017. TESTAMENTO DE UN IMPOSTORTxema Arinasisbn 978-84-16832-36-1248 pág. PVP 16€Esta es la historia de un viejo y descreído jesuita que, tras hacer sus particulares américas, regresa al País Vasco de donde partió al poco de ordenarse con el propósito de dar ejemplo al prójimo con su sacrificio y fidelidad a lo que siempre consideró el ideal jesuítico. Un ideal que en su caso nunca fue tanto un objetivo evangélico como una búsqueda/huida continua de sí mismo y sobre todo de la evidencia de una vida entregada a mayor gloria de sí mismo antes que a cualquier otra cosa. Esa será la impostura que caracterice su existencia y, ya en concreto, la que le permitirá alcanzar un estatus como jesuita y profesor, granjearse admiración y respeto de todos los que lo rodean, así como asistir con ojo crítico al ascenso del chavismo en Venezuela y muy en especial entablar una relación especial con una alumna de orígenes escuálidos y simpatías bolivarianas. Pero, esta impostura vital también le obligará, ya no sólo a renunciar al amor o a la libertad de ser dueño de sus propias opiniones, sino sobre todo a vivir en paz consigo mismo.
miércoles, 25 de enero de 2017
TESTAMENTO DE UN IMPOSTOR
viernes, 20 de enero de 2017
EL BOSQUE DE LAS MENTIRAS – Alberto Ladrón Arana
(reseña publicada en http://solonovelanegra.com/gezurren-basoa-resena/)
Me
permito traducir el título en euskera (Gezurren
Basoa, 2016) de la última novela de Alberto Ladrón Arana como El Bosque de las Mentiras porque sé que
pronto será traducido al castellano como lo han sido ya las más renombradas de
sus anteriores novelas (Las Manos del
Carpintero, 2008, Nada que Perdonar, 2011). Se trata de un autor de novela
negra pura y dura, esto es, sin otra aspiración que no sea construir una trama
que atrape al lector desde el primer momento y lo arrastre a lo largo de una
historia, por lo general ubicada en su Navarra natal y con personajes
perfectamente reconocibles de la tierra. De ese modo, y puede que renunciando
premeditadamente a cierta prosopopeya esteticista tan de moda en el género en
los últimos tiempos con el propósito, vacuo de necesidad, de elevar
literariamente en género, Ladrón Arana se ha convertido, junto con el otro gran
maestro de la novela negra en lengua vasca, Jon Artetxe, en uno de los escritores
más vendidos en euskera. Su éxito reside precisamente en la honradez de su
planteamiento. Las novelas de Ladrón Arana son trepidantes, no se pierden en
excesivas discreciones de ambientes o en retratos sicológicos de sus
personajes, son pura acción desde la primera a la última página y siempre con
ese punto de sorpresa que suele ser, no nos engañemos, el mayor aliciente de
los aficionados del género. Con todo, Ladrón Arana no se limita a sorprender al
lector con tramas más o menos rocambolescas, casi que estiradas hasta lo
increíble, casi sólo, sino que tampoco renuncia a tratar temas sensibles o de
boga en la sociedad española y en la vasco-navarra en particular. De ese modo,
muchas de sus tramas tienen como fondo temas tan polémicos como la Memoria Histórica
-asunto que tiene o ha tenido especial trascendencia en Navarra, para muchos la
cuna del Alzamiento con Mola y sus requetés a la cabeza, y también el
territorio donde más muertos hubo en la retaguardia sin ser frente de guerra en
ninguno de sus momentos- o el de la guerra sucia contra ETA. Otros temas que
también frecuenta Ladrón Arana son acaso mucho más habituales en el género, el
tráfico de droga, la prostitución, la corrupción política e incluso los
vínculos del presente con ese pasado ya casi en vías de trasunto exclusivamente
literario como puede ser la II Guerra Mundial, el cual en Navarra también tuvo
cierto predicamento al haber sido tierra de frontera con la Francia ocupada, o
lo que es lo mismo, la zona de paso de un lado a otro de la muga (frontera) de
todo tipo de gente. En cuanto a la factura de las novelas de Ladrón Arana, ya
he señalado que son de lo más clásicas sin que haya ánimo peyorativo en ello,
más bien todo lo contrario, yo atisbo una honradez que otros autores de novela
