No me lo he leído tanto por ser el último premio nacional de narrativa, no lo suelo hacer por motivos tan fútiles, sino más bien porque soy imbécil y cuando leía u oía como arremetía todo el mundo contra la escritora, Cristina Morales, no pude evitar caer en el morbo, en la estúpida presunción de que si a un autor lo tachan de provocador, demagogo o ya simplemente de notas, me tiene que gustar casi que a la fuerza. Pero no, no se trata de Fernando Vallejo, ni siquiera del reverso a su modo del figurón de Houellebecq, y mira que Ulebek me da algo así como "ascogusto".
Con todo, me gusta la provocación de Cristina Morales, he disfrutado y mucho de su humor y mala leche. O al menos eso creía hasta pasadas ya doscientas páginas cuando empiezas a sospechar que eso de que todos los tíos somos unos "machos-fachos" hasta que no se demuestra lo contrario, no es tanto una deliciosa provocación para agitar conciencias acomodaticias como un pilar de su discurso del tamaño del Obelisco de Lúxor que Luis Felipe I de Francia decidió erigirlo en el centro de la plaza de la Concordia. Vamos, que si en algún momento el recurso de llamar fascista a todo quisque llegar a parecer una parodia de los que llaman fascistas a todos los que no piensan como ellos, luego ya te das cuenta de que no, que no es parodia, no.
Sin embargo, el planeamiento de LECTURA FÁCIL no puede ser más interesante. Así resumido las peripecias en la Barcelona de Colau en su vertiente "okupa" y "borraka", a muerte contra el heteropatriarcado, de cuatro primas con diversos grados de discapacidad intelectual. Un libro que arranca con una fuerza inusitada en lo que viene a ser la plana mayor de las novedades de las grandes editoriales, las que cortan de verdad el bacalao en este negocio cada vez más repulsivo de la literatura de escaparate. me encanta el humor y en especial la mala leche de Cristina Morales. Yo diría que hasta me deslumbra la frescura y mordacidad de su estilo. También, también aprecio su empeño en recorrer caminos en principio no trillados, o al menos no tanto. No obstante, todo ese arranque de furia literaria deja de deslumbrarme a las pocas páginas porque en seguida tengo la impresión de que naufraga y acaba ahogándose en lo que de verdad motiva la novela y que no es otra cosa que colocar un discurso supuestamente subversivo, a estas alturas, que a medida que uno pasa las hojas acaba dando en el panfleto del último integrismo a partir de una causa justa de nuestra época. Comienzas con una sonrisa, admirado del estilo que se gasta la tía, en complicidad incluso con la mayoría de lo que ahí se cuenta, y, sin embargo, no tardas en ceder al fastidio que te provoca la pérdida de rumbo de la autora en un maremágnum de ideas y situaciones tan reiteradas como aburridas. Y ya incluso de propina, va y te mete un fanzine a tope contra el heteropatriarcado en un ejercicio de, si no de propaganda, puede que de "mira qué original soy, qué ovarios le echo, qué clarito lo dejo todo, cuánta dialéctica de altos vuelos, para qué sesudos seminarios sobre la cosa habiendo fanzines, para qué..." De hecho, la sensación que he tenido con LECTURA FÁCIL ha sido como pasar de leer los deslumbrantes "Voyage au bout de la nuit" o "Mort a credit" de Celine a sus infumafles panfletos antisemitas, cuando no decidamente filonazis, al estilo de "Bagatelles pour un massacre", "L' École des cadavres" o "Les Beaux Draps", todo en el mismo libro. Como que tanto el premio Herralde como el Nacional de Literatura se me antojan un mero guiño entre lo comercial y lo bienquisto con los tiempos que corren, vamos, un intento de hacer caja a toda costa con el viento a favor (no te metas ahí, Txema, no te metas, no mees a la contra tú, piltrafilla, que la vas a cagar y van... pedazo de macho-facho, heterofascista de mierda, que solo citas a tíos, que parece que pasas de las vaginas como del compango asturiano por la cosa de la tensión...). Porque, insisto, todo lo que podía tener de inteligente provocación sin renunciar a su poso ideológico, lo lastra la deriva panfletera que el texto acaba adquiriendo perdido en espirales sin fin. Y mira que sólo iba a escribir un par de líneas sobre el libro en cuestión, que lo hago aquí en lugar de marcarme una reseña en plan más serio y tal con el fin de colocarla por ahí y así sacarme unas perrillas de mierda; pero, como en la vida hay que procurar ser honesto al menos en algo para ya luego tener barra libre en todo lo demás, no lo he podido hacer porque no he acabado el libro, qué menos si quieres publicar una reseña en un medio serio, se me ha caído de las manos a pesar de haber hecho un probo esfuerzo intentado llegar hasta el final. Será cosa de los años, pero la percepción de estar perdiendo el tiempo con lo que no te procura el mínimo de placer requerido en un texto, siquiera ya mero interés, sobre todo habiendo tanto libro a mano con el que intentarlo, se impone cada vez con más fuerza. Tanto como la convicción de que Morales es una escritora de fuste a falta de un replanteamiento muy serio de lo suyo, humildad y tal. Y conste que hablo de lo literario en exclusiva, que lo otro me la trae al pairo desde el momento que percibo esa actitud integrista de mirar por encima del hombro y con el ceño fruncido a todo aquel que no es de tu cuerda, tribu o célula de lo que sea. Como que no nos pilla ya todo eso poco talluditos ni nada, y sobre todo escarmentados del "ascopena" que me han dado siempre los revolucionarios perdonavidas entre los que he crecido y padecido durante mucho, pero que muchoooo tiempo, tiempos de palestino, pasamontañas, adoquín en mano. Y todo en ese plan tan de hay que comulgar con ellos y en todo, lo quieras o no, que toca ser guay por cojones, si eso hasta que toque mirar hacia atrás y decirse: "¡Hostia, qué pedrada, qué pedrada!". De eso y sobre todo de acabar viendo al que no piensa como tú en alguien como poco prescindible. Termino, literatura para los muy convencidos y acaso militantes, para regodearse en "cuánta razón tenemos y que asco me da el resto de la especie que no está por la labor de dármela."
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