lunes, 25 de octubre de 2021


Donde se dice lo que hay que decir de la novelica LIBERACIÓN O MUERTE de ese tal Txema Arinas

 https://www.noticiasdealava.eus/cultura/2021/10/25/novela-negra-reir-pensar/1135554.html?utm_source=rs


Una novela negra para reír y pensar

EL ESCRITOR VITORIANO TXEMA ARINAS RECUPERA, TRAS EL PARÉNTESIS DE LA PANDEMIA, SU ÚLTIMO LIBRO, 'LIBERACIÓN O MUERTE'

25.10.2021 | 01:27

El escritor alavés con un ejemplar de su nuevo libro en Zuloa, donde hace unos días se realizó la presentación de la obra. Foto: Pilar Barco

Se presenta y es una realidad palpable ahora, aunque, como tantas otras creaciones, apareció justo en ese momento en el que todo el mundo se paralizó a causa de la pandemia. "Casi cae en el olvido", apunta Txema Arinas. A finales de febrero de 2020, Liberación o muerte (Amarante) empezó un camino que se quedó suspendido en un paréntesis que se cierra ahora. Toca retomar la senda de la última creación del escritor gasteiztarra, una novela negra diferente tanto en las formas como en el fondo, una obra que se construye entre el humor y la invitación a pensar.

De hecho, el propio autor admite que "la intención era cambiar totalmente de registro. En los últimos libros que había escrito, me había preocupado sobre todo por el estilo, la estructura y esas cosas, por aspectos, por así decirlo, más literarios. Ahora quería divertirme. Lo cierto es que aunque he acudido antes al género negro, me estaba aburriendo porque está cada vez más trillado. Así que pensé en utilizar los personajes de dos novelas anteriores y meterlos en una trama divertida, para que, en este caso, la novela negra sea la excusa para hablar de un tema en concreto pero con mucho sentido del humor".

Thank you for watching

Desde estas bases se presenta una historia con dos tramas que discurren de manera paralela. Por un lado, la acción tiene como referencia la existencia en el País Vasco de un grupo terrorista animalista. "No es tan extraño. Ahí está, por ejemplo, el Frente de Liberación Animal, qe me ha servido de inspiración. Pero la idea no es hablar del animalismo, sino de aquellas personas que llevadas por una causa noble como es el caso, intentan imponerla. Hablo de los iluminados que intentan imponer su ideología a la fuerza, en este caso recurriendo a la violencia", apunta Arinas, que en estas páginas traza un paralelismos "bastante evidente" con el nacimiento de ETA.

En la investigación sobre esta agrupación aparece la figura de una subinspectora de la Ertzaintza, que da pie al otro hilo argumental del libro. Su pareja, padre de su futuro hijo, es abogado. "A la salida de uno de sus juicios, tiene un encontronazo con una compañera y esta mujer le denuncia por agresión verbal de carácter machista. Su intención tiene fines espurios. Eso me sirve también para hablar de las personas que quieren aprovecharse de causas tan nobles como el feminismo para sus intereses personales.

Todo ello contado en más o menos cien páginas y "tomándome la escritura como si fuera un tebeo, uno de Mortadelo y Filemón. Quería que cada capítulo fuera corto, como una viñeta, y que cada uno tuviera sentido del humor" hasta llegar "más que a la traca final, al chupinazo".

A partir de ahí, Arinas busca de quien pueda asomarse a las páginas de Liberación o muerte "que se haya reído y, después, que haya reflexionado. En realidad es una parodia del terrorismo, de la mentalidad de los terroristas, y de los jetas". Una creación que quiere presumir de no caer en el exceso de volumen. "A mí me pesa mucho que las novelas negras que se hacen hoy sean tostones. Si es una novela para pasar el tiempo y divertirse, muchas veces te encuentras con publicaciones de 400 páginas en las que se nota mucho que hay paja por todas partes. Aquí he querido aligerarlo todo para darle ritmo".

La existencia de un grupo animalista terrorista en el País Vasco sirve como eje para vertebrar esta "parodia de los jetas"

En realidad, el libro se publicó a finales de febrero de 2020 pero quedó "sepultado" por el covid, reiniciando su camino ahora

