miércoles, 9 de diciembre de 2009
Criaturas de otro mundo
El domingo, aprovechando la visita a Gijón, entramos a ver una exposición que había en la antigua rula sobre las criaturas abismales. Vamos, monstruos del abismo marino, esto es, peces con deforminades varias y cefalópodos con problemas de sobrepeso. Parece ser que la costa asturiana se da una considerable concentración de calamares gigantes y de ahí que cada año se pesquen unos cuantos, de los que también una porción considerable va directamente al formol, o mejor dicho, al museo marino de cada pueblo costero. Servidor veía los pedazos de pulpo y calamares que exponían conservados en formol y sólo me podía lamentar que por el tamaño la carne fuera tan dura que déjate de echarle pimentón y acompañarlo con cachelos, por no hablar de las cantidades ingentes de tinta que habria que usar para hacerlos como Dios manda, como que habría que echar mano de la de la impresora o por el estilo. Claro que según alguna de las fotos en color sepia antiguamente no lo debían tener muy claro, pues aparecían varios especímenes gigantescos de esos a la venta en las rulas asturianas, lo cual me confirma que aquí con tal de echarle el diente a algo... vamos, con recordar que es una de las contadas regiones de la península donde se comen los oricios, los erizos marinos...
Luego estaban los peces deformes, esos que por habitar las profundidades abismales parece que adquieren unas formas horripilantes, tipo jorobado de Notredame o empleado de banca, por lo de la falta de luz y así. Había cada cosa en su tarrito que el que he puesto de imagen parece hasta un bonito lenguado, con decir que entre que la sala con los pececillos estaba a oscuras y que los bichos eran feos, pero feos de cojones, pues que casi no se me mete M a verlos, que tuve que convencerle que no pasaba nada, que si se ponía tonto el pedazo de pez de casi dos metros alargados iba su padre y de un par de hostias se lo ponía hasta en salsa verde y todo. En fin, menos mal que también le recordé que los animalicos salían en Nemo, que uno de ellos era el que llevaba la bombilla incorporada a la cola, a lo minero o por el estilo. Así sí, no sólo entró sino que empezó a preguntar a voces, como tiene costumbre el p. crío, a ver de quién lo habrá sacado, hasta el punto de que al final el único monstruo al que miraba la gente era él.
Sea como fuere, muy interesante la exposición, había cada pieza..., entre ellas una especie de rodaballo de cincuenta kilos o más, a ver en qué horno metes eso. O una mole que llamaban pez luna, y huesos, muchos huesos de cetaceos raros. Una gozada. Claro que para experiencias abismales la de la cuenta que nos pusieron en la Cuadra de Antón, que como pensamos que era igual a la de Oviedo nos metimos todo panchos, a por el pollo al ajillo, y no, fue como irse a dar un chapuzón en la playa y caer de lleno en el abismo marino.
Menos mal que luego seguía haciendo una tarde preciosa con su oleaje en avanzadilla, su crepúscolo invernal, sus niños, parejas, jubilatas y demás monstruos a lo largo y ancho del paseo marítimo...
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