Puto ventarrón, pues no salgo a la calle para mi caminata vespertina de cada día y al poco de poner el pie en la acera va y me levanta la gorra dejándome todo el cartón al aire. Así que salgo corriendo cuesta abajo tras mi gorra, que ya no es sólo que la mía sea de tela y tipo irlandés con su correspondiente sablazo en la emblemática sombrerería Gutiérrez de Pamplona en la plaza del ayuntamiento -fíjate si sería de bueno el dueño, en lo suyo, qué labia o poder de convicción, y yo también qué gilipollas, que me encasquetó el mismo modelo de gorra en beige que un año antes en León me había comprado en azul en otra sombrerería tan o más emblemática al doble de precio; como que la última vez que volví a Iruña y vi que había cerrado lo primero que pensé fue que el muy cabrón se había jubilado a cuenta de una legión de pardillos como un servidor. En fin, "sic gloria transit" y así-, sino sobre todo que para mí salir a la calle sin cobertura en la testera es prácticamente lo mismo que ir con la chorra fuera o algo por el estilo. Supongo que eso es así no sólo por pura coquetería por mi parte sino también por la misma razón por la que jamás vi a mi abuelo fuera de casa sin txapela, una cuestión de atávica dignidad o casi.
viernes, 31 de octubre de 2025
EL VENTARRÓN
- ¡LA GORRA, POR FAVOR, ATRAPA LA PUTA GORRA!
Chilló como un poseso a un paisano en mi descenso por la cuesta de casa a riesgo de partirme los piños al menor tropezón.
- Muchas gracias, de veras, no sabría qué hacer sin mi gorra.
¿Te puedes creer que es acabar de darle las gracias al paisano que me ha recogido la gorra, prácticamente al vuelo, colocármela en la chaveta y vover a salir por los aires como consecuencia de otra repentina y siempre inoportuna ráfaga de vuento? Otra vez a la carrera tras la gorra de marras. Ahora tengo toda una Avenida para intentar alcanzarla de nuevo.
- ¡NI SE TE OCURRA TOCARLA!
Le gritó a un crío que hace amago de recogerla sobre la mesa de la terraza en la que el viento acaba de despositarla. Dónde si no teniendo en cuenta que ahora las terrazas ocupan más de la mitad de las aceras.
- ¡Déjala donde está, como la toques te retuerzo el pescuezo!
Sí, me cuesta creer lo que le acabo de soltar al crío; pero, lo reconozco, he perdido los papeles entre la angustia por perder mi gorra y mi desconfianza innata hacia cualquier infante. Al fin y al cabo, los críos no pasan de ser micos sin cola prensil pero con más maldad de la que se puede esperar en cualquier otra especie de simios.
- ¡PERO OÍGA, CÓMO SE ATREVE DECIRLE ESO AL NIÑO?
No me da tiempo a intimidar a los progenitores del mico con mi corpulencia, los grandullones ya se sabe, nos toca abusar, y la riqueza de mi vocabulario en lo referente a tacos y juramentos, porque al rato el viento vuelve a hacer de las suyas y toca emprender la tercera carrera detrás de mi gorra irlandesa, la cual, qué asco de vida, en serio, empieza a ascender monte arriba. No me lo puedo creer, siguiendo la estela de mi gorra propulsada por el ventarrón de estos días he llegado en un plis-plas hasta el Cristo del monumento al Sagrado Corazón en lo alto del monte Naranco. Miro hacia arriba y localizo la gorra justo en uno de los dedos de la mano izquierda de la estatua.
- ¿En serio va a subir hasta ahí arriba? -pregunta un paisano de los que suben en coche hasta el mamotreto en cuestión.
Qué remedio, yo por mi gorra mato. O más bien me mato, casi. Pues no estoy a punto de alcanzarla gateando hasta el extremo del brazo, con miedo a que éste no venzca con mi peso, en realidad a no arrancar la estatua de su pedestal porque nunca te puedes fiar de estas cosas religioso-populacheras a cuatro perras o casi sufragadas con el dinero de todos, cuando una vez más la gorra se me escapa por culpa de la enésima ráfaga de viento.
- ¿Y ahora qué hostias hago? ¿Adónde irá a pagar mi gorra?
- ¡TÚ SIGUE LA ESTELA DE TUS SUEÑOS! -oigo que me grita el paisano desde abajo.
- ¿LO QUÉ?
- ¡QUE LA GORRA ES LA METÁFORA DE TUS AMBICIONES, ALLÁ DÓNDE CREAS QUE VAS A LLEGAR EL VIENTO LA HABRÁ HECHO LLEGAR ANTES!
En ese momento, y como corresponde, despierto de un salto y conmigo también a la señora que acostumbra a dormir a mi lado, manías.
- ¿Qué, qué estabas soñando?
- Pues he soñado que primero le meaba encima a un paisano y luego bajaba desde donde me encontraba colgado, no prengutes cómo ni por qué, y le partía la cara por chotarse de mí.
- ¿Cómo? ¿Por qué?
- Pues no va el pavo y me manda directamente a la mierda sin mediar provocación por mi parte ni nada de nada.
- Ya, el ventarrón y tal...
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