La de anoche ha sido una pesadilla breve, concisa. Me disponía a ver la final de la Eurocopa en la tele de casa y justo en el sillón al lado del sofá donde me despatarro estaba sentado Arthur Schopenhauer.
- Se puede saber para qué me has invitado si a mí todo esto del fútbol me la trae floja, no te quiero decir ya estos campeonatos de la exaltación telúrica, tribal, en manada, detrás de una banderita. Sólo siento lástima por la evidencia de que el ser humano sigue siendo en esencia un animal gregario que necesita del arrobo de sus semejantes supuestamente más cercanos para sentirse parte de algo también supuestamente mayor a falta de otra cosa con la que rellenar el vacío de su existencia.
- Justo por eso mismo, porque a mí me gusta mucho lo que pasa sobre el terreno de juego, siempre y cuando haya emoción y sobre todo goles. En cambio, todo lo que pasa fuera, alrededor de los partidos, y muy especial durante este tipo de campeonatos donde hasta el que menos entiende de fútbol saca a pasear su patrioterismo de banderita, sea cual sea esta, y haciendo exaltación de su nacionalcatetismo, me da mucha "lacha", pero que mucha.
- Sigo sin entender...
- Por si en medio de la emoción del partido me da por emprenderla contra la Pérfida Albión, el pastel de carne, la mermelada de naranja, las orejitas de su Majestad , Victoria Beckham y en todo en ese plan.
- ¡Ah! Ahora sí. ¿Y cuánto dices que dura un partido? Es por sacar al perro a pasear. En realidad el único momento del día que disfruto lejos de mi escritorio.
- Te entiendo. ¿Y a ti no se te acercan otros dueños de perros a darte la chapa cada vez que...
- Por eso me habría gustado aprovechar el partido para pasear tranquilo con mi perro aunque fuera por una sola vez
- Pues mira, igual pasamos del partido y así me cuentas lo de tu vecina cuando... por las escaleras... por accidente, accidente.
- ¿Qué entiendes tú por pasear tranquilo con mi perro?
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