miércoles, 1 de marzo de 2023

TRES MUJERES Y TRES DESTINOS

    

 

 

            Tal y como me propuse en mi artículo Un señoro confuso y rezongón (29/01/2023) para La Pajarera Magazine, he estado indagando sobre las pioneras del movimiento feminista español con el propósito de ampliar el elenco de mujeres que contribuyeron con su ejemplo a la formación de la conciencia feminista en nuestro país. Pioneras que lo fueron en muy diferente medida y a una escala puede que más modesta que otros nombres más conocidos por todos y de su misma época como los de Clara Campoamor, Victoria Kent  o María de la O. Lejarraga.

Sin embargo, no por menos conocidas lo son también menos dignas de encomio si tenemos en cuenta que la pequeña o gran aportación que pudieron hacer para la causa del feminismo lo fue en una época tan prematura como los años treinta del pasado siglo y, más en concreto, en un país como España, donde el advenimiento de la II República no solo supuso un periodo de libertades y oportunidades de progreso como nunca antes se habían conocido, sino también un desafío constante, y al final fatídico, contra las fuerzas de la reacción que habían imperado hasta entonces.

De ese modo, leyendo el capítulo Mujer y Familia del libro de próxima aparición  GENTE CORRIENTE EN TIEMPOS CONVULSOS (La vida cotidiana en el país Vasco, 1932-1939) del historiador Santiago de Pablo, me he encontrado con las figuras de tres mujeres vascas cuyas biografías me parecen muy ilustrativas, no solo de aquellas mujeres que aportaron su granito de arena a favor de la causa de la igualdad entre géneros, sino también de todo lo contrario, de las que pudiendo haberlo hecho, tanto por su posición social y cultural como por los puestos de responsabilidad que ocuparon a lo largo de su vida, colaboraron decididamente con aquellos que decretaron por ley el sometimiento de la mujer a la voluntad del varón convirtiéndolas durante todo lo que duró en franquismo en ciudadanas de segunda. De hecho, estas tres mujeres no solo ilustran con su militancia lo que fueron los avances, contradicciones y sobre todo el fracaso final de ese primer feminismo español, sino que también lo hacen con sus diferentes destinos al final de la Guerra Civil. Me refiero a la guipuzcoana Benita Alas Manterola y a las vizcaínas Aurora Arnaiz y Pilar Careaga.

Con todo, y antes de proceder a la comparación de las diferentes trayectorias de estas tres mujeres, e incluso antes de hacer cualquier comentario sobre el fragante y hasta ignominioso contraste que existe entre el ejemplo las dos primeras y la tercera, me voy a permitir hacer una somera semblanza biográfica de cada una de ellas.

            De la primera de ellas transcribo literalmente la entrada que dedica la enciclopedia digital Auñamendi a la figura de Benita Asas Manterola:

Extraordinaria personalidad nacida en San Sebastián (Gipuzkoa) el 4 de marzo de 1873, fallece en Bilbao el 21 de abril de 1968. Una de las grandes figuras del pensamiento y la militancia feminista en España. Fue su padre Ruperto Asas, natural de Isla, y su madre Blasa Manterola, donostiarra.

Estudió magisterio en Valladolid entre 1896-1897, como alumna libre, obteniendo el título el 30 de marzo de 1897 y la reválida en octubre con calificación de sobresaliente. Fue destinada a Bilbao (1897-1902) y, a partir de 1902 a las escuelas públicas de la zona de Vallhermoso de Madrid, donde residió hasta la guerra de 1936-1939 y desarrolló su vida profesional y política.

En 1910 publica Dios y el Universo. Libro de lectura instructiva para niños y niñas, Librería de los Sucesores de Hernando (Madrid), que obtiene el «imprimatur» del Obispo de Madrid-Alcalá en 1911 y que en 1916, tras su solicitud, será considerado libro de texto escolar.