LO DE LOS ÚLTIMOS DÍAS



TÍNTÍN Y EL REGGAETON

La culpa de lo de esta noche la tiene la pintora que hace unos días me dijo que yo estaba hecho un Haddock de tomo y lomo. Así que, como le prometí, he dedicado el fin de semana a pensar qué cojones quería querido decir. Por eso ayer a la tarde, aprovechando los últimos rayos de sol de este veroño maravilloso que estamos disfrutando, salí a pasear por la cubierta del transatlántico que tenemos de terraza mientras le daba los últimos tragos a la botella de hierbas que suelo pimplar los sábados por la tarde con el único fin de poder así hacer más ligera la digestión de la manduca del mediodía: dos tortillas de patatas bien babosicas, tres docenas de anchoillas rebozadas que había comprado por la mañana, un delicioso guacamole casero con nachos de esos por los que mi familia debería estar agradecida de tenerme al timón del barco para los restos. En cualquier, caso, yo dándole vueltas al tema y en esa que me asomo por la borda atraído por el ruido que viene del fondo de la calle. Entonces veo que se acerca un yate de esos que atracan en Puerto Banus y por el estilo con una música reguettonera a todo volumen y la cubierta repleta de peña medio en bolas o entera.
- Tú me dejaste de querer cuando menos lo esperaba
Cuando más te quería
Se te fueron las ganas (toma que toma)
Dale, aire
Toma que toma (vaya, vaya)
Hala, ajá
Me digo que uno de los tres niñatos en traje de baño y gorra beisbolera será el Tangana famoso ese de los cojones. Lo digo aunque no lo conozco y la verdad es que el yate todavía está bastante lejos para distinguir nada.
Quieto, quieto, quieto (hey)
Ese Pucho (hala)
Venga ya, dale
Chipu, chipu
No me lo puedo creer, el yate se ha acercada ya lo suficiente a nuestro barco como para poder reconocer a los tres mamarrachos que bailan sobre la cubierta acompañados de señoritas sin la parte de arriba del bañador. No me lo puedo creer porque, aunque solo me resultan conocidos de la foto que publicaron los medios hace unos días tras el fallo del millonario Premio Planeta de este año, no me cabe la menor duda: es el trío Mola, los tres figuras que estaban tras el pseudónimo de la escritora Carmen Mola y su trilogía superventas.
- ¡HASTA LUEGO, FRACASADO, ENVIDIOSO, MEDIOCRE!
No te jode que encima de chulearse en plan Tanganas de las letras, van y se descojonan de este pobre escritor fracasado, envidioso y mediocre. Ellos y las zorrillas que los acompañan, entre las cuales, y aquí no sé yo si era uno de esos espejismos marítimos a los que estoy acostumbrado por la cosa esa de mi alcoholismo galopante, creo reconocer a la Dolores Redondo o a mis paisanas Eva García Saénz de Urturi y la Toti Martinez de Lezea; también es verdad que alucino de lo buenas que están las tres en pelota picada. Me voy a cagar en todos sus muertos.
- ¡VISIGODOS, CLEPTÓMANOS, ANACOLUTOS, VEGANOS!
A continuación, poseído ya por la furia que me caracteriza en estos casos, arrojo la botella de orujo, ya vacía, y unas cuantas más de la que se acumulan en la terraza como consecuencia de mis paseos vespertinos de otros días. Lo hago con tanta rabia que casi se me cae por la borda la gorra de capitán de la marina mercante y también con tanta fortuna que una de ellas va a parar a la cabeza del tipo que está al timón, creo reconocer en él a Pérez Reverte. Lo he dejado KO. Así que el yate pierde el control y en una de esas comienza a dar vueltas alrededor de sí mismo hasta que voltea para hundirse inexorablemente en las profundidades del océano. Dicho lo cual, solo espero que haya suficiente comida para satisfacer a todos los tiburones que veo que acuden hacia lo que ya solo es un pequeño remolino sobre la superficie del agua; pobretines.
- ¿PERO QUÉ COÑO HAS HECHO, ARTXI? ¿OTRA VEZ ARROJANDO BOTELLAS A LA CALLE, EN SERIO, OTRA VEZ? Cualquier día de estos le vas a dar a un peatón en la cabeza y ya verás la que nos cae.
Entonces veo que aparece en cubierta mi mujer, la cual no consigo reconocer de primeras porque debe haber pasado por la peluquería donde le han cortado el pelo a lo garçon dejándole un ridículo tupe rubio. También me llama la atención que lleve puestos unos pantalones bombachos que nunca antes le había visto.
- ¿Es que tienes que siempre tienes que montarla? ¿Qué va a pensar nuestra invitada?
- ¿Qué invitada?
- Cómo que qué invitada, acaso no te había dicho que venía a cenar Dorleta?
- ¿Qué Dorleta? Conozco varias.
- Dorleta Ortiz de Castafiore... Por cierto, ¿qué vas a poner para cenar?
- No sé, supongo que improvisaré un ajoarriero con el abadejo ahumado que tengo siempre en la nevera...





- Disculpa. Antes de nada, quiero decir, de ponernos a discutir o lo que sea. ¿Serías tan amable de decirme por quién te sueles decantar a la hora de votar o a qué político no puedes ver ni en pintura?
- ¿Pues?
- Pues pa
ra saber más o menos lo que tengo que opinar y así evitamos que se cree una situación desagradable entre nosotros. No quisiera estropear lo nuestro por una tontería como los principios de cada cual.
- ¿Y eso?
- Eso es que procuro ser un individuo de mi época en todo momento y con todo el mundo.



