- ¿Es que este verano no vamos a pisar la playa para darnos el baño de todos los años?
- ¿Es que este verano no vamos a pisar la playa para darnos el baño de todos los años?
Urtero bezala jaiotan
La imagen idealizada y sobre todo feliz del verano en nuestro subconsciente es un cuadro de Sorolla, da igual lo poco o nada que tengan que ver sus cuadros con críos correteando por la playa y esa deslumbrante luz mediterránea con nuestros verdaderos recuerdos. El verano ideal, entrañable, irrepetible siempre es un cuadro de Sorolla, melancolía y belleza en cada pincelada, felicidad a sorbos y "kresala" en la costa más cercana, holganza y trastadas por las tardes en el extrarradio agreste y agrario de la ciudad, primeros pinitos en golfería e impunidad, las desmadradas y ebrias fiestas de la urbe y de los villorrios de al lado, helados y atardeceres junto al pantano, jarras de cerveza, perritos calientes y cacahuetes donde la Duna, culines de sidra guipuzcoana en Ventafría, molicie y entusiasmo en un apartamento siempre cutre en el Mediterráneo, Renault 8 y paellas de mierda con mesas y sillas de camping, kilómetros de improvisación, cabreos y dormir en una cama por los pelos, de vuelta al erial de asfalto en las postrimeras de agosto, tardes de piscina como en una sopera y la palmera de coco de vuelta a casa ya derrengado en el urbano de Gamarra o a pie desde Mendi.
- Amestu egin dut San Joan bezperako suaren gainetik salto egin nahi nuela auskalo nori, hau da, zein jainko faltsuri, edo besterik ezean beste edozein entitate majiko-mitolojikori, erreguka, otoizka, egin eta gero munduko gerrak zein mota guztietako gatazkak bertan behera amaitu zitezen, han-hemenka erlijio, ideologia edo lurraldetasunaren kontura elkarri mokoka ari diren herriak edo (ber)adiskidetu zitezen, baita justizia, berdintasuna zein oparotasuna nagusitu zitezen mundu osoan zehar ere.
17/06/2025 Txema Arinas Opinión, Periodismo 0
Las personas que aparecen en estas dos fotografías son judíos. Los primeros son los llamados judíos Kaifeng, una pequeña comunidad judía que ha existido en la ciudad de Kaifeng (provincia de Henan, China) durante siglos. Los segundos son los famosos judíos «falashas» de Etiopia. Dicho como para una cena entre amigos, unos son judíos «amarillos», chinos, y otros «negros», etíopes.
Pues bien, según el sionismo tanto los unos como otros son judíos de la «Diáspora», esto es, descendientes de los judíos que fueron expulsados de Judea en varias oleadas antes y después del periodo romano. Así pues, y en consecuencia con el ideal sionista, tanto los judíos chinos como los etíopes tienen derecho, cuando no la obligación de acuerdo a la pedrada religiosa de cada cual, de «regresar» a la patria prometida, la casa judía, Eretz Yisraˈel. De ese modo han emigrado miles de unos y otros en las últimas décadas a Israel teniendo garantizada la ciudadanía de antemano por el sólo hecho de ser judíos, y ello a pesar del rechazo y marginación de los que son objetos en el propio Israel por parte de la mayoría judía de origen «europeo».
Todo esto, por supuesto, al mismo tiempo que el estado de Israel niega el derecho de retorno a la tierra de sus antepasados a los casi dos millones de los refugiados palestinos, la mayoría de los cuales podrían remontar su árbol genealógico desde el periodo del mandato británico en Palestina hasta el otomano, seléucida, fatimí,, cruzado, abasida, omeya, bizantino, romano, helenístico… y así hasta llegar al del verdadero, histórico, Reino de Israel.
