Ya es todo coronavirus. Viendo en El Correo de hoy el cuadro del vitoriano Eduardo Alsasua, "Almuerzo en el jardín", el cual se expondrá el 17 de abril en el Edificio Bantierra de Zaragoza y el 5 de junio en el Museo Meam de Barcelona, servidor ni siquiera se ha planteado las dudas de rigor acerca del sentido del hiperrealismo en los tiempos del I-phone con cámara y todo tipo apps para modificar las imágenes. No, la cuestión volvía a ser la que le ronda a uno por la cabeza todo el rato entre una madre a rebosar de achaques por todas partes y al menos supuestamente aislada a las afueras de Vitoria, tíos en edad avanzada y amigos crónicos recluidos en sus casas, parientes y conocidos de terceros ya infectados. ¿Que no podía haber empezado por Murcia, 30% de votos a Vox? Sí, sí, qué miserable, ya saben, la condición humana y tal, los límites del humor negro y todas esas mierdas de la censura bajo cualquiera de sus maneras. Eso y aparentar que uno se lo toma todo de coña para que los bobos de solemnidad se lo crean al pie de la letra y el resto, siquiera, lo acompañe a uno con una sonrisa.
CRÓNICAS DEL CORONAVIRUS: LA CAFETERÍA
(dedicado a un escritor de Llodio...)
Hoy por la mañana, mientras le comentaba a la camarera que mejor no me ponía la galletita porque el médico me había dicho que tenía el colesterol por las nubes y que tenía que moderarme con los dulces. De repente entra el matrimonio de encantadores profesores jubilados, los únicos de toda la parroquia con los que suelo compartir algún que otro comentario a cuenta de la actualidad.
-Buenos días.
-Buenos tenga usted. Oiga, una cosina -me interpela el marido todo serio.
-Dime.
-¿Usted no nos comentó que era de Vitoria?
-Sí, por lo de la nieve que estuvimos hablando...
-¿Y cuándo fue la última vez que estuvo?
-Este mismo fin de semana.
-Pero la cosa allí está verdaderamente jodida. ¿No es así?
-Pues la verdad es que sí y parece ir a peor.
.¿Pero usted se encuentra bien?
-Bueno, eso mismo le estaba comentando a la camarera, que hoy precisamente no me encuentro...
Y oye, que no me ha dado tiempo a contarles lo del colesterol, que ni he acabado la frase cuando, de repente, él devuelve el periódico que acababa de coger de encima de la barra, ella no llega a quitarse la chaqueta, y, sin decir ni media palabra, se dan media vuelta y marchan por donde habían venido. Me he quedado lívido. Pero, el miedo es libre y a cierta edad también casi que preceptivo. Así que he me he retirado hasta mi rincón con el descafeinado largo sin galleta en una mano y en el otro el mentidero en papel a escala estatal. Y entonces, al pasar al lado de la mesa donde se sienta la vacaburra voxera y sus comparsas, he creído oír que la primera les decía a las otras, justo cuando en la pantalla del televisor daban la noticia de que Ortega Smith pudo haberse contagiado del coronavirus el pasado fin de semana en Vitoria.
-Míralo, el de Vitoria, antes nos mataban con sus bombas, y ahora lo intentan con sus virus...
Creo sinceramente que, siquiera por una vez, deberíamos congratularnos de tener unos gobernantes que, e independientemente de su signo político, por lo menos aparentan guardar las formas y reconocen seguir las pautas de las autoridades científicas en crisis como la que nos ocupa. Algo que no pueden decir los ciudadanos de EE.UU cuando su presidente pregunta, delante de las cámaras, a los expertos si la vacuna y otros medicamentos para combatir la gripe no pueden valer también para el coronavirus. Esto, por supuesto, unos meses después de que comenzara la epidemia en China y con todo lo que ya se sabe al respecto. Suerte que detrás de un gran estúpido siempre hay cientos de personas sensatas intentando remediar sus estupideces. America, we trust anyone, except in Trump...
"La bêtise insiste toujours."
