miércoles, 18 de octubre de 2017

PEQUEÑAS TRAGEGIAS


"¿Qué sería de nuestras tragedias si un insecto nos presentara las suyas?"

Émile Cioran 


Si me gusta escribir de papeo es porque... porque me gusta papear y poco más. Pero, a veces también es como escribir de fútbol, focas o familias, esto es, un mero subterfugio metafórico para hablar de la vida y así. 

Me dispongo a preparar para comer unas patatas al horno con cebolla, pimiento verde con txistorra y unos huevos escalfados. Un plato que hace ya varios domingos hizo las delicias de la familia y de ahí las ganas de repetir que teníamos todos hoy. Como en aquella ocasión sólo tenía una txistorra envasada de Orkoien, la cual apenas llegaba para los cuatro, mandé al mayor a la carnicería del barrio que abre en domingo. Me trajo una txistorra fresca que mezclé con la otra y el plato salió delicioso.

Pues hete aquí que hoy me trae el mayor de la misma carnicería una txistorra, la cual ya de entrada me mosqueó porque, en vez de venir en una rista larga como suele lo normal, venía dividida en porciones tipo pincho. Pero bueno, manías de carnicero, me digo. Cuál es mi sorpresa cuando, tras cortar la txistorra en trozos pequeños para ponerlos en el horno sobre las patatas ya en su punto, observo que la txistorra no suda su deliciosa grasita, esto es, el objetivo primordial del plato y que no es otro que embadurnar con ésta las patatas, cebolla y el pimiento verde antes de mezclarlo todo con el gorringo (yema) de los huevos escalfados.

Nada, que no ha sudado nada, ni una puñetera gota de grasa. Así que enseguida hemos establecido que aquello no era txistorra ni hostias, todo lo más una vulgar salchicha fresca con pimentón que le habían vendido al niño haciéndola pasar por tal. Nuestro gozo en un pozo y un montón de patata asada en el plato a la que sólo me ha merecido echar el tenedor acompañada con la cebolla y el pimiento verde debidamente untada en huevo. Eso y que, siendo domingo, ya era tarde para bajarme hasta la carnicería con el fin de preguntar amablemente -vamos, lo que en mi caso viene a ser poner un sonoro "cagondios" al inicio y final de cada frase...- a ver qué coño entendían allí por txistorra.

Ahora, menos mal que justo antes de preparar la mesa había abierto ya un Viuda Negra de Bodegas Pujanza de Laguardia. A decir verdad, ha sido sólo gracias a la ingesta de tan suculento néctar que, al menos yo, y acaso también mi señora, porque los críos ya sabemos que son más de zampar lo que les pongan sobre la mesa como piara de cerdos en su abrevadero, no hemos caído en una profunda depresión con toda la tarde de domingo por delante, con lo que mucho que me afectan a mí estas cosas, que uno para lo que quiere puede ser muy sensible, pero mucho.

¿Y qué tiene esto que ver con la vida así en general? Pues he aquí la moraleja: así como uno deposita sus ilusiones para una comida dominical en el recuerdo de otra anterior para que luego venga un carnicero a joderlo todo porque su txistorra no suda lo que tiene que sudar, o más bien porque al chaval le han dado gato por liebre, esto es, salchicha apimentada por txistorra, pues en la vida otro tanto y de continuo. Eso y que no hay pena que no se olvide con un buen vino, pero bueno, bueno.

Por lo demás, recomiendo encarecidamente la longaniza de Avilés, no tiene nada que envidiar a una butifarra catalana; bueno, también es otra cosa.

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