Participó en 1913, en varios apasionados debates acerca del sufragismo en la Sección de Ciencias Morales y Políticas del Ateneo de Madrid, junto con Julia P. de Trallero, que más tarde sería secretaría general de la Asociación Nacional de Mujeres Españolas. A raíz de ello, fundó, junto con Pilar Fernández Selfa, el 15 de octubre de ese año, una revista quincenal femenina titulada El Pensamiento Femenino con el objetivo de «mejorar la condición social, jurídica y económica de la mujer».

Asas fue la Directora de El Pensamiento Femenino, que se publicó entre 1913-1916, siendo redactora-jefe Pilar Hernández Selfa, y cuyo consejo de redacción estaba formado enteramente por mujeres. La publicación adoptó la línea de animar a las mujeres a que sacudieran su sometimiento y apatía y a que lucharan por sus derechos sin caer en las grandes estridencias.

Después de la desaparición del periódico por falta de recursos económicos, Celsia Regis fundaba otro: La Voz de la Mujer. Regis reunió a las mujeres que habían trabajado o favorecido la causa de la mujer para formar una organización sufragista. Reunidas en el despacho de María Espinosa de los Monteros, el 20 de octubre de 1918, decidieron crear la Asociación Nacional de Mujeres Españolas (ANME) que se convertiría en la organización feminista más importante de España que, dentro de su moderación, supo evitar toda colaboración con aquellas organizaciones que, pretendiendo defender los derechos de la mujer, en realidad apuntalaban los intereses tradicionales de la Iglesia Católica. Esta Asociación la integraba un grupo heterogéneo de mujeres de clase media, maestras, escritoras y esposas de profesionales en el que pronto destacarán Benita Asas Manterola, Clara Campoamor, muy ligada a San Sebastián, Elisa Soriano, la vasca María de Maeztu, Julia Peguero y Victoria Kent. En sus actuaciones intentarán coordinar su labor con la de otras mujeres -la Liga para el Progreso de la Mujer y la Sociedad Concepción Arenal de Valencia y La Progresiva Femenina y La Mujer del Porvenir de Barcelona- integrando el Consejo Supremo Feminista de España.

Asas formó parte de la primera Junta Directiva de la ANME y fue su Presidenta desde 1924 hasta 1932, año en que le sucedió en el cargo Julia Peguero de Trallero. Su órgano de expresión fue El Mundo Femenino (1921-1936) en el que escribió asiduamente.

Sobre su pensamiento político-social en aquellos años dice Elisa Soriano en carta de 1920 que reproduce Concha Fagoaga:

«maestra también, paladín del feminismo desde hace bastantes años, fundadora de un periódico que se titulaba El Pensamiento Femenino. Ésta es de ideas izquierdistas extremas pero hace pocos días dio en las escuelas de los PP. Maristas una brillante conferencia sobre psicología del blasfemo».

Fue la dictadura de Primo de Rivera la que reconoció los primeros derechos políticos a las mujeres en los años 20. El Estatuto Municipal (1924) otorgaba el voto a las mujeres en las elecciones municipales aunque con muchas restricciones: sólo podían votar las emancipadas mayores de 23 años; las casadas (las prostitutas excluidas). Luego, con motivo del plebiscito, organizado por la Unión Patriótica para mostrar adhesión al régimen en el tercer aniversario del golpe, se permitió emitir el voto a los españoles mayores de 18 años sin distinción de sexo. Por último, en la Asamblea Nacional constituida en 1927, en un intento de abrir el régimen hacia una participación democrática, se reservaron algunos escaños para mujeres elegidas de forma indirecta desde ayuntamientos y diputaciones. Asas no hizo remilgos a estas reformas:

«que no se nos tilde de primorriveristas por ello, no se retuerzan nuestros juicios llevándolos por vericuetos».

En 1929, representó a la ANME en la Liga Femenina Española por la Paz. Su propuesta («la pedagogía pacifista está en la actuación de la mujer así en el hogar como fuera de él») se lee en la sede de la Sociedad de Naciones de Ginebra.

El Gobierno provisional de la II República (1931-1936), por decreto de 8 de mayo de 1931, reconoció el derecho al voto a todos los varones mayores de veintitrés años y declaró que las mujeres y los sacerdotes podían ser elegidos diputados. En las elecciones generales celebradas en junio de aquel año fueron elegidas dos mujeres diputadas de un total de 465 diputados: Clara Campoamor (Partido Radical) y Victoria Kent (Izquierda Republicana). A finales de aquel mismo año otra mujer diputada, Margarita Nelken (Partido Socialista), ingresó en las Cortes.

Al plantearse la redacción de una nueva Constitución Benita Asas con la ANME fueron incansables tanto en las Cortes como en la calle. Asas fue la encargada de presentar a las Cortes un Memorando sobre este derecho ante la Comisión constitucional, documento suscrito por la Agrupación Republicana Femenina, la Asociación Nacional de Mujeres Españolas, la Asociación Universitaria Femenina y la Asociación Nacional de Mujeres Médicos de España. En él pueden leerse frases inequívocas como:

«aspiramos a tener personalidad jurídica, al voto integral, a colaborar con los hombres en la formación de las leyes de nuestra patria» o «las mujeres de España hemos llegado a la mayoría de edad sicológica. Somos conscientes. Repudiamos las intromisiones en nuestras conciencias. No vivimos de pensamientos prestados. Nos poseemos a nosotras mismas».

Su apoyo a Clara Campoamor frente a Victoria Kent fue claro.

Asas se afilió, a fin de dar más peso a su lucha, a Izquierda Radical-Socialista. preguntaba ya en 1921:

«las feministas tenemos pruebas irrefutables de que los hombres -por evolutivos y radicales que hayan sido- jamás han pensado en la nivelación de derechos», «¿cree Ud. que por la mente de Lenin hubiera cruzado nunca, ni entre sombras, la idea de igualar la mujer al hombre en el Código Civil ni en el Penal ni en ninguno?»

Si no tuvo reparos en fustigar los prejuicios masculinos tampoco los tuvo para las «feministas a regañadientes» que aceptaban los beneficios de la lucha sufragista sin haber intervenido en ella. Más aun, preconiza «una saneadora búsqueda de mujeres y hombres de bellas cualidades y capaces» para el gobierno de la Nación.

En 1932, al abandonar la Presidencia de la ANME, la Asociación le entrega una placa de plata y la declara «luchadora infatigable por los derechos de la mujer».

Cuando comenzó la guerra civil de 1936-1939 se hallaba de maestra en el Complejo Escolar Juana Rojo que luego pasó a denominarse Ramiro de Maeztu. Vivió toda la guerra en Madrid y el 12 de abril de 1939 solicitó el reingreso en el cuerpo de maestros (era obligatorio porque fueron cesados todos de oficio y obligados a pedir el reingreso y de este modo abrirles expediente de depuración). Entre los informes que aparecen hay uno de un tal Antonio Castilla, fechado el 1 de mayo de 1940, en el se señala que:

«siguió con interés el movimiento sufragista femenino sin tener la suficiente preparación».

FET y de las JONS informa sobre ella el 7 de mayo de 1940 y dice lo siguiente:

«En época remota fue de ideas católicas pero con anterioridad al Movimiento era izquierdista, habiendo escrito en el Fray Lazo y La Traca, es persona algo trastornada.»

El 10 de julio de 1940 le comunican el pliego de cargos y es acusada de haber escrito en la prensa anticlerical y de permanecer en Madrid durante la guerra, entre otras cosas. Asas recurre en su defensa indicando sus libros, algunos de cuyos ejemplares se hallan en el expediente, pero le replican que de eso hace ya mucho tiempo y que no vale nada y el escribir en La Correspondencia de España y en El Nervión. Tiene que reconocer lo de Fray Lazo usando un lenguaje humillante y propio de un confesionario para reconocer su «error». La comisión le propone el 9 de noviembre de 1940 que sea trasladada a 30 km. de Madrid e inhabilitada para cargos directivos. Finalmente el 21 de noviembre de 1940 la Comisión Superior Dictaminadora de Expedientes de Depuración le rebaja la sanción a pérdida de los haberes que no hubiera percibido e inhabilitación para cargos directivos y de confianza (datos proporcionados por Pedro Barruso). Todo esto ocurre cuando ella ya tiene 66 años; luego transcurrirán más de tres décadas de silencio.

