Sueño que me dispongo a sacar a la perra de mi madre y que, cuando estoy a punto de salir ella me dice.
- ¡Ten cuidado con las sirenas del parque?
- ¿Lo qué?
- Que no te dejes liar, que tú eres muy Odiseo.
Ni me molesto en contestarle. De hecho, me meto con la perra en el ascensor pensando que a la vieja cada día se le va más la olla y que cuando volvamos a Gasteiz igual me la llevo al loquero a ver si le da una vuelta.
- ¡Cuidado con la sirenas!
Ya en el parque que sirve de estercolero para los dueños de perros del barrio, cruzo los dedos para que la perra haga sus necesidades lo antes posible con el fin de evitar que se me acerque el pesado de turno a darme la chapa con las obras y milagros de su cánido. Demasiado tarde, Lau se ha entretenido olisqueando un meado, el cual, si tenemos en cuenta eso que dice mi cuñado de que para ellos son como los libros, debe ser del mismo grosor que el Ulysses de Joyce que ando releyendo desde hace un par de semanas.
- - Bonos díes. Llevo díes viéndote cola to perra y paezme tan guapa que dixi: voi preguntar a ver cómo se llama, que seguro que tien un nome preciosu.
- Se llama Lau -respondo escueto con la esperanza que una vez satisfecho la curiosidad de la pava de unos treinta y pico tacos, larga melena rubia, tremendos ojos verdes, tez extraordinariamente pálida y, para que andarnos con chiquitas, un cuerpazo de ninfa que ya le gustaría a muchas que se machacan a diario en el gimnasio y se condenan a dietas de por vida.
- ¿Ye un pastor alemán puru, non?
- No tengo ni idea, nos la trajo la hermana veterinaria de mi mujer para que hiciera compañera a mi madre en el pueblo y ni se nos ocurrió preguntar por el pedigrí.
- El míu ye un llobu del monte.
- ¡Anda, mira que graciosa esta!
- - Que sí, home, na mio contorna los llobos tienen el costume d'acompañalos para protexenos de los estraños.
- No te digo que no. Llevo ya unos cuantos años viviendo en Asturias y todavía hay cosas que no dejan de sorprenderme.
- - En casa tamién tengo gatos, coruxas, arañes y culiebres. ¿Quies venir velos?
- Mejor otro día. Hoy tengo prisa. ¡Mira! Ya ha cagado la perra. Recojo y me marcho.
Sin embargo, como ando azorado porque la chavala me está resultando un pelín raruna, vamos, friky que te cagas, es ir a recoger la mierda con la bolsa y ponerme perdido porque se me ha olvidado meter la mano por dentro.
- Pero mira cómo te punxisti de mierda! Nun puedes colar asina. Vente a la mio casa y te llimpiu; ta ende al llau.
- No, deja, si eso ya me limpio con el pantalón o la chupo un poco - ya no sé ni lo que me digo, como que me está entrando ya canguelo.
Pero el caso es que la moza parece tener tanto poder de convicción, y yo tan poca personalidad que me dejo arrastrar por cualquier rubia con ojos verdes del tres al cuarto, que he acabado en salón de su casa mientras mi perra y su lobo intiman en el recibidor.
- Ponte cómodu mientres preparo la ducha por que llimpies bien.
- ¿Cómo que la ducha? Oye, mira, yo no sé que idea te habías hecho; pero, estoy casado y además soy una persona de lo más convencional en esos aspectos, monógamo por convicción y sobre todo por amor. Así que...
No llego a acabar la frase cuando aparece ella de vuelta al salón tal y como su madre la trajo al mundo.
- ¿Non te gusta lo que ves?
- Pues... Estooo, qué quieres que te diga. No niego que seas una belleza y que cualquiera; pero... ¿Eso que son, ancas de rana?
- Claro, bobu. ¿Qué esperabes, una cola de pexe, plumes y garres d'águila? Soi una xana.
- No ya, si nosotros también tenemos lamias y son iguales. Pero, es que, en serio, yo soy mucho más de pescado y...
- - Tu lo que yes ye un putu capáu como tolos casaos. ¿A lo menos vas ser tan atentu de cepillame col mio peñe d'oru?
- Eso por descontado. Además tengo el título de peluquero. Aunque nunca estudié para ello y todavía menos ejercido -insisto que ya no sé ni lo que me digo.
- Fales demasiau.
- Yo lo que creo es que no debería volver a cenar sardinas en lata...
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