miércoles, 30 de julio de 2025

NO ES RACISMO, ES CLASISMO PURO Y DURO


 

    Leo y oigo mucho reprochar a los De Meer, Ortega Smith, Terstch y otros de Vox su xenofobia siendo estos de supuesto origen extranjero. Creo que falla como argumento porque no sólo simplifica/disfraza lo esencial del pensamiento de esta gentuza, sino que además, pretendiendo todo lo contrario, recurre a su vez a los mismos prejuicios xenófobos para rebatir los de la canalla voxera.


No hay ninguna contradicción en esta gente con apellido supuestamente foráneo -¿o acaso lo puede ser el de Rocío Monasterio, tan español este como el de la inmensa mayoría de los cubanos que hasta 1898 eran tan ciudadanos españoles a todos los efectos como cualquier otro nacido en la península- porque ellos son españoles no ya de segunda, tercera, sino de cuarta y más generaciones a pesar de sus apellidos holandeses, ingleses, alemanes, italianos, etc.; vamos, de cuando su antepasado decidió erradicarse en España por la razón que fuera. Y no la hay porque no odian al de fuera siempre y cuando su origen sea como el suyo, blanco, europeo, cristiano y por lo general católico. Insisto, odian al moreno, no-europeo y en especial musulmán; no a los extranjeros como fueron sus antepasados, que no ellos.

No, los descendientes de aquellos extranjeros que decidieron erradicarse en España porque se identificaban con los valores de la monarquía hispánica, por lo general aquellos ultracatólicos o ultraconservadores que conforman la espina dorsal del nacionalismo español tradicional, de la proverbial y acendrada intolerancia hispánica hacia todo lo que no sea España como una Castilla ampliada y poco más, odian al Otro por antonomasia, es decir, al moro. Los odian ya no sólo porque la identidad nacional española tradicionalista se construyó alrededor del mito de la Reconquista y por lo tanto en el antagonismo de lo español con lo moro o musulmán a pesar -o más bien precisamente por eso...- de los ocho siglos de presencia de esta cultura en la península y en especial de su increíblemente rico y abundante legado, sino también, o sobre todo, porque consideran al moro, por ignorancia y también porque necesitan hacerlo para justificar sus prejuicios, inferior por su cultura, fe y procedencia. Pero sobre todo porque se trata del pobre desarraigado y distinto que "afea" sus calles. Y por si fuera poco, también lo temen al concebirlo poco más que como un "bárbaro/salvaje/fanático por principio" en su imaginario más clasista que racista, y por lo tanto inasimilable en la España que ellos consideran que sólo puede ser España. Sólo hay que ver la admiración, y hasta el vasallaje, que sienten, en cambio, por los jeques árabes que atracan sus yates en las costas mediterráneas españolas o invierten su dinero en los equipos de fútbol, o en lo que sea, para intentar reflotarlos y de paso así entretenerse un poco. Con esos se les cae la baba, y ya quisieran sí, tener el poder que tienen ellos en sus países para el suyo, siquiera ya sólo que la española siguiera siendo una monarquía feudal en lugar de esta constitucional que en realidad no les sirve para nada. Otro tanto con la inmigración hispanoamericana que les limpia las casas, cuida a sus ancianos o les pone los cubatas en sus locales para pijos. Si bien a estos últimos no los odian, sólo los desprecian; pero, no precisamente por "sudacas", porque a esos otros "sudacas" recién llegados de las oligarquías de Venezuela, México y otros países "hermanos" huyendo de sus respectivos gobiernos "zurdos" bien que los consideran sus "iguales", incluso sus aliados como caídos del cielo para volver a recuperar España gracias a sus votos; más españoles que todos esos españoles de pega, a saber, rojos, maricones y separatistas. A los que desprecian de veras son a los sudamericanos pobres, ya no tan "hermanos", y todavía más si tienen rasgos "inditos", que dicen ellos con esa empalagosa condescendencia tan propia de los cayetanos que pretendiéndote hacerte creer que te respetan en realidad te están insultando. Y no precisamente porque los consideren descendientes de los vencidos por Cortes o Pizarro y por lo tanto los perdedores de nuestra Historia, sino más bien porque saben que al otro lado del charco esos rasgos suelen ser por lo general un indicador social antes que racial; la gente que también les limpia la mierda a sus iguales criollos.