He soñado que dejaba el coche subido a la isleta de una gasolinera, me bajaba y salía corriendo en dirección al desierto. Ya sé que los precios de la gasolina están por las nubes; pero, ¿era para tanto? ¿De qué huía? ¿Acaso del peso irreversiblemente abotargador de lo cotidiano, de las deudas que no tengo, del fantasma del fracaso existencial a la vuelta de cada esquina, de ese otro en el que me he convertido yo mismo? De cualquier manera, como una vez ya despierto procuro buscarle un sentido a lo soñado, enseguida he creído reconocer en la extensa planicie grana que atravesaba al trote el desierto de sal del interior de Túnez que un programa de televisión me trajo a la memoria hace unas semanas. ¿Pero cómo había vuelto a aquel hermoso infierno sobre la tierra? Ahora solo quedaba esperar el espejismo de rigor, el cual, mucho me temo yo, viene a ser ya casi que de pago para turistas y así. Y en efecto, allí estaba, como siempre en lontananza, una visión borrosa que solo pude distinguir con nitidez una vez que conseguía secarme las gotas de sudor que se me colaban entre las lentillas. Esperaba el clásico oasis con sus palmeras datileras o el perfil amurallado de una imponente alcazaba como la de Uarzazat al sur de Marruecos. En realidad cualquier cosa que me recordara parajes del Cielo Protector de Paul Bowles con el que tanto aluciné en su momento; siempre digo que adolescente y gilipollas van irremisiblemente de la mano. Y ya puestos, por qué no imaginarme en chilaba tendido sobre un puff moruno mientras una hermosa joven bereber, la cual habría tenido sin lugar a dudas el rostro y cuerpo de la escritora Leïla Slimani cuyo Le Pays des autres estoy leyendo estos días, y aquí mejor lo dejamos porque FB ya me tiene amenazado con cerrarme la cuenta un año entero a poco que me ponga rijoso.
Pero no, nada que recordara un cuento de las Mil y una noches, una escena todavía más cutre de Rodolfo Valentino en El Jeque, ni siquiera de Tintín en el país del oro negro, ni cualquier otra cosa por el estilo. De repente me encontraba metido de lleno en el espejismo y, para mi sorpresa y no poco disgusto, podía reconocer a la perfección las afueras de mi ciudad a la altura de Gamarra. Lo más curioso de todo, lo que hizo que aquello adquiriera trazas de verdadera pesadilla fue verme vestido de guerrillero de la Guerra de Independencia española con un trabuco entre las manos.
- Aurrera mutilak! ¡Despejemos de gabachos la entrada a Vitoria!
En ese momento me percato de que el tipo vestido con casaca decimonónica y un aparatoso sombrero de ala ancha ribeteado con un ridículo penacho que va a caballo y nos conmina sable en mano a abalanzarnos sobre los soldados de la Grande Armeé que nos apuntan con sus mosquetones desde el otro lado del puente que se levanta sobre el río Zadorra no es otro que el guerrillero Francisco de Longa y Anchia al que reconozco por el retrato que creo haber visto en más de una ocasión en el museo de armas de Vitoria al que me llevaba mi padre todos los años. Entonces descubro que nos encontramos justamente en el lugar que recibe el nombre de Batallaleku, o lo que es lo mismo, “el lugar de la batalla”. Y, como ya podéis imaginar que la gente no le ponía nombres a las cosas por puro capricho, no me cabe duda de que allí se va a armar una buena. Claro que entonces recapacito un rato y llego a la conclusión de que puede que me encuentre en medio de la representación anual de la Batalla de Vitoria, una de esas patochadas carnavalescas que acostumbran a organizar gente que parece querer seguir jugando con los soldaditos de plomo ya de adultos. De hecho, creo reconocer en el oficial francés a caballo apostado al otro lado del Zadorra a Oleg Sokolov, el mayor experto en Napoleón, el cual participó en la recreación de 2016 como el mariscal galo Jourdan. De modo que ya no me caben dudas y decido tirar el trabuco al suelo, el cual, para mi desgracia, se dispara solo al golpear con una piedra y derriba a uno de los gabachos que tengo enfrente. En ese momento veo que el tal Sokolov espolea su caballo y se lanza al galope hacia donde yo me encuentro con el sable en ristre.
Sigo convencido de que se trata de la mascarada que celebran cada año en el aniversario de la famosa batalla los amigos de jugar a soldaditos; pero, acabo de recordar que al tal Sokolov lo detuvieron por descuartizar a su pareja y tirarla al río Moika en San Petersburgo. Así que no me lo pienso dos veces y salgo, otra vez, escopetado por si las moscas; para qué me voy a engañar, dudo mucho que se pueda razonar nada con el ruso; a decir verdad, sospecho que con los rusos en general no se puede razonar y punto.
Ahí empieza la pesadilla en su forma más clásica; persecución alocada a través de los campos de patata y cereal que rodean Vitoria con la esperanza de llegar hasta la zona de Ariñez donde tengo leído que se encontraban las tropas británicas de Wellington, las cuales confió que me protejan de las arremetidas de la furia vengativa del mariscal gabacho. Entonces, ya a la altura de Jundiz, descubro una patrulla de ingleses a los que imploro amparo. Dicho y hecho, los ingleses consiguen espantar al oficial napoleónico con sus bayonetas. Sin embargo, justo cuando creo estar a salvo de los sablazos del ruso, escucho, porque para algo servidor lleva toda la vida estudiando la lengua de Joyce, que me van a desnudar para quedarse con todo lo que lleve encima en la convicción de que debo ser uno de esos vitorianos que han salido tras el tesoro que, según les han hecho llegar rumores, ha dejado a sus espaldas el hermano del pequeño corso tras su huida por peteneras. En ese momento recuerdo las palabras de Wellington sobre sus propios soldados con motivos de la batalla que nos ocupa: "The British soldier is the scum of the earth, enlisted for drink" Así que, como no soy muy de beber con extraños, y menos aun con ingleses, porque uno tiene fondo para la priva pero no tanto, consigo escabullirme de los casacas rojas, cosa fácil porque andan ya con más de una bota de cosechero encima, supongo que arramblaron todo el que pudieron a su paso por Labastida. Como estoy en Jundiz me dirijo hacia Zumeltzu con la intención de llegar al pueblo donde vive mi vieja monte traviesa, por Zonzarreta hasta los caseríos de Eskibel, que para algo me conozco la zona. Ya en casa, derrengado, es decir, consumido por el esfuerzo, incapaz de articular una palabra, pero deseando contarle a mi vieja lo que acabo de vivir antes de dejarme caer sobre el sofá del salón, soporto con toda la impotencia a la que ya estoy acostumbrado, es decir, siempre, la absoluta y habitual desgana con la que la mujer que me trajo al mundo atiende a mis cosas por norma.
- Venga, venga, déjate de batallitas y demás rollos tuyos, y quítate el calzado que mira cómo vienes de barro hasta las rodillas.




