lunes, 6 de enero de 2020

LO DE LA SEMANA



DE RES PUBLICA

Paseo matutino al día siguiente de regresar a Oviedo por el itinerario acostumbrado. He pasado de la niebla cerrada que ha hecho en Vitoria y alrededores hasta hace nada a este inusitado sol dominical, de ir abrigado con un chamarro, gorra y bufanda hasta las orejas a caminar con un simple polar. O dicho de otro modo, y esto porque me resultaba imposible resistirme a la comparanza, de la niebla al sol como en la sesión parlamentaria de ayer en el Congreso,

Qué otra cosa te puede venir a la cabeza cuando, frente a un intento por sacar adelante un acuerdo político cuyo objetivo primordial no es otro que darle un vuelco a la situación de bloqueo institucional en la que vive inmerso el país, siquiera revertir en parte el estado de las cosas creado por los gobiernos de Rajoy con la coartada de la crisis, tenemos a las derechas españolas arremolinadas alrededor del poste de la bandera de las esencias eternas y otras mierdas a mayor gloria de la oligarquía de hoy y siempre, llámale IBEX o como te venga en gana, que es al fin de cuenta quien paga, de muy diferentes maneras, a sus esbirros (si bien en mi subconsciente cuando pienso en el líder ágrafo de la nueva CEDA, un tal Casado, el neofalangista todavía más ágrafo Abascal o la lerrouxista Arrimadas siempre me viene a la cabeza la palabra vasca "morroi" -criado, siervo, vasallo, etc-, e incluso en Sánchez como un morroi acaso un poco respondón o esencialmente veleta que un día se despierta Besteiro y al otro Indalecio Prieto...).
El acuerdo programático es, con todas las pegas que se le puedan poner por eso del "¿que hay de lo mío?", como poco un rayo de esperanza como los que iluminaban el recorrido que he hecho esta mañana y que he retratado con la cámara de mi móvil, un pliego de intenciones que uno sabe que tiene que estar dispuesto a esperar que no se cumpla en su mayor parte, al fin de cuentas la condición de ciudadano viene implícita a la capacidad de decepcionarse con la política. Empero, cuál es el proyecto de la derecha española para el conjunto del país. Yo no atisbo otro que la defensa a ultranza del status quo y en especial del no a todo como norma casi institucionalizada, que no cambie nada para que así estén tranquilos los beneficiados de este modelo socioeconómico en el cada vez unos tienen más y otros las migajas o la pura nada. No a cuestionar nada, no a negociar nada, no a aceptar nada, no a todo lo que no sea, piense o sienta como ellos. Su alternativa es la de la niebla en la que vive actualmente envuelta España, incapaz de avanzar ni el más mínimo paso en la resolución de cualquiera de los retos a los que se enfrenta, todavía menos en la de los conflictos en los que está inmersa en cualquiera de sus formas. Su receta es negación y represión. Y entretanto el blandir de banderas como metáfora de lo más atávico, primario, patético, del ser humano.

De modo que, una vez más en la Historia de España, nos encontramos entre la luz y las tinieblas. O lo que es lo mismo, entre tipos como Casado que hablan de ganar batallas definitivas o de un Sánchez que ahora dice apostar por "España tal como es". Una disyuntiva que también se distingue entre los insultadores de barra de bar a lo Abascal o el discurso una vez más a destacar de un parlamentario como Esteban -el mejor sin lugar a dudas por muy desafecto que sea por principio un servidor de la versión vasca del PRI mexicano-.

Pero tampoco nos vamos a engañar, ayer también se puso en evidencia por enésima vez que las dos Españas siguen vivitas y coleando, mucho, que no hay tercera vía posible que no sea en enfrentamiento democrático y el referendo popular de aquellos que sepan ganarse con su mejor o peor quehacer la voluntad de la ciudadanía. Evidencia, digo, de que desde Cádiz en 1812 a nuestros días, y esto con todos los matices de rigor, hay una España de luz y otra de tinieblas. Y sí, lo digo con toda la carga demagógica y banderiza de la que soy capaz porque algunos somos de posicionarnos incluso a sabiendas de que nos arrepentiremos a no más tardar.

Y eso sí, antes de terminar, yo también veo en el lado de las tinieblas a todos esos puritanos ideológicos del no por principio, esto es, los del todo o nada. Me refiero, faltaría, a esos puros entre los puros que antes incluso de firmar acuerdo programático alguno ya se ponen la venda sobre la herida en la convicción de que todo lo que sea acordar con el adversario es, no ya una cesión, sino una derrota. Dicho más claro, los que cuando sus partidos les consultan para apoyar la investidura de Sánchez apuestan por sumar su no con el de la derecha española, lo de "Cuanto peor mejor para todos y cuanto peor para todos mejor, mejor para mí el suyo beneficio político". Son los que creen que la mejor manera de no equivocarse nunca es siempre ir con el no por delante. O dicho también de otra manera, los que a falta de imponer el 100% de su ideario, prefieren que no se derogue una reforma laboral injusta o una Ley Mordaza infame, incluso ya solo que se amague con hacerlo. Esos también viven en las tinieblas porque nunca están dispuestos a caminar hacia la luz si no es de su mano en exclusiva.





