Siempre me ha dado cierto pudor acercarme a la intimidad de los escritores en la convicción, no del todo firme a decir verdad y por supuesto que archimanida, de que la obra siempre habla por sí misma. No obstante, la verdad es que tampoco le hago ascos al cotilleo si me lo ponen delante de mis narices. Ese ha sido el caso de las relaciones de Iván Turgueniev con varios de sus colegas y compatriotas de la talla de Herzen, Bakunin o Dostoievsky en el apéndice a la novela Humo. En éste se cuentan las difíciles relaciones con estos autores a los que trató y hasta ayudó económicamente. De los tres sólo consideró como amigo a Herzen. De los otros dos, y a pesar de reconocerles sus méritos literarios, no tenía una idea muy favorable, tal y como se lo hace saber al propio Herzen: “…que Bakunin, digo, haya propalado las calumnias más vulgares y más bajas sobre mí, entra dentro de lo normal y no habría esperado otra cosa de él, pues lo conozco de hace tiempo”; “La actitud de Dostoievsky no me sorprende lo más mínimo; empezó a odiarme cuando éramos jóvenes e iniciábamos nuestras carreras literarias, aunque no hice nada para merecerlo”. Parece ser que esa animosidad hacia Turgueniev por parte de tan egregios personajes se debía tanto al origen aristocrático de éste, el cual no le perdonaban, como a la tibieza que según ellos demostraba en asuntos de política, mostrándose reacio a los extremismos de la época y en especial a los diferentes movimientos revolucionarios rusos. Pero lo más curioso de todo, lo verdaderamente paradójico, era que los tres autores rusos citados también consideraban a Turgueniev como un “mal ruso”, no en vano, y como Víctor Caballero Ballestero en el apéndice citado: “…hay que decir que Turgeniev nunca fue un nacionalista exaltado, ni siquiera tibio, y que se sentía más comprometido con los valores y conceptos supranacionales que con los afectos puramente afectivos del amor a la tierra”. En la propia novela, Humo, el personaje alter ego de Turgueniev dice: “Estoy consagrado a Europa o, para ser más preciso, a la civilización; esa palabra sagrada y pura, mientras otras, como pueblo o gloria, huelen a sangre”. Paradójico, sí, porque en contraste con los tres escritores que le reprochaban su falta de compromiso con la patria rusa, a destacar el muy nacionalista Dostoievsky y su amigo Herzen, un apasionado eslavófilo de origen germano, en realidad un “alemán báltico”, incluso el propio Bakunin, el cual a pesar de ser considerado el padre del anarquismo siempre tuvo a su Rusia natal en mente, sólo Turgueniev ambientó toda su obra —con la excepción precisamente de Humo, y en la que no obstante el tema sigue siendo esencialmente ruso— en Rusia. Por si fuera poco, el poco “patriota” Turgueniev se confesaba un apasionado de su lengua natal y, además de ayudar siempre con consejos y dinero a compatriotas en el exilio con los que muchas veces no compartía sus convicciones políticas y menos aún su radicalismo, también ejerció en la práctica como embajador de la cultura rusa en el extranjero y se convirtió en “agente” desinteresado de diversos autores como Pushkin, Gógol o Tolstoi (fue quien se encargó de hacer llegar a Flaubert la primera versión francesa de Guerra y paz). Paradoja también en que, a diferencia de Turgueniev, que apenas es visto como un escritor ruso decimonónico, otros como Dostoievsky, además de un nacionalista ruso exaltado también, o precisamente por ello, un xenófobo de tomo y lomo, hayan pasado a engrosar la lista de los escritores universales.
Con todo, y dejando a un lado las rencillas tan a la orden del día entre autores y las incompatibilidades producto de la política o las diferencias de clase, lo que más llama la atención es el devenir de la relación de amistad entre Turgueniev y Herzen. El primero nunca llegó a entender del todo las razones de la animosidad que el segundo le fue demostrando con los años a cuenta de sus propias convicciones y siempre por encima del afecto que se habían profesado durante veinte años. De hecho, resultan hasta cierto punto conmovedoras las líneas que le dirige Turgueniev a Herzen en respuesta a un ataque personal de éste en un medio de comunicación ruso, no tanto por el contenido, sino por la persona que lo llevaba a cabo y a quien consideraba un amigo por encima de todo, quién sabe si incapaz de aceptar del todo que hay personas para las que la amistad sólo es la consecuencia momentánea de una comunidad de intereses y convicciones, nunca una relación de afecto que está mucho más allá del grado de coincidencia en éstos e incluso, o sobre todo, del paso del tiempo.
Te confieso que esa nota, que con toda evidencia se refiere a mí, me ha apenado. Que Bakunin… Pero no pensé que tú cubrirías de barro de una forma tan perfectamente idéntica a un hombre al que conoces desde hace veinte años por la simple razón de que defiende opiniones distintas a las tuyas.
Herzen le contestó poco después reafirmándose en sus críticas, por lo que la ruptura entre ambos fue casi definitiva. Casi porque Turgueniev, poco rencoroso, no dudó en enviarle un ejemplar de Humo.
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