Como ayer eran vísperas de San Prudencio, las fiestas patronales de Álava y así, estaba convencido de que tarde o temprano iba a soñar que cocinaba en una especie de marmita a lo Panoramix, con tomate, jamón, chorizo y perretxikos, los caracoles gigantes que íbamos pisando sin darnos cuenta en Senegal de vuelta al hotel tras una tremenda farra en una especie de discoteca, o de lo que fuera aquel antro en Zinguichor en el que estuvimos intentando emular el tuerking de unas negras hasta las tantas. Un asco que te cagas. Como para que no, caracoles del tamaño de un pelota de voleibol que pisábamos sin darnos cuenta porque, entre que no se veía nada porque el alumbrado brillaba por su ausencia y el pedo que llevábamos, aquello fue una masacre bastante asquerosa, por cierto, menudo tufo.
Esa podía haber sido una de las anécdotas que podían haber inspirado la pesadilla de esta semana samprudenciera. Otra la tremenda tajada, probablemente de las más grandes que me he cogido en mi vida, durante la romería a las campas de Armentia el día del santo por culpa del zurracapote (una bebida típica de las fiestas de los pueblos de la zona consistente en una mezcla de vino tinto o clarete al que se le añaden principalmente melocotón y limón además de azúcar y canela, también algún que otro licor de alta graduación, dejándose macerar durante varios días) que los mozos del pueblo servían gratuitamente de una kupela (barrica). Con decir que horas más tarde aparecí en casa sin la escayola que llevaba en una de las piernas desde hacía pocos días, eso y que recuerdo que mi viejo me estuvo chillando durante un mes o algo así, creo que ya lo he dicho todo.
También... Bueno, tampoco voy a desgranar todas mis movidas relacionadas con las fiestas de San Prudencio, o ya solo con los caracoles. El caso es que esperaba tener alguna pesadilla de esas en las que tu subconsciente te rescata alguno de esos momentos patéticos de necesidad que tú has intentado olvidar por todos los medios; pero, oye, tampoco ha sido para tanto. De hecho, el recuerdo de esta noche ha sido de lo más placentero. En concreto el del año que me propuse aficionar a mis retoños al plato estrella de las fiestas de mi provincia con el resultado que se puede observar en la foto que acompaña esta entrada. Oye, puede que no consiguiera transmitirles tan entrañable como ridícula tradición, y eso que también puse perretxikos en la salsa, vamos, como todas sin lugar a dudas; pero, la verdad es que disfruté de lo lindo; soy tan cabroncete...
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