Así que no sólo he sumado a los 400€ de la veterinaria otros 500€ de la multa del munipa, sino que encima me he visto obligado a llevar a la perra al mingitorio canino que el ayuntamiento ha acondicionado en cada barrio usurpando terreno de los parques para críos. El meadero en cuestión es un barrizal asqueroso y apestoso al que no me queda más remedio que entrar con la canija para que no se la coman otros perros más grandes que ella, eso o para que no le peguen un mordisco en el hocico por pesada.
El caso es que me ha entrado tal depre que no me ha quedado más remedio que hacer lo que hago en estos casos: entrar a una pastelería para comprarme un algo con crema, una polka, un pionono, una bomba, un suso, lo que sea. Luego ya decido sentarme en un banco para poder disfrutar en deliciosa soledad mi pastelito de crema. La perra me mira con sus habituales ojos de ansiedad poco y mal contenida mientras me deleito con lo que cada vez tengo más claro que es una de las pocas razones por las que merece seguir vivo a estas alturas de mi existencia. Por lo general suelo compartir mi pastelillo con ella; pero, en esta ocasión es tal mi mosqueo que he decidido disfrutar también, y con verdadero sadismo, de la desesperación de la perra al ver cómo engullo su objeto de deseo sin separar ni una miserable migaja para ella.
- ¡TE HEMOS VISTO, TE HEMOS VISTO! ¡MALTRATADOR, MALTRATADOR!
Ha sido escuchar a esos putos críos abroncarme por no haber compartido mi pastel de crema con el puto chucho, que me ha entrado verdadero pánico; ya sólo faltaba que les hubiera oído el munipa de antes y... 1000€. Así que llego a casa con unos humos que ni para qué. Claro que para el caso que me hace mi mujer cuando me quejo de lo de la veterinaria, el munipa y los críos, pues mejor encerrarme en mi rincón a ver si me tranquilizo un poco escuchando música. Y esa era mi intención, relajarme, hasta que al atravesar el pasillo he pisado una vez más, y no sólo una sino varias veces, parte de la cuota de pis y mierda que el puto Fox Terrier del tamaño de una puta rata de alcantarilla acostumbra a dejar a diario por toda la casa; creo que mis juramentos se han podido escuchar hasta en el desierto del Gobi. Ni tan mal, porque ni Coltrane, Chet Baker, Schumman u hostias en vinagre, está más que demostrado que lo que relaja de verdad es cagarse en Dios por todo lo alto durante un buen rato. Al cabo de una media hora o así, oigo que llaman a la puerta.
- ¿Mande?
- Buenas tardes, somos agentes caninos de los servicios animales de la Diputación.
- ¿Agentes de qué?
- Hemos recibido varias denuncias en las que se aseguraba que en esta casa se amenazaba a un can con tirarlo por la ventana.
- Mujer, era una manera de hablar, para desahogarme por haber pisado una de sus mierdas y tal.
- Lo siento, se trata de una situación de peligro, por lo que tendrá que abandonar la casa para venir con nosotros.
- Por mí como si se llevan con la perra también a mi mujer y mis hijos.
- Nos referimos a usted. Usted tiene que abandonar la casa dado que supone un peligro para el animal.
- ¿Y adónde me van a llevar, a una perrera?
-...
En ese momento despierto de la que ha sido probablemente la pesadilla más gorda que he tenido en muchas semanas. No pierdo un instante en despertar a mi mujer para contarle lo mucho que la he odiado en este sueño junto con los críos y, por supuesto, la puta perra.
- Y todo esto porque anoche te pedí que, puesto que eres el primero que madruga en esta casa, bajaras a la calle a la perra de mi madre para que pudiera hacer sus necesidades.
- ¿Te refieres a la Golden Retriever coja que nos han dejado tus padres para que la cuidemos mientras se van dos semanas de vacaciones a Marruecos?
- Ja, ja. Me parto contigo, oyes.

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