Llevaba toda la tarde escuchando los conciertos para piano número 1, 2 y 5 de Prokofiev, cuando, de repente, se dijo: "¡Qué bueno es Prokofiev, cómo me gusta Prokofiev! ¿Por qué no se escucha y se habla más de Prokofiev? En efecto, se paró a pensar en los compositores rusos más renombrados y los primeros que le venían a la mente eran Rimsky-Korsakov, Rachmaninov, Stravinsky, Shostakovich y, por supuesto, Tchaikosky. ¿Y Prokofiev?
Al rato se puso a pensar en los escritores: Tolstoi, Dostoyevsky, Pushkin, Chejov, Bulgakov... ¿Y Turguenev? Él amaba Turguenev, como escritor y, sobre todo, como persona; no olvidaba que el pobre Turguenev hasta ayudó a Dostoyevsky todo lo que pudo, y éste, fiel a su carácter, se lo pagó con una puñalada por la espalda.
Luego pensó en pintores rusos, deportistas, astronautas, hasta en generales de la II Guerra Mundial. No podía ser, para todos había un trocito de gloria a excepción de para aquellos cuyo apellido llevaba el patronímico en "ev" en lugar de "ov", "enko", "sky" o cualquier otro por el estilo.
Entonces repasó la lista de dirigentes sovíeticos: Lenin Stalin, Jrushchov, Andropov, Chernenko e incluso Brézhnev. Todos habían pasado a la Historia como líderes sin tacha de la URSS, al menos para los nostálgicos de aquel régimen. De hecho, la única oveja negra de tan peculiar lista no era otro que el llamado sepulturero de la Unión Soviética: Mijail Gorvachov.
Llegados a ese punto, el protagonista de nuestro relato, o lo que sea esto que tengo entre los dedos y el teclado mientras se me hace la sopa, consideró que ya podía desechar la absurda idea de que en Rusia las personas con apellidos acabados en "ev" estaban condenados de antemano, ya fuera al olvido o al desdoro de los suyos.
Eso hasta que un día, subiendo en ascensor con la vecina rusa del quinto, y más que nada porque siempre que coincidía con aquella mujer, la cual solía venir precedida en su imaginación con el apelativo de "diosa eslava", procuraba sacar cualquier tema de conversación con el fin de evitar a toda costa una erección como consecuencia de compartir un espacio tan cerrado con una mujer tan bella y quedar así como un falócrata machista y toda la retahila al uso, no se le ocurrió otra cosa que sacar el tema.
-El problema es que aquí en España ustedes no tener idea, confundir nombres: no se dice Breznhev sino Breznhov, y tampoco es Gorvachov sino Gorvachev.
-Daда я уже этого боялся
Pregunto si se sabe ya de algo que haya dicho el tipo ese que ocupa el cargo vitalicio de Jefe del Estado por derecho de cuna, en su condición también de jefazo máximo de las fuerzas armadas, respecto, no tanto a las declaraciones privadas de uno de sus generales en las que afirma que habría que matarnos a 26 millones de ciudadanos españoles por hijos de puta, sino a la carta que este y sus conmilitones filogolpistas le han dirigido y en la que le previenen de la amenaza del gobierno democráticamente elegido. También me pregunto qué medidas va a tomar el ejecutivo contra este pedazo de mierda humana y otros, dado que como militares en la reserva siguen cobrando un sueldo a cargo de todos nosotros.
Me pregunto todo retóricamente, claro, porque sospechó que no va a pasar nada o, en todo caso, pasará muy poco. A los que sí les pasa cosas, porque están en la cárcel o están en el exilio, son a los raperos, dibujantes, periodistas, escritores, etc., que según sus leyes han injuriado o calumniado al ladrón mataelefantes y pichabrava o a su primogénito. Ya sabéis, el cantante Rivas Leyva, los raperos Hasel y Vantonyc, Jose Antonio Barroso alcalde de Puerto Real, el coronel Martínez Inglés, Arnaldo Otegi y muchos más. Así también publicaciones como el antiguo Punto y Hora, Deia, Gara, El Jueves y otras. Pero claro, todos ellos se lo merecían por malos españoles. En cambio, el general FRANCISCO BECA CASANOVA solo se limita a ejercer su derecho a la libre expresión y además en su ámbito privado, pues, como todos sabemos, y en su condición de servidor público, solo se debe a España y a su rey, dado que para él lo de la ciudadanía debe ser un concepto como de sociocomunistas, nacionalistas -periféricos, por supuesto; porque como el otro, el español, es de cumplimiento obligatorio no necesitan tildarse de tales- y así en general de todo tipo de españoles de mierda, fusilables siempre.
