domingo, 2 de septiembre de 2012

EL DIABLO GINTÓNICO


Ha sido llegar a Vitoria-Gasteiz y darnos de bruces con el otoño. Sí, así a lo bestia, nada más bajarnos del coche el viernes a llegar a casa de mis padres. Yo que venía en pantalones cortos (jamás me rebajaré a llamarlos "shorts") de Oviedo, convencido de que el verano termina hacia el veintiuno de setiembre como en resto del hemisferio norte, y de repente que no me acordaba, joder, que aquí en mi terruño el verano se circunscribe única y exclusivamente a la última semana de julio y el mes de agosto. Porque aquí somos así de chulos, que tienes un mes de vacaciones de verano, pues procura que sea en agosto porque el uno de setiembre ya se acaba el verano, empieza el otoño tal cual, sin concesiones, puntualidad germánica, vascongada más bien, mucho mejor, dónde va a parar. Y así está la cosa, luce sol pero corre aire frío, las hojas de los árboles amarilleándose a marchas forzadas, toca volver a los pantalones largos y los zapatos, a sacar la chaqueta por la noche, a pensar en potajes y dejarse de kalimotxos para volver de cabeza al cosechero a palo seco, y por si fuera poco uno también empieza ya a soñar con setas.

Y eso que ayer a la mañana lucía un sol espléndido, que había un ambientazo en las calles de lo viejo porque tocaba el mercado de principios de mes, las callejuelas medievales a tope de puestos de todo tipo de cachivaches y, sobre todo, aroma de fogón y horno por todas partes. Porque, si bien es cierto que cuando paseas por lo viejo de Gasteiz siempre te asalta el aroma de los guisos que la gente prepara en sus casas y que se cuelan por las ventanas abiertas hacia la calle, y no digamos ya al pasar delante de las sociedades gastronómicas, que insisto es una pedantería donostiarra importada porque aquí siempre se les ha llamado txokos y para de contar, ayer encima se le sumaban los de los puestos de comida de todo tipo, desde la pastelería artesanal, al queso Idiazabal, los foi y embutidos también artesanales, la fruta de temporada, el bacalao seco junto las ristras de pimiento choricero o los pintxos preparados a pie de calle. En realidad olía a pimiento y mucho, asunto que enseguida te tira al vino y entre un pote y otro, pues como te dejes, te dejes, un no parar. 

Pero bueno, fuimos sensatos, maduros, y preferimos reservarnos para la noche y poder así disfrutar de la compañía de los amiguitos y el frío de cojones que hace ya por la noche. El problema es que ya entonces servidor fue sensato y maduro lo justo. Y es que aprovechando que no estaba la amiga V, que luego dice de su santo pero para pegas también..., el amigo L reservó una vez más en el Erkiaga. Dónde íbamos a estar mejor, sobre todo ahora que hay que empezar a recogerse, a aprovechar el calor humano del prójimo,  de que te acompaña y del que se sienta en la mesa de al lado, todos apretadicos, y donde además le echan setas a casi todo durante todo el año, otoño, otoño. Así que entre ensalada de pulpo con cantarelus, carrilleras con angulas de monte y una imposible más otoñal salsa de moras, morcilla de arroz en su salsa ultrapicante, el revuelto de foi y boletos (otra denominación de pijos para lo que siempre hemos llamado "hongos", se ve que fuera los confundían con los de los pies...), capricho de ración de Idiazabal por parte de la asturiana. Todo ello regado, por supuesto, con cosechero de Villabuena-Eskuernaga, tres botellicas para entonarnos un rato a base de quién suelta la chorrada más grande, la grosería otro tanto o empata más y mejor a las féminas, que se ve que algunas no fueron jóvenes nunca, decía el marido de una... (:-) Porque de eso se trata, de echar risas y disfrutar de la compañía, joder, que para qué amargarse más de lo obligado con este presente ingrato, amargo, jodido, muy jodido, que si no te jode a ti directamente fijo que lo hace al de al lado. Y eso aunque luego ya a los patxaranes y con la tabernica vacía y recogiendo, acabáramos discutiendo a voces con el dueño acerca de que si los jóvenes de ahora son todos unos baldarras, BANKIA y su puta madre, el PP y sus misteriosos votantes, que parece ser que nadie los conoce pero ahí estaban para darles la mayoría absoluta. Pues bien, se ve que la gente tiene ganas de expandirse y aprovecha la menor oportunidad, esto va tanto por nosotros como por el simpático y jatorra camarero y dueño del Erkiaga (si bien cuando alguien mencionó lo de dueño en seguida se oyó la voz de la parienta desde la cocina diciendo que la dueña era ella...)

Así que salimos calentitos de la cena, y directos a los pubes de turno, algunas incluso pretendían ir a mover el esqueleto, qué espanto. Pero algo pasó, me pasó a mí, algo terrible, una verdadera desgracia. Un diablo gintónico que se apoderó a mí disuelto en una copa a rebosar de hielo con rodaja de limón. Yo no quería caer en la tentación, que sé que luego hay que apechugar con las consecuencias, las mismas que he padecido toda la noche y en estos mismos momentos en forma de pedazo de puta resaca. Pero, el diablo me tentó, me tentó y al final me poseyó varias veces junto a la barra de un pub de Cercas Bajas con una simpática y hermosa camarera al mando, y ya luego en el Dublin de la plaza de la Virgen Blanca donde oficia de camarero el único hombre al que le he echado los tejos en mi vida, por joder, sólo por joder, metafóricamente hablando, acabáramos.

Y ya luego lo que temía, un Dios cruel y justiciero, y por lo que parece también miembro de la liga anti alcohólica, la misma supongo a la que pertenece cierta ciudadana francesa que vive en Llanera, Asturias, me condenó a pasar la noche lejos de mi pareja y mi hijo pequeño, solo en la habitación de mi hermano y dando vueltas sobre su antigua cama, sufriendo la pesadilla de verme de vuelta al bar de Cercas Bajas con la bruja  de Zugarramurdi preguntándome con su exquisita educación y simpatía, "¿ya sabéis lo que vais a tomar o qué hostias, que vamos a cerrar..." exclamando cada dos por tres, "¡Dios, por qué no maduro de una vez, no permitas que vuelva a caer en la tentación, seré bueno, rezaré un ave maría cada día, lo prometo!" Pero ni por esas, yo diría que todavía peor, como que encima el muy cabrón me desfiguró la cara al intentar vomitar, por no hablar de la exposición a la vergüenza pública hoy a la mañana delante de toda mi familia, la de este lado del Atlántico y parte de la del otro. Ganas tengo ya de meterme en el coche para escapar de esta maldita tierra de diablos gintónicos y sorginas malencaradas hacia esa otra de trasgus y xanas...

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