martes, 9 de febrero de 2010

CARNESTOLENDAS


Es tiempo de carnaval, carnestolendas, una fiesta que si bien nunca me ha suscitado grandes simpatias, como que para una vez que me disfracé fue de mamarracho y así acabé... Uno se piensa que el carnaval tiene que ser como en Río, con mucha samba y chicha, que ve que allí las autoridades hasta reparten condones porque el que no pilla poco más que debe tener alguna tara o por el estilo. Pero claro, luego uno traslada esa idea del carnaval a su ciudad y la cosa no resiste la comparación, donde allí hay chicha, en la ciudad de uno, pequeña, fría y mojigata hasta la nausea, como mucho hay calimocho, donde uno alucina con los vestido de las mulatas, aquí si ves a alguien que no va de indio o de moro, o ya directamente transvestido ya te puedes dar con una canto en los dientes. Es lo que tiene el carnaval urbano, que a lo más que llega el carnaval es a disfrazarse de mamarracho para hacerlo otro tanto.

Otra cosa muy distinta es el carnaval rural, pues de todas las tradiciones y atavismos varios que carazterizan este mundo el del carnaval probablemente será el más interesante de todos en la medida que se trata de la más importante de todas las fiestas de origen pagano que han llegado a nuestros días. No es para menos tratándose de una fiesta estrictamente popular cuyos primeros testimonios coinciden con los primeros siglos de la Edad Media>, esto es, con el periodo de mayor hegemonía de la Iglesia Católica en toda la historia, y de ahí probablemente la necesidad imperiosa de las gentes llamadas del común por romper siquiera durante un pequeño espacio de tiempo ese estricto y coactivo conjunto de prohibiciones, leyes y tabues que ha regido hasta no hace mucho el orbe cristiano por obra y poca gracia de la Romana Apostólica y Católica Madre Iglesia.

Otra cosa es que hasta hoy casi nadie se haya puesto de acuerdo en la etimología de la palabra Carnaval. La Iglesia, en el enésimo intento de arrimar el ascua a su sardina, intentó durante mucho tiempo hacer creer al personal que la palabra derivaba del latín vulgar carne-levare, que significa 'abandonar la carne'. Pero claro, no se sostiene teniendo en cuenta que eso es precisamente la Cuaresma, el abandono de la carne. Otra versión señala que proviene de la palabra italiana carnevale, que significaba la época durante la que se podía comer. Y ya rizando el rizo, aunque sea la versión que más me gusta, hay autores que achacan a su evidente origen págano, haciendo derivar Cranaval de Carna, es decir, la diosa Celta de las habas y el tocino. También estaría conectada con fiestas indoeuropeas, dedicadas al dios Karna (que en el Mahabhárata aparece como un ser humano, hermano mayor de los Pándavas, hijo del dios del Sol y la reina Kuntí). Algunas personas creen que la palabra carnaval hace referencia a una supuesta antigua tradición pagana en la que se ofrecía carne al dios Baal (carna-baal) en una fiesta de donde todo vale. No obstante, la versión más acertada y aceptada por los estudiosos es que la palabra Carnaval, englobando toda ella los múltiples ritos anteriores a la cuaresma que se celebran en casi todas partes, procede de la palabra latina "carna valetudinem" (la carne vale) en contraposición a la Cuaresma Católica. En todo caso, se trata del periodo de licencia que los pueblos se tomaban antes de someterse de buen o mal grado a los rigores de la Cuaresma y la Semana Santa, cosa que, por lo que se ve, nunca le hecho maldita la gracia a la Iglesia, de ahí que siempre que pudiera hiciera todo lo posible para prohibir los carnnavales o cuanto menos anatemimazarlos.

Con todo, y partiendo de la idea de que el Carnaval es en esencia una válvula de escape antes de toda la parafernalia ascética-religiosa de la Cuaresma, lo apasionante es constatar la infinitud de maneras en las que, a lo largo y ancho del globo terraqueo, se celebra el mismo, y que al mismo tiempo deja constancia de las diferentes concepciones de la vida que hay en cada rincón del mismo. Siendo así tenemos desde el despole erótico-festivo de Brasil a la mascarada engolada de Venecia pasando por las miles de tradiciones rurales que hay en todo el orbe cristiano, y más concretamente católico, pues si de alguna manera u otra la Iglesia Católica ha intentando contemporizar con lo que se encontraba, y de ahí el sincretismo con las tradiciones paganas a este lado y el otro del Atlántico, los protestantes parece que no estaban por la labor, cómo iban a estarlo si lo suyo era el puritarismo en su máxima expresión, cortar de raíz, esto es, mandar a la hoguera a todo quisque sospechoso de querer pasárselo bien.

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