negra parecen haber perdido cuando les da por experimentar con el género. Tan
clásica que, si bien en sus primeras novelas el autor parecía resistirse a
ceder el protagonismo a un agente de la ley, y esto creo yo que en la
convicción de que una amplia parte de su público vascoparlante no hubiera
podido simpatizar nunca con un uniformado del cuerpo que fuera, y del modo que
el protagonismo siempre recaía en particulares que se veían envueltos a su
pesar en todo tipo de tramas que al principio parece superarles y luego casi
que también pero que al final resuelven con o sin la ayuda de terceros, como la
de Armentia, inspector de la Policía Foral navarra, en sus últimas novelas
Ladrón Arana parece haberse decantado ya definitivamente por ceder ese
protagonismo al modo más tradicional de guerra, es decir, sobre los hombros de
la inspectora de los forales Leire Asiain.
Siendo así, y por lo
que respecta a El Bosque de las Mentiras,
toda la trama girará alrededor de la investigación del secuestro de un niño que
lleva a cabo la inspectora Leire Asiain. La investigación nos descubrirá un
rosario de personajes de lo más variopinto, empresarios hechos a sí mismos con
su zurrón de secretos al hombro, hijas díscolas y traumatizadas, emigrantes al
margen de todo, mafias del Este, picapleitos sin escrúpulos, seguidores de
creencias exotéricas en mayor o menor grado de chaladura, y todo ello en medio
de una historia dura, muy dura, en medio de lo que sería la falsa estampa de la
placidez provinciana de una comunidad que, dejando a un lado la política, se
presenta en el imaginario colectivo de los españoles como tan tranquila como
modélica, con lo que casi me atrevería a decir que incluso podríamos añadir “el
factor escandinavo”, esto es, tramas de los más crudas y rebuscadas ambientadas
en lugares donde creemos que en principio nunca pasa nada. Y todo ello,
insisto, con un ritmo frenético que arrastra sin compasión al lector desde la
primera hasta la última página, digamos que sin dejarle opción a aburrirse en disquisiciones
que no tengan que ver en exclusiva con la trama, y su correspondiente sorpresa.
Así pues, novela negra sin complejos o paliativos que cumple a la perfección
con su principal objetivo: entretener.
Txema Arinas
Oviedo, 2017/01/16
EL BOSQUE DE LAS ARPÍAS
Nunca entenderé esa animadversión instintiva que experimentan tantas féminas hacia otras que apenas conocen o que no conocen de nada.
Hoy en la cola del super, detrás de una clienta, una rubia treintañera de evidente buen ver que además gustaba evidenciar con unos vaqueros ajustados y una chamarra de cuero que la entallaba su cuerpo de gimnasio y privaciones alimenticias a la perfección. La cajera que la ve cuando le llega su turno y que no puede reprimir un gesto de desdén. Por si fuera poco, a la rubia, la cual lejos de respetar el silencio con el que los clientes parecen pasar por la caja como terneras esperando su turno en el matadero, le da por comentar la gélida mañana a la que se ha tenido que enfrentarse desde que ha salido de casa, parece ser que sólo ella, con un acento que servidor denomina "asturpijo", esto es, el pijo de todas las partes, y que todo el mundo sabe que es el único acento del castellano que no corresponde a un lugar concreto, ni siquiera a una clase social concreta, sino más bien a una actitud, una forma de estar en el mundo tengas mucha pasta de verdad o no, con mucho diminutivo acabo en "in" y salpicado con algún que otro asturianismo del tipo "guaja" o "me presta". Cualquiera diría que a la cajera le va a salir humo por las orejas de un momento a otro. Porque es que ni la mira, todo lo más le dice el montante de la cuenta para luego tirársela casi que a la cara. Al despedirse la rubia, que por supuesto no parece haber acusado la hostilidad de la cajera para nada, se diría que está acostumbrada a que la plebe proletaria la trate de un modo tan desabrido por pura envidia hacia ella, tan divina de la muerte "o sea", ni un mísero adiós o hasta luego, tampoco un piadoso "¡ten cuidado con el escalón de la salida, zorra!"
