viernes, 31 de enero de 2020

LO SE LA SEMANA



Quién no ha puesto alguna vez una coma de más o de menos.
Quién no ha mentido a sus padres en más de una ocasión.
Quién no ha hecho alguna vez pellas, piras, "piperras", "txikerras", campanas", incluso novillos, en el instituto.
Quién no se ha liado a hostias de vez en cuando con el gilipollas de turno.
Quién no se ha hecho el malote delante de las pavas antes de que ellas se chotearan de él.
Quién no se ha metido de todo antes de colgarse del badajo de la campana de la iglesia del pueblo de sus abuelos en fiestas.
Quién no ha querido hacer la revolución los fines de semana y fiestas de guardar.
Quién no se ha escapado por los pelos de acabar en comisaría cantando la Traviata.
Quién no se ha gastado el dinero que no tenía dando la vuelta al mundo.
Quién no ha traicionado sus convicciones de piedra y alguna que otra novia de fin de semana.
Quién no ha mentido, decepcionado, burlado, abandonado, a otros con tal de no traicionarse a sí mismo.

Pues todos, hijo, todos.
Todos los que somos humanos y la hostia de humanos,
A excepción, claro está, de los puros de espíritu y las almas cándidas.
Hay que entenderlos; son más etéreos como los ángeles que de carne como todos nosotros.

Pero por eso mismo, hijo,
nunca estampes la cabeza de un amigo contra la mesa,
Ni se te ocurra por muy fuera de tus casillas que te haya puesto.
Da igual el motivo o la ofensa,
Porque si se la abres él ya sabe dónde vives.
Y tampoco es que esté bien, en serio.


*El cuadro se titula "Pandilleros" Joel Nuñez







Reconozco la voz de la cocinera colombiana de la cafetería sentada detrás de mí.

-Pues a mí me daría asco acostarme con un hombre si sé que todavía lo hace con su mujer. A otras no, pero es que yo soy demasiada mujer para que me compartan con otra; deja a tu mujer y entonces seré toda tuya.

Bien, solo se le oye hablar a ella.


-A mí no me hace falta un hombre que me mantenga porque yo ya me ganaba la vida sola allá en mis país con catorce años. Nunca he dependido de... Porque yo.... Más que nadie... Ya quisieran este cuerpo otras... Quien me cata no me olvida... La Reina de Saba a mi lado.... y bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla....

Y en eso un paísano sexagenario apoyado junto a la barra, que se ve que nos ha leído a todos el pensamiento.

-¡Come y calla, muyer, come y calla, ho!




Un día me dio por escribir un poema,
Un crítico lo leyó en las redes.
No lo soportó y se tiró por la ventana.
Para que luego digan que la poesía no sirve para nada.

* Suicidio de Isabl Bordonaba Beltran







Estoy en un tris de meterme a nigromante o por el estilo. hace dos noches tuve dos sueños, una de ellas una pesadilla muy desagradable que no viene al caso y otro, al par de horas de despertarme sobresaltado de la primera, en el que llevaba el coche al taller y me atendía -si hay algún freudiano entusiasta en la sala que aventure lo que le venga en gana, pero que sepa que yo no veo programa de cotilleo alguno, de hecho nada que no sean los noticiarios y pocas veces del todo; si bien me resulta imposible sustraerme de la realidad más demandada por el pueblo llano de hacer caso al canal que está siempre enchufado en la tele de los establecimientos hosteleros a los que acudo algunas tardes para echar el rato mientras espero a quien tenga esperar- nada más y nada menos que el ex de la Rociito, el ex-picolo Antonio Flores, creo que se llama. Pero, el caso es que me entregan el coche con una factura de trescientos euros. Pues bien, al día siguiente lo llevo a mi garaje y, en efecto, trescientos veinte y pico euros de la dolorosa revisión de los no sé cuántos kilómetros y así.


