martes, 30 de marzo de 2010

TEMPUS FUGIT PER TELEFOMUM


En una cafetería muy conocida de la Plaza de la Catedral de Oviedo. Tras un rato largo la camarera por fin se decide a atenderme. Le pido junto a la barra un café con leche. Asisto estupefacto al lento proceso de elaboración por la interfecta de un combinado para el que poco más hay que sacarse una ingenería o por el estilo. Está claro que la chica tiene para rato. La compañera que ya cuando entré estaba al teléfono, una chica muy guapa y simpática que ya me ha atendido otras veces, me indica con un gesto de la mano que tranquilo, que ya se encarga ella de lo mío cuando cuelgue porque la pava a la que se lo he pedido es más que posible que se pase toda la tarde triturando hielo y batiendo el coctel de marras. Pues en eso estoy, que parece que hace raro ya que la camarera al teléfono ha acabado con el asunto que la ocupaba a ella y a su interlocutor. Es el momento de las despedidas, y en eso estamos un largo rato, qué largo, eterno, que si a ver qué tal la familia, la enfermedad de este o tal pariente, la cosa sentimental, la propia y la Perico de los Palotes, y vuelta a empezar, cualquier cosa antes de ser el primero en colgar el teléfono. Será que la persona al otro lado del hilo telefónico no tiene otra cosa qué hacer, o acaso que no sabe cómo decirle a la chavala que está loquito por sus huesos y de ahí que espere que ella acabe confensándole también su amor poco más que por agotamiento. Y yo entretanto hago memoria de las veces que me he visto en una situación semejante, sobre todo cuando estaba en lo de las camisetas y tenía que hablar con gente de todos los puntos de España prácticamente a diario. Recordando lo sumamente irritante que se me hacían ciertas llamadas con gente a la que parecía ocurrirle lo mismo, que no tenía otra cosa qué hacer en ese momento o que estaba loquita por mis huesos.

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