Sirvan estas líneas de homenaje al autor de verdaderas joyas literarias, monumentos de la palabra escrita, que se dice así a lo rimbombante, como Os cus de Judas (1979), Conhecimento do inferno (1981), Auto dos danados (1985), As naus (1988). Tratado das paixőes da alma (1990), A morte de Carlos Gardel (1994), Manual dos inquisidores (1996), O esplendor de Portugal (1997), Exortação aos crocodilos (1999), Não entres tão depressa nessa noite escura (2000)Que farei quando tudo arte (2001), Eu hei-de amar uma pedra (2004), que son los que he leído de entre una extensa obra novelística y cronística, lo cual no deja de ser una verdadera gozada a sabiendas de todo lo que todavía me queda por meterme en vena a tenor de lo prolífico de un tipo que a sus setenta y muchos todavía dice necesitar escribir todavía unas cuentas horas para sentirse a gusto consigo mismo.
En fin, me temo que estas líneas van a pecar de encomiásticas en demasía, así que procuraré hacerlas lo más honestas que pueda. A.L.A es un tipo con injustificada fama de huraño debida a sus salidas de tono en más de una entrevista de esas que ahora van a parar irremediablemente a la red de redes, el cual, sin embargo, también demuestra en más de una ocasión su lado esencialmente irónico, sumamente ingenioso y, algo verdaderamente escaso entre la mayoría de los escritores de hoy en día, una inusitada capacidad lírica para observar las cosas. Siendo así, no se me ocurre otra cosa para el homenaje en cuestión que transcribir algunos párrafos de sus novelas más destacadas, aquellos que, a mi juicio, pudieran ayudar a atisbar el sabio burlón y ante todo poético que se adivina en todas y cada una de sus novelas, todas ellas cargadas de un lirismo tranquilo, comedido, limpio, producto de una mirada tan humana como exquisita, una finísima ironía a medio camino entre la saudade y la más pura socarronería. Eso y, muy en especial, una complejidad técnica y conceptual que sólo puede maravillar al lector que busque algo más que una historia más o menos bien contada, por muy cuesta arriba que pueda hacerse a veces su lectura, esto es, por muchas veces que haya que escalar esas cimas literarias que construye con tanta maestría como desuello. Verbigracia:
“…e imaginé a otro hombre con las falanges rozando el suelo y respirando por medio de agallas eléctricas que le insuflaban aire en los pulmones muertos.
Una mujer desgastada por cincuenta años de desilusiones ya ni siquiera menstruando, ya ni siquiera mujer, que desistiera de defenderse de la edad con cremas y pintura.
(El amigo de la infancia que triunfa, consciente de su papel de amigo de la infancia que triunfa).
…irritada contigo porque eras incapaz de vislumbrar que era a ti a quien necesitaba, que estar con ellas era una forma de serte fiel, de gritarte -Te amo.
…y en medio de violonchelos y pianos Carlos Gardel cantando, en la buhardilla de Benfica, Lejana Tierra Mía, con una voz que hería como un cuchillo cavando un surco entre tendones y músculos, entre huesos pulidos y cartilagos que chascaban.
Una mujer desgastada por cincuenta años de desilusiones ya ni siquiera menstruando, ya ni siquiera mujer, que desistiera de defenderse de la edad con cremas y pintura.
(El amigo de la infancia que triunfa, consciente de su papel de amigo de la infancia que triunfa).
…irritada contigo porque eras incapaz de vislumbrar que era a ti a quien necesitaba, que estar con ellas era una forma de serte fiel, de gritarte -Te amo.
…y en medio de violonchelos y pianos Carlos Gardel cantando, en la buhardilla de Benfica, Lejana Tierra Mía, con una voz que hería como un cuchillo cavando un surco entre tendones y músculos, entre huesos pulidos y cartilagos que chascaban.
La muerte de Carlos Gardel (1994)
” Recordaba una figura de tamaño natural, llamada Madame Dolores, a la que se le metía una moneda en el ombligo y soltaba una tarjeta con el futuro impreso, todos los futuros idénticos, una enfermedad grave pero curable, la boda con un caballero bondadoso, un viaje en barco, una herencia inesperada, y de hecho la figura acertaba porque realmente los futuros eran todos iguales.
(…)
Cuando me aplican el suero en el hospital, la sala del tratamiento es un acuario de peces acostados que lanzan al techo burbujas de palabras, verduscos, transparentes, sin pelo, desfigurados por la delgadez, extendidos en la arena de las sábanas con el líquido que cura el cáncer bajando hacia el brazo y los dientes y la lengua moviéndose siempre.”