¿Y cómo es posible esto? Pues porque, en contra de los mitos y tópicos religiosos de las comunidades judías repartidas a lo largo y ancho del mundo durante siglos, la inmensa mayoría de los judíos «bíblicos«, esto es, los que vivían en Judea y alrededores, no abandonaron lo que llamamos Tierra Santa, sino que permanecieron allí y fueron adaptándose, también en su mayoría a las civilizaciones que se sucedieron con mayor o menos éxito en aquella tierra. Dicho de otro modo, que la mayoría de los judíos históricos primero se convirtieron al cristianismo y luego más tarde, de un modo paulatino y siempre inconcluso, al islamismo. Dicho de otra manera, primero abandonaron el hebreo para acabar invocando el nombre Jesús de Galilea en arameo o griego, y luego el de Mahoma en árabe. Esa es la razón por la que hoy en día los palestinos son mayoritariamente musulmanes con una minoría cristiana y también, también, con un pequeño grupo de judíos que ha permanecido fiel a su fe en Palestina hasta el día de hoy -el caso de los samaritanos sería el más curioso y admirable, si bien socioculturalmente los escasos samaritanos que todavía quedan comparten la lengua árabe y la mayor parte de las costumbres no religiosas con sus vecinos palestinos-.
¿Y entonces quiénes son los judíos a los que hemos conocido durante siglos esparcidos a lo largo y ancho del mundo, los judíos étnicamente mediterráneos/sefardies, centroeuropeos/askenazis, árabes/mizrajies, kurdos, persas, chinos, etíopes, etc.? Pues ni más ni menos que los descendientes de aquellos judíos bíblicos, probablemente la élite política y comercial que sí fue expulsada en su momento por el correspondiente poder extranjero, persas, romanos, y en su exilio establecieron comunidades de creyentes, sobre todo en el periodo clásico o grecorromano, una vez más, a lo largo y ancho del mundo, las cuales han llegado hasta nuestros días porque en su momento consiguieron incorporar a sus comunidades un número considerable de conversos nativos. ¿Por qué conversos? Pues porque los judíos fueron desde un principio una comunidad religiosa tan proselitista como lo fue después el cristianismo. Sí, el cristianismo, en origen una simple herejía judía que cuando triunfó prohibió a su vez a sus hermanos judíos hacer proselitismo, dando con ello origen a siglos de marginación y antisemitismo allí donde el cristianismo resultó vencedor. Podríamos decir, sin temor a caer en un excesivo anacronismo, que los nazarenos les comieron la tostada a los israelitas al norte del Mediterráneo.
¿Y los judíos askenazis? Pues ahí habría que hablar de la llamada y muy controvertida «cuestión jázara«, esa que dice que la mayoría de los judíos centroeuropeos descienden del pueblo túrquico de los jázaros que se convirtió al judaísmo en la Edad Media y que al disolverse su imperio emigró hacia Europa llevando con ellos la fe judía y adoptando una variante de la lengua alemana, el yídish, como lengua comunitaria. Verdad o mentira se trata de una hipótesis sumamente discutida porque la historiografía académica es incapaz de llenar las lagunas que encierra todo lo relacionado con los jázaros y, ya en especial, de rastrear el sustrato túrquico de los askenazis. Ahora bien, si comparamos el fenotipo de la mayoría de los judíos askenazis con el de los pueblos túrquicos del Cáucaso entre los que supone que se disolvieron la mayoría de los jázaros, y hacemos lo mismo con el de los árabes palestinos, quiénes parecen verdaderos semitas y quienes… ¿caucásicos o ya directamente europeos del norte?
¿Y qué importa todo esta retahíla de inequívoco y viejuno resabio racista? A mí personalmente una higa. Esto le importa al sionista o filosionista que todavía hoy en día te sale con lo del derecho de los judíos esparcidos por todo el mundo a regresar a su supuesta, ficticia, absurda «patria prometida«. Por no hablar del derecho a apropiarse de la totalidad de la Palestina histórica robándoles las tierras y casas a sus verdaderos dueños, cuando no expulsándolos ya directamente de su tierra y también de la de sus antepasados.
