lunes, 5 de julio de 2010

BORBOLEANDO POR EL BOSQUE DE ARMENTIA



Se impone una entrada dedicada en exclusiva al bosque de Armentia por el que llevo bajando y subiendo toda la semana, ya sea en compañía de mi nene o a solas por la mañana para eso de darme un garbeo hasta la ciudad, comprar la prensa, enredar un rato aquí y allí, tomarme una birra, tomarme un pintxiko o hacer una de esas gestiones pendientes en la oficina de turno con el funcionario malencarado que siempre me toca (esta vez se me ocurrió pasarme por el ayuntamiento para informarme de... bueno, mejor lo dejo para otra ocasión).

No sé cuánto será en kilómetros desde Berroztegieta hasta Armentia, según el sendero o camino que se coja a través del bosque puede oscilar entre los quince a los veintimuchos minutos. Yo he llegado a la conclusión que hay que dejarse de hostias, esto es, hacerse el explorador de barbecho, hoy me meto por aquí, mañana por allí. Sobre todo porque puede pasar lo del primer día que se me ocurre meterme por un sendero que viene señalado para caballos, que me decía, "vas pegado a lo sembrado y así la vista con los montes al lado hace más ameno el trayecto". Hostias tú, me habían dicho en casa que no había llovido en toda la semana y de repente que nos tropezamos con el primer barrizal, tú métete por aquí, cuidado enano no te caigas, que como te dejes la sandalia en el barro luego va tu madre y nos cruje. Total que casi nos tiramos todo el trayecto sorteando charcos y barrizales, rebozadicos que llegaron los zapatos.

Aprendida la lección al día siguiente me metí por uno de los caminos con brea que atraviesan el bosque y que viene indicado con el dibujo o icono de una ermita, el Compostelano le llamán porque va a dar directamente a la basílica románica de Armentia, que como todo el mundo sabe es un hito del camino alavés a Santiago. Y pasico a pasico, ni quince minutos, oyes, yo diría que menos, que te pones, te pones, y tipi-tapa, tipi-tapa, cuando quieres enterarte ya has llegado a Armentia.

El bosque que se extiende a las fueras del pueblo/barrio de Armentia hasta las faldas de los Montes de Vitoria, entre las localidades de Eskibel y Berroztegieta (en su interior se situa el despoblado de Gazeta, y de acuerdo con la información pertinente, se define como un verdadero corredor biológico entre las áreas forestales, las áreas verdes periurbanas y el ecosistema urbano. Es decir, un maravilloso oasis vegetal entre el bullicio de la ciudad y el campo maxi antropomorfizado de la zona rural al sur de la capital alavesa. 164 hectáreas en total de las que 104 están cubiertas por especies arbóreas, el 70% de su superficie. Esta importante masa forestal tiene al quejigo (Quercus faginea) como especie dominante, aunque ha sido ampliada a lo largo de los últimos 25 años con plantaciones de una gran variedad de especies arbóreas, realizadas sobre unas 40 hectáreas de antiguos terrenos agrícolas.

El bosque de Armentia alberga ambientes muy diversos. A tramos de gran espesura en los que arces, majuelos, endrinos y zarzamoras acompañan a los quejigos, suceden otros de arbolado más disperso con grandes claros en algunas zonas, donde crecen brezos, escobizos y enebros. En el área de estancia de Artetxo son destacables algunos ejemplares maduros de quejigo que muestran un aspecto curioso, en forma de "candelabro" como consecuencia de las sucesivas podas realizadas para la obtención de leñas. En las cumbreras encontramos hayas, acebos y serbales, o zurbales de zurba, que es como de dice al serbal en Álava y parte de La Rioja, y en las márgenes de los modestos arroyos que surcan el parque son frecuentes los arces, avellanos y fresnos.

Los diferentes ambientes dan cobijo a una fauna muy rica y variada, entre la que se encuentra el jabalí, la ardilla, aves rapaces y hasta una treintena de especies de pequeños pájaros como jilgueros, pinzones, petirrojos y carboneros.

Por lo que respecta a Mr y un servidor apenas tuvimos opción de tropezarnos con un jabalí tal y como era el deseo del niño. Sin embargo, andando por los senderos, a través de la sombra refrescante que ofrecen las copas de los quejigos, arces, avellanos y fresnos, se puede escuchar el hilo musical de los jilgueros, pinzones y otros pájaros, así como divisar las picazas, cernícalos y otras rapaces que no mencioné antes. Con todo, lo más impresionante del trayecto en estos días de finales de junio no fue otra cosa que la compañía de una nube de mariposas que revoloteaba a nuestro alrededor formando una abigarrada cortina tras la que Mr. insistío repetidamente en traspasar con las manos abiertas para intentar abarcar con ellas esos destellos de luz lepidóptera. Aquí me he pasado, lo sé, pero la verdad es que uno entiende la tendencia de algunos al mariposeo pues estos insectos son verdaderas briznas de alegría y belleza en mitad de la soledad arborea, toma ya. La misma palabra mariposa es una de las más bellas en castellano y así también en otros idiomas (butterfly -literalmente mosca de la mantequilla- en inglés, papillon en frances, papallona en catalán, farfalla en italiano, schmetterling en alemán, fluture en rumano, tximeleta/inguma/pinpilipausa/marisorgin en euskera). Sin embargo, es en galaico-portugués como más bonita me parece "borboleta" pues parece referirse al efecto visual que produce el vuelo de las mariposas, bor-bor. Se trata de una especie de onamatopeya visual, palabras que intentan imitan el efecto visual de algo, y de la que palabra vasca para mariposa pinpilinpausa es otro ejemplo. Pedantences para no variar.

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