Sueño que estoy en el patio de la casa, o más bien caserón, de mis abuelos en el pueblo de mi viejo. No sé si lo he contado ya, pero justo detrás de la casa de mis abuelos se levantaba el frontón que entonces era el nuevo -el viejo creo que debía estar por donde la Iglesia o por ahí- y que ahora, una vez que han construido otro más molón, para llevar a figurones de la pelota y así, ha pasado a ser el viejo a su vez. En su tiempo, cuando yo era un mico y así, todavía no estaba cubierto, por lo que no era raro que muchas de las pelotas de los jugadores cayeran al patio de tanto en tanto. De hecho, mi abuelo tenía varios cestos a rebosar con las pelotas, la mayoría de ellas de esas negras de jugar a pala, las cuales creo recordar que alguna vez utilizamos mis primos y yo para jugar a pala en aquel mismo frontón; eso hasta que venían los chavales del pueblo, con los que no solíamos relacionarnos porque apenas salíamos del círculo familiar, y nos echaban con cajas destempladas porque éramos de la capi y no podían permitir semejante intromisión en su terreno -me parece que a los bilbainos y demás veraneantes no les solían decir nada, o sí, o qué más da, a saber, quién se acuerda-. Pues bien, uno de de mis sueños recurrentes ha sido siempre el relacionado con una anécdota familiar en la que estando toda la familia, siquiera la parte que tocaba aquel día, reunida en el patio durante una tarde de verano, de repente cayó una de esas pelotas negras -muy similares a las que lanzaba la policía durante las manifestaciones- dando de lleno a una de mis tías en la cabeza. Un susto morrocotudo al que siguió el de ver a mi viejo pegar un salto de medallista olímpico sobre la tapia que separaba el patio de la calle con el fin de salir como una bala hacia el frontón con el propósito de meterle la pelota por el culo al presunto culpable.
Pues bien, anoche soñé que estaba de vuelta en el patio de los abuelos con el clan al completo o casi, y que de repente caía, no una de aquellas pelotas de jugar a pala, sino un balón de fútbol reglamentario de los del Mundial de Catar. Un balón que le daba en la cabeza, no sé si a la misma tía o a otra; pero, que no era ni mucho menos el único en caer, porque al instante volvía a caer otro, y otro y otro, y así ininterrumpidamente. Una verdadera lluvia de balones del Mundial de Catar que amenazaban con destrozar, ya no solo el pequeño jardín y el huerto con los frutales de mis abuelos, sino incluso el tejado de la casa y puede que hasta que los coches de mis padres y mis tíos aparcados alrededor de la casa.
Entonces, veo que mi padre se dispone a saltar el pequeño muro de la casa para ir a la carrera a por el culpable de semejante desaguisado. Sin embargo, en esta ocasión me veo acompañándolo a petición de mi madre, la cual teme que vaya a cometer algún disparate todavía más grande del que estamos viviendo. Y en eso que nos plantamos en el frontón; pero, en lugar de encontrarnos con algunos de los mozos del pueblo a los que suponía responsables de la broma pesada o lo que fuera, descubrimos que es Messi el que está lanzando los balones por encima del frontis que caen en patio de mis abuelos. Todavía más absurdo si es posible, que en los sueños siempre lo es, faltaría, también descubro que los fulanos que le ponen los balones a Messi para que los lance son un jeque árabe de esos vestidos con sábana y una toalla en la cabeza sujeta con un cordón, y un ayatolá iraní, el cual me recordaba, como suele ser lo habitual porque en realidad no los distingo, al famoso Jomeini. Y en eso que va el Messi, le mira a mi viejo y le suelta: "¿Qué mirá, bobo? ¡Anda pa´llá!"
Pues eso, luego ya me he despertado y cuando le he contado el sueño a mi mujer sólo se le ha ocurrido preguntarme: "Entonces, ¿el domingo seguirás yendo con Argentina?" Ni que decir que no me ha quedado otra que repricarle: "¡Che, boluda, andate a coger a los gabachos del orto si querés!"
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