El caso es que llega mi turno y me temo lo peor. Supongo que la cajera no habrá desayunado, o si no la hecho que le ha sentado mal, eso o..., lo que sea, el caso es que debe tener un mal día y le ha dado por pagarlo con los clientes. Pues oye, es soltarle un "¡hola, buenos días!" y dedicarme la más amplia de sus sonrisas, eso y una amabilidad que por un momento he pensado que hasta me iba a pagar ella la compra. Y claro, uno ya sabe de lo irresistible que puede resultar para el género femenino, incluso con ojeras de no haber pegado ojo y barba de más de una semana, siquiera ya sólo en sueños, claro...; pero, anda que no contrasta poco ni nada el trato que he recibido, digamos que el habitual por estos pagos por parte de la mayoría de las cajeras, con el que le ha dispensado a la rubia divina de la muerte "o sea", algo así como que odio eterno y a saber por qué motivo.
lunes, 16 de enero de 2017
DE LA SOBERBIA Y PERDÓN
Tengo para mí que discutir a estas alturas si ETA debió de existir o no no juego mucho sentido, o al menos que tiene el mismo que hacerlo acerca de las Guerras Carlistas, la de Bandos o la Batalla de Roncesvalles. Ya es Historia y determinar si fue un error o no su existencia se me antoja hasta cierto punto de una gran frivolidad porque el contexto en el que surgió y las motivaciones de los que militaron en ella durante las primeras décadas era muy distinto de todo lo que vino después, estaba condicionado por una dictadura y la inercia de una época en el que, no podemos olvidarlo, echarse al monte, literalmente o no, a pegar tiros contra el opresor, supuesto o no, formaba parte de toda una mitología que tenía como referencias Irlanda, Cuba, Argelia, etc.
No obstante, ETA no debió durar más allá de 1982, ya en democracia y con un estatuto de autonomía para el País Vasco en pañales. Pero no fue así, sólo una facción de ETA, los miembros de la VII Asamblea de ETA-pm decidieron abandonar las armas y reintegrarse a la vida civil tras aceptar la amnistía concedida por el gobierno español a todos los presos etarras aunque tuvieran delitos de sangre. El resto de los llamados polimilis se pasó a la otra facción, ETA militar, mucho más nacionalista, o independentista, y sobre todo letal, configurando lo que sería ya en adelante ETA a secas.
Opino, y en esto sé que no estoy solo, que la permanencia en el tiempo hasta nuestros días de esa ETA final fue la consecuencia de la lectura completamente sesgada y sectaria de la realidad que hicieron sus miembros y los dirigentes de la izquierda abertzale durante las décadas de los 80 y 90. Continuaron con la llamada lucha armada porque creían que iban ganando. Sí, porque si echamos una vista al pasado, hacia aquellas décadas ominosas, ETA llegó a tener un número indeterminado de comandos activos, los cuales hacían posible que hubiera atentados casi todos los días y sobre todo que muchos de ellos tuvieran una capacidad desestabilizadora como en el caso de los mandos militares o políticos asesinados. Eso y que en aquella época ETA creía recibir el apoyo mayoritario de la sociedad vasca, sobre todo en aquellos territorios que incluso podrían considerarse de "liberados" porque tanto la organización como la izquierda abertzale y sus derivados controlaban prácticamente todo.