Anoche sueño que estoy de vuelta al pasado, en la empresa de import-export en la que me tiré cinco o seis años, no me acuerdo, haciendo unas facturas muy gordas para unos clientes también muy gordos. Y en eso que me dicen que hemos cambiado de nombre al tinglado, que hay que poner otro membrete a todo el papeleo antes de mandar las facturas a la clientela. Y entonces, servidor, en vez de intentar emendar la faena del modo que se espera de una persona mentalmente equilibrada, me pongo a soltar juramentos, vamos, cagondioses por todo lo alto, despejo la mesa de un manotazo, continuo con el teclado y acabo a patadas con la torre del ordenador a mis pies. Ni más ni menos que aquello a lo que estaba acostumbrada en más de una ocasión, cuando me encontraba a solas claro, que luego venían y...: "¿Qué hostias le ha pasado a ese teclado que tiene la mitad de las letras al revés?" (como la torre entonces solía estar bajo la mesa nadie se coscaba de las abolladuras...) En fin, los machos hipertestosterónicos somos como ‎Dr. Jekyll and Mr. Hyde de andar por casa, también llamados cafres de cojones, pero eso ya queda más feo. Para gente equilibrada y con dos dedos de frente ya estáis todos vosotros, no te jode. Pues bien, hoy a la tarde he tenido otro de esos arrebatos de locura transitoria por culpa de.... bah, tampoco es asunto vuestro.

El caso es que presiento un poder adivinatorio en mí que empieza a darme miedo, sobre todo en lo que respeta a la primera pesadilla, si bien estoy convencido de que todo esto no tiene sentido porque por algo soy una persona racional que ha leído mucha filosofía desde los presocráticos a Foucault y que está convencido de que la única fe que merece la pena tener es aquella en la capacidad de la ciencia por resolver o explicar tarde o temprano enigmas que de momento escapan a nuestro siempre limitado entendimiento.

* Luis V. Ortés - "La loca de Kérkyra y el oráculo"













Como suele ser mi costumbre, soy tan generoso con todos vosotros que no dudo en compartir esas pequeñas cosas que me han hecho feliz siquiera durante un rato, libros, discos, pinturas, jamadas, momenticos de lo que sea. Lo hago también en justa correspondencia con muchas de las cosas que la mayoría de vosotros colgáis en esta red y con las que disfrutamos tanto como ampliamos nuestra mente.

En este caso quiero compartir mi emoción por haber disfrutado como un enano del tercer y último tomo de novela gráfica LA BALADA DEL NORTE del ilustrador asturiano Alfonso Zapico, y que llegó a mis manos en forma de regalo navideño, no todo va a ser aguantar a la familia en dichas fechas. Una trilogía sobre la llamada Revolución del 34 en Asturias que es una recreación en imágenes absolutamente deliciosa, minuciosa, entrañable, sorprendente, de una época y un lugar, en general Oviedo, antes, durante y después de la dinamita y los cañonazos, así como de la Cuenca Minera y alrededores. Además, nada más lejos del maniqueísmo al uso en este tipo de productos en lo que respecta al guión. Aquí no hay más blancos y negros que los de los dibujos de Zapico. Y menudos blancos y negros, por cierto, una delicia para los que nos apasiona el dibujo en dichos tonos.

Y ya puestos, y por el mismo precio de la trilogía de LA BALADA DEL NORTE, aprovecho para recomendar por segunda vez otra de las obras de Zapico. Me refiero a LOS PUENTES DE MOSCU, una visión tan crítica como sincera de eso que en el "paisito" llamamos ya con cierta sorna el "contencioso" vasco. Una mirada sobre los también llamados "años de plomo" alrededor del encuentro entre el político socialista Eduardo Madina y el polifacético Fermín Muguruza, lider de Kortatu, Negu Gorriak y muchas cosas más. Una mirada desde cada lado de las trincheras de una época que fue la nuestra y en la que tampoco hay blancos y negros que valgan. Ahora bien, se trata precisamente por eso de un trabajo que no gustará nunca a los que se enfrentan a la Historia con su zacuto a rebosar de convicciones de piedra, a destacar la de que cualquier aproximación al contrario es una forma de claudicación. Una actitud ante la vida que distingue tanto a los españoles y la rehostia de españoles una, grande y libre por mis santos cojones como a los fieros abertzales y puros como sus antepasados repartiendo estopa a los francos en Orreaga, pero incapaces de ponerse nunca en la piel de sus adversarios, siquiera de un mínimo de piedad hacia todos aquellos que convirtieron en víctimas de su maximalismo armado. Como que La Balada del Norte también nos da más de una lección acerca de lo de intentar imponer por las bravas, a sangre y fuego, la visión del mundo de cada cual.





