(reseña publicada en http://solonovelanegra.com/gezurren-basoa-resena/)
Me
permito traducir el título en euskera (Gezurren
Basoa, 2016) de la última novela de Alberto Ladrón Arana como El Bosque de las Mentiras porque sé que
pronto será traducido al castellano como lo han sido ya las más renombradas de
sus anteriores novelas (Las Manos del
Carpintero, 2008, Nada que Perdonar, 2011). Se trata de un autor de novela
negra pura y dura, esto es, sin otra aspiración que no sea construir una trama
que atrape al lector desde el primer momento y lo arrastre a lo largo de una
historia, por lo general ubicada en su Navarra natal y con personajes
perfectamente reconocibles de la tierra. De ese modo, y puede que renunciando
premeditadamente a cierta prosopopeya esteticista tan de moda en el género en
los últimos tiempos con el propósito, vacuo de necesidad, de elevar
literariamente en género, Ladrón Arana se ha convertido, junto con el otro gran
maestro de la novela negra en lengua vasca, Jon Artetxe, en uno de los escritores
más vendidos en euskera. Su éxito reside precisamente en la honradez de su
planteamiento. Las novelas de Ladrón Arana son trepidantes, no se pierden en
excesivas discreciones de ambientes o en retratos sicológicos de sus
personajes, son pura acción desde la primera a la última página y siempre con
ese punto de sorpresa que suele ser, no nos engañemos, el mayor aliciente de
los aficionados del género. Con todo, Ladrón Arana no se limita a sorprender al
lector con tramas más o menos rocambolescas, casi que estiradas hasta lo
increíble, casi sólo, sino que tampoco renuncia a tratar temas sensibles o de
boga en la sociedad española y en la vasco-navarra en particular. De ese modo,
muchas de sus tramas tienen como fondo temas tan polémicos como la Memoria Histórica
-asunto que tiene o ha tenido especial trascendencia en Navarra, para muchos la
cuna del Alzamiento con Mola y sus requetés a la cabeza, y también el
territorio donde más muertos hubo en la retaguardia sin ser frente de guerra en
ninguno de sus momentos- o el de la guerra sucia contra ETA. Otros temas que
también frecuenta Ladrón Arana son acaso mucho más habituales en el género, el
tráfico de droga, la prostitución, la corrupción política e incluso los
vínculos del presente con ese pasado ya casi en vías de trasunto exclusivamente
literario como puede ser la II Guerra Mundial, el cual en Navarra también tuvo
cierto predicamento al haber sido tierra de frontera con la Francia ocupada, o
lo que es lo mismo, la zona de paso de un lado a otro de la muga (frontera) de
todo tipo de gente. En cuanto a la factura de las novelas de Ladrón Arana, ya
he señalado que son de lo más clásicas sin que haya ánimo peyorativo en ello,
más bien todo lo contrario, yo atisbo una honradez que otros autores de novela
negra parecen haber perdido cuando les da por experimentar con el género. Tan
clásica que, si bien en sus primeras novelas el autor parecía resistirse a
ceder el protagonismo a un agente de la ley, y esto creo yo que en la
convicción de que una amplia parte de su público vascoparlante no hubiera
podido simpatizar nunca con un uniformado del cuerpo que fuera, y del modo que
el protagonismo siempre recaía en particulares que se veían envueltos a su
pesar en todo tipo de tramas que al principio parece superarles y luego casi
que también pero que al final resuelven con o sin la ayuda de terceros, como la
de Armentia, inspector de la Policía Foral navarra, en sus últimas novelas
Ladrón Arana parece haberse decantado ya definitivamente por ceder ese
protagonismo al modo más tradicional de guerra, es decir, sobre los hombros de
la inspectora de los forales Leire Asiain.
Siendo así, y por lo
que respecta a El Bosque de las Mentiras,
toda la trama girará alrededor de la investigación del secuestro de un niño que
lleva a cabo la inspectora Leire Asiain. La investigación nos descubrirá un
rosario de personajes de lo más variopinto, empresarios hechos a sí mismos con
su zurrón de secretos al hombro, hijas díscolas y traumatizadas, emigrantes al
margen de todo, mafias del Este, picapleitos sin escrúpulos, seguidores de
creencias exotéricas en mayor o menor grado de chaladura, y todo ello en medio
de una historia dura, muy dura, en medio de lo que sería la falsa estampa de la
placidez provinciana de una comunidad que, dejando a un lado la política, se
presenta en el imaginario colectivo de los españoles como tan tranquila como
modélica, con lo que casi me atrevería a decir que incluso podríamos añadir “el
factor escandinavo”, esto es, tramas de los más crudas y rebuscadas ambientadas
en lugares donde creemos que en principio nunca pasa nada. Y todo ello,
insisto, con un ritmo frenético que arrastra sin compasión al lector desde la
primera hasta la última página, digamos que sin dejarle opción a aburrirse en disquisiciones
que no tengan que ver en exclusiva con la trama, y su correspondiente sorpresa.
Así pues, novela negra sin complejos o paliativos que cumple a la perfección
con su principal objetivo: entretener.
Txema Arinas
Oviedo, 2017/01/16
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