miércoles, 28 de abril de 2010

LAS ORDAS NI TAN ROJAS NI TAN PROLETARIAS



Como ya he indicado, la represión fascista en Álava no fue tan feroz como en otras partes -Badajoz, Sevilla, Málaga, etc., o Navarra, La Rioja). La razón de ello no fue otra que la falta de resistencia armada a la rebelión y la escasa implantación del movimiento obrero en una provincia esencialmente agrícola y conservadora a machamartillo, por no hablar de la hegemonia casi total del carlismo en el campo alavés y lo que esto signigicaba, la existencia -a diferencia de otros territorios como Castilla en los que la Falange sólo empezó a ser mayoritaria a partir de la guerra- de un ejército en la sombra, el Requeté, el cual llevaba largo tiempo preparándose para la siguiente asonada armada siguiendo la estela de sus antepasados.

Otra cosa muy distinta es el caso de Vitoria, en la que existía una incipiente industria que empleaba una abundante mano de obra, sin tener que ver nada con el gran desarrollo industrial de los años sesenta y la afluencia de trabajadores de todas partes de España. Fue sobre los líderes sindicales o destacados izquierdistas de esa modesta clase obrera vitoriana que los facciosos se cebaron principalmente. Sin embargo, y en contraste con el tópico al uso que nutre el imaginario de la gente corriente sobre la Guerra Civil, los franquistas no sólo se emplearon contra la masa trabajadora en la que veían el potencial revolucionario que les había inducido a sublevarse contra el gobierno democráticamente elegido de la Republica. Los franquistas la emprendieron también, e incluso con más saña por ello, contra los de su propia clase, si entendemos a esta como la de los acomodados, que tampoco, y menos aún en nuestras latitudes, donde las verdaderas masas humildes, esto es, la de los campesinos, eran mayoritaria y devotamente carlistas. De ese modo se explica los asesinatos a los pocos días de Alzamiento y su triunfo en Álava, no podía ser para menos dado la alianza ente las clases burguesas conservadoras de la capital y el campesinado tradicionalista, de las autoridades republicanas más importantes de la Provincia: el alcalde Teodoro González de Zarate y el diputado general Teodoro Olarte Aizpuru, así como de destacados miembros de esas familias burguesas que se decían de toda la vida (aunquee casi todas procedieran de cualquier otro punto del globo como es ley en la evolución histórica de lo urbano y más aún en la conformación de la clase media mercantil, rentista o por el estilo).

Al alcalde, destacado empresario alavés miembro de Izquierda Republicana, el partido de Azaña al que solían pertenecer las clases medias más progresistas y cultas de España, lo asesinaron junto con otros quince presos de la cárcel de Vitoria, un comando de requetés, falangistas y guardias civiles en el puerto de Azazeta el 31-03-1937. Los cadáveres fueron semienterrdos en una fosa cavada por los propios reos. Entre los cadáveres se encontraron destacadas personalidades de la política de la época en la ciudad, en concreto los del concejal socialista Juan Francisco Diaz de Arcaya, el peneuvista José Luís Abaitua Pérez, los comunistas Jesús Estrada Ábalos y Daniel García de Albeniz Azazeta.

En el caso del diputado general, Teodoro Olarte, el 16-09-36 fue detenido en su domicilio y trasladado a comisaría, donde los Guardias de Asalto le propinaron una brutal paliza, con el resultado de fractura tres costillas rotas y brazo derecho. En la madrugada del día siguiente, unos requetés asesinaban al primer diputado de la corporación foral en el término de Bayas, localidad burgalesa próxima a Miranda de Ebro. El hijo, que se acercó a la prisión provincial a interesarse por su padre sufrió dos años de cárcel.

Podría parecer que ambos mandatarios pagaron la osadía de haber representado las más altas dignidades provinciales, que eso las hizo culpables a ojos del bando al que pertenecían la mayoría de los condición, que su cargo los "desclasó" en opinión de sus asesinos. Pero no, no fueron las únicas víctimas de extracción burguesa que pagaron sus veleidades repúblicanas. Otro conocido vástago de esa oligarquía provincial, Alberto Martínez de Aragón Carrión, ingeniero agrónomo y empleado del ayuntamiento, fue asesinado en el parque de la Florida de un modo especialmente brutal. Resulta que de paso por el citado parque fue reconocido por requeté llamado Domingo, alías "El Tuerto de la Meta" (por haber perdido un ojo en la metalúrgica Ajuria). Tras un bombardeo republicano sobre Vitoria, Alberto, que permanecía escondido en el chalé que hoy ocupa la Casa de Cultura, sale a dar una vuelta de reconocimiento. En ese momento es reconocido y detenido a punta de pistola por el tal Domingo para conducirlo hasta comisaría. A 50 metros del Gobierno Civil de entonces, junto a la calle Cadena y Eleta, Domingo dispara a bocajarro sobre la nuca de Alberto. El fallecido era miembro de la familia Martínez de Aragón, de ideas muy liberales y perteneciente a la alta burguesía vitoriana, con lo que dado el origen obrero del asesino se da la paradoja de que en esta ocasión el llamado resentimiento social que llevó a muchos rojos a matar a los que creían privilegiados fue de signo contrario.

Con todo, lo verdaderamente reseñable en esta ocasión es el hecho de que a pesar de lo que decía la propaganda franquista acerca de la necesidad de exterminar el llamado peligro rojo para evitar una revolución socialista en España, las víctimas como las arriba citadas distaban mucho de simpatizar con el mismo, ni su clase ni su alternativa política las hacía susceptibles de apoyar revoluciones marxista-leninistas o apoyar el terror contra el clero o los poderosos a los que pertenecían por cuna. Tanto es así que no me cabe duda de que si se hubiera producido la situación contraria, si los fallecidos hubieran estado en zona roja, en concreto aquella en la que campaban a sus anchas las bandas de incontrolados dado que la legalidad republicana brillaba por su ausencia, es más que probable que también hubieran acabado en una checa o por el estilo.

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