Como único propósito para este año nuevo me propongo dejar de perder el tiempo miserablemente, y eso siempre y cuando esté en mi mano, con toda esa gente con la que, por circunstancias de la vida y siquiera ya durante menos de un minuto, no solo no comparto nada, no tengo nada que decirles porque en realidad sé que no les interesa nada de lo mío y viceversa, gente cuyo modo de afrontar la vida me es indiferente y cuyas ideas, juicios y sobre todo prejuicios hasta me repugnan, sino que además sé de buena tinta que el trato con ellos solo sirve para proporcionarles munición con la que juzgarte, criticarte, cuando no chotearse a tu cuenta con la escusa de una falsa amistad o lo que sea.
Creo que he soportado durante mucho tiempo la falsa camaradería, la doblez y el colegueo banderizo de muchos a los que se les ve de lejos la mala fe hacia tu persona y en especial el uso y abuso de una cercanía que nace de la pura nada, todo lo más casual. He tragado por un sentido excesivo de la educación, la urbanidad entendida como el buen trato con todos por encima de las diferencias y hasta claras incompatibilidades. A veces también para no pecar de arisco o intolerante con los que no piensan, sienten o ríen como yo, para no dar más carnaza contra mi persona de la que, a decir verdad, siempre van a encontrar porque en realidad ese es el fin último de su supuesta amistad o de lo que sea. Ni tú comulgas con ellos ni ellos contigo. Hay que ir soltando lastre, la vida consiste en parte en saber hacerlo. No por nada todo lo que nos libera nos tiene que hacer más fuertes y sobre todo felices; no se pierde poco tiempo ni nada, tanto como energía, en el roce con quien te quiere mal, o con el que sospechas que lo hace para sacar a saber qué rédito. Además, en ningún momento me refiero a los de siempre, la gente de toda la vida, sino a aquellos que te salen al camino por, donde y como sea y a los que solo les adivinas las intenciones cuando te han dado varias veces por el culo y tú todavía te preguntas por qué te dejaste dar la primera. Son las pirañas, sí, como las del conocido libro de título homónimo.





Como suelo decir en las presentaciones de LOS TRES NUDOS (la próxima en Iruña este mes), este libro me lo inspiró la lectura de otro, en concreto Armonía Celestial del renombrado escritor húngaro Peter Esthernazy, el cual se propuso contar la Historia de su familia utilizando para ello a comienzo de cada párraFo la fórmula "Mi querido padre..." Un ejercicio ante todo (auto)paródico y desmitificador en el que la poderosa saga de los Esthernazy servía como pretexto para recorrer la rica y convulsa Historia de Hungría, el Imperio Austro-Húngaro y ya por extensión toda la Europa central, siempre con una mirada harto particular y no poca mala leche.
Yo no quería escribir sobre sagas nobiliarias, todavía menos hablar de mi familia por pudor y porque en realidad no creo que haya nada interesante sobre lo que fabular. Así que me acordé de un trabajo que había escrito en mis años de facultad para la asignatura de Historia Moderna. Se trataba de una semblanza sobre los Sánchez de Bilbao, linaje de ricos comerciantes conversos y dueños de la conocida Casa del Cordón de Vitoria, llamada así porque su fachada luce el cordón franciscano con los tres nudos que representan los tres votos de obediencia, pobreza y castidad. Así pues, tomé también como inspiración, tanto el origen converso de este linaje vitoriano, como parte de sus peripecias a lo largo de varios siglos, para crear mi propio linaje de conversos o no, los Sánchez de Oñate, Sánchez-Oñate u Oñate a secas. Quería que fuera también un ejercicio literario paródico y desmitificador, el cual parte de la pesquisa entre legados de unos supuestos antepasados por parte de un profesor universitario de nuestros días en constante conflicto con su entorno y consigo mismo, alguien que, al igual que la mayoría de los suyos en el presente o en el pasado, y ya sea por voluntad propia o ajena, siempre acaba incumplimiento cualquiera de los votos antes citados, cuando no los tres a la vez.
Pues bien, como estoy en casa de mi madre y he estado removiendo entre los papeles que dejé aquí antes de ser arrastrado hasta Oviedo por la mujer que me robó el corazón ( qué po-ti-to...) y puso mis cosas en orden, la cabeza ya no tanto, me he encontrado el trabajico de marras. Creo que el de Moderna me puso un "bikain" (sobresaliente), claro que, y esto según les gustaba afirmar con dosis ingentes de mala baba a los de la rama en castellano, a los del "euskal adarra" nos solían regalar los sobresalientes a todos; valiente horda, que no banda, de gilipollas (ganas tenía de decirlo después de tantos años). Eso y que rescatar estas hojas, escritas todavía a máquina, me viene de perlas como publicidad subliminal en vísperas de Reyes o casi...




