Reseña para SOLO NOVELA NEGRA: https://www.solonovelanegra.es/hospicio-de-martin-garrido-por-txema-arinas/?fbclid=IwAR0VTLu_pwuRpUTybFNDtFc4d2yiEeVaPPwTXPneQ4q2sA3tZlvFQSRMPno
“Cuando el dueño del
bar anunció el cierre del negocio con un alentador berrido la colorida
parroquia permaneció impasible. El antro era poco recomendable, más por lo que
se cocía en sus penumbras que por su insalubre atmósfera o la zona en la que se
encontraba, centro del antiguo barrio chino donde coleteaban agónicamente las
fulanas tradicionales y ciertos delincuentes de poca monta con más nostalgia
que oficio. La deteriorada barra tenía trazas de barricada, uno no podía apoyar
los brazos en ella sin quedarse pegado a la superficie como un mosquito en una
trampa adhesiva. Al otro lado, frente a los beodos y los poetas sin hogar, las
botellas se amontonaban formando una pirámide de cristal que contrastaba con
los descoloridos carteles de corridas de toros, las banderas franquistas y los
despegables de hermosas mujeres desnudas, porque en ese tugurio se figuraban
muy machos pese a haber perdido la dignidad hacia tanto que ni siquiera podían
recordar sus formas.”
Hospicio
– Martín Garrido
Así
de sugerente arranca Hospicio de Martín Garrido (Barcelona, España, junio de 1982), una novela que yo
diría más de negruras que negra, aunque también. La
historia se ambienta en un albergue ubicado en un antiguo hospicio de Sineu,
Mallorca, habitado por un grupo de parias a los que sus taras tanto físicas
como síquicas, malformaciones, alcoholismo, lujuria y sobre todo una
incapacidad casi congénita para adaptar sus sueños a la realidad, los han
condenado a vivir al margen de la sociedad. Allí malviven dando rienda suelta a
sus más bajos instintos bajo la atenta
mirada de la antigua matrona del hospicio, Sebastiana, la cual los acoge como
si con ello pudiera seguir ejerciendo su oficio, si bien, ahora ya no se trata
de niños huérfanos, sino de adultos náufragos. Junto con la matrona nos
encontraremos a Teco, una mala bestia de dos metros de alto con
oligofrenia acostumbrado a resolverlo todo mediante la violencia de la que fue
víctima y testigo cuando era pequeño; Llorenc, un niño grande siempre fuera de
lugar; Malen, una enana deforme que se consume de pena porque es consciente del
modo como el destino se ha cebado con ella condenándola a una vida sin amor ni
futuro, sin lugar a dudas el personaje más entrañable de la novela; Francesc,
un donnadie que, como tantos otros, se esconde de su particular fracaso tras
litros de alcohol; Manolito, un bohemio recién aterrizado en el hospicio a modo
de última parada dentro de una trayectoria vital que parece haber sido un viaje
a ninguna parte desde unos inicios más o menos esplendorosos hasta lo que nos
ocupa. Y ya luego, el cadáver alrededor del cual se desarrollará la trama de
esta novela negra negrísima alrededor de la búsqueda del tesoro escondido, en
forma de cupón premiado de la ONCE, que la pobre Massianeta, una mujer en silla de ruedas, ha dejado a sus espaldas
tras su muerte por causas naturales.