 El comunicado es el que es, y lo es porque probablemente viniendo de donde viene, de lo que han sido o lo que han defendido durante décadas los que lo subscriben, no podía ser de otra manera. El comunicado se queda corto para la mayoría, la cual, por si alguien todavía tuviera alguna duda, consiste en la suma de todos aquellos que no votan a la izquierda abertzale, los que no lo hicieron nunca y los que dejaron de hacerlo, porque llega demasiado tarde y todavía sin señalar con todas las letras al culpable de la tragedia que nos ocupa por mucha culpa que tuviera también el Estado Español en propiciar que se enquistara el drama con su guerra sucia bajo todas las siglas habidas y por haber, el gatillo fácil de sus funcionarios policiales, el uso sistemático de la tortura y, en general, todo aquello que, por supuesto, nunca reconocerá a pesar de todos los testimonios y evidencias porque afea e incluso cuestiona el relato victorioso sobre lo ocurrido a mayor gloria sí mismo. Corto aunque necesario, imprescindible incluso para poder mirar a la cara a más de uno antes de sentarse a una mesa para discutir o acordar lo que sea. Aunque, no nos vamos a engañar, siempre hay y habrá muchos dispuestos a no darse por satisfechos por principio, a no reconocer nada aunque lo tengan delante de las narices y no pocos también por miedo a perder una baza política. Y luego, claro está, tenemos a Iturgaiz.





