Yo, a diferencia de los que
tienen las cosas tan claras desde el minuto uno, que será que casi nunca las
tengo, al menos no de verdad, tiendo a hacer balance de los pros y contras y ya luego los paso por el tamiz de mis propias convicciones y/o prejuicios. De
modo que, si bien Chavez no era de mi agrado ni en lo personal, como poco soy
dueño de mis prejuicios, ni en lo político, lo siento, pero no siento simpatía
alguna por los periclitados sistemas socialistas que al otro lado del famoso
telón de acero anulaban la libertad individual y condenaban a sus pueblos al
subdesarrollo, si aborrezco de su populismo con maracas por cuestiones de pura
estética, señorito que es uno, y de su autoritarismo otro tanto, tan repugnante
es una dictadura de izquierdas como de derechas desde el momento en que ambas coinciden
en cercenar la libertad del prójimo, que reconozco y hasta conozco los abusos
del chavismo sobre aquellos que no comulgan con su fe, pues por algo tengo
sólidos lazos familiares con aquel país, también tengo que señalar hechos
indiscutibles como que ganó todas y cada una de las elecciones a las que se
presentó, que elaboró una constitución que incluía la revocación del
presidente, a la cual lo sometieron y que superó. Si tal malo era, cómo pudo
ocurrir algo así. Algunos lo achacan única y exclusivamente a la ignorancia
innata del pueblo venezolano, esto es, a la inmensa masa de los desheredados de
aquel país en el que una minoría privilegiada, por lo general la élite criolla
del tiempo de la Colonia a la que se sumaron buena parte de los emigrantes
europeos -sin desdeñar la aportación de sirios, libaneses, chinos, etc.- que
acudieron a la llamada de esa misma élite gobernante para, como bien
proclamaban a los cuatro vientos, "blanquear el país", esto es, en la
convicción de que los naturales, los cuales retenían para sí más de las tres
cuartas partes de la riqueza de un país inmensamente rico en recursos
naturales. A decir verdad, esa llamada a “blanquear el país” lo dice todo de la
percepción que tenía esa minoría criolla y blanca del resto de sus
compatriotas, esto es, los descendientes en su mayor parte de los indios,
mestizos, negros, mulatos y el resto de innumerables categorizaciones que en
los tiempos de la Colonia estaban a la orden del día, y no sólo en lo social
sino, sobre todo, en lo jurídicamente, pues cierto nacionalismo español que
gusta tanto de regodearse en sus pasadas glorias imperiales suele omitir como
norma el dato, más que significativo del verdadero carácter del dominio español
en aquellas tierras, de que existía una sociedad estratificada según la raza,
esto es, una forma de apartheid perfecta y minuciosamente detallada en los
diferentes códigos legales de la época, según la cual los españoles de la
península estaban en la cúspide, los nacidos de éstos en el continente un
peldaño por debajo y ya luego lo que tuviera a bien la legislación colonial
según el diferente grado de sangre blanca, negra o india de cada individuo. La
independencia a mandobles de Bolivar y compañía acabó con la esclavitud y ese
apartheid sobre el papel, pero nunca con el racismo congénito de la oligarquía
venezolana hacia el resto de sus compatriotas, racismo que, como suele ser
habitual, asumen como propio aquellos que sin pertenecer de lleno al núcleo de
los privilegiados sí aspiran a hacerlo y entre tanto se conforman con emular su
forma de vida y compartir su visión de las cosas. Ese racismo está tan
arraigado que sólo en la convicción de que la masa desheredada que vive en los
llamados ranchitos de las ciudades, o en los misérrimos poblados rurales, está
incapacitada genéticamente para una vida mínimamente digna se puede entender la
desconfianza innata de los llamados “escuálidos”, mi propia parentela
venezolana sin ir más lejos, durante décadas hacia sus paisanos, simplemente
estaban ahí como mano de obra barata y con los derechos justos o más bien ninguno,
para qué si son lo que son, pobres, cuando no también como una amenaza a su ese
bienestar pequeño-burgués producto de los años de bonanza petrolera cuyos
réditos nunca alcanzaron al conjunto, no sirvieron para hacer país, no se
repartieron, no sirvieron para reducir la pobreza y con ello la brecha entre
clases, crear una verdadera clase media, la base de toda sociedad próspera e
igualitaria. Y entre tanto, dictadores como Gómez y Jiménez a servicio de una u
otra fracción de la oligarquía, un Carlos Pérez, amigo personal de Felipe
González, que se apuntó de lleno al sueño del neoliberalismo, esto es, a crear
las condiciones en las que sólo esa oligarquía del petróleo y alrededores podían
sacar tajada. De resultas, la revuelta popular llamada “Caracazo” con su
correspondiente saldo de muertos y la intentona golpista de Chavez y sus
camaradas de armas. Allí nació el mito, el cual salió de la cárcel para
improvisar su revolución aún y todo democrática, pues, insisto, al final fueron
las urnas y no las armas quien lo consagraron en la presidencia de Venezuela.
El deseo de cambio, de justicia
después de décadas de gobiernos oligárquicos, era tanto que hasta buena parte
de esos venezolanos privilegiados apoyó sin fisuras al Chavez de su primer
mandato, entre otros, personalidades tan significativas como la famosa
intérprete Soledad Bravo, sobrina de mi difunto tío. Luego ya recularon todo lo
que pudieron, muchos de ellos para acabar militando en la oposición más
acérrima, cuando no simplemente desquiciada, a Chavez. Lo hicieron porque el
modelo de Chavez no era de país sino de clase. Toda su política, su supuesta y
siempre postergada o paulatina revolución, estaba dirigida a esa masa ingente
de desheredados de los que hablábamos antes. Él era su redentor, uno más de
ellos, el caudillo que por primera vez en toda la Historia de Venezuela hablaba
en su nombre, el que se comprometió a sacarles de la miseria o, cuanto menos, a
poner coto a los abusos y obstáculos a los que los que les llevaban sometiendo
la oligarquía venezolana desde la noche de los tiempos. A partir de ese momento
la llamada Revolución Bolivariana se convirtió en poco más que en un revolcón
de las cosas tal y como la habían conocido hasta el momento los venezolanos,
siquiera sólo un amago de revolución que se definía del socialismo del siglo
XXI, que tenía a Cuba como principal referente, y que aún así nunca se decidía
del todo a dar el gran paso hacia el establecimiento de un sistema socialismo a
semejanza del cubano, el coreano o cualquier otro de los que fracasaron
irremediablemente al otro lado del famoso muro. Con Chavez el estado sería
socialista y revolucionario en los eslóganes o en las pancartas; pero, el país
seguía disfrutando de una economía de libre mercado, si bien cada vez más
intervenida y, muy en especial, pervertida desde el poder. Chavez promulgó la
primera legislación laboral para proteger los derechos de los trabajadores
venezolanos, no muy diferente, por cierto, de muchas de nuestro entorno
europeo, pero sí lo suficiente para que los que hasta entonces habían
disfrutado de la impunidad absoluta para hacer y deshacer a su antojo se
echaran las manos a la cabeza. Dicho de otra manera y a modo de ejemplo, a la
obligación de pagar las vacaciones de navidad en lugar de despedir a los
trabajadores para volver a contratarlos pasada ésta los empresarios venezolanos
ahora lo llamaban comunismo, y como eso otras cosas. Pero Chavez también se
propuso reducir la pobreza desde su raíz y de ahí sus planes para recolocar
parte del excedente de mano de obra de los ranchitos en las fincas expropiadas
o no del interior. Un fracaso total porque convertir por decreto en campesinos
a gente de ciudad tiene lo suyo. Con todo, el gobierno chavista también ha ideado
todo tipo de programas sociales para alimentar, alfabetizar, instruir, sanar,
etc., a una población que nunca antes había recibido atención alguna por parte
de las autoridades de su país. Los resultados pueden ser buenos o manos,
insuficientes o dudosos en la mayoría de los casos, pero el hecho irrebatible
es que por primera en la Historia de Venezuela la masa ingente de los que hasta
entonces no tenían nada ahora tienen algo, será poco, será como resultado de su
adhesión inquebrantable al régimen, de un fanatismo ciego incluso, mesiánico
más bien; pero lo tienen, y esa y no otra cosa es la razón de los repetidos
éxitos electorales de Chavez pese a su despotismo con maracas y la
improvisación y arbitrariedad que caracteriza la mayoría de sus políticas en el
resto de los campos que atañen al gobierno de un país.
Así también, ese apoyo ciego a
Chavez de los llamados desheredados, los descendientes de los antiguos esclavos
y siervos de la élite criolla, era a su vez el talón de Aquiles del chavismo,
pues toda, absolutamente toda su capacidad para sacar adelante sus programas
sociales y conseguir que el país no se pare mientras arremete a diario contra
los medios de producción privados, esto es, mientras interfiere arbitrariamente
en la economía alterando los precios o decretando el cierre o la expropiación
de empresas privadas que no son de su agrado, reside única y exclusivamente en
la explotación en monocultivo de la riqueza petrolera del país. De ese modo,
Venezuela depende prácticamente en todo del petróleo como un emirato cualquiera
del Golfo Pérsico. Sólo exporta crudo e importa casi todo, pues no produce
nada, ni parece querer hacerlo, no tiene otra cosa que exportar y, por si fuera
poco, todas sus políticas parecen dirigidas a desanimar la inversión exterior y
no digamos ya la iniciativa privada de los propios venezolanos.