Sí, sí, ya lo sé, me enervo y no debería porque no hay nada nuevo bajo el sol, nada que no supiéramos como resultado de haber dejado al mando a los hijos o nietos de los que ganaron la guerra, me da igual si de sangre o ya solo de espíritu, y se beneficiaron hasta hoy de sus vínculos con la dictadura. Es lo que hay, el resultado directo de no haber podido hacer la limpia democrática de rigor gracias a la sacrosanta Transición. Eso y que nos ha sido legado intacto el glorioso ejército español que lleva desde el siglo XIX dando por culo a la inmensa mayoría de los ciudadanos con todo tipo de asonadas, pronunciamientos, golpes de estado y cruzadas de limpieza ideológica, esas que tanto le gustan al criminal genocida en potencia y querencia que nos ocupa. Un ejército del que ya dijo alguien -no me apetece buscar la cita con su autor- que desde hace siglos solo ha ganado guerras contra su propio pueblo.
Me lanzo a buscar entre las estanterías de mi biblioteca el Heart of Darkness de J. Conrad tras acabar de releer Vagabundo en África de Javier Reverte a raíz de su reciente fallecimiento. Vuelvo a alucinar por tercera o cuarta vez con lo que tengo entre manos. Un pedazo de clásico de 110 páginas donde se concentra parte de la mejor literatura nunca escrita. La prueba incontestable de que si lo breve es bueno, no ya dos, sino un millón de veces mejor. Es imposible no maravillarse de lo mucho que dice Conrad en pocas palabras, de cuánto hay contenido en esas 110 páginas escritas a cincel.
Luego también el recuerdo de la primera lectura con veinte y pocos. Entonces todo era descubrir nuevos mundo y sobre todo salir del caparazón. África se convirtió casi en una obsesión, claro que no menos que otras latitudes. Así que en cuanto el chaval de entonces tuvo la menor ocasión, y sobre todo el dinero en el bolsillo, se embarcó hacia lo que tuvo más a mano, aventuras las justas. Un periplo por Senegal pretendiendo huir del cliché turístico al uso, dejando el hotel y la playa para al final, pero que, en realidad, para qué vestirlo de otro modo, acabó siendo una farra continua de alcohol -es más que probable que la única ropa que lleváramos en el equipaje fuera para envolver las botellas de whiskey y pacharán y no para otra cosa. Al fin y al cabo, llegas a un país desconocido y nunca sabes lo que te vas a encontrar, y a mí, desde luego, no me gusta improvisar con las cosas importantes-, marihuana y el ritmo del balafón y los timbales instalado en la cabeza las veinticuatro horas del día. Eso y la ocasión para luego ya en casa perpetrar un homenaje al novelón de Conrad en forma de novela más bien chusca, manías que tiene uno. Eso sí, a años luz de la que nos ocupa, por supuesto. La llamé "Viaje al corazón de la codicia" a modo de guiño más que evidente. Una road-movie africana sin más pretensiones que volver sobre las neuras de siempre, verter algo de mala baba y sobre todo divertirme escribiéndola. Como sabía que era prácticamente impublicable me animé a colgarla en el formato ebook que ofrecía Amazon, con perdón. La portada me la hizo un tipo que, en cuanto se coscó de que yo no le seguía en su empanada comunistoide, me mandó directamente a tomar por culo. Gente entrañable de esa que va de librepensadora por la vida y a la que nada le molesta más que otros lo hagan también por su cuenta; estamos rodeados de ellos. En cualquier caso, si no hubiera sido por el libro de Reverte ni me habría acordado; de la Conrad siempre, de la mía lo dudo mucho: https://www.amazon.es/VIAJE-CORAZ%C3%93N.../dp/B01F46CP7K
Me dice mi compañera del alma y olé, nada más levantarse, que parecería que me hubiera pasado una apisonadora por la cara. Me lo dice extendiendo la mano para darme el paracetamol que ha debido buscar nada más escuchar mis quejidos de buena mañana. No es para menos, he pasado una noche horrible, para no variar. Me he despertado de golpe a eso de las cinco de la mañana. He tenido una pesadilla de lo más ridícula, también para no variar.
