Confieso que en esta ocasión he dudado en trasladar el sueño más curioso, simpático o puede que solo patético, de la semana. Sí, porque sé que en este medio cualquier cosa que tenga una implicación resulta complicado dado el cada vez más arraigado clima de neopuritarismo en el que parecemos envueltos, y ya no solo por los meapilas de siempre, sino también, y aunque pueda parecer contradictorio, que lo es, por parte de cierto discurso presuntamente feminista, cuando no blandiendo la bandera del feminismo como coartada para lo que es simple y llanamente la mojigatería de toda la vida, el cual, lejos de celebrar la libertad sexual resultante de romper amarras con el conservadurismo más rancio, religioso, de toda la vida, aplica la misma mirada reprobatoria de este sobre cualquier mención de carácter más o menos libidinoso, implícito o no, y eso siempre y cuando sea el varón heterosexual el que la haga en exclusiva, que de lo contrario no pasa nada, libertad, libertad, se entiende que en la convicción de que todo lo que venga del macho dominante es siempre tan asqueroso como patriarcal. De modo que tocaría censurarse para no echarse encima más detractores, cuando no ya enemigos de por vida si tenemos en cuenta lo abierta y tolerante que es cierta peña por estos pagos digitales en cuando le llevas la contraria en lo que sea, o ya solo dices algo que a ellos no les gusta, de los que ya se hace uno a diario en cuanto abre la boca o escribe por aquí haciendo uso de esa cosa tan peligrosa y poco recomendable llamada libertad de expresión. Pero bueno, como la alternativa es simple y llanamente dejar de escribir, o todavía peor, escribir para agradar a los demás, cuando no limitarse a colgar memes o fotografías de gatitos, pues oye, a ver cuánta peña consigo cabrear hoy.
Porque creo que el sueño de anoche, la pesadilla para ser sinceros, es uno de los más habituales entre los varones independientemente de su orientación sexual. Sueñas que estás en tu vida normal, puede que recién levantado y ya debidamente aseado y vestido para iniciar tu jornada diaria, y entonces, y tal y como era mi caso a eso de las siete y media de la mañana, a punto de entrar en el ascensor para salir a dar tu paseo mañanero antes de desayunar para inmediatamente después ponerte delante del ordenador. Entonces descubres que lo que abulta dentro de un pantalón corto del chándal no es sino tu miembro viril exageradamente empalmado, vamos, de una rigidez o contundencia como pocas veces, que uno ya va cumpliendo años. Y a partir de ahí todo son problemas. ¿Cómo voy a salir a andar con esto llamando dando el cante? Pero llegas al piso 0 y nada más abrirse la puerta del ascensor aparece una de esas vecinas que no ves nunca. Saludas y procuras acelerar el paso hacia el portal como si no pasara nada. Ya en la calle toca disimular lo evidente acelerando todavía más el paso; hoy toca footing. El problema es que para acceder al parque que recorres por la mañana hay que pasar delante del súper donde haces la compra. Y claro, faltaría más, porque esto es una pesadilla aunque tú todavía no lo sabes y además es demasiado pronto, la plantilla al completo del súper que te suele atender está esperando fuera a que abran para entrar a trabajar. Qué vergüenza, con qué cara le pregunto yo a la de frutería a cuánto están los calabacines, o me planto delante del cajero con la bolsa de la merluza. En fin, crees que lo peor ya ha pasado cuando llegas al parque y supones que, quitando el abuelete asturiano con el que coincides siempre y que todavía se estará preguntando qué querrá decir ese "iepa" que le suelto instintivamente todas las mañanas, que a ver si va a tener que darme una hostia por si las moscas, por si en realidad le estoy insultando o algo parecido. Pero no, porque, no lo olvidemos, esto es una pesadilla y era de esperar que el parque estuviera concurrido como nunca: parejas, grupos de gente de todas las edades y condición, a destacar las familias de ecuatorianos que acostumbran a pasar el día haciendo picnic, mujeres solas que en cuanto me ven acercarme se desvían campo traviesa tras fruncir el ceño y dedicarme miradas en las que puedo imaginar la figura de unas tijeras de podar, monitores con sus chiquillos de excursión mañanera. Incluso creo adivinar a los conejos del parque huyendo despavoridos a mi paso al contrario de lo que suele ser su costumbre el resto de días.
Un horror. No aguanto más la situación, así que decido volverme a casa para meterme de cabeza, o estaría mejor dicho..., debajo de la ducha fría. Pero, vaya por Dios, lo que no puede faltar en una pesadilla que se precie, justo en ese momento me llama mi mujer para que entre al súper a comprarle pan para desayunar. Yo, por supuesto, me resisto explicándole mi situación. Error, ella cree que se trata una de mis para escurrir el bulto. No me queda otra que entrar para no tenerla luego en casa. Sin embargo, no os podéis imaginar mi angustia solo con imaginar que se abren las puertas correderas del súper y aparezco yo delante de todo el mundo con... Y sí, claro que sí, justo entonces despierto con el consabido sobresalto y me pongo a pensar a qué se habrá debido semejante pesadilla, si a los tacos con chile del mediodía, el hecho de haberme acordado ayer de Uma Thurman, lo último que leí ayer acerca de la vigencia de la mentalidad heteropatriarcal entre los jóvenes, la imagen del alcalde de Bilbao, Aburto, bailando el aurresku y que me está torturando la conciencia desde hace días, o a que hace unos días iba a despertar a mi hijo para que me acompañara en mi paseo matutino y me lo encontraba cubierto de pañuelos de papel esparcidos por toda la cama, a lo que yo le decía, con el único propósito de tomarle el pelo, que ya le valía haberse pasado toda la noche... intentando quitarse los mocos.
A saber, si hay algún listillo en la sala que me lo explique en plan freudiano de guardia. En cualquier caso, una pesadilla que, dada la saña tan puritana como enfermiza con la que los responsables de este medio persiguen cualquier referencia de carácter más o menos sexual que yo haga -porque de la misma manera que veo a diario en los muros de otros fotos y pinturas de señoras y señores tal y como los trajo su madre al mundo, a mí me bloquean durante un mes por subir una simple ilustración de unos homínidos en taparrabos-, ya solo me atrevo a ilustrar con fotos como la que acompaña.
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