CONTRA EL MINIMALISMO

Ya no pasa un día sin que me sienta cada vez más viejuno. Verbigracia, este pasado sábado tocaba cena en un garito nuevo propuesto por una amiga. Pues, oye, antes me encantaba eso de visitar sitios nuevos y probar cosas nuevas; ahora me da pavor. Será como resultado de las últimas experiencias, pocas buenas, las cuales me han llevado a la convicción que todo garito de moda es sinónimo de tomadura de pelo al por mayor, o porque ya he asumido como artículo de fe el precepto viejuno de "más vale lo malo conocido que lo malo por conocer", el caso es que me provoca una pereza tremenda visitar sitios que, en la inmensa mayoría de los casos, casi siempre se me antojan más de lo mismo, quiero decir, de lo que ahora está de moda y que dan lo que se supone que está de moda y poco más, si eso, mucho diseño con pretensiones de originalidad y lo que sea con tal de justificar un precio que en la mayoría de las ocasiones no se ajusta con lo que ponen sobre el plato ni de lejos.
Por si fuera poco, la mayoría de estos garitos de moda parecen estar planteados para jovencitos en exclusiva. Siquiera el de este pasado sábado donde todo eran cuadrillitas de colegas treintañeros o parejitas otro tanto. Dicho de otro modo, gente que se arremolina alrededor de una mesa sin importarle mucho si están cómodos o no porque lo que prima es el roce y cotorrear sin reparar demasiado en lo que les ponen sobre el plato. Así que no falla, cuanto más "juvenil" es un garito más apuran el espacio y reducen el tamaño de las mesas para meter toda la gente que puedan.
Y en esas estábamos las dos parejas que nos reunimos el sábado alrededor de una mesa para cuatro mínima. Una mesa además coja y en mitad de todo como estorbando. Luego ya, se supone que para compensar, platos de tamaño postre y la bandeja justa para poder ponerla en centro. La comida, tal y como he señalado antes, nada que no se pueda encontrar en cualquier otro garito por el estilo, muchos nachos de colores con guacamole, nigiris y tatakis de los cojones y croquetas para alimentar a los siete enanitos sin riesgo de que cojan sobrepeso. En resumen, uno de esos sitios en los que te pasas toda la cena añorando un menú de sidrería.
Pero, lo peor, como ya he apuntado, es el espacio, sobre todo para un tipo de mi estatura y corpulencia tirando a Coloso de Rodas, para qué andarnos con medias tintas, la cual hace que en estos sitios me sienta a ratos como Gulliver a la mesa en las país de los diminutos. Pero lo peor de todo es que estos sitios me obligan a hacer lo que más odio cuando salgo de cena con mis amigos, algo que me resulta especialmente odioso y denigrante, algo que nunca espero que suceda cuando salgo de casa: moderarme con la bebida.
Si, porque cada cual tenemos nuestro drama a cuestas y el mío tiene que ver con aquel restaurante italiano de Oviedo al que me llevo mi carbayona, que no es un insulto, es como se les llama a los de Oviedo, y en el que las mesas eran de esas redondas y también mínimas en plan para intimar con tu pareja. En cualquier caso, una de esas mesas en las que apenas hay espacio para moverse, que no sabes dónde meter las piernas y las tienes que tener dobladas todo el rato, que se te cae todo de encima de la mesa porque servidor es de expresarse mucho con los manos. Y claro, las botellas de vino se van acumulando sobre la mesa, la conversación con tu pareja avanza, lo cual suele ser sinónimo de que no paras de decir chorradas y por lo tanto de gesticular como un loco para enfatizar lo que sueltas. Entonces, tras haber tirado por descuido durante la cena todo tipo de cubiertos, vasos, botellas, trozos de pan y lo que sea que se amontona sobre una mesa tan reducida, que no se puede ser tan efusivo, llega el momento de levantarte y, oye, como estás tan pletórico de amor y taninos, te olvidas de que estás encajonado en un lugar donde todo parece estar dispuesto para que lo tires al primer movimiento, no te das cuenta de que a tus espaldas hay colgada una lámpara que arrancas de cuajo al incorporarte para ponerte la chamarra que cuelga del respaldo de tu silla. Pero lo peor no es el estruendo que provocas al arrancar la lámpara de marras, sino que al hacerlo dejas sin luz a todo el establecimiento. Así que tienes que deslizarte tú y tu pareja entre las mesas prácticamente a oscuras hacia la luz de una vela al fondo del restaurante y en la mano de uno de los camareros al que le sueltas antes de cruzar la puerta de la calle: "No sé qué cojones ha pasado; pero, creo que se ha caído la lámpara que había a mis espaldas nada más levantarme y de repente se ha ido la luz. A ver si lo miráis porque ahí debe haber un cortocircuito y la próxima vez igual hasta se provoca un incendio. Venga pues, todo muy rico, por cierto."
Lo dicho, un trauma que prácticamente me inmoviliza cuando me encuentro en sitios donde me siento como Blancanieves en el comedor de los siete enanitos y que, sobre todo, impide que me entregue al pimple sin conocimiento tal y como es de rigor cuando uno sale de farra con los colegas.
Pues eso, muy harto del minimalismo, mucho.

AZKEN EGUNOTAKOA





- Ezkorra naizela, ni?
- Bai, pesimista porrokatua. Ala ez al didazu esan garai txarren ostean, problema batzuk gainditutakoan, betiere eta segituan beste garai txar batzuk etorri ohi direla baina problema berriez josita?
- Baina, nire ikuspegitik hori zeharo baikorra izatea ote da; problemak berriak izango dira zaharrak gaindituak direlako...
- Laga, benetan, lagaizu!







MEJORATU

Noizik behin,
Askotan egia esanda,
Beste bat izan nahi nuke,
Esan nahi dut,
Mejoratuta
Bere hitza beti zintzo eta zuzen
betetzen duena.
Bere ingurukoen iritziak nahitaez
errespetatzen dituena.
Bere hurkoen premiak edo nahiak
usu aintzat hartzen dituena.
Bere burua etengabe eta zinikoki
engainatzen saiatzen ez dena.
Zuhurragoa
Apalagoa
Zentzudunagoa
Eskuzabalagoa
Otzanagoa
Bikainagoa?
Ederra litzateke,
Bai, egia da,
Zoriontsuak ginateke
Ni, zuek, denok,
pozarren
Gizakume berri mejoratu bat
Inor ez lotsatzeko modukoa,
orain arte naizenaren iruntzia.
Baina, orduan, esadaizue,
Ni neu al nintzateke,
benetan?
Ala zuen gaitzespenei
men egitearen
ondorio hutsa?
Horrenbestez,
barkatuko didazue,
baina, mejoratu beharrean
Saiatuko naiz izaten
hobea.







Noizik behin, pantailan zerbait idazten ari naizela, testua ezabatzen zait ezustean, ziplo. Zorionez, testua gogoan dudanez, berridazteari ekiten diot. Orduan bigarrengo testua aurrenekoa baino guztiz hobea, batik bat borobilagoa, zehatzagoa, kuttunagoa, izan ohi dela jabetzen naiz ezinbestez. Ez al da harri/zoragarria? Baina, batez ere, ez al da erabateko proba bizitza erdipurdiko gauza dela? Non daude gure bizitza hobetzeko bigarren aukerak? Edozelare, ez dago eskubiderik.