Fallece en Bilbao, donde residió durante estos años, a los 95 años, completamente invisibilizada hasta que el Movimiento feminista y la Historiografía la rescatan del olvido en las últimas décadas del siglo XX.

            En cuanto a Aurora Arnaiz Amigo, la reseña de su figura en la misma enciclopedia digital Auñamendi es la que sigue:

 Jurista vasca nacida en Sestao (Bizkaia) el 15 de mayo de 1913, en el seno de una familia obrera, hija del líder sindical socialista Francisco Arnáiz. Conoció de cerca, a los cuatro años, la huelga de 1917 al ser utilizada como correo, llevando camuflados los mensajes del comité de huelga desde Sestao a la capital. Estudió el bachiller en Bilbao, en el colegio de Juana Whitney, madre de María, Ramiro, Gustavo, Ángela y Miguel de Maeztu, y luego se licenció en Comercio. A continuación se abre paso en Madrid, estudiando Derecho. Residirá, primero, en casa de la familia Oliveira y, luego, en la célebre Residencia de Señoritas donde efectuó diferentes trabajos de servicio para sufragar los gastos de su estancia. Miembro de las Juventudes Socialistas, a los dieciocho años participa en la creación de la Federación de Universitarios Vascos.

En el verano de 1936, Aurora Arnáiz, de 23 años, es el único miembro del comité ejecutivo de las Juventudes Socialistas que se encuentra en Madrid y participa en la organización de la primera columna de las Juventudes que acude al Alto de los Leones para hacer frente a las tropas de Mola. Durante toda la guerra su actividad será muy intensa, ostentando el cargo de comisario político de Brigada y representante de las Juventudes en la unificación de las Juventudes Socialistas y Comunistas. En 1937 era novia de José Cazorla, a quien se nombró Gobernador de Albacete. Se casaron en Madrid unos días antes de salir para Albacete. Artículos suyos, en especial feministas, pueden verse en el periódico Joven Guardia a lo largo de la guerra.

Finalmente, el 5 de marzo de 1939 es detenida por los partidarios de la Junta de Casado en el asalto a la reunión del Comité provincial del PC de Guadalajara, donde su padre era gobernador civil.

Ingresa en la cárcel de Guadalajara. Allí verá morir de enfermedad a su hijo y a su padre, éste último fusilado por los facciosos. En situación desesperada, consigue huir del tren en un traslado de cárcel y llegar a Francia, desde donde marcha a Santo Domingo, Cuba y México en el que pudo refugiarse gracias a la firme voluntad del presidente de este país, el general Lázaro Cárdenas. En el exilio le llega la noticia de la muerte de José Cazorla, luego conoce a su nuevo marido, el salmantino Emilio Rodríguez Mato, con quien tendrá dos hijos. Colabora con los grupos vascos de México.

Se doctoró en Derecho Constitucional en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) logrando en esta Universidad, la primera cátedra para una mujer en México. Desempeñará en ella toda su vida profesional impartiendo clases de Derecho Constitucional, Teoría Jurídica contemporánea y Teoría General del Estado.

Su currículum académico es interminable, destacando su contribución a la Procuraduría Femenina de lo familiar y a la creación de la Confederación Nacional de Colegios Profesionales. Fue Secretaria general de la Asociación de Colegios de la Facultad de Derecho Mercantil, Presidenta honoraria y asesora emérita del Colegio de Abogados de México, miembro de la International Political Sciences Asociation, profesora emérita de la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional Autónoma de México donde la Aula de Derecho (salón 303) lleva su nombre, etc. Según el catedrático Fernando Serrano Migallón «es una académica modelo por el rigor de sus clases y la calidad con la que se expresa dentro y fuera de ellas. Sus cátedras son ejemplares y sus publicaciones referencias obligadas para quien quiera hacer una reseña de la historia o de la evolución del pensamiento político en el México actual».

            Y ya por último, la más controvertida de las tres por su pasado franquista, en realidad el contrapuntos de las dos anteriores, Pilar de Careaga y Basabe. En esta ocasión transcribo la reseña que le dedica la Wipipedia por considerarla la más completa de cuantas he encontrado en la red.

