Llevo ya un rato esperando a que me abran la puerta del portal donde accedo a la academia de música a la que llevo al pequeño. En eso que aparece una mujer de edad mediana, a la que reconozco como una de las madres de la academia. Así pues, primero le doy las buenas tardes y luego, cuando ya me ha dado la espalda para llamar por su cuenta al timbre, le advierto de que he llamado ya dos veces y que no me ha abierto nadie. No recibo respuesta alguna por su parte, ni al saludo, ni a mi advertencia. Para más inri, es pulsar ella el timbre y responderle al instante. Entonces, caballero que es uno, abro la puerta del todo para que pase ella primero y una vez más no obtengo más respuesta a mi gesto que su fría y total indiferencia, siquiera también un amago de mueca de disgusto que percibo en la celeridad con la pone distancia de mí, por si acaso, que entre la gorra y la barba debo tener pintas de facineroso, de maquis como dice el amigo Etxaniz, o yo qué sé ni me importa. El caso es que cuando llego a la academia la veo junto al mostrador de la secretaría teniendo la siguiente conversación.
-¿Le dan hoy las notas a la nena, no?
-Creo que sí, suele ser costumbre después de Navidades.
-A ver, a ver qué notas ha sacado la nena, porque yo tengo una sensibilidad especial para todo lo relacionado con la música y la verdad es que si fueran malas me afectaría muchísimo.
De lo que he deducido, efectivamente, que la muy … maleducada debe tener, sí, tanta sensibilidad para la música como todo lo contrario en el trato diario con sus semejantes, vamos, una verdadera autista social de esas que van por la vida convencidas de mear colonia o algo por el estilo. A decir verdad, me ha puesto de tan mala hostia que he estado en un tris de ponerme a su lado y soltar un eructo o un cuesco a ver si su especial sensibilidad para todo lo relacionado con la música podía aguantarlo, al fin y al cabo Schoenberg, Bartok, Stravinsky y otros compositores influenciados por el dodecafonismo hicieron algo muy parecido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario