(Publicado en: http://solonovelanegra.com/the-night-resena/)
Es moda o no es moda, tramposa eso de publicar en las solapas o contraportadas de los libros que la historia que contiene viene aderezada con un crimen que ocurrió no se sabe muy bien cómo, cuándo y cometido por quién. El posible lector puede pensar que se encuentra con una novela negra al uso y emprender su lectura como si así fuera, en la convicción de que, por muy original o sofisticada que pueda parecer el resto del argumento, al final se tratará de resolver, siquiera ya sólo intentarlo, el crimen en cuestión. Ya luego cuando llevas más de medio libro y has disfrutado de todo menos de la trama alrededor de la resolución del crimen en cuestión, que ya prácticamente ni te acuerdas del crimen que se anunciaba en la solapa, siquiera entre otras cosas del argumento del libro, no puedes evitar hacerte la pregunta: ¿Y para qué anuncian un crimen si luego éste no tiene trascendencia alguna en el desarrollo de la trama, si el libro va de otra cosa muy distinta que lo que parece traslucirse, si en realidad se trata de una mera anécdota en medio de todo lo que trata el libro? ¿Acaso incluyen lo del crimen para el lector en potencia se confunda vaticinando una historia de género que luego no es? ¿Es legítimo utilizar dicho reclamo aprovechando el tirón comercial o simplemente de lectura que tiene el género negro en los últimos tiempos?
A saber, el caso es que la contraportada de The Night (2016) del escritor venezolano Rodrigo Blanco Calderón nos informa de que “En medio de esta atmósfera, dos amigos, un escritor frustrado y un psiquiatra acostumbrado a involucrarse en la vida de sus pacientes, conversan sobre una serie de crímenes ocurridos en el último año. No hay tregua para el horror. El mal va tintando de oscuro todo lo cotidiano.” De esa guisa uno esperaría una novela negra al uso, poco importa lo alambicado de la trama alrededor de esos crímenes para presentarnos la realidad venezolana contemporánea y más en concreto la idiosincrasia de unos personajes muy particulares de la clase media y de ínfulas intelectuales, literarias, de dicho país. Pero no, no hay trama negra, es una más que notable novela de personajes y circunstancias en la que lo negro apenas es una anécdota entre un montón de ellas.
Tampoco el autor llega a presentar su novela como de género negro, eso ya es responsabilidad única del lector que emprende la lectura del libro convencido de que lo es, o puede serlo. De modo que poco o nada se le puede reprochara Rodrigo Blanco Calderón en ese aspecto; no nos da gato por liebre como hicieron en su momento otros autores exclusivamente literarios (Juan Luís Saer, Juan Benet, Luís Mateo Díez, Etc.) que experimentan con el género en la pretensión de dignificarlo literariamente y el resultado casi siempre suele estar a la altura de su soberbia, esto es, por debajo de las perspectivas de los enamorados del género porque poco o nada tiene que ver con él. Así pues, la queja, de tener que haberla, es con el editor que ofrece un producto que anuncia una lectura que puede llevar a confusiones en cuanto a la condición del libro, que lo hacen dando categoría a lo que luego apenas es una anécdota en el conjunto de la obra, y que ese categorizar lo meramente anecdótica resulta asaz sospechoso porque no se trata de un caso aislado en el que parece que algunos quieren aprovechar la estela exitosa de las verdaderas novelas negras para intentar colar la suya a costa de la ingenuidad de los lectores mal o superficialmente informados. No, no es casual, un repaso por las mesas de novedades literarias resulta bastante revelador de hasta qué punto algunos parecen estar convencidos de que, a tenor del éxito de los verdaderos libros de género negro, hay que meter un crimen, aunque sea a calzador, en cualquier otro tipo de novela por muy lejos que pueda parecernos en un primer momento, que no me extrañaría encontrar con un libro de recetas que anunciara en la contraportada un envenenamiento provocado por una de las recetas a descubrir.
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