domingo, 9 de septiembre de 2012

DÉFICIT






Parece que no hay día que uno se levante sin tener que asistir al recuento de malas noticias, las inevitables que genera la maldita crisis y otras que, acaso solapadas por ésta, probablemente con ésta como coartada, son el ejemplo de que la degeneración que está sufriendo España va más allá de lo económico y se va evidenciando como la gran oportunidad que las sempiternas fuerzas de la reacción hispánica habían estado esperando para intentar volver las aguas al cauce del que según ellas nunca tenían que haber salido. 

De ese modo, y repito que con la impunidad que da una situación económica verdaderamente lamentable, el partido que gobierna esta cosa llamada España no deja de ofrecernos ejemplos de cuál es su idea de España, el verdadero rostro de una derecha que no ha cambiado nada en esencia desde antes incluso de la Guerra Civil, sigue siendo nacional-católica a macha-martillo, intolerante frente a la indiferencia por principio, mojigata o sumisa al clero sin remisión, inculta a rabiar, casi que por obligación.

Sólo así se entiende la noticia de que el Gobierno pepero de Aragón pretende aprobar una ley que niega la existencia de una franja en su territorio, que va de norte a sur pareja al límite con Cataluña, en la que se habla catalán desde los tiempos de María Castaña. Una ley que pretende denominar a la lengua vernácula hablada desde Ribagorza a Fraga "aragonés oriental", siendo el aragonés una lengua perfectamente definida que ya apenas se habla en los reductos pirenaicos a la que fue reducida como consecuencia de la expansión del castellano en tierras aragonesas. La ley, ni qué decir, carece del más mínimo rigor científico, de hecho tiene a toda la comunidad académica soliviantada. Pero, qué más da, el ánimo de este proyecto de ley es exclusivamente político, negar la existencia del catalán en Aragón en previsión de una posible reivindicación territorial por parte del nacionalismo catalán, algo que el PP pretende evitar por las bravas, por decretazo, y no, faltaría más, mediante el debate o el respeto exclusivo a la voluntad de los habitantes de La Franja que se sienten mayoritariamente aragoneses aún hablando la misma lengua de sus vecinos catalanes, porque, ¡oh, qué revelación!, el sentimiento de pertenencia a un determinado territorio no se basa exclusivamente en la lengua sino también, e incluso en especial, en otros factores como la Historia compartida a lo largo de siglos. 

Pero bueno, por si acaso mejor ponerse por montera el sentido común, la inteligencia, y hacer comulgar con ruedas de molino a los ciudadanos, como si éstos fueran una inmensa masa aborregada que traga con lo que le echen, como si la única manera de evitar hipotéticos conflictos territoriales o simplemente identitarios fuera negando la mayor, es decir, estableciendo por ley que la realidad que no nos gusta, que nos hace temer por la integridad de una idea de España por la que los ciudadanos parecen pertenecer al país y no al revés, simple y llanamente no existe.

Y no pasa nada porque hay terreno abonado para este tipo de cosas en una población cuyo nivel cultural sigue siendo tan bajo que traga con todo. Una población para la que el sentido común, el respeto a la realidad por encima de todas las cosas y muy en especial a la diversidad cultural de España, es casi siempre una bagatela en comparación con el patrioterismo de taberna, las adhesiones inquebrantables a la poltrona de turno o a saber qué cúmulo de complejos identitarios, de no poder entenderse a sí misma sino es a través del blanco o negro, o se es esto o lo otro pero nunca según toque, un poco de eso o aquello.

Ni entienden, puede que incluso ni la conozcan, y por supuesto no la admiten, la diversidad cultural y sobre todo lingüística de España. El caso de La Franja aragonesa ni siquiera es una molesta excentricidad histórica a la que los peperos se ven obligados a poner coto de una vez por todas porque lo catalán infecta su monolítica idea de Aragón. Yo acabo de llegar de la comarca asturiana del Eo-Navia donde ocurre otro tanto, allí se habla una variedad gallega con influencia asturiana que  muchos también quieren ocultar como si reconocer un hecho estrictamente filológico supusiera una merma de la asturianía de sus habitantes, como si el hecho de hablar un dialecto gallego implicaría de inmediato una reivindicación por parte de la comunidad vecina e incluso una tara mental para los que lo hablan por eso tan atávico de ver al vecino siempre como un inferior o por el estilo. Y quien dice la comarca del Eo-Navia, puede decir parte del Bierzo o Senabre, por no hablar de las zonas de León donde todavía se habla asturiano porque esa era la lengua vernácula de la región astúrica antes de la expansión del castellano (como que incluso en la región de Miranda en Portugal todavía se habla un dialecto astur-leonés ya a cientos de kilómetros al sur). La extensión de las lenguas tiene su origen en la variedad original de los pueblos de España y el constante trasiego de poblaciones a lo largo de la Historia incluso más allá de la evolución de las fronteras entre reinos y regiones. De ese modo Jaime o Jaume I de Aragón conquistó la taifa valenciana a los moros y la pobló en su inmensa mayoría con catalanes que llevaron la lengua que ahora algunos de sus descendientes se niegan a llamar catalán en lo que a un servidor se le antoja tan ridículo como un argentino o un mexicano haciendo otro tanto con el castellano. Incluso una lengua que ha ido retrocediendo en su propio territorio como el euskera tuvo un momento de expansión cuando en los siglos VIII y IX los pobladores mayormente alaveses colonizaron lo que hoy se conoce como la Rioja Alta, como que no sólo dejaron huella en la toponimia y el habla de las tierras que van desde Haro a Ezcaray (Peña Alta en euskera) sino que además fue allí, en San Millán de la Cogoya donde aparecieron las primeras palabras en euskera junto con otras en una lengua romance que según los estudiosos tenía más en común con el aragonés que con el castellano. Pero bueno, así es la Historia, las lenguas se expanden y retroceden porque las condiciones históricas o demográficas obligan a ello, otra cosa es cuando eso se hace a la fuerza y con un propósito determinado, en pro de una idea monocorde de España, de la eliminación de cualquier diferencia, de la falta de respeto a la minoría, la hegemonía mediante la imposición y no el convencimiento. Pero claro, luego los nacionalistas ombliguistas y etnomaniáticos son otros, siempre los de la periferia, acaso sólo porque se oponen a esa idea monolítica de los buenos españoles para lo que todo lo que no sea una Castilla ampliada está de más o son ganas de joder, así que cuando se pueda como en Aragón, mejor eliminarlo por decreto.

Bendito país que es incapaz de reconocerse tal como es, en toda su riqueza, que se desprecia porque no se puede concebir más que en blanco o negro, que genera tanto tonto acomplejado que incluso reniega de lo propio por intentar complacer a toda costa a la opinión dominante, poco importa que lo sea en una taberna de Hernani, Vic o en Ventas. A mí todo esto apenas se me antoja otra cosa que el apabullante y secular déficit cultural de los españoles.

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