No todo era tostarse al sol en una
playa abarrotada de humanidad despojada de lo peor de sí misma,
deshidratarse dándose la paliza subiendo al monte cuando el resto
del año apenas te alejas de la barra de tu bar favorito. No todo
eran fiestas patronales con sus verbenas al son de la música
inspirada por el diablo e interpretada por aficionados con el fin de
que parezca que vivimos atrapados en un ibérico Día de la Marmota.
No todo son comidas familiares y de cuadrillas de amigos con su
acidez de todo tipo. No todo eran interminables esperas en el
aeropuerto antes de coger un vuelo a un país del que uno ya tenía
ganas de regresar antes de subirse al avión. No todo era una
cotidianidad en sandalias, pantalón corto y camiseta con leyendas
cada vez más chorras y menos reivindicativas. No, claro que no,
también estaban los mercadillos de verano de los pueblos de veraneo
que en comparación hacían que las verbenas a la noche con su
Paquito el Chocolatero y sus borrachos arrimando la cebolleta a las
mozas delante del escenario fueran lo más parecido a una velada
versallesca con sus nobles decadentes, sus damas de la corte y las
correspondientes cortesanas de los primeros danzando bailes barrocos
como el Sarabande, Menuet y Chacrone en la Galeria de los Espejos
delante del futuro rey sin cabeza.
viernes, 7 de agosto de 2015
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