Ni más ni menos que como lleva haciendo el Estado de Israel durante décadas. Una aberración histórica impulsada por una ideología ultranacionalista que ha convertido el credo de una comunidad en un hecho etnorreligioso con su propio irredentismo mitológico, ese que pretende hacernos creer que todos los judíos del mundo e independientemente de su procedencia, lengua, cultura, color de piel o lo que sea, no son simple y llanamente miembros de una confesión religiosa como lo son los cristianos y musulmanes, sino que forman un único pueblo, una nación, cuyas verdaderas raíces se encuentran en una supuesta patria común a miles de kilómetros de donde vivieron siempre ellos y sus antepasados. Un delirio que sólo se sostiene a través del mito religioso y sobre todo con dosis ingentes de tergiversación propagandística de la realidad para justificar un proyecto esencialmente colonial cuyo fin es crear un estado uniconfesional en la tierra de otros, y en el que el actual genocidio de Gaza no deja de ser sino un nuevo capítulo dentro de lo que viene a ser uno de los crímenes contra la humanidad más flagrantes y sobre todo tolerado, cuando no también alentando –Trump, Milei, Alemania y tal…-, por buena parte de la comunidad internacional.
Txema Arinas
12/06/2025
Nire seme nagusia filosofia ikasketak oso seriotan hartzen ari da, bai horixe. Izan ere, Platonen "Dakidan bakarra ezer ez dakidala da" aipu famatua bizilege du arrunt eta ezelako lotsa barik. Edo bestela esanda, dena zuritzeko aitzakia nagusia, bikaina, behinena, zeren edozer galdetzen diozula, hau da, kontu eskean zoazkionean, bere betekizunen, hutsegiteen edo amarrukerien kontura erantzuna beti izan ohi baita: "Dakidan bakarra ezer..."
Esta noche he soñado que me levantaba por la mañana y que al ponerme delante de la caja tonta con el programa de debate sobre la actualidad que acostumbro a ver mientras desayuno, la noticia principal era que no había ninguna noticia principal. Me explico. Estaba removiendo el azúcar del café con leche tras la ingesta de mi cuenco con nueces, plátano, queso fresco y minichorrotada de miel, y resulta que por primera vez en mucho tiempo el programa no había abierto con el escándalo de un primo del presidente colocado a dedo en la empresa de limpieza del ayuntamiento de un pueblo de Albacete, la filtración de unos altos cargos del partido del gobierno en los que relataban sus sueños húmedos a cuenta de varias ministras o las mordidas en las obras del puente que iba a unir Gibraltar con Tánger y en las que, cómo no, estaban implicados desde el sultán de Marruecos a un concejal de festejos de un pueblo de Cádiz por la razón que fuera.
Bart gauean amets egin nuen Gaztela -berdin dio zaharra ala berria zen- aldeko hiritxo bateko jaietan nengoela lagun batzuek gonbidatuta.
Llevo toda la semana teniendo pesadillas entre que, como quien dice, recién he vuelto a los escenarios de mi infancia, y que he encontrado una foto de la Avenida Gasteiz, entonces puede que todavía de El Generalísimo, en la que estaba el piso donde pasé los primeros años de mi vida. Se trata de una foto en la que todavía aparecen los coches aparcados junto a la acera –entre ellos es de suponer que el primero de mi viejo, el Renault 8 cuya matrícula era la única que he sabido de memoria hasta hoy. Empero, en la foto de marras no constan las jardineras que pusieron años más tarde para impedir que la peña cruzara de una acera a otra por donde le salía del higo, sobre todo desafiando al instinto asesino de los kamikazes motorizados que la cruzaban a diario como si fuera una circunvalación. Eso en una época en la que lo del límite de velocidad dentro de las ciudades sonaba como a cosa de novela de George Orwell. De hecho, no había semana en la que no se produjera un atropello delante de nuestras narices y a veces incluso con el desenlace fatal que todos podemos imaginar. Pero claro, por muy a lo Fernando Alonso que pasaran los coches por nuestra calle, tampoco te ibas a tomar la molestia de acercarte hasta el final de la acera para cruzar con toda seguridad por un paso de cebra con su semáforo, Eso era como de cobardes, peor aún, de europeos al norte de los Pirineos; la vida es peligro y todo lo que no sea así, cuidados paliativos.
- ¿Es que este verano no vamos a pisar la playa para darnos el baño de todos los años? - ¿Dónde, cómo? Estamos en temporada alta. - ¿...