Dicho esto, y sin olvidar los logros
sociales del chavismo con sus más y sus menos, el balance en su conjunto me
parece negativo, eso hasta lo reconocen la mayoría de los antiguos
colaboradores de Chavez en sus primeros momentos, entre otros el reconocido y
fallecido líder de la izquierda venezolana Miquilena, el mentor ideológico de
Chavez para ser exactos. Muchos son los decepcionados con Chavez que le
acompañaron al comienzo de su singladura, si bien no tantos como para batirlo
en las urnas. Claro que ese, que podría ser su mayor mérito, a mi juicio
también es su mayor fracaso. Chavez ha dividido el país en dos mitades
prácticamente irreconciliables, la de la mayoría que le jaleaba y le reía las
gracias, la receptora de sus programas sociales o, muy en especial, la llamada
nueva burguesía chavista surgida al arrimo del poder, y esa otra que califica
de “escuálidos” a groso modo, sin distinguir entre el capitalista sin
escrúpulos o el pequeño comerciante con problemas para llegar a fin de mes. Son
dos mitades que, para cualquiera que conozca Venezuela, en realidad son como
dos países que comparten el mismo espacio y poco más. En el resto son
incompatibles en casi todo, viven de espaldas y, lo que es peor, en estado
latente de inminente guerra civil. A decir verdad, si hay que comparar ese
guerracivilismo epidérmico que en España resulta de la incapacidad innata de
una parte de reconocer nada a la otra, con esa otra realidad del país caribeño,
se podría decir que lo que aquí se me antoja exasperante, ese desdeñar del otro
sólo porque piensa distinto o no es de tu grey, en Venezuela, sea por la cosa
esa tan recurrente de la exuberancia caribeña y otras pendejadas al uso, da
directamente en delirante, maracas por doquier.
De modo que si la sociedad venezolana ha
estado social e históricamente fracturada, Chavez, el cual ha hecho mucho por
dignificar a una parte, a la más desfavorecida, por supuesto, sin embargo no
sólo no ha reducido esa fractura sino que además la ha ensanchado casi hasta el
infinito, sobre todo si tenemos en cuenta que casi todo el discurso del
chavismo gira alrededor de la perversidad innata de los llamados “escuálidos”,
los cuales, por muy detestados y todo que los presenten al resto, han seguido
manteniendo su predominancia social y económica en su inmensa mayoría, pues
sólo en casos muy concretos han sido molestados por el chavismo y casi siempre por osar cuestionar públicamente
una revolución tan postergada como indefinida, vamos, que hasta hoy no manera de saber en qué consiste exactamente eso del "Socialismo del siglo XXI". Y eso y no otra cosa es lo que
destaco para afirmar que Chavez, con todos sus logros y buenas intenciones, dejando a un lado la anécdota de su histrionismo o su querencia por los finados tiranos del tipo de Gadaffi o Sadam Hussein, amistades de negocios más bien, no
ha sido un buen gobernante. No lo ha sido porque en lugar de unir, de trabajar
para hacer converger a las partes, para hacer país y no sólo facción, las ha separado
todavía más, ha gobernado a favor de una y en contra de la otra. Y no, está
fractura no sólo es política, lo es ante todo social y sobre todo sigue siendo
económica, pues mientras una parte ha entrado a formar parte de un sistema de
asistencia estatal permanente, la otra que prefiere confiar en las leyes del
mercado, disfrutar de derecho de todo individuo para ganarse la vida como le
venga en gana en un sistema de libertades, cada vez se encuentra con más
cortapisas y en especial con una inseguridad jurídica que demoniza ese derecho
en cuestión.
Con todo, y reconociendo de antemano que mis opiniones sobre el chavismo están condicionadas por lo visto en aquel país y lo oído casi que ha diario a mis parientes del otro lado del charco, valga a modo de homenaje póstumo, o de lo que sea, este artículo de Viçent Navarro que adjunto a continuación y en el que, a diferencia de la consesuada demonizacion que parece existir en la mayoría de la prensa española en lo referido al Chavez y su gobierno, dice aportar datos que desmienten buena parte de las acusaciones que repiten de modo machachón, owelliano incluso: http://www.vnavarro.org/index.php?p=8328&lang=es
hola txema soy txaro y stoy con javi y me alegro saber que stas bien....soy cerain por si no te acordabas...me he emocionado al verte..no he leido lo que publicas porque no lo sabia....y ademas sabes que soy aldeana y no tengi internet.....besos para todos..spero veros algun dia
ResponderEliminarHola Txema, soy Javi (Ex viajes Lakua, negocio prospero donde los haya) Aquí estoy con Txaro compartiendo música, comida, vasos de vino y recuerdos en casa de un amiguete. Un saludo. Javi
ResponderEliminarHola Txema, soy Félix, y estoy con Jabi y con Txaro, también con Raquel y con Olga, tomando unos txikitos, el blog muy guapo, pero muy largo, ya lo leere otro día. Un saludo.
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