Sinceramente, creo que la peña está errando y mucho el tiro con el tema del burkini, que hay la tira que equivoca lo que cree que es el laicismo (Corriente ideológica que defiende la independencia del hombre o de la sociedad, y especialmente la del Estado, de toda influencia religiosa o eclesiástica) con la imposición de una manera concreta de pensar o de vivir, la supuestamente occidental (supuesta porque el integrismo religioso o el moralismo de cualquier tipo es tan consustancial a Occidente como sus contrarios; otra cosa es lo que predomina en cada momento histórico, como que la España de los 40-50 no se diferenciaba sustancialmente del Irán contemporáneo en muchas cosas y aún así seguía siendo un país occidental). Creo también que el rechazo a uso del burkini se fundamenta en el rechazo cada vez más generalizado que provoca el Islam, siquiera la visión exacerbada, integrista, y que el terrorismo ha contribuido a confundir todavía más con una religión tan poco conocida y diversa que es profesada por más 1.300 millones de personas en todo el mundo. Creo además que ese rechazo a que las mujeres musulmanas se puedan bañar en burkini confunde el estado de sumisión o represión que padecen las mujeres en el Islam, como en tantas otras religiones, respecto al varón, con el derecho del individuo a tomar sus propias decisiones, que no se puede establecer hasta qué punto una mujer decide usar el burkini libremente o no a no ser que lo diga ella, del mismo modo que tampoco se puede saber si una mujer se pone un bikini porque le gusta o porque se cree obligada a ello. Creo además que relacionar sin matiz alguno el burkini, como ha hecho el lumbreras del alcalde de Cannes, con una ideología político-religiosa concreta y encima alegando que va en contra del laicismo de su país es un error de bulto porque entonces también deberían prohibirse todos los símbolos religiosos desde los crucifijos hasta los tatuajes budistas en el pecho, lo cual sería simple y llanamente un ataque contra la libertad individual, esto es, contra la esencia misma de esta sociedad que tanto queremos y contrastamos con esas otras donde la religión o la ideología que sea marca las pautas del comportamiento del individuo y restringe su libertad. Otrosí, creo que eso es justamente lo que más le gustaría a los integristas de todo tipo, que Occidente respondiera a sus ataques con su propia versión integrista de la sociedad.
A mí no me gusta el burkini, cómo me va a gustar si su objetivo es precisamente privar a mis lascivos ojos de la visión del cuerpo casi desnudo de una mujer. Y todavía me gusta menos por lo que representa, la versión más integrista del Islam. En realidad no me gusta el Islam y ninguna de las religiones. No obstante, vivir en libertad es también aprender a aceptar al otro, al diferente, al que ni piensa como yo o cree en lo que yo no creo, y eso siempre y cuando todos cumplamos con las leyes de las que nos hemos dotado. Y por eso también me escama mucho esta intromisión en los asuntos que deberían competer a ellas en exclusiva. De hecho me repugna sobremanera esta vuelta al pasado en la que ellas vuelven a ser objeto de polémica por su manera de vestir o de pensar. Incluso diría que intuyo un nuevo integrismo de corte pretendidamente laico o progresista en aquellos que viven convencidos de saber siempre y para todo lo que le conviene al prójimo, eso o lo que debería pensar o sentir. La verdad es que no entiendo qué problema hay con que este prójimo se bañe como quiera si no es la mirada torcida y prejuiciada de otros.
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