María del Pilar Careaga Basabe (Madrid26 de octubre de 1908-Madrid, 10 de junio de 1993) fue una política española, alcaldesa de Bilbao durante el franquismo y la primera ingeniera titulada de España.

Nacida en Madrid, pertenecía a una familia de la burguesía financiera e industrial de Neguri. Era hija del diplomático vizcaíno Pedro González de Careaga y Quintana, conde de Cadagua, y de Concepción Basabe y Zubiría. Con sólo trece años ya dijo a su padre que quería ser ingeniera industrial y en 1929 consiguió ser la primera mujer española en obtener título de ingeniería industrial en la Escuela Especial de Ingenieros Industriales de Madrid, ​ actual Escuela Técnica Superior de Ingenieros Industriales (Universidad Politécnica de Madrid), así como la primera mujer que condujo un ferrocarril. ​También obtuvo el título de patrón de embarcaciones de recreo.

Durante la Segunda República Española militó en Renovación Española, el partido monárquico liderado por Antonio Goicoechea, junto a José Félix de Lequerica ErquizaJosé María de AreilzaRamiro de Maeztu y José Calvo Sotelo, e impulsó la revista Acción Española, inspirada, en parte, en las ideas de Charles Maurras y del tradicionalismo español. Fue candidata de Renovación Española por Vizcaya a las elecciones generales de España de 1933, donde obtuvo el 14 % de los votos, sin llegar a lograr el escaño.

Al inicio de la Guerra Civil española se encontraba en Bilbao, donde fue encarcelada en la prisión de Larrinaga por las autoridades republicanas. El 11 de septiembre de 1936 fue intercambiada junto con 150 presos franquistas más a cambio de los niños de una colonia escolar bilbaína en Laguardia (Álava). Marcha a Valladolid y desde allí al frente de Madrid, donde fue delegada de Asistencia al Frente y Hospitales de la FET de las JONS y organiza la asistencia a heridos franquistas. ​ Al acabar la guerra fue condecorada por las autoridades franquistas y se estableció en Bilbao, donde se dedicó a las tareas de asistencia y beneficencia siendo vicepresidenta de la Junta de Protección de Menores y vicepresidenta (1958), responsable de la Junta Pro-Templos Parroquiales (1959) y vicepresidenta (1965) de la Junta Provincial de Beneficencia.

El 23 de octubre de 1943 se casa con el ingeniero Enrique Lequerica Erquiza (1892-1987), hermano del alcalde de Bilbao José Félix Lequerica, con quien vivirá en el palacio de Neguri Eguzkialde desde 1957. En 1959 fue miembro de la Real Sociedad Bascongada de Amigos del País. En 1964 da el salto a la política siendo nombrada consejera del Consejo Provincial del Movimiento Nacional, siendo la primera diputada provincial de Vizcaya (1964-1969), presidiendo la comisión de beneficencia y obra social, desde donde impulsó los centros siquiátricos provinciales, el Instituto de Maternología y Puericultura y el Sanatorio Marino de Górliz.

El 7 de julio de 1969 sustituye a Javier Ybarra Bergé como alcalde de Bilbao, siendo la primera mujer en ocupar la alcaldía de una capital de provincia durante la dictadura franquista. En 1970 también fue escogida como procuradora en Cortes y, el 28 de octubre de este año, se le impuso la gran cruz de la Orden de Cisneros, concedida el 18 de julio por el régimen. Durante su mandato se enfrentó a la insuficiencia de infraestructuras de tráfico y comunicaciones, el Txorierri, la descongestión de la margen izquierda, etc, agravada por la falta de recursos económicos municipales. También condecoró en nombre de la villa de Bilbao a todos los que habían pasado atentados de ETA, incluido el almirante Luis Carrero Blanco.

Dimite como alcaldesa el 7 de julio de 1975 al cumplir los seis años de gestión y abandona la política activa, si bien sigue dando apoyo a organizaciones de extrema derecha y participa en la fundación de Fuerza Nueva.

