, como que para ubicarme cronológicamente sólo tengo que reparar en las puñetas que asoman de la manga de la casaca de época que llevo.

En seguida adivino otra de esas pesadillas moviditas. Corro hasta el espejo más cercano. Se confirman mis sospechas; ¡Pero si soy un remedo de Edwar Teach, más conocido por Barbanegra! Sin embargo, oye tú, ni tan mal. La verdad es que me gusto de capitán pirata superado ya el susto inicial de las barbas desgreñadas, con lo me cuido yo la mía de chichinabo, y los tirabuzones donde colgaba unas pequeñas velas para sembrar el pánico entre sus víctimas cuando abordaba barcos; como si que te aborde el pirata más famoso de la Historia no fuera ya suficiente para cagarse por la pata abajo.

- ¿Y ahora qué hacemos, aita? -me interpela mi otro hijo, Mr.

- ¿A mí me lo preguntas? Sal a cubierta y pregunta a tu tripulación
–me responde mi hijo mayor sin que yo pueda evitar fijarme todo el rato en el extraño tupé rubio que lleva y unos pantalones bombachos que no le había visto nunca. Me temo que lo tengo de segundo a bordo, puede que de contramaestre, por lo que más me vale, nos vale a todos los que vamos a borde, que servidor no caiga enfermo, se lastime con lo que sea o cualquier otra cosa que pueda apartarme del timón del barco.

- ¿Que pregunte a quién….qué?

Me asomo sobre el castillo de popa y veo un conglomerado de individuos de todo tipo de edades, sexo y procedencias al que supongo la tripulación bajo mi mando. Entonces, y para mi sorpresa, creo distinguir entre el elenco de rostros patibularios que me observan esperando alguna orden, soflama o lo que sea, al juntaletras de Llodio, la otra juntaletras de Lekeitio, la pintora teñirroja de mi ciudad, la pelicorta rubia catedralicia, el profesor de txistu de Pamplona, la rubia de Amurrio, un abuelo de barba blanca de la Zurriola, la profesora navarra de..., y no sé qué más peña del FB que me dejo el tintero para no hacer esto eterno. También es cierto que echo de menos algunos rostros; pero, como somos piratas es probable que hayan ido cayendo por el camino, es decir, durante cualquiera de nuestras singladuras; la vida misma. Eso si no me encargado yo mismo de ajusticiarlos haciéndolos pasar por la quilla.

- ¿Son piratas de verdad? - pregunta el canijo al que supongo, cómo no, el grumete de todo barco pirata que se precie.

- Fíjate, si hasta el cocinero lleva parche.

- ¡Pero si es mi tocayo de Abaurrea! -suelta el grumete.

- ¿Y qué se supone que esperan? – pregunto a mi contramaestre.

- ¿Qué van a querer? Que los guíes en busca del tesoro.

- ¿Qué tesoro?

- Es tesoro de la vida del que me hablabas el otro día cuando me dejaste el libro de Baroja, el rollo ese de que no hay mayor tesoro una vida repleta de aventuras y emociones -me explica el canijo.

- ¡No me jodas!

El caso es que, como conozco a la mayoría de esa peña y sé de lo que son capaces si no se les proporcionan las aventuras y emociones de las que habla mi hijo, decido ponerme al timón rumbo a no sé qué parte de lo que supongo que es el Caribe en su momento más convulso de la Historia.

- ¿Hacia dónde?

- El pirata eres tú, aita, déjate llevar -me recuerda mi hijo mayor.

Así que me dejo llevar durante todo el sueño hasta acabar de una punta a otra de las Antillas abordando barcos bajo cualquier pabellón, asaltado y arrasado puertos como el de Kingston en Jamaica, Maracaibo en lo que todavía es la provincia española de Venezuela, la isla holandesa que hoy llaman Aruba, Nassau en las Bahamas, la isla de Guadalupe, Santiago de Cuba varias veces y así en general todo puerto en el que aparecemos a mitad de la noche y que tras generar el caos con nuestros cañones bajamos a saquear sin que ninguna guarnición colonial consiga oponernos resistencia.