La Peste (1947) de Albert Camus
Resulta imposible sustraerse a los efectos colaterales de un estado de excepción como el generado por la epidemia del coronavirus, y más en lo referente a las mil y una maneras en las que responden los humanos a una crisis como la que vivimos, muchas de las cuales, además, o sobre todo, revelan nuestro lado más patético y hasta ridículo, muchas también de las que aparecen perfectamente retratadas el La Peste de Albert Camus, relectura obligada o casi. Lean si no esta noticia de hoy mismo en El Correo de Álava:
"Tenemos el coronavirus. Ojalá te intoxiquemos y tu hijo nazca muerto» ... en la tarde de este martes en el Mercadona de Alto de Armentia cuando trataban de sustraer género."
NO TODAS LAS OPINIONES SON RESPETABLES
De la misma manera que durante los Años de Plomo en el País Vasco servidor no estaba dispuesto a recibir lecciones de nada de alguien que justificara o aplaudiera los crímenes de ETA, tampoco lo estoy ahora con los energúmenos de Vox y sus socios. Pues no puedo juzgar de otra manera a gente que cuya ideología es simple y llanamente la puesta a punto del falangismo de toda la vida, esto es, la versión española de fascismo. Son gente mala que camina, como decía el poeta, que odian por principio y el placer de sentirse mejores, son liberticidas de todo aquel que no piensa como ellos.
Por eso me revuelvo contra el mantra tan interesado como revelador de " todas las opiniones son respetables". La hipocresía instalada en nuestra sociedad, así como dosis ingentes de cobardía y/o conformismo, manejan a diario dicho el mantra en cuestión para censurar a aquellos que manifiestan convicciones como la de que cuando alguien se declara simpatizante de Vox, ya puedes estar seguro que tienes delante a un imbécil redomado o/y un verdadero hijo de puta. Qué otra cosa puedes pensar del nivel discursivo incluso por debajo de lo pedestre de Santiago Abascal, las bravuconadas a lo Rambo del madelman"" Smith Ortega, o de alguien tan miserable y peligroso que dice que las imágenes de los inmigrantes sirios siendo apaleados por la policía griega son "hermosas" .
Y así, con semejante desfachatez y complicidad, buena parte de nuestra sociedad normaliza discursos y actitudes que en otras partes provocan cordones sanitarios e incluso leyes en contra. Y aquí, en cambio, pactos políticos con aquellos que, en el fondo, les son más afines de lo que estarían dispuestos a reconocer. Y por eso también me resulta imposible contemporizar con ese otro mantra que asegura que lo mejor que se puede hacer es no hablar de ellos, hacer como que no existen, no dar importancia alguna a lo que dicen o hacen. No, no porque eso también es normalizarlos al considerar su discurso intrascendente, uno más. Y no, no lo es.
Pero eso sí, luego, en lo que es un acto de típica hipocresía carpetovetónica, toca hacerse la víctima porque te abuchean e insultan en una mani feminista como socios del partido que niega la violencia machista o dice que los agresores son siempre de fuera, el mismo del que te sirves para, con la coartada del pacto firmado con ellos, cargarte todas las políticas de apoyo a las víctimas de la violencia machista. No se puede ser más fariseo.
CRÓNICA DE LA CIUDAD APESTADA - EL POTEO EN LOS TIEMPOS DEL CORONA VIRUS
(Relato escrito hace una semana de que la cosa pasara a mayores, vamos, no recomendado para culos prietos de esos que repiten varias veces al día "no me parece serio bromear con ese tema" o ya directamente "no me parece bien nada...", esos mejor bloquearme).
Sábado por la mañana, 12.30. Vamos en dirección hacia lo Viejo y todavía en el Ensanche nos cruzamos con una banda de txistularis. Es sabido que en la Edad Media y más tarde los músicos recorrían las calles de las ciudades sometidas al azote de la peste con el propósito, no tanto de distraer a los ciudadanos, enfermos o no, del peligro que los acechaba, como de inducir a un estado de ánimo alegre ante la inminencia de un encuentro con el Creador allá en las alturas. De modo que la cosa no puede pintar peor.