Entonces, ¿por qué nos centramos tanto en reprocharles el racismo cuando les es tan fácil caricaturizar, desmontar, ese argumento con sólo poner de portavoz de VOX a un Garriga o un Ndongo. Pues porque les interesa disimular, ocultar, el clasismo intrínseco de la (ultra)derecha española como la verdadera razón de todo.
Todavía más porque saben que no puede haber nada más patético y hasta indigno que un ultraderechista de clase trabajadora haciendo suyos los prejuicios clasistas de las clases medias-altas españolas. Se entiende que por lo de tirarse piedras a su propio tejado. Por eso es mejor hacerles creer que, a pesar de compartir con los inmigrantes la misma precariedad y apuros de todo tipo como consecuencia de la inequidad y desarreglos socioeconómicos consustanciales a la peculiar y sobre todo siempre precaria versión española del capitalismo, hay algo que los diferencia de los recién llegados, algo a lo que pueden aferrarse para sentirse mejores que estos, superiores incluso o sobre todo: la españolidad. El racismo empodera al obrero español frente al obrero inmigrante, todavía más si encima este es el enemigo secular y sobre todo icónico de lo español: el moro ladino y traidor por excelencia que además odia el jamón, porque nadie que no coma jamón podrá presumir nunca de ser un español comme il faut.

Por eso se puede presumir de español, incluso de haber hecho más méritos que la mayoría para reclamarse como tales, apellidándose De Meer, Smith o Tersch, porque sus orígenes esencialmente burgueses, ultratradicionalistas y en la mayoría de los casos además militares, esto es, gente que se dejó la piel, o puede que sólo se la habría dejado llegado el caso y para de contar, luchando por España a diferencia de la mayoría de las clases populares españolas, las cuales suelen estar a otras más perentorias como la de ganarse la vida y tal, vamos, lo que para ellos es y será siempre la chusma, no los diferencian absolutamente en nada de cualquier otro español de supuesta "pura cepa" de su misma clase. Y por eso también resulta tan ridículo rebatirles su xenofobia clasista aludiendo a los prejuicios racistas referentes al origen supuestamente extranjero de su apellido (¿Cuándo deja de ser "extranjero" un apellido que puede llevar erradicado cien, doscientos, trescientos, e incluso desde el primer momento que se fijaron estos a partir del siglo XV, en un mismo país? ¿Los apellidos de raíz arábiga tan frecuentes en España como Alcántara, Alcázar, Almodóvar, Almeida, Medina, Zahera..., también son exógenos si en realidad lo es todo lo árabe o musulmán? Y si elevamos la premisa a lo todavía más absurdo: ¿Lo serían también los patronímicos de Rodrigo, Álvaro, Fernando, etc., en razón de su origen germánico y más en concreto godo?).

En fin, cómo se la sigue colando la Reacción al respetable desde la noche de los tiempos con sus mierdas identitarias a cuenta de mitos falsos, simplificaciones históricas, epopeyas de chichinabo y demás mandangas con las que los listos de turno conforman la versión local del fascismo de toda la vida. Qué fácil y rápido consiguen resucitar el fantasma de la intolerancia identitaria a cuenta de la incultura generalizada, los prejuicios atávicos del español medio y, muy en especial, de la desesperación de los de abajo por ser siquiera un poquito más que el último de la lista.

Es la clase, idiota, la clase, esa por la que dejas de luchar en cuanto crees que tus intereses son los mismos que los del señorito Ortega Smith o las señoritas De Meer y Rocío Monasterio.

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