viernes, 17 de diciembre de 2010

CORNEJAS DE BUCAREST


La excepción a mi autoveto bloguero para comentar libros, tanto por no abrumar con pedantepollerías como por recelo de mis capacidades críticas, solo puede incumplirse por autores que ya son obsesión. Así pues, termino CORNEJAS DE BUCAREST de Miguel Sánchez-Ostiz. De nuevo un festín literario, quinientas y pico hojas del muy personal -de eso se trata- estilo y no menos atractivo mundo literario del escritor navarro. Un novelón, o como si lo fuera, o acaso no estamos hablando del género con mayúscula en el que cabe todo, y si es bueno como en este caso mejor que mejor, en el que lo que menos importa es saber, o prentender hacerlo, la cuota de verdadera biografía que hay en el mismo. Lo de menos es saber si muchas de las cosas que se cuentan en el libro son más o menos autobiográficas, si bien siempre disfrazadas bajo la creación de un personaje del que tampoco interesa saber si es un verdadero álter ego o un simple monigote de las intenciones literarias de su autor. El resultado, eso es lo que cuenta, como que al lector todo lo demás le debe importar un carajo, eso si no quiere caer en el simple y puro cotilleo. Y el resultado es como de costumbre una prosa sencillamente maravillosa por todo que tiene de directa en cuanto al tono, certera en todos sus registros, libre no solo de los artificios del gremio sino también de los melindres entre la gente de éste mismo; al que le pique que se rasque.

En Cornejas de Bucarest el protagonista de la novela aprovecha una estancia en la capital rumana a cargo del Instituto Cervantes con en propósito de impartir las preceptivas conferencias como autor de cierto renombre. De ese modo se nos presenta en primera persona no solo el Bucarest de nuestros días, más o menos decadente según la postal al uso, más o menos resignado a apechugar su pasado terrible, un pasado que se remite no solo a los años del socialismo tarado de Ceaucescu y su autoaislamiento de su propio entorno socialista, el socialismo a la rumana que dio en la demencia a la Securitate. No, también asoma en el relato de Sánchez-Ostiz la Rumanía previa a la II Guerra Mundial y muy en especial, la Rumanía de los fascistas antisemitas, el progrom de la poderosa y rica comunidad judía, la Shoa que no llevaron a cabo precisamente los nazis sino los propios rumanos. Es la Rumanía de las grandes figuras literarias rumanas, el marco por el que se mueven no solo los grandes nombres de Eliade, Cioran, Iulius Popper, Mihail Sebastian, sino también el de otros personajes rumanos menos conocidos y no poco siniestros como el de Traian Maniu, fascista y furibundo antisemita de la Guardia de Hierro rumana que luchó, o algo así, en la Guerra Civil española, y que de resultas también se cruzó con los parientes del prota en algún momento de su peripecia española. El protagonista lo rastrea como tema para una hipotética novela que sabe que no escribirá nunca como tantas otras que le surgen en el camino, pero de las que reniega porque no es eso a lo que está, a la novela histórica de relumbrón, la que da dinero y a él en concreto mucha pereza.

Pero no solo, a esos nombres del pasado rumano que de repente tropieza en mitad de sus paseos bucarestinos pronto tendrá que añadir el de otros de su pasado más cercano, personal, que como las cornejas que abundan por toda la ciudad, parecen surgir de la nada, en el momento y el lugar menos sospechado. De ese modo, y para su sorpresa y a veces no poco disgusto, la fatalidad más que la simple coincidencia hará que se reencuentre en aquella lejana y sugestiva ciudad del Este europeo con gente que le obligará a desandar con la memoria los pasos de un camino que emprendió hace mucho tiempo, puede que el de una huida para ser sinceros. Es ahí precisamente donde Miguel Sánchez-Ostiz vuelve a su universo literario, que lo tiene y está tan marcado como fecundo. Pero no es más de lo mismo, ni mucho menos, puede que aparezcan algunos personajes ya conocidos, puede que el escenario nos resulte ya familiar, pero lo que cuenta son nuevos episodios de una autobiografía, insisto que lo de menos es saber si verídica o no, que en realidad solo parece ser una escusa para volver a retratar unos tipos y unos ambientes de una época muy concreta de España. Y lo hace de la forma que tan grata y e increiblemente brillante nos resulta siempre a sus lectores, yo no sé si me atrevería a escribir "catártico" y hasta "lisérgico" para no dar directamente en bobo, con la prosa a la que me refería antes, esa prosa que por momentos, o acaso solo en un momento de mera tontería pedantesca o así, parece recordar a un Celine mejorado -más que nada por lo fácil de la referencia literaria-, a un Celine humano incluso, y en la que destaca, porque lo hace y con creces, un sentido de humor, una ironía y a veces puro y duro sarcasmo, que además a un servidor le resulta muy cercano, familiar incluso, estoy acostumbrado y cuando lo leo hasta creo adivinar entre líneas los acentos y gestos de los personajes.

Pues eso, una nueva y maravillosa novela en el que también hay que mencionar el retablo entre lo pícaro y simplemente chusco del mundo de los funcionarios españoles de la cosa cultural con alma de especuladores en Buscarest, simplemente demoledor. Y aún así, entre un ostizio y otro, o sobre todo, el aliento de la honestidad a toda costa de una escritura que, entre otras cosa, y ya hacia el final del libro, afirma que, pese a todo, y muy al contrario de lo que viene ser la tónica general de los libros más o menos de viajes o ambientados en escenarios lejanos o siquiera pretendidamente exóticos, si hay que reseñar algo de estos, desde luego que no lo es el paisaje si no el paisanaje, en concreto aquel que componen todas las personas que uno ha conocido y que tan generosamente le han ofrecido su ayuda y amistad. Ese es el verdadero bagaje que se lleva uno de vuelta, todo lo demás literatura de saldo.

Y por si todavía hubiera alguien que dijera que en quinientas y pico páginas es imposible que todo sea oro, que a la fuerza tiene que haber algo que no reluzca tanto, decir que por lo que a mí me toca, como ostiziano convencido y hasta obsesionado desde que con veintidos tiernos años cayera en mis manos LAS PIRAÑAS sin saber cómo ni a santo de qué, pero lo que sí recuerdo mejor que bien es que fue en la ya desaparecida librería Linacero de mi ciudad, simplemente no me consta.

2 comentarios:

  1. Solo por leer esto creo que ha merecido la pena escribir esa purga, o lo que sea. Muy agradecido, MSO

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  2. Hostias Pedrín. Y solo por este comentario otro tanto. Gracias.

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