martes, 7 de diciembre de 2021

BAJEL PIRATA LE LLAMAN...

 



Sueño que me despierto a media mañana. Bueno, en realidad es mi hijo Mk quien me despierta a gritos.
- Aita, aita. ¡Mira la que has montado!
- ¿Qué, qué hostias he hecho yo ahora? - el canijo todo el día regañándome por todo.
- Tú y tu puto Baroja y sus piratas.
- Ya te dije que si no te gustaban Las Inquietudes de Santi Andia que lo dejaras y cogieras otro libro.
- Si me gusta y mucho. Por eso estamos ahora en este barco.
- ¿Qué barco?
Joder, me encuentro en un barco de vela del XVIII y solo tengo que reparar en las puñetas que asoman de la manga para adivinar que también yo voy de época. Corro hasta el espejo más cercano. Se confirman mis sospechas; voy de capitán de barco del XVIII. Sin embargo, oye tú, ni tan mal. La verdad es que me gusto de capitán pirata superado ya el susto de encontrarme en el espejo un trasunto de Barbanegra con sus barba desgreñada y los tirabuzones donde colgaba unas pequeñas velas para sembrar el pánico entre sus víctimas cuando abordaba barcos, como si que te aborde el pirata más famoso de la Historia no fuera ya suficiente para cagarse por la pata abajo.
- ¿Y ahora qué hacemos?
- ¿A mí me lo preguntas? Sal a cubierta y pregunta a tu tripulación –me responde mi hijo pequeño sin que yo pueda evitar fijarme todo el rato en el extraño tupé rubio que lleva y unos pantalones bombachos que no le había visto nunca.
- ¿Que pregunte a quién….qué?
Me asomo sobre el castillo de popa y veo un conglomerado de individuos de todo tipo de edades, sexo y procedencias y al que supongo la tripulación bajo mi mando. Entonces, y para mi sorpresa, creo distinguir entre el elenco de rostros patibularios que me observan esperando alguna orden, soflama o lo que sea, al juntaletras de Llodio, la otra juntaletras de Lekeitio, la pintora teñirroja de mi ciudad y su prima de Oiartzun, el profesor de txistu de Pamplona, la rubia de Amurrio, un abuelo de barba blanca de la Zurriola, la profesora navarra, un… en fin, estos y otros que me dejo el tintero para no hacer esto eterno, en realidad a casi toda la plana mayor de la peña con la que me suelo escribir en Facebook. También es cierto que echo de menos algunos rostros; pero, como somos piratas es probable que hayan ido cayendo por el camino, es decir, durante cualquiera de nuestras singladuras; la vida misma.
- ¿Son piratas de verdad? - pregunta a MK.
- Fíjate, si hasta el cocinero lleva parche.
- ¡Pero si es mi tocayo de Abaurrea!
- ¿Y qué se supone que esperan? – pregunto a Tint… a mi hijo pequeño.
- ¿Qué van a querer? Que los guíes en busca del tesoro.
- ¿Qué tesoro?
- Es tesoro de la vida del que me hablabas el otro día cuando me dejaste el libro de Baroja, el rollo ese de que no hay mayor tesoro una vida repleta de aventuras y emociones.
- No me jodas.
El caso es que como conozco a la mayoría de esa peña y sé de lo que son capaces si no les proporcionan las aventuras y emociones de las que habla mi hijo, decido ponerme al timón rumbo a no sé qué parte de lo que supongo que es el Caribe.
- ¿Hacia dónde?
- El pirata eres tú, aita, déjate llevar.
Así que me dejo llevar durante todo el sueño y acabamos de una punta a otra de las Antillas abordando barcos bajo cualquier pabellón, asaltado puertos como el de Kingston en Jamaica, Maracaibo en lo que todavía es la provincia española de Venezuela, la isla holandesa que hoy llaman Aruba, Nassau en las Bahamas, la isla de Guadalupe, Santiago de Cuba varias veces y así en general todo puerto en el que aparecemos a mitad de la noche y que tras generar el caos con nuestros cañones bajamos a saquear sin que ninguna guarnición colonial consiga oponernos resistencia.
Pues eso, un periplo la mar de productivo y sobre todo entretenido en el que nos dedicamos a mandar por los aires poblaciones enteras, saqueamos a manos llenas, matamos o vejamos a los representantes de las autoridades coloniales de España, Francia, Reino Unido y Holanda, violamos a gente de todos los sexos y edades, secuestramos mulatas y mulatos. En fin, supongo que el pack completo del pirata. Lo curioso es que nadie consigue detenernos en nuestra demencial actividad criminal, hasta el punto que ya nos creemos inmunes a cualquier amenaza.
Sin embargo, lo que son las cosas, resulta que estábamos celebrando en el barco el botín que acabábamos de conseguir tras abordar un barco en el que volvían a España desde Caracas el último virrey español y su corte con todas las riquezas que habían acumulado durante su mandado, un tipo que, y esto va completamente en serio, tenía un parecido asombroso a un tal M. Rajoy, lo habitual en estos casos, todos puestos de ron hasta el culo, cantando canciones piratas con ronquera y puteando al loro para que las coreara con nosotros, y en una de esas que veo desde el castillo la popa que la rubia de Amurrio decide ponerse a tomar en sol con las tetas al aire sobre la proa.
- Nek… ¿que se te ha ido la cabeza o qué hostias pasa pues?
- ¿Qué pasa, es que no puedo descansar tomando el sol después del tute que nos hemos dado?
No me da tiempo a responderle porque en ese mismo instante oigo los cañonazos de una flota de la armada española que nos rodea sin opción a escapar por ningún lado. Lo siguiente que sé es que soy llevado delante de un tribunal en La Habana el cual me condena a tener el barco bloqueado en el puerto treinta días porque dice el señor juez que infligido no sé qué normas de decoro de los sueños de piratas. Treinta días bloqueado en el puerto de la Habana, muerto de asco entre mojitos, daikiris y jineteras. Un suplicio si no hubiera sido porque paseando un día por el puerto escucho una voz que me llama desde un barco y entonces descubro a la pirata de Lekeitio, la Anne Bonny de esta historia, que me anima a enrolarme en la tribulación de un tal capitán Bunbury. Yo me lo pienso un rato largo porque no me gustan nada las pintas del tipo, como que me parece que le falta un aire o algo; pero, soy un lobo de mar y no aguanto un mes entero en dique seco. Claro que luego, cuando ya hemos elevado el ancla y desplegado las velas, justo cuando estamos a punto de entrar en mar abierto, decido tirarme de cabeza por la borda en cuanto oigo al tal capitán Bunbury ponerse a cantar a todo pulmón:
Entre dos tierras estás
Y no dejas aire que respirar
Entre dos tierras estás
Y no dejas aire que respirar
Déjalo ya,
No seas membrillo y
Permite pasar
Y si no piensas echar atrás
Tienes mucho barro que tragar
Déjame, que yo no tengo la culpa de verte caer
Si yo no tengo la culpa de ver que...

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