Así pues, nos encontramos con un escenario que visualmente
nos puede remitir de inmediato tanto a un cuadro como La Nave de los necios del Bosco o El corral de los locos de Goya, incluso el propio Triunfo de Baco o cualquier otro cuadro
del genial sordo aragonés en el que inmortalizó a los desarrapados y eternos
perdedores de su época, como a una película como La parada de los monstruos de Tod Browning, e incluso,
cómo no, Viridiana de Buñuel, e
incluso La Comunidad de Alex de la
Iglesia. Todo ello referencias plásticas para hacernos una idea del escenario
donde se desarrolla esta historia en la que, como todo buena novela negra,
genuina diría yo, la trama de la búsqueda del tesoro en forma de cupón de la
ONCE, solo es la excusa para presentarnos unos personajes cuya condición de
perdedores, cuando no de verdaderos despojos de la sociedad, que se dice con
esa crueldad apenas velada de los que todavía pueden congratularse de no serlo,
los convierte en seres tan repulsivos como dignos de piedad. De ese modo,
asistiremos al ocaso definitivo de la matrona, Sebastiana, incapaz de superar
la depresión en la que la ha sumido la muerte de su amiga Massianeta,
probablemente la única persona en la que podía confiar de verdad, la única
persona digna de tal nombre, en medio de la tropa de tarados, alcohólicos,
violentos y mentirosos compuesta por el resto de sus huéspedes. Se podría decir
que, como consecuencia de esa depresión, Sebastiana acaba convenciéndose de que
ya es hora de abandonar el hospicio al que ha dedicado toda su vida, sobre todo
ahora que tiene a mano el premio que le legó su amiga Massianeta, si no quiere
acabar como el resto de los que la rodean. Sin embargo, el gigantón Teco se
cruzará en su camino para evitar que pueda escapar con el dinero que él codicia
como el que más.
De ese modo, el autor nos
sumergirá en una historia de penumbras y mugre, mucha mugre, donde el suspense
alrededor de la búsqueda del boleto premiado irá en crescendo hasta desembocar
en un violento final como resultado de una sucesión de traiciones, mentiras y
asesinatos. Una intriga digna de la mejor de las novelas clásicas del género; pero,
en la que una vez más lo más interesante no será tanto el desenlace final,
espectacularmente sorpresivo y violento, como la puesta en escena de unos
personajes cuyos correspondientes fracasos vitales, tejidos de desgracias,
miserias, taras y la inevitable y casi consustancial mala suerte de los que
parecen haber nacido del revés, harán que acabemos empatizando con ellos a poco
sentido de la piedad que tengamos.
Un relato intenso como pocos, ya
sea por la miseria, desesperación y delirios
que rodea todo, y en especial la tensión de no saber nunca por dónde
saldrá la pieza más imprevisible y peligrosa del puzle que es el siniestro
Teco, también triste e incluso tierno a poco que nos compadezcamos de la
matrona Sebastiana y toda una vida entregada al cuidado de los demás sin apenas
recibir nada a cambio que no sean codazos en su autoestima, o de la desdichada
Malen cuyo corazón asemeja ser mucho más grande que su cuerpo deforme, e
incluso, por qué no, del resto de los huéspedes del hospicio porque al fin y al
cabo todos son víctimas de un destino que solo deberían merecer aquellos que
han hecho daño a otros a conciencia, con saña incluso. Intenso, sí, pero que se
lee de un tirón gracias a la maestría narrativa del autor, Martín Garrido, el
cual consigue, además con un estilo directo y sobre todo preciso que no
renuncia al lirismo en mitad de tanta mugre y decadencia, sino todo lo
contrario, que gracias a este consigue dignificar a los personajes y su entorno
haciendo gala de una riqueza descriptiva admirable e imprimiendo un ritmo que
no decae nunca, entre otras cosas, porque, tal y como acostumbro a señalar
muchas veces en mis reseñas, para que la intensidad de un relato, es decir, la
fuerza o garra narrativa que hace que el lector se sienta atrapado por una historia,
no decaiga nunca es prácticamente imprescindible que la historia también sea
corta, sí, dado que cualquier novela negra de estas características por encima
de las doscientas páginas casi siempre acaba requiriendo un respiro narrativo
que la inmensa mayoría de las veces los autores solo saben o pueden rellenar
con paja. Por suerte no es el caso de Hospicio de Martín Garrido, una novela
que encierra, no solo una o varias historias dignas de ser contadas, sobre todo
porque así nos obligamos a echar una mirada sobre esos recovecos oscuros y
tristes del mundo en el que vivimos, pero que procuramos ocultar, hacer como si
no existieran, como si fueran una realidad paralela en la que mejor no
aventurarse, sino también todo un universo magistralmente contado y concentrado
en ciento sesenta y pico páginas.
Txema Arinas
Oviedo, 02/10/2022
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