De ese convencimiento de ir ganando su partida, junto con el de ser dueños del supuesto apoyo popular de una mayoría del pueblo vasco -considerado éste, casi que en exclusiva, la comunidad nacionalista-, como que era opinión generalizada entre ellos que incluso los nacionalistas del PNV y EA compartían sus objetivos pero no sus métodos por comodidad o cobardía, vamos, que no tenían los arrestos que tenían ellos para llevar su lucha por la independencia de EH hasta sus últimas consecuencias, nace la inmensa e insoportable soberbia con la que se han conducido durante décadas pública y privadamente. Para qué iban a negociar nada o a escuchar a nadie si creían que iban ganando. Sólo ya a partir de los noventa y entrando en nuestra década se empezó a resquebrajar paulatinamente ese convencimiento ante la evidencia de que la victoria militar era imposible y la respuesta de los cuerpos de seguridad del estado cada vez más contundente. Sin embargo, y a pesar de todo, la mayoría siguió comportándose durante mucho tiempo con esa repulsiva autosuficiencia con la que la gente de la izquierda abertzale trataba al resto de sus conciudadanos convencidos de que estos eran un obstaculo para alcanzar sus objetivos, unos por enemigos declarados, otros por pusilánimes y una minoría por traidores porque habiendo salido de su seno hacía ya mucho tiempo que no dudaban en levantar la voz para denunciar la sinrazón totalitaria de una simple banda de criminales. Era la insoportable arrogancia con la que la gente de ese mundo aceptaba el asesinato del prójimo o te insultaba y hasta amenazaba cuando, ingenuo de ti, intentabas entablar una discusión medianamente racional con algunos de ellos, con algún que otro futuro miembro de la banda e incluso del que sospechabas que era ya un miembro legal, gente que conocías de toda la vida, gente que te chuleaba a la menor de cambio porque vamos a tener que curarte la "sordera" a hostias y otras lindezas o anécdotas que no vienen al caso, gente que zanjaba conversaciones, cuando no verdaderas enganchadas, prometiéndote dos tiros en la nuca y demás prosopopeya al uso entre los suyos.
Ahora la banda criminal hace años que no mata y anda de comedias para representar una entrega de armas, esto es, los prolegómenos de una rendición definitiva, que sólo parece interesar a ellos y a su mundo, puede que también a mucha gente de buena fe que con tal de verlos desaparecer de una vez para siempre está dispuesta a bailarles el agua por enésima vez; para entendernos, Azkarraga y otros. Como sólo parece interesarles a ellos, y a Azkarraga y compañía, claro, una manifestación como la de esta tarde en Bilbao para reivindicar los derechos de los presos, sus presos, no sólo provoca indiferencia en el resto sino también enfado. Porque sí, yo también creo que deberían acercar los presos a su casa como es de derecho, incluso estoy dispuesto a aceptar que, por mucho que les duela a las víctimas, que lo sé y es del todo lógico, la mayoría de ellos debería ir saliendo a la calle con cuentagotas, acogiéndose como pide Otegi y compañía a las medidas de revisión de condena o a saber cómo, siquiera ya sólo a modo de medida excepcional, de esas que toman los estados al margen de lo habitual en virtud del calado histórico o político que tienen tales medidas para, con el tiempo, puede que con mucho tiempo y caso por caso, intentar pasar la hoja de uno de los capítulos más tristes de la Historia de nuestro país y poner las bases para que nadie tenga la tentación de volver a las andadas.
