No puedo pensar, y menos escribir, otra cosa. Por increíble que parezca en pleno siglo XXI, cuando dentro de nuestra inmensa inocencia de ciudadanos de un mundo supuestamente más civilizado que el de cualquier otra época anterior de la Historia de nuestra especie, asistimos en estos días, prácticamente que en directo, con rueda de prensa televisada y toda la hostia y sin ningún tipo de disimulo o escrúpulo -hasta los nazis intentaron ocultar sus verdaderas intenciones-, al anuncio de un nuevo crimen contra la humanidad por parte de los colonizadores sionistas con, ya no sólo la complacencia de sus patrocinadores estadounidenses como ha sido el caso hasta la fecha, sino ahora ya hasta bajo la inspiración e inmediata dirección del nuevo sheriff a escala mundial que es el tarado millonario de cara naranja y pelo paja que vuelve a estar al mando de la todavía primera potencia militar del planeta.
Nos anuncian la limpieza étnica de dos millones trescientos mil palestinos de la franja de Gaza para así poder levantar allí una "Riviera" (sic) de Oriente aprovechando los recursos naturales únicos de la zona; "sea, sun, sand and... shame?" Un proyecto que al Sheriff del mundo le parece la solución ideal para acabar con el peligro que supone para la seguridad del estado sionista de Israel la existencia de un territorio sobrepoblado por una gente de la que jamás podrán fiarse porque, donde las personas con un mínimo de conocimiento y conciencia vemos un pueblo que resiste a su invasor, ellos ven un enjambre de terroristas que los atacan por mero fanatismo innato, cosa de su ADN y así.
De modo que el gran empresario de la construcción que hoy dirige los destinos de la nación todavía más poderosa sobre de la faz de la tierra ha tenido una idea propia de uno de su gremio con un instinto especial para estas cosas y para de contar. ¿Cómo acabar con el problema de Gaza? Pues expulsamos a los palestinos de su tierra y así podremos construir complejos hoteleros a discreción. Se acabó la araña. Dos pájaros de un tiro; Israel se deshace de los palestinos de la franja de Gaza como ha hecho siempre que ha podido con los legítimos dueños de la tierra que ocuparon en su momento -así de paso también puede concentrar todo su esfuerzo en hacer otro tanto con los de Cisjordania para completar su proyecto del Gran Israel, esto es, "desde el río hasta el mar", pero sólo para ellos-, y Trump también hace lo que siempre ha hecho, lo único para lo que tiene algo así como talento: negocio con el ladrillo.
Y entretanto el resto del mundo a verlas venir. Los países árabes concernidos por el proyecto de Trump, vamos, aquellos a los que les quiere colocar los dos millones y pico de palestinos, protestando pero no mucho, no se vaya a enfadar el dueño de la plantación. Esto último más que nada porque lo que mejor define a las claras la relación de la inmensa mayoría de los países árabes respecto a EE.UU, respecto a la cuestión palestina, no es otra cosa que el "síndrome del Tío Tom". En cuanto a los demás, mira que parecía imposible sentir todavía más vergüenza como ciudadano de la llamada Unión Europea después de todo los sucedido con los refugiados sirios y de todo tipo, con la tibieza frente a la ultraderecha al mando en muchos estados miembros, y ya en especial con la hipocresía al cuadrado que caracteriza la política de los mandamases de la cosa respecto al conflicto palestino en comparación con otros. Pero no, la tibieza con la que volvieron a responder ayer al anuncio de la inminente limpieza étnica de Gaza no pudo ser más escandalosa, y eso por muy prosionista que sea la acomplejada y desnortada Alemania y otros. Siquiera ya sólo en comparación con la respuesta tajante y sobre todo obligada de China. Vergüenza, por lo tanto, de ver y oír cómo una dictatura de partido único responde al Sheriff del mundo y a su esbirro sionista con la rotundidad que uno esperaría de una Europa que presume de tener como banderas la democracia, justicia, solidaridad y bla, bla, bla. Porque ese el problema de esta Unión Europea, que la disparidad cada vez más grande que hay entre lo que presume ser y lo que hace nos abochorna, indigna, apesadumbra a los que todavía creemos en esos principios fundamentales de lo que iba a ser un oasis de democracia, justicia, solidaridad y bla, bla, bla.
¿Cómo es posible que nos anuncien en directo un crimen contra la humanidad y no salgamos en masa a la calle para gritar a los cuatro vientos nuestro rechazo, escándalo, nuestro asco infinito? Será que la mayoría social en la que vivimos está a otras cosas, sus cosas del día a día y para de contar. Será que después de comprobar que el ser humano no tiene solución hemos caído en la resignación ante todo tipo de calamidad, un a verlas venir y sálvese quien pueda como única respuesta a la maldad que nos rodea. Será que esa parte de la humanidad indiferente ante las desgracias de sus semejantes, incluso la que se alegra de éstas en razón de su credo o prejuicios políticos, religiosos, étnicos o lo que sea, es, como algunos sospechamos, mucho más mayoritaria de lo que en realidad nos gustaría reconocer. Será que da igual la época en que nos encontremos dado que la mayoría de los seres humanos siguen comulgando por pura falta de criterio propio, vulgo, borreguismo, con las consignas de la propaganda racista y colonial que los poderosos de cada periodo histórico extienden para convencernos de que, al igual que sucedió en su momento con los nativos americanos cuyas tierras fueron usurpadas por los colonos blancos con el pretexto de que eran unos salvajes peligrosos y enemigos del progreso -entiéndase que el de los blancos en exclusiva-, y que por lo tanto toda guerra contra ellos era justa y todavía más su exterminio, eso y no otra cosa es lo que el sheriff Trump y su socio israelí, amén de su entorno con su yerno constructor al frente, es lo que ven en los palestinos, unos salvajes peligrosos que sólo suponen un peligro para los colonos sionistas y un estorbo para los que confunden el progreso de todos con el de su cuenta corriente. Pues eso, el síndrome del Salvaje Oeste en pleno siglo XXI. Y entretanto el resto a esperar que hagan las películas para varias décadas después lamentarnos por lo que los cowboys y el Séptimo de Caballería del siglo XXI hicieron a millones de palestinos ante nuestra indiferencia.
*"Trail of Tears" o "Sendero de Lágrimas", cuadro de Robert Lindneux en alusión a la denominación que se dio a los desplazamientos forzados de aproximadamente 60 000 indígenas de las denominadas Cinco Tribus Civilizadas entre 1830 y 1850 por parte del gobierno de Estados Unidos.
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