- Tienes que bajar a la reunión de vecinos en el portal.
- ¿Cómo? ¡Ni loco!
- Mira que te digo que no seas tan vehemente con la peña.
- Me la suda lo que diga la vieja. La próxima vez que me venga a tocar los ovarios le pongo diez kilos de amonal debajo del felpudo.
- Pero qué pinto yo en la reunión de vecinos de la cada de tus padres; es a ti a quien conocen y respetan; yo solo soy el tío alto y seco que suelta burradas en el ascensor: a mí me tienen miedo.
- ¿Ya estás poniendo pegas para algo que te pido?
- Dime tú cuándo me escaqueo yo de algo.
- Sí, es verdad; pero, esto es un caso excepcional.
- No soporto las reuniones de vecinos. Ya no es que me aburra al rato, que pierda el hilo de lo que hablan y me ponga a pensar en mis historias. Es que solo pensar ya en tener que escuchar las quejas de los viejos del edificio, las mezquindades del solterón del cuarto, las minucias de los estudiantes del quinto, las amenazas del policía del tercero o las exigencias de la madame del primero, me pongo de los nervios.
- Tú lo que no soportas es a la gente.
- Y qué culpa tengo yo si no nací en el Mediterráneo.
- ¿Mande?
- Nada, cosas mías, que estoy muy bobo.
- Ya. Pero a la reunión vas sí o sí.
- ¿Y si no qué?
- Te vuelves a casa de mamá y a ver cuánto aguantas antes de tirarte por la ventana.
- Ya bajo, ya bajo...
Bajo hasta el portal donde se celebran las reuniones de vecinos y me encuentro a un gentío inusitado para lo que, según me suele contar la madre de mis hijos, parece ser lo habitual.
- ¿Qué pasa, por qué hay hoy tanta gente reunida?
- Un conocido del vecino de sexto, que quiere que el administrador deje el cargo y nos está echando un mitin para convencernos.
- ¿Qué dice, pues?
- Una sarta de chorradas sin parar.
- ¿Chorradas?
- Como que ha propuesto que los jóvenes que viven en el edificio hagan trabajos comunales en los alrededores del barrio para que así puedan conocer la vida del campo, de dónde vivimos, cómo se produce lo que comemos y todo en ese plan.
- No me jodas, vaya ocurrencia. ¿Pero quién se cree que es ese viejales y qué coño ha venido a hacer aquí?
- No sé, un tal Tamames.
- ¿Y qué pensáis hacer vosotros?
- No sé, supongo que lo de siempre, liarnos a hostias en cuanto llegue el momento de los ruegos y preguntas.
-¡Vaya! Pues a ver si despierto de esta pesadilla antes de que llegue mi mujer a casa del juicio.
- ¿Qué juicio?
- Calla, eso ya para otra pesadilla.
No hay comentarios:
Publicar un comentario