Abro la puerta de casa muy de mañana para tirarme al monte y, qué hostias, para no ver una mierda con la niebla y darme de codazos con los que suben solo una vez al año por Año Bueno, mejor me quedo en casa, que ayer cuando salí a andar parecía que lo hacía por las nubes. Y así me temo que toda la semana.

Por lo demás, la pregunta del día es: ¿Esos que reprochan a los demás que siempre estén de coña y que no se tomen nada en serio, qué dan más, asco o pena?




Acabo de escuchar a uno de los camareros y dueños de bar más castas del centro de Gasteiz, lo que aquí viene a ser casi siempre sinónimo de borde que te cagas, de esos que siempre miran de arriba abajo y que cuando vas a pedir da igual que no haya nadie en el local porque ellos siempre, siempre, te dejarán con la palabra en la boca para irse de repente hasta el otro extremo de la barra a hacer nada y así tocar los huevos un poquito, decirle a su compañera y empleada de otro compañero y empleado: "Ese no tiene ninguna empatía con los clientes, es incapaz de interactuar con ellos..." Pues eso, para mear y no echar gota. Será la Navidad, será.



Hoy es uno de esos días que conviene no frecuentar ni la prensa ni las redes. Un día más para comprobar que, ante el anuncio de coalición de dos partidos de izquierda con un programa de izquierda, la respuesta casi unánime de la prensa oficiosa no es tanto la crítica legítima y más o menos fundada, sino el toque a arrebato con la batería de descalificaciones e infundios al uso y abuso para soliviantar a los que todavía les leen u oyen, y que, por lo que sea, deben juzgar como eternos enanos mentales. En fin, no hay nada que hacer, este sigue siendo un país de cabreros que embisten y poco más, esperar una respuesta mejor o peor medida, sesuda, parece demasiado a tenor del desprecio secular, y sobre todo alentado desde las más altas instancias y asumido con gusto por las bajas, hacia la inteligencia. Solo hay que pensar en toda esa gente trabajadora que hoy despotrica, en su gran mayoría envueltos en la rojigualda de los cojones y todo lo que significa, contra un acuerdo que, podrá ser todo lo ambicioso y hasta utópico que se quiera, pero al menos sobre el papel no tiene otro objetivo que mejorar en lo mínimo las condiciones de vida de la mayoría de los españoles.

Empero, hoy tocaría celebrar el Año Nuevo y hasta desear que sea feliz y próspero a todos aquellos que quieres o por los que sientes un mínimo de afecto. Yo incluso se lo desearía a todos mis congéneres, con las debidas excepciones, claro está, en un acto inaudito de generosidad por mi parte no derivado especialmente del alcohol que todavía no he empezado a ingerir. Sin embargo, hoy he vuelto a salir a andar por los alrededores de casa en Berroztegieta, y me he encontrado por segunda vez con la estampa del camino asfaltado hace menos de tres o dos semanas que va del pueblo a la zona de Artetxo donde se encuentra el cruce para tirar hacia Eskibel o bajar hasta Armentia por el bosque homónimo. Era un camino que no llegaba a ser de parcelaria, cubierto de cascajos y matorral, pero también flanqueado por árboles y arbustos que durante un buen tramo llegaban a formar una galería que cuando pegaba fuerte el sol en verano era sencillamente deliciosa. Un camino por el que solo transitaban los andarines, corredores, algún "runner" gilipollas - es inevitable, hay mucho cipayo y demás estopa entrenando...-, ciclistas y jamelgos de las escuelas equinas de Armentia y Lasarte. Hoy, ya gracias al asfalto, y tras haber arrasado toda la vegetación a su alrededor, circulan coches a toda velocidad como los que vi pasar hace dos días. Yo no sé los motivos técnicos de esta escabechina, a quién beneficia, si ha sido cosa de los mamarrachos de la junta administrativa, el ayuntamiento de Vitoria o la, al menos en el campo, todopoderosa y omnipresente diputación foral de Álava; pero, esa puta carretera asfaltada que acaban de poner donde antes había un sencillo camino rural, no solo ha destrozado una parte del paisaje que amo y que forma parte de mí desde los diecisiete años o casi, también contribuye todavía un poquito más a la destrucción del entorno rural, y sobre todo paisajístico, justo al lado de las faldas del monte Zaldiaran y otros. Por eso no solo me cago en la reputísima madre de los responsables, sino que además les deseo lo peor posible para el año nuevo. No se puede empezar siempre con buenos propósitos, yo casi nunca lo hago; pero, en este caso creo que hasta estoy estoy siendo moderado.



Recomparto esta fotaza de mi hijo Martín para acompañarla con este delicado kaiku inspirado por la amiga Dorleta Ortiz de Elgea, que no es nipona pero pinta muy bien. Sí, ya sé que lo mejor es la métrica :

Berrean los ciervos

Sexo en el humedal

Cochino Bambi

T A

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