LASCIVIA PREADOLESCENTE Y PRIMER DESAMOR


Esta mañana de camino al cole iba hablando con el pequeño de chicas. Le he preguntado, claro está, si le gustaba alguna, y él me ha puesto la misma cara de asco que cuando le pongo porrusalda con bacalao. Entonces he dudado si su repulsa se debía a su temprana edad, diez tiernos añicos, o a que, al igual que su hermano que hasta los catorce no se le ha conocido interés alguno por el sexo femenino, simplemente no le interesa el tema porque con los juegos de la play y otros suplen de sobra la necesidad de encauzar la testosterona.

Pero, entonces, he echado la vista atrás para verme a sus años y no he podido sino reconocerme como un mocoso pervertido que ha estado cachondo, puede que desde la misma edad del pequeño, hasta hace cuatro telediarios. No puedo decir otra cosa cuando me he visto de canijo en la casa de la Avenida donde mi padre tenía la peluquería, espiando por el agujero que había en la despensa y que, por una obra inacabada del fontanero chapuza de turno, daba al baño del pasillo, a la chica que trabajaba con mi viejo cada vez que iba a hacer sus necesidades. Supongo que de ser delito ya habrá prescrito, porque ahora todo lo es, siquiera ya solo recordarlo, aunque solo recuerde el muslo de la moza sobre la tapa del retrete y el ribete de la braguita sobre sus rodillas. Ahora bien, dudo que aquella travesura tuviera más de lascivia que de simple curiosidad porque no me recuerdo, ni me veo, dándole a la zambomba a tan tierna edad, todo lo más un flirteo con lo prohibido. A decir verdad, si se trata de mentar la fricción apasionada sobre el miembro viril a tan temprana edad, lo que recuerdo es la turbación continua en la que me mantuvo durante un buen tiempo otra ayudante de mi viejo en la peluquería, una chica de Nanclares, que solía dormir en casa porque para entonces ir y volver de su pueblo debía ser como hacerlo de Zaragoza a Vitoria o algo así -hoy en día Nanclares es prácticamente un barrio un poco alejado del centro-. El caso que me recuerdo a cien revoluciones con R por casa, sobre todo por la noche cuando venía a cuarto para desearme las buenas noches, se inclinaba para darme un beso y yo observaba obnubilado cómo colgaba su crucifijo sobre, siquiera ya solo por la postura, generoso escote. Una visión que sí pasó a formar parte de mi imaginario pajillero durante mucho tiempo, probablemente hasta que ya con trece o catorce año empezamos a disfrutar del material fotográfico que uno de los colegas distraía en cierta papelería de la calle Gorbea y que más tarde servía como aliciente para los concursos de onanismo colectivo que celebrábamos en cierto cuarto trastero, vamos, a ver quién se la cascaba primero.

En fin, mera concupiscencia preadolecente de la que ahora parece que tampoco se puede hablar por por de ese puritarismo de nueva hornada que ve incorrección, cuando no directamente delito, donde antes nuestros mayores veían pecado. El caso es que no nos libramos de los puritanos de uno y otro signo bajo ningún concepto, insisto en que todavía los tenemos ahí frunciendo el ceño ante cualquier cosa que consideran subidita de tono, como que puede que muchos de los que estéis leyendo estas líneas llevéis hace ya un rato el ceño fruncido porque en el fondo no somos ni de lejos tan abiertos de mente como presumimos, como que lo que en realidad os pone a la mayoría es la mojigatería de pega, esto es, ir por la vida de recatados porque así podéis pasar por personas serias, de orden y sobre todo unos putos muermos..