Nire errautsak?
Ezezereza zikintzeko aitzakia,
axola ez didan hondarra.
Nire gomuta?
Hurkoei eraginen diedan molestia,
zinez maite nindutenen ardura.
Nire ondarea?
Noizbait otu zitzaidan broma txarra,
bizia ozpindu zidan amesgaiztoa.
Nire agurra?
Inork adituko ez duen azken kopla,
atzean utziko dudan bake santua.






Aperrikaldu ditut suertatu zitzaizkidan aukera guztiak
Bazter utzi ditut noizbait izan nituen amets gehienak
Ahaztu ditut nire buruaz harro egoteko egindako aginduak
Onartu ditut sekula pentsa ez nitzakeen umilazio larriak
Aditu ditut inoiz estimatu ez nindutenen
irain gaiztoak
Mindu ditut bihotzez estimatzen nituen
lagun zintzoak
Uxatu ditut nire bidean lagundu zidaten
bidaide eskuzabalak
Amildu ditut helburura ailegatzeko nituen zubi meharrak
Ahaztu ditut debalde eman zizkidaten aholku doiak
Eragin ditut gaur eurrez merezi ditudan
mesprezu errazak
Honaino iritsi naiz
Asper eginda nago
Lur jota
Lotsak janda
Hutsik
Etsirik
Bakarrik




Biziaren borrokaz hain nazka egina
Bere buruaz beste egin nahi izan zuen
Baina, zein ote zen aitzakia bikaina.
Orduan poemategi bat argitaratu zioten
Ondo egin zuen, gainera, suizidatzen
zeren bestela bere irakurle dohakabeek,
eskuartean zuten zaborra leitzearren,
moztuko baitzizkioten barrabilak ere
Hartara, poetak ikasi zuen bere larruan
Bizia edertzen saiatzea dela beti desafio
Ez dagoela pekatu larrienik munduan,
talentu gabe poesia bihurtzea baino desio







Noizbaiten, takian-potian, gainerakoen nirekiko ezinikusiaren erruduna naizen galdetzen diot nire buruari. Eta bai, ni naiz nire hitz ezegokiez, iritzi harroez, kasketa sutsuez, erabaki okerrez zein mania petralez ozta-ozta ezagun nauen jende askoren nireganako gorrotoa edo gutxienez destaina eragin duen bakarra. Onartzen dut, noski; halabeharrez eta nahigabean ere merezi dudalako. Gainera, polita da ere asmatzea zein-nolako gizaki arrunta naizen. Eta ni bezala euren aurreiritziek akuilatuta errukigabe, debalde zein ni benetan ezagutzeke gaitzesten nautenak ere bai.





 Aietekoaren harira, euskal esaera bat gogora etorri zait ziplo: "usoak joan eta sareak heda"

Usoak, noski, alperrik eta batez ere Piztiaren alde joandako urteak dira; sareak, aldiz, berandu hedatuta ere bakeari zein balizko berradiskidetzeari eusteko ezinbesteko lanabesa.
Orain bai, noizko Estatuak eragin edo sustatutako min zein kaltearen gaineko aitortza ere, hau da, noizbait gerra zikinaren hildako, desagertutako edo torturatutakoei buruzko aipamenik? Galdera xaloa bezain xoxoa, erantzuna ondo asko baitakigu: bere burua gerra bateko garailetzat hartzen duenak egia edo justiziari zorrik ez.



Bai, gainerakoen guri buruzko usteak erdiak ustel edo oker, besteak beste inork gutxik benetan ezagun gaituelako; baina, uste ustel eta okerrak izatetik aurpegira zuzen eta gordin, eta gehienetan ere min egiteko plazer hutsagatik, botatzera ergeletik sasikumera doan tarte berbera. Sarritan diot, dagoen putakume saldoa egonda ez dago behar beste bortizkeria gure gizartean. Izan.ere, denok uste baino zuhurragoak eta bakezaleagoak omen gara, otzanegiak beharbada.

jueves, 21 de octubre de 2021

EL AGENTE EXTRANJERO - AMADO GÓMEZ UGARTE

 EL AGENTE EXTRANJERO de un tal Amado Gómez Ugarte: https://www.solonovelanegra.es/el-agente-extranjero-de-amado-gomez-ugarte/?fbclid=IwAR1gXsbmmPu1J_AaYgYwAi_muCBSWK1qXxVMfxxCPilOk_KjI1fLmdBgMnM


Amado Gómez Ugarte (Llodio, Álava, 1956) es autor de una larga y premiada obra literaria compuesta de novelas y libros de relatos, además de columnista de opinión en diversos medios. También hay que destacar su incursión en el género negro con novelas como la divertidísima El último modo (2007). A decir verdad, se podría decir que Amado Gómez Ugarte no es tanto un escritor que decide qué género quiere frecuentar en cada momento, como que es el momento el que le impone el género que debe escribir.

De este modo, si en su anterior novela Los verdes campos (2016) destacaba el tono alegre y desenfadado de una historia ambientada en los últimos años del reinado de Alfonso XIII, durante la dictadura de Primo de Rivera y, por lo tanto, apenas unos años antes de la llegada de la II República, una historia que contaba las andanzas de la joven Rosamar en un entorno idílico como el verde valle de Ayala al norte de la provincia de Álava, una historia a rebosar de humor y ironía cuyo propósito no parecía ser otro que provocar una sonrisa al lector desde el principio al final del libro, una historia que al trasladarnos a otra época nos hacía olvidar durante la lectura esa otra en la que vivimos, en esta última novela AGU parece habernos arrojado a la cara una historia inmersa en la cruda y desquiciada realidad de nuestros días.

