Una palabra; luego
Será poema."
"Todo deseo
Muerte cuando abates
El primer pájaro."
"El avestruz
Esconde la cabeza.
¡Llegan parientes!"
"El cura daba
La misa; un ronquido
Nos despertó."
"El campanario
A tope de cigüeñas.
¡Todas son sordas!"
"Punto de apoyo:
Todas las grietas se unen
Para ser muro."
(Todo lo adentro - Karlos Linazasoro)
Así como algunos cocineros de relumbrón han triunfado fusionando la cocina japonesa con la de su rincón en el mundo, me da a mí que Karlos Linazasoro ha hecho otro tanto con los haikus, que si la esencia nipona del haiku se basa en el asombro y la emoción que produce en el poeta la contemplación de la naturaleza, el de Tolosa ha hecho otro tanto añadiendo la sorna surrealista que lo caracteriza, entre otras cosas. De ese modo la lectura de este primorosamente editado libro de haikus no resulta tanto un atracón de metafísica ecológica al uso como de Linazasoro en el último ejemplo de cómo en vez de ser él quien se adapta a los géneros son estos los que se adaptan a él. Eso si no es que todo lo que caracteriza al haiku, esto es, la naturalidad, la sencillez, la sutileza, la austeridad, la aparente asimetría que sugiere la libertad, estaba ya en el estilo de Linazasoro y él sólo le ha añadido algo de coña; algo así como meterle jamón ibérico al shusi, por seguir recurriendo a la metáfora tan de tripón como es uno. El caso es que el resultado no puede ser más satisfactorio, tan sugestivo como divertido, estás todo el rato con una media sonrisa en la boca y un buen rato dándole vueltas al coco con cada haiku. Y mira que a veces me daba por pensar que el éxito del haiku fuera de su entorno cultural era cosa de poetas vagos. Pues no, aunque da miedo porque decir tanto en sólo tres versos hace que toda la poesía escrita hasta el momento sólo parezca un mero ejercicio de palabrería.
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