Con todo, resulta sumamente curioso, a la par que ingenuo y puede que hasta ofensivo, que tanto los convocantes de la manifestación como los que la apoyan, no sean conscientes del rechazo que provocan en el resto de la sociedad vasca aquellos que reivindican unos derechos, por muy de iure que sean incluso, cuando gran parte de ellos no sólo no han expresado arrepentimiento alguno por todo el dolor provocado, sino que incluso los hay que se enorgullecen públicamente de su militancia y de todo lo hecho, que no es poco y nada bueno, nada. ¿Qué simpatía, empatía incluso, puedes esperar de esa parte, y esa de verdad que mayoritaria, a la que amedrentaste y atacaste durante décadas si dices que aquello estuvo bien? Parecería que algunos no tienen muy claro que, ya no sólo para que te quieran, sino incluso para que el otro se digne a girar la cabeza y te preste atención, a ti que decidías sobre la vida y la muerte del prójimo, o a tus parientes y amigos que parecen dolerse solamente de las circunstancias de los suyos, esto es sólo porque son de su familia, cuadrilla, pueblo o bando ideológico, y no muestran compasión alguna hacia las víctimas causadas por éstos. Eso hay que hacerlo con humildad, no puedes esperar que te perdonen si previamente tú no has pedido perdón, si no demuestras arrepentimiento, las únicas formas que conozco de reconciliarse con aquel al que has hecho daño. Pues eso, la soberbia, la inmensa soberbia de creerse dueño de una razón única e irrenunciable, siquiera ya sólo de un relato autojustificador hecho a la medida.
jueves, 12 de enero de 2017
Literatura ala kronika
http://www.berria.eus/paperekoa/1905/032/001/2017-01-12/literatura_ala_kronika.htm
K
K
irmen Uriberen azken liburua, Elkarrekin esnatzeko ordua (2016), irakurri eta gero ohiko duda sortu zitzaidan: oraindik ere posible al da hirugarren pertsonan idatzitako literatura? Zer dela eta? Txomin Letamendi eta Karmele Urrestiren gorabeherak irakurri ahala Fernando Vallejo idazle kolonbiarraren aspaldiko aldarrikapen suhar batzuk akordura etortzen zitzaizkidalako. Vallejoren aburuz, «hirugarren pertsonan idatzitako nobela bat da egiten errazena, literaturaren biderik jorratuena, baina bidea gezurtia da eta gainera agortua dago». Vallejo, jakina, literatura garaikideaz ari da, zeren eta XX mendera arte hirugarren pertsona nagusi baitzen literatur idazlan gehienetan, Homerorengandik Joycerenganaino. Izan ere, idazlanik goraipatuetako gehienak —Odisea, Eneida, Komedia Dibinoa, On Kixote, Madame Bovary, Gerra eta Bakea, Krimena eta Zigorra, Bakardade Ehun Urte, Galdutako Deboraren Bila eta abar eta abar— jainko ahalguztidun batek kontatutakoak dira. Hori da antzinatik heldu zitzaigun tradizioa harik eta XX. mendera iritsi ginen arte. Ordura arte, Ni-a protagonista bihurtzea oso gauza itsusia omen zen, egotismo ariketa hutsa. Ni-a kosta ahala kosta manupetzea eskatzen zuen gizarte baten arlo guztiak baldintzatzen zituen erlijioak. Gauzak horrela, eta Ni-az benetan libro idatz ahal izateko, XX. mendera arte itxaron behar genuen, hau da, Nietzschek Jaungoikoa behin betiko akabatu zuen arte. Engoitik, idazleek ez zuten bere buruaz idazteko oztoporik. Horrenbestez, eta besteak beste, Marcel Proustek, Thomas Bernhardek, Natalia Ginzburgek euren bizitza literatura bilakatu zuten, egiatan ala ez, baina betiere euren burua protagonista izanik. Halere, XX.eko maisu gehienak ez ziren hain ausartak, agian ez hain harroak, eta euren burua mozorrotu nahiago zuten, gutxienez euren idazlanik nagusi eta goretsienetan, hots, arrakasta ekarri zietenetan. Nor da Chinasky Bukowsky baino? Eta ba al dago dudarik Ferdinand Bardamu Celine bera zenik? Ez al zen Pessoa bere heteronimoengan banandu? Kasuotan, ordea, bistan dago idazleon protagonistak euren buruaren aldaki garbia zirela egiak kontakizuna zaputz ez ziezaieten, hau da, euren bizitzaz idazteko errealitatearen oztopo barik, menturaz euren gertuko inork esan ez ziezaien: «Hori ez zen horrela izan, zurekin nengoen eta». XX. eta XXI. mendeetako idazle gehienek, aldiz, euren burua asmatzen dituzten istorio zein pertsonaietan ezkutatzen dutelakoan gaude, hau da, euren buruetan, edo behinik behin, euren bizitzetan oinarritutako liburuak sortzen dituztela edonondik begiratuta ere. Hori da behintzat askok eta askok susmatzen duguna Navokoben Lolita, Milan Kunderaren Txantxa edo Irene Nemirovskyren Suite Française irakurritakoan. Eta nola ez sumatu Ramon Saizarbitoria bera Martutenen azaltzen den Martin idazlearen pertsonaiaren atzean?