Así pues, se diría que era imposible que AGU no incursionara de nuevo en el género negro. Por eso digo que parecería que ha sido la novela negra quien ha elegido a AGU para que ponga a su servicio su acreditado talento literario al servicio de una novela negra como el futuro que se vislumbra a diario en las noticias que nos hablan de una nueva época a merced de los extremismos que ya arrasaron el mundo durante la primera mitad del siglo pasado.

Amado Gómez Ugarte se nos antoja enfadado, asustado, puede que sobre todo asqueado, con la realidad que vivimos. Por eso, y a pesar de su inicial renuencia a volver a ponerse delante del ordenador para perpetrar novela alguna,  consecuencia directa de su desengaño por la deriva exclusivamente mercantil y populista del mundo editorial, su responsabilidad como escritor para el que todo lo que acontece a su alrededor debe ser motivo de respuesta literaria le ha, digamos, impelido a escribir esta subversiva y sobre todo divertida novela negra.

Nos encontramos pues, ante la historia de un periodista que, tras ser despedido del periódico para el que trabajaba por negarse a aceptar la deriva ultraderechista de su línea editorial impuesta por los nuevos dueños, decide vengarse de sus jefes y accionistas. Sin embargo, y de resultas de lo extravagante de sus actos de venganza, los medios de comunicación acaban convirtiendo a nuestro héroe vengador en un agente extranjero que ataca a los mandamases que controlan la prensa al servicio de intereses siempre bastardos.

Un argumento tan disparatado como subversivo por lo que tiene de crítica acerada a un estado de cosas que nos presenta tan irreversible que la única salida que parece quedar a sus víctimas, siquiera ya sólo a modo de desahogo, es tomarse la justicia por su mano. Claro que esa justicia por su mano del protagonista de El agente extranjero es muy sui generis, nada parece lo que va a ser porque al final es otra cosa de lo que espera el lector.

En efecto, AGU juega con la lógica previsible del aficionado del género, siquiera ya solo por acumulación de lecturas donde todo es como parece estar dispuesto para que sea, porque todo en la novela en un doble apretón de cuerdas, el mismo que conduce a nuestro héroe al manicomio desde el que nos cuenta su historia en primera persona y en el que se desarrolla la trama más compleja y sobre todo simbólica del libro, aquella que conducirá al protagonista hacia su libertad y que por ello resume la alegoría que inspira El agente extranjero. Eso y, además, un sentido homenaje a una novela que inspiró a su vez una de las películas más conocidas y revulsivas de la Historia del Cine.

“La doctora Estévez sigue hablando un rato antes de irse, recriminándome, pero ya no escucho lo que dice. Solo pienso en la carta. Si me aíslan, no podré tenerla conmigo. Debo conseguir guardarla en un lugar seguro. Pienso en el libro, “Alguien voló sobre el nido del cuco”.

Con todo, un planteamiento tan prometedor siempre puede derivar en  cualquier cosa según en manos de quién. Por suerte, esta trama del periodista que se toma la revancha con sus jefes a la vez que nos presenta toda la miseria moral que los rodea, que deriva por error en agente extranjero antes de dar con sus huesos en el manicomio y que aun así consigue escapar de ahí hacia la única libertad posible que es la de la incertidumbre, “Nos vamos juntos. La vida puede durar mucho o poco, pero es mejor vida si la vives con quien de verdad te quiere”, está en manos de un escritor tan avezado como Amado Gómez Ugarte.

Un escritor cuya característica más reseñable, e insisto que ya debidamente acreditada en cada una de sus obras, es la elegancia narrativa. AGU no se permite, ni siquiera creo que se le pudiera pasar por la cabeza, los excesos que convierten a algunas novelas negras en una mera exhibición de violencia gratuita hasta rozar el gore puro y duro, tampoco se regodea mostrando lo más sucio del alma humana para acabar haciendo caer al lector en el desaliento como parece ser la tendencia de cierta novela negra en la que todo tiene que ser negro empezando por las esperanzas de una vida mejor de todo bicho viviente. No hay nihilismo gratuito en la narrativa de AGU, siquiera en la forma de un cinismo ante todo tan propio en muchos especialistas del género, todavía menos la negrura como mera excusa estilística, o lo que viene a ser lo mismo, querer epatar, acoquinar, al lector planteando un presente sin luz al final del túnel, sino más bien todo lo contrario, El agente extranjero es un canto a la esperanza y muy en especial a la idea de la libertad individual sobre todas las cosas.

A decir verdad, por muy negro que sea el presente que nos describe El agente extranjero como fondo de su historia, la fina ironía de la que hace gala AGU en prácticamente cada una de las líneas que escribe, en realidad la verdadera marca de la casa, consigue que el lector, lejos de entrar en un estado de indignación permanente por lo que ahí se cuenta, permanezca con una sonrisa de complicidad y hasta de agradecimiento desde el principio hasta al final de la novela.

