lunes, 13 de marzo de 2023

LA MANI


 Sueño que al final mi hijo mayor me convence para ir a la manifestación del 8M. Le había dicho que no porque he desarrollado un rechazo instintivo a las manifestaciones como consecuencia de haber crecido el País Vasco de los 80 y 90 y haberme pasado más de media vida a manifa por semana y a veces hasta diaria, eso y sus correspondientes algaradas callejeras al final, y a veces también antes y durante. Manifas al principio para protestar un día por un atentado de ETA y al siguiente por las torturas a detenidos por supuesta militancia en la misma organización criminal, manifas estudiantiles, antimilitares, anti todo lo entonces imaginable, manifas ya más tarde y cada vez más multitudinarias por cada nueva salvajada de aquellos que querían imponer su proyecto político al resto por las bravas. Tantas manifas y tantas experiencias chungas como para haber desarrollado un asco visceral a lo de procesar por la calle en compañía de desconocidos, y aun sí creo recordar haber ido a varias también aquí en Oviedo con mi mujer para cosas de esas que tienes que salir a la calle sí o sí porque quieras o no quieras te hierve la sangre. Así que no pensaba ir; pero, ha sido escuchar en la televisión a Borja Semper hacer el mismo comentario que acabo de hacer sobre las manifestaciones y el hecho de haber crecido en el País Vasco de los 80 y 90, y entrarme unas ganas locas de salir a la calle para manifestarme; oye, cada cual sus fobias.

El caso es que llego tarde al centro de una ciudad que en mis sueños puede ser cualquiera, cuando hace ya un buen rato que ha comenzado la manifestación del 8M. Así pues, pregunto a varios fulanos por dónde ha transcurrido la mani para ver si llego a tiempo antes de que acabe. Enseguida me oriento por el estrépito de lo que creo reconocer como una batucada. En efecto, localizo a un pequeño grupo de mujeres uniformado de morado al que intento incorporarme, cuando de repente empiezo a oír comentarios que me ponen sobre aviso de que no soy bienvenido.
- ¿Y este a qué hostias viene a aquí?
- Seguro que a decirnos cómo tenemos que manifestarnos, a presumir de feminista, o a soltar la melonada esa de que el verdadero feminismo es la igualdad entre géneros y no un cambio de tornas.
- Ya te digo, puto señoro.
- Habría que caparlos a todos.
- Sí, solo así podremos vivir seguras.
Como no soy de ponerme a discutir con desconocidos por allá cuidados la empanada mental de cada cual, paso de largo hasta llegar a otro grupo con otra pancarta en la que puedo leer: "¡VIVA EL FEMINISMO DE DERECHAS! EL PP CON EL 8-M!" Hay que joderse, sí. Pero, echo una mirada a mi alrededor y, mira por dónde, enseguida veo a Cuca Gamarra, embutida en una chupa de cuero negro sobre una blusa morada, encabezando la pancarta. A su lado varios líderes del PP, Maroto el más entregado de todos berreando lo de "¡Nosotras parimos, nosotras decidimos!". Una manifa muy rara en la que creo haber reconocido incluso al presidente de la Real Federación Española de Fútbol, Luis Rubiales, y también a Pablo Motos.
Muy raro todo, así que me alejo también de esta gente tan rara y a la que, no me digas por qué, prejuicios míos y así, se le nota como muy fuera de lugar. De ese modo llego hasta la que parece otra manifestación alternativa a la que supongo que debe ser la oficial a la cabeza de todas.
- ¡Con Irene o con nosotras?
- ¡Y yo qué sé!
- Como ahora los trans queréis pasar por mujeres con todas las de la ley.
Cada vez estoy más perdido y con la sensación de haber ofendido a estas alturas a un montón de peña. Así que decido llamar a mi hijo.
- ¿Dónde estás?
- Estoy con mamá volviendo a casa de la mani.
- ¿Ya ha acabado?
- Sí, y ha sido un éxito de asistencia.
- Vale, pues me alegro mucho. Yo voy a ver si me explica alguien a cuenta de qué tanta división.
- Tú siempre con la disidencia.
- Sí, y casi también que como siempre, por despiste.
Más tarde me he despertado sin sobresalto alguno. A decir verdad, creo que es la primera vez en mucho tiempo que puedo decir que no he tenido una pesadilla, eso quitando lo de Maroto y compañía, acaso sólo el típico cacao mental después de una semana de sobreexposición mediática.

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