El balance final de su alcaldía se consideró pobre, siendo en la última etapa muy criticada sin que se dudara de su gran capacidad de trabajo. Aunque realizó algunas obras importante para la ciudad, su gran agujero fue la gestión en los barrios lo que dio lugar a fuertes críticas de las asociaciones vecinales y en un Madrid en el que los aires renovadores soplaban cada vez más fuertes, su fidelidad al franquismo incomodaba, que se sumó al malestar que terminó generando con sus constantes solicitudes de inversiones estatales.

El 25 de marzo de 1979 sufrió un atentado de ETA en Guecho, que la hiere gravemente en el pulmón y aunque se recupera, le quedarán secuelas. Se instala entonces en Madrid.

En 1993, falleció en una clínica de esta ciudad debido a complicaciones hepáticas.

             Si reparamos en las biografía de cada cuna no cabe duda que la más activa a favor del feminismo fue la donostiarra Benita Asas, militando en las organizaciones feministas más avanzadas incluso desde tiempos de la dictadura de Primo de Rivera y destacando, no ya solo por sus escritos, sino también por haber sido la encargada de presentar a las Cortes un Memorando a favor del sufragio femenino ante la Comisión constitucional. Sin embargo, de las tres mujeres que nos ocupan fue con toda seguridad la que peor parada salió de la guerra al no haberse exiliado de España y tener que hacer frente a una depuración que la condenó al ostracismo sin salir de su país, una muerte política e intelectual en vida con la que se apagó el ejemplo de lucha y coherencia de Asas hasta el último de sus días.

El caso de Aurora Arnaiz, y acaso porque su militancia no estuvo centrada exclusivamente en el feminismo, fue el de una militante socialista cuyos contactos le permitieron escapar de España a tiempo para vivir el resto de su vida en un exilio propicio para, por lo menos, lo más granado de la jerarquía republicana española como fue Méjico, donde pudo seguir desarrollando su carrera profesional como jurista y escribiendo todo tipo de libros y artículos a favor del feminismo.

 

En cuanto a Pilar Careaga, podríamos decir que nos encontramos ante la antítesis de las anteriores, un caso paradigmático de cómo siendo una mujer inteligente y ambiciosa que consigue abrirse paso en un mundo de hombres rematadamente machista y reaccionario, llegando incluso a ser la primera mujer que ocupa la alcaldía de una capital de provincia durante el franquismo, no solo no contribuyó en nada a la causa de la igualdad entre géneros, sino que apoyó con su militancia franquista, y podríamos decir que hasta con su ejemplo de ser la excepción que confirmaba la regla, el sistema que relegaba a las mujeres a una función secundaria en la sociedad por detrás de los hombres. De Pilar Careaga se podría decir que se debió más a su clase privilegiada que a su género, y eso a pesar de ser uno de los ejemplos más palmarios de mujer empoderada en pleno franquismo. Una mujer a la que probablemente no se le habría permitido desarrollar su carrera como lo hizo, todavía menos ocupar el puesto político que ocupó, de no haber pertenecido a la aristocracia que apoyó y subvencionó a los vencedores de la guerra, razón por la que, a diferencia del común de las de su género, era evidente que todo le estuvo permitido como premio por su lealtad al régimen y la de los suyos.

         En resumen, tres ejemplos de mujeres con muy diferentes grados de compromiso con el feminismo –en el caso de Careaga es evidente que solo en lo que podía beneficiarle a ella personalmente o a las de su clase- y que nos ilustran a la perfección acerca de dónde y, sobre todo, a quiénes se debe, así también como a quiénes no para cuando te digan que el feminismo es una cosa transversal que no entiende de izquierdas y derechas, el resurgir de esta lucha por la emancipación femenina y la igualdad entre los géneros a pesar del retraso de cuarenta años de machismo institucionalizado y todo el chapapote que todavía llega hasta nuestros días después de décadas de haber hundido, siquiera sobre el papel, el barco que almacenaba el combustible reaccionario contra la igualdad.  .

Txema Arinas

Oviedo, 17/02/23

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