“No le di tiempo a preguntarme nada, actuar por sorpresa en mitad del éxito. Saqué el pistolón, le apunté y lo metí dentro del piso a empellones. Pero se comportó cobardemente como los anteriores. Este debía pensar que tenía a Dios de su parte y me soltó un guantazo. Era un hombre fuerte y se defendía con desespero. Tenía pensado disfrutar muchos años de la buena vida que llevaba y no estaba dispuesto a perderla. Tuve que darle en mitad del cráneo con una figura que había en la repisa. Luego me enteré de que era la imagen de san Acacio, protector contra los dolores de cabeza. Cayó redondo al suelo.”

Frases cortas y sobre todo certeras que contribuyen a que el ritmo no flojee en ningún momento durante la lectura, gran parte de ellas cargadas con esa ironía que todavía resulta subversiva en el contexto que describe la novela: “No juzguéis y no seréis juzgados”, el abuelo decía que esa era una de las frases más cínicas de una religión que se dedica a juzgar y castigar.” Y por si fuera poco en medio del retrato de tanta maldad y estupidez de nuestra época, también ternura a raudales en la descripción de ciertos pasajes de la vida de nuestro héroe o de  personajes entrañables como Fonseca, su compañero del siquiátrico, la alocada sobrina del Obispo o sus amigos de la infancia-

“Siempre deseamos lo que no tenemos. En un mundo de ruidos y multitudes, la soledad era un bien muy apreciado. Cuando por fin salieron, se dieron un beso en la mejilla. Y recordé aquel beso que me dio Raquel cuando éramos niños.”

En resumen, una lectura que no dudo en calificar de deliciosa porque lo que tiene, tanto de ejercicio que eleva una denuncia tan atinada como divertida a la categoría de literatura con todas las letras, y tal y como dictaba uno de esos principios del género negro establecidos por los clásicos de este para distinguirse del exclusivamente policial, como de pataleta cargada de fino humor y no poca mala leche contra los tiempos que estamos viviendo, siquiera de rebeldía contra una sociedad que parece empecinada, así pasen mil años, en perpetuar su inquina contra la libertad del individuo en beneficio de unos pocos bien situados y mejor relacionados con todos los medios, y aquí no hablo de la prensa en exclusiva sino también de todas las instituciones creadas, desde la familia a la Iglesia pasando por el club de fútbol, para adocenarnos y así hacer posible que traguemos con todo lo que nos echen.

“Mi madre siempre me decía que me buscase una chica modosa, esa era la palabra. Una que me quisiese por mí mismo y que, a la vez, no esperase nada de mí. Que no fuese ni llamativa ni descarada, y que fuese limpia. Quería para mí una vida aburrida, como había sido la suya. Ella pensaba que el aburrimiento no era malo, porque eso era lo habitual. Que lo malo eran las novedades, las cosas diferentes, pretender ser distinto y hacer cosas distintas. Ella trabajaba en una fábrica, en la cadena de montaje, realizando durante ocho horas diarias los mismos exactos procedimientos para que todo fuese bien. Si hacías algo distinto, todo se venía abajo.”

 

El agente extranjero – Amado Gómez Ugarte

Información

Género: Novela negra
Año: 2021

Libro impreso

ISBN: 978-84-124210-0-2
Páginas: 152
Formato: Tapa blanda
Tamaño: 14×21 cm

Sinopsis

 

El protagonista, después de ser despedido del periódico en el que trabajaba por descubrir que detrás de dicho medio está la extrema derecha, decide vengarse de sus jefes y de los accionistas. Tras varias peripecias en las que se ve involucrado, los medios de comunicación hablan de un agente extranjero que ataca a personalidades del mundo del periodismo, y se crea un conflicto político. La novela está narrada desde la voz del protagonista en una rebelión contra lo establecido y contra los poderes ocultos que manejan los hilos de la sociedad, con un final que termina siendo un canto a la libertad.

 

Autor

 

Amado Gómez Ugarte, Llodio (Álava), 1956. Ha sido columnista de Opinión de periódicos como “EL MUNDO del País Vasco”, “TRIBUNA de Salamanca” y “El Periódico de Álava”. Es colaborador del programa MÁS QUE PALABRAS, de Radio Euskadi. Ha obtenido, entre otros, los siguientes premios literarios: Premio de novela Corta Gabriel Sijé, Premio de Novela Corta Casino de Lorca. Premios de cuentos, entre otros: Ciudad de San Sebastián, Julio Cortázar, Clarín, Ciudad de Coria, Ciudad de Peñíscola, Ciudad de Jumilla, Laguna de Duero, y Ciudad de Vitoria. Es autor de las novelas La SECANA, PARA SIEMPRE y EL VUELO DE LA MARIPOSA, BIDAIA AHAZTEZINA, NI ETA NIRE KONTUAK y NI ETA NIRE METROA, EL BARCO VARADO, EL ÚLTIMO MONO y los libros de relatos INFRAMUNDOS y LOS VERDES CAMPOS.

 

©Reseña: Txema Arinas, 2021.

 

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