Exhortación a los cocodrilos, 1999
Y por qué no otra cita en su lengua original, al fin y al cabo tan cercana y casi que imprescindible para internar aprehender la bella y siempre evocadora sonoridad del portugués que encontramos en su obra.
“Pode apagar a luz: já não preciso dela. Quando penso na Isabel cesso de ter receio do escuro, uma claridade ambarina reveste os objectos da serenidade cúmplice das manhãs de julho, que se me afiguraram sempre disporem diante de mim, com o seu sol infantil, os materiais necessários para construir algo de inefavelmente agradável que eu não lograria jamais elucidar. A Isabel que substituía aos meus sonhos paralisados o seu pragmatismo docemente implacável, consertavas as fissuras da minha existência com o rápido arame de duas ou três decisões de que a simplicidade me assombrava, e depois, de súbito menina, se deitava sobre mim, me segurava a cara com as mãos, e me pedia Deixa-me beijar-te, numa vozinha minúscula cuja súplica me transtornava. Acho que a perdi como perco tudo, que a sacudi de mim com o meu humor variável, as minhas cóleras inesperadas, as minhas exigências absurdas, esta angustiada sede de ternura que repele o afecto, e permanece a latejar, dorida, no mudo apelo cheio de espinhos de uma hostilidade sem razão. E lembro-me, comovido e suspenso, da casa do Algarve rodeada de ralos e figueiras, do céu morno da noite tingido pelo halo longínquo do mar, da cal das paredes quase fosforescente no escuro, e da violenta e informulada paixão das minhas carícias que pareciam deter-se, irresolutas, a centímetros do rosto dela, e se dissolviam por fim num afago indefinido. Penso na Isabel, e uma espécie de maré, tensa de amor, indomada e vigorosa, sobe-me das pernas para o sexo, endurece-me os testículos em crispações de desejo, alarga-se-me.”
Os Cus de Judas, 1979
Apenas tres bocados mínimos de una obra que el propio Antonio Lobo Antunes ha ido superando, dejando atrás incluso, a medida que su curiosidad y su arrojo le llevaban por caminos literarios en los que ningún otro escritor se había adentrado antes y que han acabado convirtiéndolo en un verdadero hacedor de voces, pues es con estas con las que construye casi que en exclusiva sus últimas novelas, voces que salen de cualquier parte, que se entrecruzan, se contradicen, se repiten hasta la saciedad, hasta llegan a confundirse dando como resultado más una sinfonía dodecafónica que una historia al uso. Novelas de su última etapa que, es verdad, requieren una atención más grande de lo normal para cualquier lector, casi un continuo volver sobre lo ya leído; pero, así y todo, también son el resultado de una desmedida ambición o presunción literaria que, de tener suerte y saber hallarle el punto, recompensa y con creces el esfuerzo.
Apenas tres bocados mínimos de una obra que el propio Antonio Lobo Antunes ha ido superando, dejando atrás incluso, a medida que su curiosidad y su arrojo le llevaban por caminos literarios en los que ningún otro escritor se había adentrado antes y que han acabado convirtiéndolo en un verdadero hacedor de voces, pues es con estas con las que construye casi que en exclusiva sus últimas novelas, voces que salen de cualquier parte, que se entrecruzan, se contradicen, se repiten hasta la saciedad, hasta llegan a confundirse dando como resultado más una sinfonía dodecafónica que una historia al uso. Novelas de su última etapa que, es verdad, requieren una atención más grande de lo normal para cualquier lector, casi un continuo volver sobre lo ya leído; pero, así y todo, también son el resultado de una desmedida ambición o presunción literaria que, de tener suerte y saber hallarle el punto, recompensa y con creces el esfuerzo.
“Não gosto do apartamento porque não me encontro, pequeno, a brincar na marquise, alugámo-lo ao casar e o resultado estes filhos, a tua asma, sobretudo eu tão desajeitado, tão fraco, em solteiro a minha mãe protegia-me não do meu pai que nem me via, das minhas irmãs e do meu irmão, gabava-me às visitas
– Tira os óculos para a dona Adelaide reparar nesses olhos azuis
o mundo uma névoa difusa, a dona Adelaide surpreendida
– Quem havia de dizer que são lindos?
e logo a seguir com dó
– Que pena tantas dioptrias
não gosto do apartamento nem dos móveis, a água da jarra mais murcha que as flores, gritos de obrancelhas rápidas na janela a que chamam andorinhas, a minha mãe de súbito nova
– Primavera miúdo
como se a primavera se visse, talvez um tinir de faiança nas folhas ou mais raparigas lá fora e eu inexistente para elas, as sobrancelhas do professor subiam do caderno até à minha cara sumindo-se a desprezarem-me nos telhados
– Em cada frase três asneiras”
Caminho como una casa en chamas, 2014
© Txema Arinas. 2019
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