Resulta que íbamos en coche hacia el pantano de Ullibarri, y justo a subir la cuesta de la presa para bajar hacia el pueblo de Uribarri-Ganboa, nos encontramos a un tipo tirado en mitad de la carretera. Aparcamos a un lado, me acerco hasta el tipo mientras mi compañera se queda en el coche para evitar que los críos se bajen con el fin de saciar su curiosidad, por si acaso, nunca se sabe las tretas con las que los criminales pueden echan a perder una jornada dominguera a una familia humilde y decente como la nuestra. Sí, todo muy heteropatriarcal, en realidad muy como si yo fuera mi padre, mi compañera mi madre y nuestros hijos mi hermano y yo. Veo que el tipo está tirado boca arriba con los ojos abiertos, vivo. Le pregunto a ver qué hace. Me contesta que tomando el sol. "¿En mitad de la carretera?", le grito. Me responde que "¿Por qué no?" "¿Pero no te das cuenta de que casi no te vemos, que no te hemos pasado por encima de puro milagro, que nos podías haber arruinado la vida?" Hace un gesto como de importarle tres cojones lo que le digo. "Aquí se está de puta madre y no me pienso levantar." Reparo en que el tipo tiene unos treinta y pico tacos, compresión atlética y el típico careto de pánfilo de los que se pasan el día haciendo deporte para evitar a toda costa que les venga una idea a la cabeza, un careto que, por cierto, me recuerda al de cierto personaje televisivo que en su tiempo debió pasar por el Gran Hermano y luego ha sido habitual del Conquis de la ETB2 y de un concurso de preguntas chorras del mediodía, nivel para gente sin la ESO y en ese plan.
-¿Te vas a levantar?
-¿Para qué? Ya te he dicho que aquí se está de cine.
-Voy a llamar a la policía -entonces me vuelvo hacia mi mujer para que me alcance el teléfono que he dejado en el coche.
Al rato me veo llamando a los Miñones -sí, no a la Zipaiantza, a los GEO o a los Rangers de Texas, no, sino a la policía foral de uniforme de caqui y boina roja que entonces "apatrullaba" las carreteras de mi provincia, esto es, como si, en efecto, estuviéramos en los años setenta o algo por el estilo, como que no me extrañaría ir vestido en el sueño con pantalones de pana de pata ancha, camisa estampada con los botones desabrochados luciendo la pelambrera del pecho, e incluso luciendo tupe y patillas, vamos, todo muy a lo Cuéntame y así.
-Buenas. Llamo para denunciar que hay un tipo tirado en mitad de la carretera que va a Ullibarri-Gamboa.
-...
-Pues justo a la altura de la presa. Pasado el desvío hacia la playa nudista.
-...
-¿Cómo que dónde hay una playa nudista? -se me olvida que estamos en los setenta aunque yo me manejo como si siguiera en mi época.
-...
-¿Las coordenadas exactas? ¡Ya le he dicho que...! No, no puedo darle más datos. ¡Qué punto de referencia ni qué hostias! -me cago en todos los muertos del puto txapelgorri.
Siento una impotencia inmensa. Soy de ciudad y más allá del monte tal, el río, arroyo o meadero cual, si eso entre una aldea y otra, para mí todo lo demás es el Campo a secas y para de contar. Empiezo a perder los nervios y ya me veo levantando la voz como cuando la semana pasada en la oficina de Correos le tuve que explicar al funcionario que, a su vez, me había levantado la voz y pedido de malos modos que me apartara de la entrada para dejar salir a la gente, que, aparte de que ya me había apartado antes yo solito, la próxima vez que se dirigiera a alguien lo hiciera con el mínimo de educación que se espera de un funcionario público, en realidad de cualquier persona con dos dedos de frente: "Disculpe, buenos días, sería tan amable de..." Pero, bueno, tampoco la cosa fue a mayores dado que enseguida me di cuenta de que debía haber sido un lapsus por parte del funcionario; a nadie en sus cabales se le ocurre, si no es por error, ofender a un tipo que mide metro y ochenta mucho con una compresión torácica de esas para repartir hostias como panes con una mano y con la otra bombonas de butano.
Entonces despierto de un salto, tirón hipnagógico que dicen los matasanos que leyeron de verdad los libros de su carrera. Son las cinco de la mañana. Me duele la cabeza a rabiar. Voy al baño a evacuar. Creo que oigo voces a mi alrededor. Enseguida me percato de que es el ruido de las ventosidades resultantes de la deliciosa ingesta de fabas con almejas que preparó ayer para comer la persona que en ese preciso momento ronca al otro lado de la cama. Por suerte hoy ya me toca a mí algo más ligerito, una lubina al horno con su cama de patatas, tomate y un sofrito de ajos con vinagre y perejil. Qué ganas tengo de que vuelva todo a la normalidad.
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