Con todo, lo importante siempre es no dejarse llevar por el pánico y procurar hacer vida normal. De ese modo, primer pote a la entrada de la Corre. Pido que me abran una botella de crianza porque temo que las otras puedan estar infectadas. Paso de coger un pincho de la barra por lo mismo; en situaciones de emergencia se impone el ayuno. Pago la consumición arrojando el importe sobre la barra desde una distancia prudencial. Mi señora me pregunta si estoy más gilipollas de lo habitual; yo le contesto que cualquier excusa es buena...
Repito la jugada en los siguientes bares. En el Portalón el camarero me advierte de que han subido a 3€ y 3.20€ el Artadi y el R Punto del año respectivamente. Pregunto si es el típico caso de especulación aprovechando situaciones de excepción, y me responde que sí, pero que no por el Corona Virus sino porque los dueños se han coscado de que la mayoría de los clientes son turistas y entonces ya se sabe: "ave de paso, estacazo".
Ya en Kutxi creo sentir mariposas en el estómago. Al principio me llevo un susto; pero no, menos mal, no me he vuelto a enamorar; más bien son grillos porque empiezo a tener una "fame" de la hostia. Así pues, no aguanto más y me lanzo inconsciente sobre un pincho de pulpo desmenuzado con pimiento y mayonesa. Mi compañera hace otro tanto sobre uno con guacamole y boquerón. En el siguiente bar ya recapacitamos y pedimos una ración de rabas, las cuales al estar recién hechas se supone que estarán esterilizadas gracias al aceite hirviendo.
Hasta ese momento creíamos que la gente se había quedado en casa para evitar el contagio. De hecho, en La Plaza Nueva, o en la de la Virgen Blanca, apenas se veía a algún que otro insensato de esos que no sienten ningún aprecio por la vida. Para nosotros, en cambio, es el único momento en tres semanas que podemos estar a solas sin los hijos, parientes y otros molestos elementos de esos que requieren toda tu atención aunque tengas la cabeza puesta siempre en otra cosa. Pero no, parece ser que no, que la peña se había concentrado toda en lo viejo en plan para cuatro días que nos quedan vamos a ponernos hasta el culo de todo; solo se oían estornudos.
Nosotros, por si acaso, procuramos extremar las precauciones para evitar el contagio del corona virus bebiendo solo de nuestro vaso y no compartiendo los pinchos de ttataki de atún, el de tortilla de calabacín o el de pimiento relleno de bacalao, así como la ración entera de morcilla frita de Maeztu y sus pimenticos, con desconocidos; vamos, como siempre, no te jode.
Y así, siguiendo al detalle las recomendaciones de las autoridades sanitarias, amén de la preceptiva siesta por la tarde hasta la hora de la cena, pudimos empalmar el poteo de la mañana en pareja con el de la tarde-noche en cuadrilla, si bien ya para la cena mandamos a casa a los más débiles de la manada, crónicos, feministas de derechas y así, por si las moscas, y nos fuimos a vaciar unas botellicas de Landaluze del año entre embutidos ibéricos, ensalada caliente con pollo, solomillo, codillos, atún rojo en salsa de piquillos, bacalao al pil-pil, goxuas, tarta de whisky y sorbetes de limón al cava. De hecho, al salir de la cena nos sentíamos tan inmunes a la pandemia esa de los cojones, que no dudamos en acercarnos hasta el Aldapa a rematar el plan de prevención contra el corona virus con unos cafés con Tía María, licor de orujo y pacharanes.
Lo dicho, sirva todo esto de ejemplo de que hay que evitar a toda costa caer en alarmismos innecesarios, amén de seguir en todo momento recomendaciones como la de que, si vas a beber vino en los bares, mejor pedir del que no tengan abierto en la cubitera con los corchos por la mitad, porque seguro que ya estará oxidado. Y a ser posible también, no compartir nunca baño con extraños de esos que te estornudan a la nuca mientras estás con el miembro en la mano sacudiéndote las gotitas.
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