lunes, 24 de febrero de 2025

LAS PUERTAS... DEL INFIERNO


 

     Sueño que me preparo para salir de casa a hacer la compra como casi todos los días. Al llegar al portal me está esperando el memo tocapelotas del administrador para comunicarme personalmente, una vez más, la nueva normativa que rige en el edificio.

- Que no puedes salir por la puerta del portal, que tienes que hacerlo por la del garaje.
- ¿Cómo?
- Pues que en la última reunión de vecinos aprobamos que sólo podrán salir por el portal los propietarios con el fin de intentar darle más empaque al edificio y poder así revalorizar nuestras propiedades. Y claro, como tú no eres propietario, sino que vives en la casa de tus suegros de ocupa...
- ¿Me estás tomando el pelo? -esto ya en plan retórico porque el tipo en cuestión ni tiene el más mínimo sentido del humor, ni cojones para tomármelo a mí.
- Tu mujer por supuesto que podrá seguir saliendo por el portal. Es la hija de los dueños, ha crecido aquí entre nosotros y además le tenemos mucho cariño. Pero tú, además siendo de Vitoria...
Ni que decir tiene que he salido por el portal como tenía pensado hacerlo y seguiré haciéndolo en adelante. A ver quién tiene el cuajo de impedírmelo con mi corpulencia, metro ochenta y cinco y esa mala hostia a lo Saturno devorando a su hijo, el de Goya, porque se ha comido el último yogurt de Kéfir de la nevera.
De cualquier modo, no puedo evitar darle vuelta al asunto durante todo el tiempo que me cuesta llegar hasta el super, entrar, llenar el carro y ponerme a la cola en una de las cajas de la entrada principal como acostumbro.
- Lo siento, caballero, pero si tiene más de dos productos de marca blanca para facturar debe hacerlo en una las cajas de la parte de atrás del supermercado que dan a la otra callé.
- ¿Cómo?
He montado tal pollo al encargado de mierda que, no sólo he dejado el carrito allí tras amagar con ponérselo de sombrero, marcas blancas incluidas, sino que he llamado a gritos a los seguratas para darme de hostias con ellos a ver si así conseguía desahogarme un poco. No ha habido suerte porque ninguno de los chavales uniformados que trabajan en el super atosigando inmigrantes y/o humillando ancianas se ha atrevido a hacer acto de presencia. El caso es que me ha quedado tan mal cuerpo que he decidido acercarme hasta el centro para tomarme un par de pintas de cerveza de esas que te ayudan a regodearte todavía más con tus demonios interiores. Decido hacerlo en autobús porque la movida del super ya me ha consumido bastante energía.
- ¿Va a pagar al contado o con el bonobús?
- Con el bono, faltaría.
- Pues entonces suba al super por la puerta de atrás, por favor.
- ¡A tomar por culo, prefiero ir andando!
Estoy tan de mala hostia que me he plantado en el centro en poco menos de una docena de zancadas. Lo importante es que ya estoy en la zona de los pubs de tipo irlandés junto a la parte baja de lo antiguo y que empiezo a salivar sólo con pensar en el manto fresco y albugíneo de la espuma de la media docena de pintas que me voy a meter entre pecho y espalda a ver si así aplaco la desazón que me consume desde que he salido de casa esta mañana.
- Disculpe, señor -me suelta el portero del pub al que me dispongo a entrar y que jamás he visto a estas horas del día-.
- ¿Qué hostias pasa ahora?
- ¿El señor tiene pensado tomar cervezas de importación o...?
- No, la cerveza de toda la puta vida.
- Pues entonces tiene que...
Como he despertado de un grito a la mujer que acostumbra a dormir a mi lado en la cama, y que por lo que sea viene siendo la misma desde hace unas décadas, no me queda otra que contarle la pesadilla a ver si así se apiada de mí y deja de amenazarme con mandarme de vuelta a casa de mi madre para poder dormir, siquiera durante una temporada, las ocho horas enteras que asegura necesitar para estar en condiciones de afrontar una jornada de convivencia conmigo; no se puede ser más faltona.
- ¿O sea que has soñado con Elena Massot?
- ¿Mande?
- La pijaputa de la Asociación de Promotores de Cataluña que propuso una puerta para propietarios pudientes y otra para los de viviendas protegidas.
- Lo peor es que tal como están los tiempos no tardarán en salirse con la suya.
- Ya te digo, es el momento de los hijos de la gran puta.

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