La semana pasada, tras recoger al canijo en el cole, justo cuando me disponía a salir hacia casa en coche, otro en doble fila que me impedía moverme de mi sitio. Casi quince minutos de espera hasta que una de las madres del cole se coscó de que los pitidos que emitía mi coche tenían que ver con el suyo aparcado en doble fila. La mujer toda apurada me pedía perdón con las palmas de la mano juntas. Yo bajé la ventanilla para decirle amablemente que no se preocupara, que mientras hubiera música en el coche se podía aguantar tan larga espera.
Al día siguiente aparco en el mismo sitio y ella también. Cuando me viene como el día anterior hasta la sonrío diciéndole que al menos esta vez ha tardado sólo unos diez minutos. Ella se sonríe a su vez.
El viernes pasado aparco el coche donde siempre y de repente siento el replique de una mano sobre el cristal de mi ventanilla:
-Hoy he venido con tiempo y he podido aparcar antes que tú.
Pues me alegro mucho, maja, felicidades. Y, tras terminar la conversación con la mejor de mis sonrisas, subo la ventanilla para seguir escuchando el disco que tenía puesto en el coche.
Hoy aparco como de costumbre y no es hasta que suena el timbre del cole y bajo a recoger al crío que me cruzo con la madre en cuestión, la cual no duda en dirigirme la palabra ya como si fuéramos amigos de toda la vida.
-He vuelto a llegar tarde para aparcar.... No me gusta aparcar en segunda fila porque se que.... bla, bla, bla, bla. Pero ando tan liada entre la casa y el curro que siempre... bla, bla, bla. Y luego está el tráfico...bla, bla, bla. Y mi niña que... bla, bla, bla.
Y claro, yo mientras tanto preguntándome por qué, con toda la gente simpática que hay en el mundo, tenía que darme la chapa precisamente a mí.
Y todo esto por ser educado, agradable, no perder los nervios el primer día, no levantar la voz y sacar el borde que llevo dentro, esa mala hostia genética que de vez en cuando se me descontrola. Todo esto por seguir los consejos de los memos que te dicen que hay que ir por la vida con una sonrisa y saber ponerse en el lugar del otro, que si la educación y los buenos modos... bla, bla, bla.
Y mira que he estado a punto, en un tris, de soltarle a la plasta de las narices que a ver por qué no venía en patinete si tanto tráfico hay y nunca encuentra donde aparcar. Pero, como prometí ser bueno porque no se puede ir por la vida bufando a todo cristo a la menor de cambio. Ahora, que encima tenga que ser sociable, vamos, eso ya...
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