Edonola ere, berdin dit susmoa ondo oinarrituta dagoen ala ez. Egia esan, nork bere bizitza idazgai izatea guztiz zilegi begitantzen zait batik bat istorioak zein pertsonaiak ahalik eta mamitsuenak, egiantzekoenak, sinesgarrienak asmatze aldera. Edo bestela esanda, egiatan ez dit batere ardura idazlearen Ni-ak, hots, kontatzen didanak egiazkoa den ala ez, idatzitakoaren egiantzekotasunak baizik. Izan ere, eta nire ustez behintzat, istorio edo pertsonaia bat ez baldin baduzu zure buruaren nondik norakoren batez mamitzen, edo areago, zure bizitzaren zenbait atalekin nolabait lotuta dagoen zerbait gaineratzen ez baldin baduzu, emaitza betiere epela izango da sinesgarritasunari dagokionez. Liburu on guztiek idazlearen arima ezinbesteko dute, hau da, edozein kontakizun literatura bilakatzen duena. Gainerako guztia, ordea, kronika doia edota best seller-a.
lunes, 9 de enero de 2017
LECCIÓN DE MÚSICA
Llevo ya un rato esperando a que me abran la puerta del portal donde accedo a la academia de música a la que llevo al pequeño. En eso que aparece una mujer de edad mediana, a la que reconozco como una de las madres de la academia. Así pues, primero le doy las buenas tardes y luego, cuando ya me ha dado la espalda para llamar por su cuenta al timbre, le advierto de que he llamado ya dos veces y que no me ha abierto nadie. No recibo respuesta alguna por su parte, ni al saludo, ni a mi advertencia. Para más inri, es pulsar ella el timbre y responderle al instante. Entonces, caballero que es uno, abro la puerta del todo para que pase ella primero y una vez más no obtengo más respuesta a mi gesto que su fría y total indiferencia, siquiera también un amago de mueca de disgusto que percibo en la celeridad con la pone distancia de mí, por si acaso, que entre la gorra y la barba debo tener pintas de facineroso, de maquis como dice el amigo Etxaniz, o yo qué sé ni me importa. El caso es que cuando llego a la academia la veo junto al mostrador de la secretaría teniendo la siguiente conversación.
-¿Le dan hoy las notas a la nena, no?
-Creo que sí, suele ser costumbre después de Navidades.
-A ver, a ver qué notas ha sacado la nena, porque yo tengo una sensibilidad especial para todo lo relacionado con la música y la verdad es que si fueran malas me afectaría muchísimo.
De lo que he deducido, efectivamente, que la muy hija de puta maleducada debe tener, sí, tanta sensibilidad para la música como todo lo contrario en el trato diario con sus semejantes, vamos, una verdadera autista social de esas que van por la vida convencidas de mear colonia o algo por el estilo. A decir verdad, me ha puesto de tan mala hostia que he estado en un tris de ponerme a su lado y soltar un eructo o un cuesco a ver si su especial sensibilidad para todo lo relacionado con la música podía aguantarlo, al fin y al cabo Schoenberg, Bartok, Stravinsky y otros compositores influenciados por el dodecafonismo hicieron algo muy parecido.
*En la foto Arnold Schoenberg preparando una de las suyas...
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