De cualquier modo, insisto, nada que ver con el primer enamoramiento ni por asomo. Como que es casi imposible que el primero no roce lo patético cuando todavía eres un mico. En mi caso me dio por la pequeña de tres hermanos del portal de al lado del mío. Jugaban las tres hermanas a la comba en la acera de nuestra calle, y yo, en lugar de ir a jugar con mis colegas a la campa de la Avenida donde ahora está el Europa. cuando no a simular aventuras en los bajos de las casas de Txagorritxu, daba vueltas de un extremo a otro de la acera con la bici que me habían regalado mis tíos de Venezuela, cuando los tíos de América lo eran de acuerdo al tópico dado que todavía no habían cambiado las tornas como han cambiado. Acabo de recordar que era una Torrot. El caso es que me dedicaba a pasar con la bici al lado de la chavala objeto de mi deseo con el absurdo propósito de llamar su atención, y lo único que conseguí es hacerlo con su hermana mayor, la cual, en cuanto se dio cuenta de mis intenciones, no dudó en soltar un sonoro: "¡Cuidado con el hijo del peluquero, parece empeñado en atropellarte a toda costa!" Ni qué decir que no volví a a pedalear por la acera de casa. Eso que también retrasé m la hora de bajar la basura para no coincidir con la de ella.

*Sueño de Therése de Balthus







Pues, al final, bajando de Eskibel, supongo que por la hora, me he encontrado con un montón de ciclados de la vida. Así que me decía que suerte tienen las tías de ahora -yo por supuesto que hablo desde mi óptica masculina, que no hay reproche más moñas que el que te hacen algunas en plan: "Pues nosotras también hacemos deporte y sudamos como per... sonas"- que parece que ahora das una patada a una puedra y te salen cachas por todas partes, tíos que van por el monte a toda pastilla con su uniforme dechlatonero y enchufados a sus pulsometros, que pasan a tu lado sin dirigirte la mirada si no es para hacerte a un lado con esta. Muchos, demasiados para ser todos estopas, se nota que la chavalería se cuida.


Nada que ver con nosotros a su edad, todo el rato de farra por lo viejo desde el viernes a la madrugada del domingo y las carreras solo delante de la txakurrada, que se decía, aunque ahora esté mal no tanto decirlo como recordarlo, como si las palabras no perdieran su significado peyorativo en cuanto las usas de modo irónico precisamente para vaciarlas de su contenido. Como que empezamos a ir al monte para no estar todo el fin de de bares y al final nos llevábamos la bota de vino y la cantimplora con pacharán para hacer más amena la caminata. Así que luego te hacías de una tacada el Aratz, Aizkorri, Umandi y lo que se pusiera delante berreando cánticos terruñales y de todo tipo; los buitres debían alucinar

Pues eso, que para juventud sana y deportista la de ahora. A ver si va a ser por eso también que se folla más ahora y con más. Por eso y también porque antes, entre la revolución del fin de semana, las agujetas de subir dopado al monte, lo poco que nos parecíamos a Adonis y aquellas caras de no haber abandonado nunca el colegio de monjas, como que daba pereza.








A Eskibel a hacer piernas por la mañana. Uno empieza a patear a lo loco cada día y cuando se tira dos días sin hacerlo lo echa en falta, nota que se ha enganchado. Será aquello de " engánchate a la vida". Luego cuando baje me miro la tensión y os lo digo. Una preciosa mañana de enero. Apenas hay ciclados de gimnasio dando brincos por el camino, gente que no saluda por si se le desbarajusta su plan de entreno. Si eso algún que otro "aitite" de los de aupa sonoro y sonrisa generosa; te alegran la mañana. Luego ya en llegando a la mini cumbre observo que la torre sigue todavía en ruinas, lo que me vale para ilustrar dónde creo yo que deberían haberse hecho el chalete esos que ahora se lamentan que Glory se lo ha anegado por haberlo construido en primera línea de playa como si la costa fuera suya. Mira, una cosa que hicieron bien en Asturias con su Ley de Costas, pues de lo contrario habría devenido en una Cantabría II con sus sky line playero al estilo de Laredo y demás.

Me bajo "pal" pueblo que se me congela el alma.





Mil gracias a todos los que estuvisteis ayer en la presentación de LOS TRES NUDOS en la librería Katakrak de Pamplona. Lo pase genial, como pocas veces, como en casa de veras. Una ocasión para ver y conocer a amigos como Bixente, Jone, Fermín, Jon, Elena, Ana, Izaskun, Mikel, Julián, Maite y el resto que ya iré recordando en cuanto aterrice. Mil gracias de corazón por enésima vez y en especial a Julia y Patxi por su apoyo y cariño sincero y entrañable, sois de lo mejor, la hostia y tal. Repetiremos, amenazo.

