martes, 27 de abril de 2010

UNA ENTRE MILES Y OTRAS TANTAS MÁS


El alcance de la desvergüenza e impiedad de la derecha espeñola, del PP para no andarnos por las ramas, ese partido al que incluso los periódicos conservadores de medio mundo le preguntan a qué viene tanta reticencia a querer investigar los crímenes del Franquismo, es tanta que da debida cuenta el hecho de que hace poco se tiraran de los pelos por la presencia de un secretario del estado, Gaspar Zarrias, en el homenaje al juez Garzón celebrado en la Computense, ese en el que al decir de Esperancita y demás camada de los que vivieron a la sopa boba del anterior régimen reunió viejos resentidos y rojos trasnochados. Resulta que el tal Zarrias acudió a titulo personal al acto movido por el recuerdo de una abuelo al que asesinaron los sublevados en un ejemplo de la cruedad a la que eran tan dados, pues el abuelo se encontraba en compañía del hijo, el padre de Zarrias, y cuando fueron a buscarlo para darle matarile, los verdugos llamaron "¡ZARRIAS!", a lo que preguntaron ellos "¿CUÁL, EL PADRE O EL HIJO?", siendo la respuesta de los asesinos "NO IMPORTA, UNO DE ELLOS". Ni qué decir que fue el padre quien se presentó. Pues bien, según Rajoy y compañía este tal Zarrias se tiene que comer con patatas sus sentimientos, ¿no lo hizo durante cuarenta años?, ¡pues que se joda lo que dure de secretario del estado! Esa es la piedad de tan devotos y probos próceres de la derecha española.

Otra cosa es que la historia de los Zarrias, con toda su crudeza, sólo sea una de tantas, pero aún así una de las que Rajoy (cuyo abuelo fue represaliado por Galleguista, él, tan poco de eso...) y compañía parecen empeñados que no se conozcan, sobre todo que no lo hagan porque podrían manchar el legado de los suyos de una derecha que parece juzgar el Estado y sus instituciones poco más que un coto privado, de ahí que cuando ellos nos la controlan estén convencidos que los otros las usan en su contra, ya se sabe, advenedizos, como que hasta la policía, quién lo diría, ellos tan de orden, les tiene manía o por el estilo.

Y como ya digo que la historia de los Zarrias, sólo es una de tantas, creo que merece la pena perder el tiempo trasladando a este ignoto blog el testimonio de esos crímenes, aunque sólo lo sea en lo que atañe a mi terruño, libre siquiera en su aspecto externo, callejero, de los recuerdos del franquismo, pero cuyos crímenes mucho me temo que no han sido lo suficientemente publicitados como merecían. De hecho, la descripción de estos ha quedado circunscrita durante mucho tiempo a trabajos como la de los hermanos José Antonio y Luis Martínez Mendiluze, un repaso de la represión franquista en Álava que publicó la editorial vasca Txertoa en el año 1998 y que me temó que pasó sin pena ni gloria para la gran mayoría, que es como suelen pasar estas cosas. Aunque luego no haya que ir muy lejos para echar la vista y darse cuenta que en otras provincias vecinas y hermanas como La Rioja y Navarra, donde a diferencia de la mía la represión en la retaguardía fue de una magnitud monstruosa si tenemos en cuenta el número de muertos en relación al de habitantes, ya hablaremos, ya, hace ya décadas que se han publicado todo tipo de trabajos y levantado más de un monolito en homenaje a las víctimas republicanas. En Álava los homenajes se han hecho hace muy poco, con algún que otro monumento o lo que sea eso de los condones de detrás del palacio de la Diputación Foral, y, cómo no, siempre a regañadientes de los de siempre, los que tuvieron el cuajo de reinvindicar el más que merecido recuerdo a las víctimas del terrorismo mientras en las paredes del palacio de marras faltaba de entre todos los retratos de los diputados generales alaveses el de Teodoro Olarte, diputado general republicano al que los papas de algunos que luego ocuparon ese mismo palacio al grito de libertad y democracia, abajo el nacionalismo vasco, sólo ese, dieron el consabido "paseo".

Por eso, porque de lo particular a lo general sólo dista el ejemplo, me voy a dedicar en los próximos días a desgranar el contenido del citado libro como ejemplo de que, siquiera en la pequeña escala de una provincia tan pequeña y casi siempre insignificante como Álava, la represión franquista no sólo no fue expontanea o incontrolada, sino bien que sistematizada y sobre todo duradera, durante y después de la guerra, y siempre con un sólo objetivo, eliminar al enemigo, esto es, puro genocidio.

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