- ¿Y toda esta destrucción, todas estas muertes y el dolor que las acompaña, para qué?
- ¿Para lo de siempre?
- ¿Te refieres a lo de arrebatar territorios al vecino para construir a cuenta de éste tu sueño de una patria prometida por un ser superior imaginario, para castigar al otro por no compartir tu mismo credo, para apuntalar el poder de los respectivos gerifaltes entre su gente, siquiera para darle sentido a tu presencia en este mundo enseñoreando a tu tribu sobre el resto de tus semejantes?
- No, aunque para la mayoría de ellos seguro que sí. Me refería a la certeza de que a pesar de todos los años, décadas e incluso siglos que pasen matándose los unos a los otros, por muy fuertes y sobre todo impunes que se crean los opresores frente a sus oprimidos, semejante estado de cosas acabará siendo moral, ética y sobre todo hasta socio-estratégicamente insostenible, ni más ni menos como lo fue la esclavitud, el colonialismo, el III Reich, el socialismo soviético, las dictaduras militares sudamericanas, el Apartheid en Suráfrica, etc., porque no hay injusticia que dure mil años, y más pronto o tarde tendrán que sentarse a negociar un acuerdo de mínimos para poder vivir en paz intentando reparar lo que todavía pueda repararse.
- Tienes razón; pero, ya sabes, es la condición humana.
- En serio, qué harto estoy de que todo lo justifiquéis con la condición esa de los cojones.
- Claro, qué vas a decir tú si eres un perro...
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