Y encima me vuelvo con un patxaran casero de las Amezkoas y un pañuelo sanferminero de pro; este Patxi, más majo ( la Julia me amenazó con mandarme un disco de la Chula Potra... ) (va de coña, claro, he escuchado los dos que tiene en spotifu y mola un rato largo el nafar-rap, a destacar "germán", "Poderosa" y en prácticamente todas).

Ayer, insisto, fue una jornada magnífica, en especial por toda la gente con la que traté en alegre camaradería y así. Es lugar común de toda la vida que Vitoria y Pamplona son ciudades muy parecidas, sobre todo en su sociología, esto es, en cómo se manifiesta a cada lado de la trinchera la murga identitaria de este país del Demonio al que cada cual pone el nombre que quiere según su bagaje sociopolítico, cultural o ya solo sentimental. Con todo -y aquí dirán algunos que ya está Josemari cagando en su propio nido por mucho tiempo que haga ya desde que levanté el vuelo y, sobre todo, que para pájaros otros-, a mí Iruña, ciudad a la que creo haber ido una, dos o las veces que fuera cada año desde que era prácticamente un crío -ahí hay que meter la peregrinación sanferminera anual según los usos y costumbres de la mocedad patria, visitas hospitalarias varias, negocios también varios como aquel cursillo para agente de viajes en Burlada que... da para novela de pícaros o algo más, y ya en los últimos años escapadas en pareja porque Dios qué bien se come, qué rico está el monovarietal de garnacha de Inurrieta y qué vistas desde la muralla con los montes ahí al fondo; ya de chaval me obnubilaba la vista mientras meaba los katxis por cuatro perras del Arrano Beltza mirando a lo lejos y mis amigos dormían la mona al lado antes de que cayera la noche sanferminera-, y... (y aquí lo de las frases eternas, alambicadas y perderse en ellas, que decíamos ayer; me voy quitando, lo intento). En cualquier caso, Iruña siempre me ha parecido más ciudad, y eso con una población parecida, un casco viejo para perderse de veras y una gente por lo general abierta y simpática como la peña que ayer preguntaba durante la presen, comentaba de cerca de todo y manifestaba un cariño de los de abrumar también de veras. Y eso, faltaría no tocarlo, en especial cuando vienes de una ciudad donde ni tu parentela va a las presen y lo de prodigarse en comentarios o muestras de afecto lo justo justico; "a ver si se ve a creer este que... " Luego ya sé, ya, que no soy tan ingenuo, que lo que digo tiene mucho de melonada provinciana, de meter el hachazo como el que no quiere la cosa, y sobre todo que lo mismo que cuento bien lo podría contar otro a la inversa porque todo lo que decimos es una mera cuestión de perspectiva. Pero oye, es lo que me apetecía decir, que en Iruña siempre me siento en casa y a veces hasta mejor, siquiera ya solo por eso de que las cosas vistas de lejos como que siempre mejor y las de cerca pues ya no tanto porque por algo llevas de ahí tu zurrón vital a cuestas.

Pues eso, el de ayer un día luminoso aunque nos dieran las tantas. Hoy llego a casa de mi madre en Gasteiz y ha sido echarme una cabezada después de comer y despertarme ya de noche a eso de las seis. Adíos a la caminata vespertina por el bosque y sentada obligada con mi progenitora mientras ella hilaba comentarios sin parar en relación a los estragos del temporal Gloria que aparecían en el televisor. Contingencia que le valía a ella para mezclar churras con merinas, esto es, mezclando los daños del temporal con su malestar o dolores crónicos, fobias, manías y en general su visión esencialmente negativa de la vida, como que creo que no ha hecho un comentario positivo desde que el hombre llegó a la luna para luego joderlo al instante preguntando: "¿Y todo eso para qué?". Vamos, el cuadro de Brueguel que resulta de echar un rato con ella mientras habla sin parar y a ti simplemente se te quitan las ganas de vivir, o te entran las de tirarte a la botella o meterte un chute de lo lo que sea. Espero que mañana me saquen de cena los colegas, porque, de lo contrario, juro que me levanto, salgo a andar y no paro hasta Ciudad del Cabo.


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