Pues eso, un periplo la mar de productivo y sobre todo entretenido en el que nos dedicamos a mandar por los aires poblaciones enteras, saqueamos a manos llenas, matamos o vejamos a los representantes de las autoridades coloniales de España, Francia, Reino Unido y Holanda, violamos a gente de todos los sexos posibles que se le puedan ocurrir a Irene Montero, también de todas las edades y condiciones, secuestramos mulatas y mulatos, mestizos, zambos, moriscos, zambos, cambujos, sambaigos, campomulatos tornatrases... En fin, de todas las tonalidades del viejo sistema colonial de castas del Imperio Español. En fin, supongo que el pack completo del pirata. Lo curioso es que nadie consigue detenernos en nuestra demencial actividad criminal, hasta el punto de que ya nos creemos inmunes a cualquier amenaza por parte de cualquiera de las potencias coloniales a las que estamos haciendo pupita con nuestra actividad empresarial no regulada.

Sin embargo, lo que son las cosas, resulta que estábamos celebrando en el barco el botín que acabábamos de conseguir tras abordar un barco en el que volvían a España desde Caracas el último virrey español y su corte con todas las riquezas que habían acumulado durante su mandado, lo habitual en estos caso, un tipo que, y esto va completamente en serio, tenía un parecido asombroso a Felipe González.

Por suerte, toda la peña a bordo parece tan contenta de regresar a casa, a la península, que van todos puestos hasta el culo de ron, cantando canciones piratas con ronquera y puteando al loro para que las coreara con nosotros, y en una de esas que veo desde el castillo la popa que la rubia de Amurrio decide ponerse a tomar en sol con las tetas al aire sobre la proa.

- Nek… ¿que se te ha ido la cabeza o qué hostias pasa pues?

- ¿Qué pasa, es que no puedo descansar tomando el sol después del tute que nos hemos dado?

No me da tiempo a responderle porque en ese mismo instante oigo los cañonazos de una flota de la armada española que nos rodea sin opción a escapar por ningún lado. Lo siguiente que veo es que soy llevado delante de un tribunal en La Habana, el cual me condena a tener el barco bloqueado en el puerto treinta días porque dice el señor juez que hemos infligido no sé qué normas de decoro que sólo deben existir en los sueños de piratas. Treinta días bloqueado en el puerto de la Habana, muerto de asco entre mojitos, daikiris y jineteras. Un suplicio si no hubiera sido porque paseando un día por el puerto escucho una voz que me llama desde un barco y entonces descubro a la pirata de Lekeitio, la Anne Bonny de esta historia, que me anima a enrolarme en el velero de un capitán de Zaragoza, un tal capitán Bunbury y su tribulación conocida, no sé yo a santo de qué, como "Los héroes del coñazo". Ahora, yo me lo pienso un rato largo porque no me gustan nada las pintas del tal Bunbury, un notas de cuidado, como que me parece que hasta le falta un aire o algo. Empero, soy un lobo de mar y no aguanto un mes entero en dique seco. De modo que acepto a embarcar con los aragoneses. Claro que luego, cuando ya hemos elevado el ancla y desplegado las velas, justo cuando estamos a punto de entrar en mar abierto, decido tirarme de cabeza por la borda, y no tanto porque desconfíe de la profesionalidad de unos marineros de secano, sino más bien en cuanto oigo al tal Bunbury ponerse a cantar a todo pulmón:

"Entre dos tierras estás
Y no dejas aire que respirar
Entre dos tierras estás
Y no dejas aire que respirar
Déjalo ya,
No seas membrillo y
Permite pasar
Y si no piensas echar atrás
Tienes mucho barro que tragar
Déjame, que yo no tengo la culpa de verte caer
Si yo no tengo la culpa de ver que..." 

  

¡VIVA LA TELE!

    Sueño que me arrastra no sé quién o quiénes a la entrega de los premios de un festival de la tele que se celebra en una ignota, gris y a...